El rock argentino después de la dictadura, el que retumba en la Cordillera
El Festival Cordillera, que se celebrará en Bogotá el próximo fin de semana, tendrá en su ‘line up’ varias agrupaciones argentinas que se formaron en la década de los 80, luego de que cayera la dictadura argentina. Un repaso por la constitución del “rock nacional” y las nuevas propuestas que surgieron en un país agitado.
Alberto González Martínez
“Mientras miro las nuevas olas, ya yo soy parte del mar...”
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“Mientras miro las nuevas olas, ya yo soy parte del mar...”
Cantaba Charly García en la canción Mientras miro las nuevas olas (1980) cuando pertenecía a la agrupación Serú Girán. El músico le daba un mensaje a las nuevas figuras argentinas, que comenzaban a surgir en esa nueva década, influenciadas por otros géneros como la new wave, el punk, el pop, el reggae, el ska y demás. Luego, paradójicamente, sería la misma dictadura, quien había rechazado el rock, la que se encargaría de impulsarlos.
Ya se había gestado una escena nacional antes. El punto de partida fue la canción La balsa (1967), de la agrupación Los Gatos, que fue el primer rock argentino grabado en español, donde estaba Litto Nebbia, quien luego también transformaría el sonido argentino. Algunas agrupaciones dejaron de hacer covers de Los Beatles y bandas que cantaban en inglés e iniciaron una movida donde componían y cantaban sus propias canciones en español, aunque para otros era bajar de categoría. Surgieron grupos como Los Abuelos de la Nada, Almendra, donde figuraba Luis Alberto Spinnetta y otros más. Luego llegaría la dictadura.
Fue en 1976 cuando se produjo el golpe militar a María Estela Martínez de Perón, esposa del recordado presidente Juan Domingo Perón, quien había fallecido dos años antes. La llamada Junta Militar dio órdenes a los uniformados para que a arrestar abruptamente a ciudadanos, jóvenes con cabello largo, a los que se reunieran en grupos de más de cuatro personas y a los músicos de rock.
“En 1977 me llevaron preso sin ton ni son con otros músicos como Bernardo Baraj. En una de las paredes de la celda estaba escrito un verso de esta canción: ‘qué solo y triste voy a estar en este cementerio’”, asegura el músico Luis Alberto Spinetta en su libro Spinetta: crónica e iluminaciones, referenciando que en esa celda había escrita parte de una de sus canciones.
La dictadura sirvió para, en contra de las nuevas reglas, más jóvenes con cabellos largos se reunieran en teatros, espacios cerrados y hasta recitales de música como el Luna Park, en donde se congregaban a interpretar canciones en contra o no del régimen. Comenzaba a ser un acto de resistencia. Algunos jóvenes músicos siguieron allí y otros, por temor, se exiliaron a otros países.
Luego vendría la Guerra de las Malvinas (1982) y la paradoja. Este conflicto con los ingleses propició que la dictadura argentina prohibiera la música en ese idioma en las emisoras para generar jóvenes adeptos a la causa. Entonces la radio comenzó a programar solo rock argentino en español. Aquellas canciones que antes había censurado se volvieron una bandera: “rock nacional”.
Los militares también pensaron como estrategia hacer el “Festival de la Solidaridad”, que reunió a varios músicos que fueron criticados por apoyar a los dictadores. Al final, ese mismo año, la dictadura cayó y muchos de aquellos músicos que estaban exiliados volvieron con nuevos discos, sonidos y nuevas ideas.
“Las compañías discográficas vieron esta gran oportunidad de aumentar su producción y vender más discos y les dieron a muchos artistas emergentes la oportunidad de volverse populares”, explica el profesor Matthew Karush al diario NPR, quien cuenta con un libro sobre la globalización de la música argentina.
Aparecieron nuevos nombres en la escena y un nuevo nombre. Sumo, Soda Stereo, Virus, Los Violadores, La Sobrecarga, Los Pillos, Los Casanovas y Los Fabulosos Cadillacs eran las nuevas agrupaciones con estilos particulares. El nuevo nombre era el “nuevo rock nacional”.
Soda Stereo lanzó su primer disco en 1984 y rápidamente fue aceptado por el público juvenil e impulsado por Sony Music para que comenzara a rotar por otros países latinoamericanos. Los Fabulosos lanzaron su álbum debut dos años después que Soda y aunque los criticaban por su forma de tocar, poco a poco fueron ganando popularidad.
“Tocábamos lo mínimo e indispensable. Para nosotros, el solo hecho de estar juntos y ensayar cada tanto ya era una gloria”, aseguró Flavio Cianciarulo, uno de los músicos de la agrupación, en una entrevista al Clarín de Argentina en el año 2000.
“El lugar se llamaba Vía Fellini. El dueño era un enfermo, que se copó y que nos sacó fotos en un Cadillac... Bueno, tocamos. No había escenario. Estábamos al mismo nivel del público y terminamos cagándonos a patadas con la gente”, relató Vicentico, vocalista del grupo, sobre la poca aceptación que tuvieron inicialmente.
A la vez que ganaban popularidad, estas nuevas agrupaciones comenzaron a acercarse más a la industria. Para muchos músicos argentinos, como se ve referenciado en el documental “Rompan Todo”, los primeros en “darle color” a la música en argentina fueron los Abuelos de la Nada, en 1967, y para ellos mismos, esta nueva generación se habían convertido en parte del establecimiento porque habían entregado a la industria musical.
Mientras florecían esas nuevas expresiones del “establecimiento”, Charly García, en su etapa como solista, hizo uno de los discos más importantes de su carrera. “Clic Modernos” (1983) es considerada una obra atemporal y se cataloga como una obra culmen de la época, de la que el mismo Charly se burla al decirle “rock naciomal”, con m. Algo tenía razón cuando dio entender que él no era una simple ola, sino parte de mar.