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El Grupo Niche no necesita que lo validen afuera para ser una de las mejores orquestas de salsa del mundo. De hecho, ya debería haber ganado el Grammy como “Mejor Álbum de Salsa” (se llamaba “Mejor Interpretación Latina Tropical”) en 1991 por “Cielo de Tambores”, no solo por su innegable calidad musical, sino también por su gran impacto comercial. Igualmente, debería haber sido, al menos, nominado en 1989 y 1990 por “Tapando el hueco” y “Sutil y contundente”, respectivamente (y yo lo habría candidatizado también con “A golpe de Folklore” e “Imaginación”, dos excelentes discos de la última etapa en vida de Jairo Varela). (Recomendamos: Así ganó el Grupo Niche su primer Premio Grammy anglo).
Pero es que también Joe Arroyo debería haber ganado el mismo premio por “Fuego en mi mente” en 1989 o 1990, o por “La guerra de los callados” en 1992, porque el grandioso artista cartagenero estaba en su mejor momento y la música que hacía —con ese sabor, esa mezcla única con el Caribe no hispano, esas salsas exuberantes, esa reinterpretación de la música tradicional costeña, esa voz única, esa orquestota— no la hacía nadie más. Y, por eso, Joe no necesitó de un Grammy para ser reconocido como uno de los grandes músicos de la diáspora africana en el mundo (y sabemos que era mucho más que eso).
Incluso, Guayacán, que, en algún momento, se puso a la par de Niche (o le hizo mucha bulla), podría haber tenido chances de lograr un Grammy en 1995 con el álbum “Marcando la diferencia” (aunque sobre eso se puede debatir, claro).
Mejor dicho, desde hace rato los mejores grupos de salsa colombiana deberían haber obtenido esos galardones que, durante muchos años, se les entregaban solamente —con algunas excepciones— a algunos artistas cercanos a muchos de los votantes en Nueva York, Miami y Puerto Rico, más por una gran trayectoria, que por un gran álbum o una buena interpretación. Obviamente, se comprende que, cuando se dieron muchos de esos premios, todavía estaban vivas las grandes luminarias salseras de los sesenta y los setenta (todavía quedan algunas) y, así estas estuvieran —la gran mayoría— en horas bajas, con sus mejores discos grabados años atrás, resultaban siendo premiadas con producciones, a veces, intrascendentes (y a veces no, por supuesto). (Le puede interesar: Niche y la historia de Jairo Varela).
El caso es que el Grupo Niche, con su calidad musical e innegable éxito entre muchos de los salsómanos de todo el mundo (que, paradójicamente, no es tan apreciado por algunos —solo algunos— salsómanos colombianos) ganó el premio Grammy “Anglo” (ya había ganado el “Latino”) a “Mejor Álbum Tropical Latino” con su disco “De 40”, lo cual me pone muy feliz, pues si bien Niche no necesita —y lo reitero— que lo validen por fuera, no está mal que se reconozca a una agrupación que, de la mano de Jairo Varela, su genio creador, y de los talentosos músicos que pasaron por ahí durante más de cuarenta años, ha hecho música muy chévere, con mucho swing, letras impactantes y un afinque que, afortunadamente, no se ha perdido para ponerle música a la vida de muchos en Colombia y el mundo. (Lea otro artículo de Petrit Baquero sobre Johnny Pacheco).
Esto, por supuesto, se ha logrado de la mano del gran arreglista y trompetista José Aguirre, su director musical, y de Yanila Varela, su gerente general, quienes consiguieron que, ante la muerte de su alma creativa y espiritual, la orquesta no desapareciera y que, por el contrario, continuara creciendo y consolidándose como un símbolo de nuestro país, de Cali, del Pacífico, de la diáspora africana, del orgullo afro y, por supuesto, de la salsa, además, con un concepto moderno que no niega nuevas influencias y distintas tendencias (algo en lo que Jairo Varela era bastante terco).
Y pilas que Niche también es un símbolo de Bogotá, porque fue en la capital donde nació y, si bien se disparó comercialmente en Cali (aunque “Buenaventura y Caney” es de los tiempos bogotanos), sabemos que Varela y su combo contaron con el respaldo generoso de quienes, con mucha sensibilidad e inteligencia, supieron entender que algo raro se estaba cocinando en algunos bares de la ciudad, y que eso era único, muy propio, auténtico y bien sabroso. Por eso, así muchos no lo digan, ese premio es también para quienes no dejaron que Varela desfalleciera y que fueron fundamentales para llevar a la orquesta, por primera vez, a Cartagena, a Quibdó y a otros lugares del país. También, por supuesto, es para quienes se arriesgaron y la llevaron a Cali, y a Puerto Tejada, y a Nueva York, y a Lima, y a México…
Vale decir que no soy dado a creer en ciertos premios —como me pasa, de hecho, con el Grammy, con sus múltiples categorías, montones de nominados y muchísimos discos intrascendentes que uno no sabe por qué están ahí—, pero tengo claro que estos se pueden celebrar (si algún día me gano un premio de algo chicanearé lo que más se pueda) y que, al tiempo, vale reconocer el gran presente del Grupo Niche y, a la vez, ese maravilloso pasado y esa sólida trayectoria que jamás olvidaremos, porque, claro, el Grupo Niche era de Jairo Varela, pero también es nuestro o, por lo menos, así lo siento yo.
Por eso, ¡que viva Niche! ¡Ah, pue!
* Historiador y Politólogo. Autor de los libros El ABC de la Mafia. Radiografía del Cartel de Medellín (Planeta, 2012) y La Nueva Guerra Verde (Planeta, 2017).