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                                                                                                                                  “El canto de la Tierra”: el reflejo universal de la aldea

                                                                                                                                  Durante el siglo XIX, compositores de países como Rusia, Polonia, República Checa, Hungría, Rumania y Bulgaria escudriñaron en los legados culturales de sus países y gestaron algunas de las obras que se escucharán en el Cartagena XVII Festival de Música del 5 al 13 de enero de 2023.

                                                                                                                                  Juan Carlos Garay

                                                                                                                                  Ilustración de Montespeso · María Camila Cuervo
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  (Le recomendamos: Totó la Momposina, la cantadora que iluminó el camino)

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  (Además: 2022, el año del Ferxxo)

                                                                                                                                  El folclor es definido por el musicólogo Matthew Gelbart como “un remanente del pasado rural, preservado dentro de la civilización moderna”. Durante el siglo XIX, compositores de países como Rusia, Polonia, República Checa, Hungría, Rumania y Bulgaria escudriñaron ese legado con total orgullo y, gracias a ese ejercicio, enriquecieron el gran repertorio europeo. Ese será, en esencia, el contenido del próximo Festival de Música de Cartagena, titulado “El canto de la Tierra”.

                                                                                                                                  Ilustración de Montespeso · María Camila Cuervo

                                                                                                                                  Los nacionalismos musicales ayudaron también a que, en el ámbito internacional, tuviéramos ideas más elaboradas sobre esos países lejanos. En la obra del húngaro Franz Liszt, por ejemplo, sobresale un orgullo por las expresiones gitanas. Es una admiración tan grande que va más allá de copiar melodías y termina apropiándose de todo un lenguaje.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Es el caso de las Rapsodias húngaras: los estudiosos afirman, sencillamente, que el compositor “reelaboró” muchas piezas autóctonas. Quizá sería más justo decir que se impregnó de ese espíritu, lo elevó a su grado de virtuosismo y al final sumó sus creaciones al gran acervo de las danzas populares. Un fenómeno que hace recordar los versos de Manuel Machado: “Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar / Aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás”.

                                                                                                                                  Mitos y realidades del Canto de la Tierra

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  En Rusia, Nikolai Medtner escribió la suite para piano Cuentos de hadas, que está llena de evocaciones infantiles con acentos locales. A pesar de que la partitura no ofrece demasiadas pistas, sabemos que al menos una de las piezas representa la historia de Zolushka (algo así como una versión rusa de Cenicienta).

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Varias décadas antes, Modest Mussorgsky había publicado un ejercicio similar. En Cuadros de una exposición, una suite dedicada a un pintor amigo, varias de las imágenes evocadas son esos típicos personajes asociados con los miedos infantiles. Desfilan los gnomos y, casi al final de la obra, la malvada bruja Baba Yaga.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  La historia de Smetana es triste porque al final de sus días lo aquejó la sordera total, pero en esa imposibilidad de oír echó mano de sus recuerdos y plasmó una serie de melodías campesinas en la serie de Danzas checas para piano. Según expresó por aquella época, la polca le parecía una danza con todos los méritos para pasar de lo vernáculo a lo sublime.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El otro gran compositor checo fue Anton Dvorak. Aparte de utilizar las mazurkas y las danzas eslavas como inspiración directa, hay un detalle quizá más sutil y conmovedor en su obra: el segundo movimiento de su Quinteto para piano y cuerdas n.° 2 es en realidad una dumka, pieza melancólica del folclor ucraniano. Fue una manera muy ingeniosa de introducir un elemento nuevo en una estructura preexistente: por lo general los segundos movimientos son lentos y contemplativos, pero a nadie se le había ocurrido que allí cabía un elemento campesino sin alterar la lógica de la música clásica. Es una estrategia genial.

                                                                                                                                  (Lea también: Joaquín Sabina sorprende a sus fanáticos con “Sintiéndolo mucho”, su CD doble)

                                                                                                                                  En resumen, todas las obras que escucharemos en esta ocasión en Cartagena tienen esa voluntad tan propia de su tiempo y de su geografía. “El canto de la Tierra” no es otra cosa que la voluntad de hacerse universales a partir de pequeños instantes de lo local

                                                                                                                                  Ilustración de Montespeso · María Camila Cuervo
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  (Le recomendamos: Totó la Momposina, la cantadora que iluminó el camino)

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  (Además: 2022, el año del Ferxxo)

                                                                                                                                  El folclor es definido por el musicólogo Matthew Gelbart como “un remanente del pasado rural, preservado dentro de la civilización moderna”. Durante el siglo XIX, compositores de países como Rusia, Polonia, República Checa, Hungría, Rumania y Bulgaria escudriñaron ese legado con total orgullo y, gracias a ese ejercicio, enriquecieron el gran repertorio europeo. Ese será, en esencia, el contenido del próximo Festival de Música de Cartagena, titulado “El canto de la Tierra”.

                                                                                                                                  Ilustración de Montespeso · María Camila Cuervo

                                                                                                                                  Los nacionalismos musicales ayudaron también a que, en el ámbito internacional, tuviéramos ideas más elaboradas sobre esos países lejanos. En la obra del húngaro Franz Liszt, por ejemplo, sobresale un orgullo por las expresiones gitanas. Es una admiración tan grande que va más allá de copiar melodías y termina apropiándose de todo un lenguaje.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Es el caso de las Rapsodias húngaras: los estudiosos afirman, sencillamente, que el compositor “reelaboró” muchas piezas autóctonas. Quizá sería más justo decir que se impregnó de ese espíritu, lo elevó a su grado de virtuosismo y al final sumó sus creaciones al gran acervo de las danzas populares. Un fenómeno que hace recordar los versos de Manuel Machado: “Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar / Aunque dejen de ser tuyas para ser de los demás”.

                                                                                                                                  Mitos y realidades del Canto de la Tierra

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  En Rusia, Nikolai Medtner escribió la suite para piano Cuentos de hadas, que está llena de evocaciones infantiles con acentos locales. A pesar de que la partitura no ofrece demasiadas pistas, sabemos que al menos una de las piezas representa la historia de Zolushka (algo así como una versión rusa de Cenicienta).

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Varias décadas antes, Modest Mussorgsky había publicado un ejercicio similar. En Cuadros de una exposición, una suite dedicada a un pintor amigo, varias de las imágenes evocadas son esos típicos personajes asociados con los miedos infantiles. Desfilan los gnomos y, casi al final de la obra, la malvada bruja Baba Yaga.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Pero claro, hablar de hadas y duendes requería vuelos de la imaginación a veces un poco drásticos, y se podía perder la intención de plasmar la realidad cotidiana de los pueblos. Por eso existió también una corriente que se basó en danzas folclóricas, que tuvo entre sus exponentes a dos músicos checos importantísimos. Uno de ellos fue Bedrich Smetana, quien en la segunda mitad del siglo XIX llegó a convertirse, efectivamente, en una especie de embajador musical: la partitura más famosa de Smetana es Mi patria, un poema sinfónico inspirado en los paisajes de su región, especialmente el río Moldava.

                                                                                                                                  La historia de Smetana es triste porque al final de sus días lo aquejó la sordera total, pero en esa imposibilidad de oír echó mano de sus recuerdos y plasmó una serie de melodías campesinas en la serie de Danzas checas para piano. Según expresó por aquella época, la polca le parecía una danza con todos los méritos para pasar de lo vernáculo a lo sublime.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El otro gran compositor checo fue Anton Dvorak. Aparte de utilizar las mazurkas y las danzas eslavas como inspiración directa, hay un detalle quizá más sutil y conmovedor en su obra: el segundo movimiento de su Quinteto para piano y cuerdas n.° 2 es en realidad una dumka, pieza melancólica del folclor ucraniano. Fue una manera muy ingeniosa de introducir un elemento nuevo en una estructura preexistente: por lo general los segundos movimientos son lentos y contemplativos, pero a nadie se le había ocurrido que allí cabía un elemento campesino sin alterar la lógica de la música clásica. Es una estrategia genial.

                                                                                                                                  (Lea también: Joaquín Sabina sorprende a sus fanáticos con “Sintiéndolo mucho”, su CD doble)

                                                                                                                                  En resumen, todas las obras que escucharemos en esta ocasión en Cartagena tienen esa voluntad tan propia de su tiempo y de su geografía. “El canto de la Tierra” no es otra cosa que la voluntad de hacerse universales a partir de pequeños instantes de lo local

                                                                                                                                  Por Juan Carlos Garay

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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