El karaoke y la liberación de sentimientos chinos
Además de divertir, el karaoke permite que los chinos digan abiertamente "te quiero", por lo menos a través de canciones.
Marta Miera / Efe
Los populares karaokes en China, llamados también KTV o ka-la OK, además de divertir, representan para muchos una forma de liberar la tensión semanal y decir "te quiero" a través de canciones, aunque sea en el anonimato de una sala individual, en una sociedad donde la expresión de los sentimientos está atenazada.
"La gente en China no puede expresar sus emociones directamente. Incluso después de un largo periodo de relación con tu pareja, te resulta difícil decirle que la quieres, por eso el karaoke nos ayuda a expresar indirectamente lo que sentimos", explica Chen Guolong, un joven de 30 años que trabaja en una compañía telefónica.
A pesar del deseo de occidentalización de muchos jóvenes chinos, en lo referente a la música se caracterizan por ser grandes amantes del pop de Hong Kong, Taiwán, Corea del Sur y Japón.
"La mayoría de los temas que solemos cantar en los karaokes son de música pop china, muy raras veces cantamos temas occidentales, y los adultos casi siempre se decantan por los hits clásicos de la década de los 70 u 80", apunta Chen.
Un sondeo publicado recientemente en la prensa de este país asiático aseguraba que son muchos los chinos que se muestran "vergonzosos" a la hora de transmitir sus sentimientos.
Por ejemplo, explica el estudio llevado a cabo por la página web www.zhaopin.com, "a pesar de la importancia de la figura de la madre en la sociedad china, la mayoría se sienten 'incómodos' al expresarle lo que sienten".
Hu Shoujun, sociólogo de la Universidad de Fudan en Shanghai, asocia este comportamiento a que "la personalidad de los chinos es generalmente calmada, reservada y seria. Para nosotros, resulta innecesario e incluso extraño mostrar los sentimientos a familiares y amigos".
Bien sea por amor, por diversión o por estrés, los karaokes, como en el resto de Asia, son un fenómeno social y ni siquiera la "movida" nocturna de las grandes ciudades, con las discotecas llenas durante los fines de semana hasta altas horas de la madrugada, pueden competir con este entretenimiento de origen japonés.
Ubicados en gigantescos edificios, muchos de ellos incluso dotados de escaleras mecánicas, ofrecen a los clientes, por unos 15 euros la hora, habitaciones individuales para que, en intimidad, puedan disfrutar del sonido de sus voces sin molestar a nadie.
Y para cantar sin sonrojos, nada mejor que una larga lista de bebidas a la que echar mano hasta que el cuerpo o el bolsillo aguante, y que ayude al tenor, al soprano, al divo o al "desafinado" a guiñar un ojo, entre estrofa y estrofa, a la que más le plazca del auditorio.
Pero, además de este entretenimiento con licencia legal, en China está también muy extendido el karaoke ilegal, que ofrece la posibilidad a los hombres de disfrutar de los encantos de las "chicas de compañía".
Estas "damas de compañía" a veces irónicamente llamadas "endulzantes del café", son al parecer, una especie de versión china de las "geishas" japonesas, que cenan y bailan junto a los clientes.
El profundo cambio de valores que experimenta China debido a su vertiginoso crecimiento económico ha empujado a que la infidelidad haya aumentado en las ciudades, donde abundan de forma clandestina burdeles, centros de masaje, bares de alterne y, por supuesto, los karaokes ilegales.
Los populares karaokes en China, llamados también KTV o ka-la OK, además de divertir, representan para muchos una forma de liberar la tensión semanal y decir "te quiero" a través de canciones, aunque sea en el anonimato de una sala individual, en una sociedad donde la expresión de los sentimientos está atenazada.
"La gente en China no puede expresar sus emociones directamente. Incluso después de un largo periodo de relación con tu pareja, te resulta difícil decirle que la quieres, por eso el karaoke nos ayuda a expresar indirectamente lo que sentimos", explica Chen Guolong, un joven de 30 años que trabaja en una compañía telefónica.
A pesar del deseo de occidentalización de muchos jóvenes chinos, en lo referente a la música se caracterizan por ser grandes amantes del pop de Hong Kong, Taiwán, Corea del Sur y Japón.
"La mayoría de los temas que solemos cantar en los karaokes son de música pop china, muy raras veces cantamos temas occidentales, y los adultos casi siempre se decantan por los hits clásicos de la década de los 70 u 80", apunta Chen.
Un sondeo publicado recientemente en la prensa de este país asiático aseguraba que son muchos los chinos que se muestran "vergonzosos" a la hora de transmitir sus sentimientos.
Por ejemplo, explica el estudio llevado a cabo por la página web www.zhaopin.com, "a pesar de la importancia de la figura de la madre en la sociedad china, la mayoría se sienten 'incómodos' al expresarle lo que sienten".
Hu Shoujun, sociólogo de la Universidad de Fudan en Shanghai, asocia este comportamiento a que "la personalidad de los chinos es generalmente calmada, reservada y seria. Para nosotros, resulta innecesario e incluso extraño mostrar los sentimientos a familiares y amigos".
Bien sea por amor, por diversión o por estrés, los karaokes, como en el resto de Asia, son un fenómeno social y ni siquiera la "movida" nocturna de las grandes ciudades, con las discotecas llenas durante los fines de semana hasta altas horas de la madrugada, pueden competir con este entretenimiento de origen japonés.
Ubicados en gigantescos edificios, muchos de ellos incluso dotados de escaleras mecánicas, ofrecen a los clientes, por unos 15 euros la hora, habitaciones individuales para que, en intimidad, puedan disfrutar del sonido de sus voces sin molestar a nadie.
Y para cantar sin sonrojos, nada mejor que una larga lista de bebidas a la que echar mano hasta que el cuerpo o el bolsillo aguante, y que ayude al tenor, al soprano, al divo o al "desafinado" a guiñar un ojo, entre estrofa y estrofa, a la que más le plazca del auditorio.
Pero, además de este entretenimiento con licencia legal, en China está también muy extendido el karaoke ilegal, que ofrece la posibilidad a los hombres de disfrutar de los encantos de las "chicas de compañía".
Estas "damas de compañía" a veces irónicamente llamadas "endulzantes del café", son al parecer, una especie de versión china de las "geishas" japonesas, que cenan y bailan junto a los clientes.
El profundo cambio de valores que experimenta China debido a su vertiginoso crecimiento económico ha empujado a que la infidelidad haya aumentado en las ciudades, donde abundan de forma clandestina burdeles, centros de masaje, bares de alterne y, por supuesto, los karaokes ilegales.