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                                                                                                                                El rapero que no se callaba

                                                                                                                                Kanye West, uno de los hombres más poderosos del negocio, anuncia su intención de presentarse a presidente de EE UU; una rareza más en su camino.

                                                                                                                                Diego a. Manrique / El País

                                                                                                                                Kanye West en los Premios MTV. / AFP
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En verdad, estamos ante una de sus especialidades. Inicialmente, Kanye solía protestar al ver sus discos ninguneados en los abundantes premios que animan el calendario del negocio musical. Pero, en 2005, durante un concierto en ayuda de las víctimas del Katrina, emitido por NBC, lanzó una bomba atómica: acusó de racismo al entonces presidente de Estados Unidos (“a George Bush no le importa la gente negra”). Aunque luego debió pedir disculpas al ocupante de la Casa Blanca, aprendió la lección: una transmisión en directo te permite atrapar la atención del país.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Una sospecha: los organizadores no hacen mucho por evitar esos incidentes; saben que no hay nada mejor para los ratings y el alboroto mediático. De repente, el jefe de prensa de Obama está bromeando con el “candidato rapero”. Hasta el fenómeno entre los republicanos, Donald Trump, alaba a Kanye: “Es una persona muy diferente a lo que la gente piensa. Espero competir con él en algún momento”.

                                                                                                                                Por una vez, Trump dice algo sensato. Visto desde aquí, Kanye puede confundirse con uno de tantos monstruos de la era del infotainment. Aparte de sus arrebatos en público, tiende a pelearse con los paparazis y está casado con la celebrity por excelencia, Kim Kardashian, la reina de Instagram. Con semejantes antecedentes, se tiende a considerarlo como otro bicho del circo digital.

                                                                                                                                Y no. Tal vez nunca alcance la genialidad que le gusta proclamar (“aspiro a ser mejor que Picasso”), pero sí encarna un atractivo modelo de artista: precoz, voraz, abierto a las colaboraciones, ansioso de asimilar todas las músicas, preparado para probar otras tareas (realización cinematográfica, diseño de moda, empresario y ¿político?). (Galería 'Papelón' de Kanye West al cantar "Bohemian Rhapsody" de Queen).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Conviene mencionar que West modifica su sonido con regularidad (¡imposible aburrirse!). Juega con las voces, incluida la suya. Mima los elementos melódicos en una música generalmente marcada por el ritmo: se ha ido de gira con una sección de cuerdas. En sus letras, enriquece el estereotipo del rapero.

                                                                                                                                Desde luego, celebra su poder adquisitivo y sus gustos sibaritas. Pero entre el flujo de versos hay hueco para momentos introspectivos y reflexiones sobre problemas sociales. Al final, Kanye controla los tópicos de la autoayuda mejor que la jerga del gueto. Tiene un cierto complejo de Jesucristo: para una portada de Rolling Stone, se fotografió con una corona de espinas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El rap, ya lo saben, es un campo perfecto para los ególatras. También obedece a una economía muy peculiar: los discos tienen una elaboración muy costosa, sin entrar en su mercadotecnia, que requiere millones. El verdadero dinero está en los patrocinios, en las líneas de ropa, en las inversiones extramusicales. Con sus gustos exquisitos y su sonido resplandeciente, Kanye es un perfecto anzuelo para marcas de alta gama. No tiene pudor en platicar sobre sus pactos con Louis Vuitton y su pasión por Mercedes Benz; pasa de puntillas por sus pinchazos, como la participación en la cadena Fatburger o el sigiloso cierre de su fundación, que llevaba el nombre de su madre, fallecida tras una operación de cirugía estética.

                                                                                                                                Con todo, le va muy bien, gracias. Le calculan una fortuna de 150 millones de dólares y seguramente evitará los errores de otros colegas: este año, 50 Cent, su antiguo competidor, se declaraba en quiebra, a pesar de haber coescrito un libro para empresarios llamado La ley 50, que prometía las claves para “alcanzar las cimas del poder”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hablando del poder: ¿tiene Kanye alguna posibilidad de aspirar a la presidencia de EE.UU.? Escasas, por decirlo benévolamente. Sus hinchas mencionan el efecto Schwarzenegger, actor que usó su fama para convertirse en gobernador de California. La estrategia de Arnold pasó por ignorar el circuito político, evitar comprometerse con un programa y centrarse en entrevistas amables, donde vendió su imagen de triunfador hecho a sí mismo. Pero ocurrió en unas circunstancias excepcionales: un referéndum revocatorio contra un gobernador extremadamente impopular, que había llevado el Estado al precipicio financiero.

                                                                                                                                Kanye West no podría evitar el calvario de unas primarias por territorios muy alejados de su mundo. Con su mecha corta y su tendencia a irse de la lengua, no duraría mucho en semejante ecosistema. En comparación con el juego duro de la política, las actuales peleas entre raperos —las llamadas beefs— son una broma.

                                                                                                                                Kanye West en los Premios MTV. / AFP
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En verdad, estamos ante una de sus especialidades. Inicialmente, Kanye solía protestar al ver sus discos ninguneados en los abundantes premios que animan el calendario del negocio musical. Pero, en 2005, durante un concierto en ayuda de las víctimas del Katrina, emitido por NBC, lanzó una bomba atómica: acusó de racismo al entonces presidente de Estados Unidos (“a George Bush no le importa la gente negra”). Aunque luego debió pedir disculpas al ocupante de la Casa Blanca, aprendió la lección: una transmisión en directo te permite atrapar la atención del país.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Una sospecha: los organizadores no hacen mucho por evitar esos incidentes; saben que no hay nada mejor para los ratings y el alboroto mediático. De repente, el jefe de prensa de Obama está bromeando con el “candidato rapero”. Hasta el fenómeno entre los republicanos, Donald Trump, alaba a Kanye: “Es una persona muy diferente a lo que la gente piensa. Espero competir con él en algún momento”.

                                                                                                                                Por una vez, Trump dice algo sensato. Visto desde aquí, Kanye puede confundirse con uno de tantos monstruos de la era del infotainment. Aparte de sus arrebatos en público, tiende a pelearse con los paparazis y está casado con la celebrity por excelencia, Kim Kardashian, la reina de Instagram. Con semejantes antecedentes, se tiende a considerarlo como otro bicho del circo digital.

                                                                                                                                Y no. Tal vez nunca alcance la genialidad que le gusta proclamar (“aspiro a ser mejor que Picasso”), pero sí encarna un atractivo modelo de artista: precoz, voraz, abierto a las colaboraciones, ansioso de asimilar todas las músicas, preparado para probar otras tareas (realización cinematográfica, diseño de moda, empresario y ¿político?). (Galería 'Papelón' de Kanye West al cantar "Bohemian Rhapsody" de Queen).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Conviene mencionar que West modifica su sonido con regularidad (¡imposible aburrirse!). Juega con las voces, incluida la suya. Mima los elementos melódicos en una música generalmente marcada por el ritmo: se ha ido de gira con una sección de cuerdas. En sus letras, enriquece el estereotipo del rapero.

                                                                                                                                Desde luego, celebra su poder adquisitivo y sus gustos sibaritas. Pero entre el flujo de versos hay hueco para momentos introspectivos y reflexiones sobre problemas sociales. Al final, Kanye controla los tópicos de la autoayuda mejor que la jerga del gueto. Tiene un cierto complejo de Jesucristo: para una portada de Rolling Stone, se fotografió con una corona de espinas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El rap, ya lo saben, es un campo perfecto para los ególatras. También obedece a una economía muy peculiar: los discos tienen una elaboración muy costosa, sin entrar en su mercadotecnia, que requiere millones. El verdadero dinero está en los patrocinios, en las líneas de ropa, en las inversiones extramusicales. Con sus gustos exquisitos y su sonido resplandeciente, Kanye es un perfecto anzuelo para marcas de alta gama. No tiene pudor en platicar sobre sus pactos con Louis Vuitton y su pasión por Mercedes Benz; pasa de puntillas por sus pinchazos, como la participación en la cadena Fatburger o el sigiloso cierre de su fundación, que llevaba el nombre de su madre, fallecida tras una operación de cirugía estética.

                                                                                                                                Con todo, le va muy bien, gracias. Le calculan una fortuna de 150 millones de dólares y seguramente evitará los errores de otros colegas: este año, 50 Cent, su antiguo competidor, se declaraba en quiebra, a pesar de haber coescrito un libro para empresarios llamado La ley 50, que prometía las claves para “alcanzar las cimas del poder”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hablando del poder: ¿tiene Kanye alguna posibilidad de aspirar a la presidencia de EE.UU.? Escasas, por decirlo benévolamente. Sus hinchas mencionan el efecto Schwarzenegger, actor que usó su fama para convertirse en gobernador de California. La estrategia de Arnold pasó por ignorar el circuito político, evitar comprometerse con un programa y centrarse en entrevistas amables, donde vendió su imagen de triunfador hecho a sí mismo. Pero ocurrió en unas circunstancias excepcionales: un referéndum revocatorio contra un gobernador extremadamente impopular, que había llevado el Estado al precipicio financiero.

                                                                                                                                Kanye West no podría evitar el calvario de unas primarias por territorios muy alejados de su mundo. Con su mecha corta y su tendencia a irse de la lengua, no duraría mucho en semejante ecosistema. En comparación con el juego duro de la política, las actuales peleas entre raperos —las llamadas beefs— son una broma.

                                                                                                                                Por Diego a. Manrique / El País

                                                                                                                                Temas recomendados:

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