El tiempo de The Prodigiez
El dúo de productores antioqueños conformado por J. Cortés y Young Crunky pasa al frente y le pone su propio ritmo a una nueva generación de reguetón de Medellín.
Sara Kapkin
J. Cortés y Young Crunky crecieron a la par del reguetón de Medellín, literalmente. Fue en la habitación que Crunky compartía con su hermano Kevin donde se hicieron algunos de los primeros éxitos del género a escala local, como “La santa” y otras canciones de Reykon, que empezaron a alumbrar el camino del reguetón de la ciudad, convirtiendo las intuiciones de algunos en el futuro de tantos, como J. Cortés, que quiso hacer música desde chiquito, empezó como DJ, tuvo una miniteca, entró a estudiar Informática Musical y quiso ser productor de rap, pero se decantó por el reguetón, que era el futuro, el negocio, pues era la posibilidad de convertir su ilusión en trabajo y vivir de hacer música.
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Más conocidos como The Prodigiez, este dúo de productores ha venido ganando reconocimiento, pues su nombre se asocia cada vez más con canciones que suenan y resuenan hasta quedarse grabadas, y con artistas de la talla de Maluma, Blessd, Nicky Jam y ChocQuibTown. Pero su trabajo ha sido de años, incluso antes de conocerse en persona en el estudio de DJ Host, pionero del reguetón en Medellín.
“Yo estaba muy gomoso con lo de DJ, y un día un amigo que me instalaba juegos en el computador llegó con un montón de CD con programas y vi FruityLoops, y le pregunté que era y él me dijo que era para hacer música, pero que no lo sabía usar. A mí me causó mucha curiosidad y le dije, instálelo a ver qué pasa. Yo no sabía nada, pero después mi hermano se sentó a ver qué y ahí me mostró más o menos qué se podía hacer y eso me empezó a encarretar, y empecé a investigar y a investigar”, dice J. Cortés.
Comenzó haciendo rap, que era lo que más le gustaba, pero terminó haciendo reguetón y así llegó donde DJ Host, que se había inventado un concurso para nuevos productores, retándolos a hacer canciones con los sonidos predeterminados del programa. J. Cortés ganó y Host lo invitó a su estudio, y ese día, ahí, conoció a Young Crunky.
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Crunky se obsesionó con la música a los cinco años, cuando a su hermana le regalaron un piano de juguete. “Me acuerdo que empecé a tocar el pianito y empecé a aprenderme las notas musicales, y de repente aprendí a tocar la canción que el piano ya tenía grabada y la empecé a tocar a oído. Así me fueron interesando mucho los sonidos”. Todo lo que escuchaba lo quería tocar en el instrumento, tanto así, que ante el ruido, su mamá le escondía el juguete musical por un lado y las pilas por el otro, pero Crunky siempre lo volvía a encontrar.
“Recuerdo la primera vez que mi hermano fue a un estudio y vio cómo se hacía la música, como a mí me gustaba mucho el piano llegó a la casa a decirme: ‘Ey, estuve en un estudio donde hacen música con un piano y un computador’ y no sabía cómo explicarme, entonces me dijo, la próxima vez lo llevo para que pille, están todos los sonidos que a usted le gusta escuchar de la música, del rap. Yo no entendía, pero le dije, vamos, entonces fuimos al estudio de la palma y empecé a ver a Alexánder DJ trabajar y quedé en shock… pensaba, ‘uy, qué vuelta’. Cuando nos fuimos le dije a Kevin: ‘Ey, yo quiero esos programas, yo quiero esas cosas’, y él me decía: ‘Déjame yo investigo a ver quién nos puede ayudar’”, recuerda Crunky.
Y así, buscando, Kevin dio con DJ Host, quien no solo le pasó los programas, sino que les enseñó de lo que ya sabía. Kevin empezó a trabajar con Chez Tom, Reykon y Chan, con quien hizo dupla bajo el nombre de The RudeBoyz, y terminaron siendo los productores de Maluma. Ese día que Crunky y J. Cortés coincidieron en el estudio de DJ Host, Crunky había ido a acompañar a su hermano, pues Host los estaba asesorando en la construcción del que sería el estudio de Maluma, Atlantic Music. Entonces, el reguetón ya tenía forma de negocio en Medellín y J. Cortés y Crunky estaban viéndolo todo de cerquita.
Así pasaron años. Viendo, aprendiendo, investigando, probando y explorando cómo hacer su propia música. “El proceso de nosotros fue algo de disfrutar, ni siquiera de pensar en dinero. Me acuerdo cuando estábamos en Atlantic Music, cuando iniciamos, en ese momento estaban Maluma y Los RudeBoyz camellando el proyecto de ellos, y nosotros nos encerrábamos a hacer instrumentales sin pensar en el negocio… Nos quedábamos haciendo pistas toda la noche escuchando lo que lográbamos… soñando y disfrutando el sonido que hacíamos cada día. Terminábamos tan contentos de que se nos pasaba el tiempo y nos tocaba irnos a pie hasta la casa”, dice Crunky.
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A medida que fueron encontrando su manera de trabajar y sonar, fueron encontrando también la forma de cobrar por lo que hacían, así mucha gente les dijera que por ahí no era la cosa. “Nosotros estábamos muy gomosos con hacer hip hop y trap, y los productores amigos llegaban y decían, qué chimbas de pistas, pero eso acá no vende”, recuerda Crunky. Pero fue justo haciendo trap, que era lo que querían, que terminaron trabajando con Nicky Jam y nominados a un premio Grammy.
Por esa misma intención de trabajar pensando más en lo que pueden hacer que en lo que pueden ganar, se han abierto su propio camino en un género como el reguetón, que se ha convertido en la ilusión de muchos que sueñan con el éxito medido en reproducciones, y avanzan sobre seguro caminado por las huellas de sus antecesores.
The Prodigiez han decido andar a su ritmo y así han logrado convertirse en referentes de una nueva generación de reguetoneros que se abre camino desde Medellín. Y así se han encontrado con otros que, como ellos, marcan su propio ritmo, como Host, que les tendió la mano desde el principio; The RudeBoyz, que les abrieron las puertas del estudio y del universo de posibilidades que significa la producción musical; Dr. Velásquez, que ha sido su socio y amigo, y los acercó a Blessd, con quién están atrayendo todas las miradas; a Philip Ariaz, un proyecto que están construyendo desde cero; a DJ Pope, con quien están trabajando en una distribuidora musical, al Flako Gallego, a Nathh, a Juan Fernando Quintero, con quien trabajaron en su esperado primer disco, que está por salir… En fin, es el tiempo de The Prodigiez, y un nuevo momento para el reguetón de Medellín.
J. Cortés y Young Crunky crecieron a la par del reguetón de Medellín, literalmente. Fue en la habitación que Crunky compartía con su hermano Kevin donde se hicieron algunos de los primeros éxitos del género a escala local, como “La santa” y otras canciones de Reykon, que empezaron a alumbrar el camino del reguetón de la ciudad, convirtiendo las intuiciones de algunos en el futuro de tantos, como J. Cortés, que quiso hacer música desde chiquito, empezó como DJ, tuvo una miniteca, entró a estudiar Informática Musical y quiso ser productor de rap, pero se decantó por el reguetón, que era el futuro, el negocio, pues era la posibilidad de convertir su ilusión en trabajo y vivir de hacer música.
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“Yo estaba muy gomoso con lo de DJ, y un día un amigo que me instalaba juegos en el computador llegó con un montón de CD con programas y vi FruityLoops, y le pregunté que era y él me dijo que era para hacer música, pero que no lo sabía usar. A mí me causó mucha curiosidad y le dije, instálelo a ver qué pasa. Yo no sabía nada, pero después mi hermano se sentó a ver qué y ahí me mostró más o menos qué se podía hacer y eso me empezó a encarretar, y empecé a investigar y a investigar”, dice J. Cortés.
Comenzó haciendo rap, que era lo que más le gustaba, pero terminó haciendo reguetón y así llegó donde DJ Host, que se había inventado un concurso para nuevos productores, retándolos a hacer canciones con los sonidos predeterminados del programa. J. Cortés ganó y Host lo invitó a su estudio, y ese día, ahí, conoció a Young Crunky.
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Crunky se obsesionó con la música a los cinco años, cuando a su hermana le regalaron un piano de juguete. “Me acuerdo que empecé a tocar el pianito y empecé a aprenderme las notas musicales, y de repente aprendí a tocar la canción que el piano ya tenía grabada y la empecé a tocar a oído. Así me fueron interesando mucho los sonidos”. Todo lo que escuchaba lo quería tocar en el instrumento, tanto así, que ante el ruido, su mamá le escondía el juguete musical por un lado y las pilas por el otro, pero Crunky siempre lo volvía a encontrar.
“Recuerdo la primera vez que mi hermano fue a un estudio y vio cómo se hacía la música, como a mí me gustaba mucho el piano llegó a la casa a decirme: ‘Ey, estuve en un estudio donde hacen música con un piano y un computador’ y no sabía cómo explicarme, entonces me dijo, la próxima vez lo llevo para que pille, están todos los sonidos que a usted le gusta escuchar de la música, del rap. Yo no entendía, pero le dije, vamos, entonces fuimos al estudio de la palma y empecé a ver a Alexánder DJ trabajar y quedé en shock… pensaba, ‘uy, qué vuelta’. Cuando nos fuimos le dije a Kevin: ‘Ey, yo quiero esos programas, yo quiero esas cosas’, y él me decía: ‘Déjame yo investigo a ver quién nos puede ayudar’”, recuerda Crunky.
Y así, buscando, Kevin dio con DJ Host, quien no solo le pasó los programas, sino que les enseñó de lo que ya sabía. Kevin empezó a trabajar con Chez Tom, Reykon y Chan, con quien hizo dupla bajo el nombre de The RudeBoyz, y terminaron siendo los productores de Maluma. Ese día que Crunky y J. Cortés coincidieron en el estudio de DJ Host, Crunky había ido a acompañar a su hermano, pues Host los estaba asesorando en la construcción del que sería el estudio de Maluma, Atlantic Music. Entonces, el reguetón ya tenía forma de negocio en Medellín y J. Cortés y Crunky estaban viéndolo todo de cerquita.
Así pasaron años. Viendo, aprendiendo, investigando, probando y explorando cómo hacer su propia música. “El proceso de nosotros fue algo de disfrutar, ni siquiera de pensar en dinero. Me acuerdo cuando estábamos en Atlantic Music, cuando iniciamos, en ese momento estaban Maluma y Los RudeBoyz camellando el proyecto de ellos, y nosotros nos encerrábamos a hacer instrumentales sin pensar en el negocio… Nos quedábamos haciendo pistas toda la noche escuchando lo que lográbamos… soñando y disfrutando el sonido que hacíamos cada día. Terminábamos tan contentos de que se nos pasaba el tiempo y nos tocaba irnos a pie hasta la casa”, dice Crunky.
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A medida que fueron encontrando su manera de trabajar y sonar, fueron encontrando también la forma de cobrar por lo que hacían, así mucha gente les dijera que por ahí no era la cosa. “Nosotros estábamos muy gomosos con hacer hip hop y trap, y los productores amigos llegaban y decían, qué chimbas de pistas, pero eso acá no vende”, recuerda Crunky. Pero fue justo haciendo trap, que era lo que querían, que terminaron trabajando con Nicky Jam y nominados a un premio Grammy.
Por esa misma intención de trabajar pensando más en lo que pueden hacer que en lo que pueden ganar, se han abierto su propio camino en un género como el reguetón, que se ha convertido en la ilusión de muchos que sueñan con el éxito medido en reproducciones, y avanzan sobre seguro caminado por las huellas de sus antecesores.
The Prodigiez han decido andar a su ritmo y así han logrado convertirse en referentes de una nueva generación de reguetoneros que se abre camino desde Medellín. Y así se han encontrado con otros que, como ellos, marcan su propio ritmo, como Host, que les tendió la mano desde el principio; The RudeBoyz, que les abrieron las puertas del estudio y del universo de posibilidades que significa la producción musical; Dr. Velásquez, que ha sido su socio y amigo, y los acercó a Blessd, con quién están atrayendo todas las miradas; a Philip Ariaz, un proyecto que están construyendo desde cero; a DJ Pope, con quien están trabajando en una distribuidora musical, al Flako Gallego, a Nathh, a Juan Fernando Quintero, con quien trabajaron en su esperado primer disco, que está por salir… En fin, es el tiempo de The Prodigiez, y un nuevo momento para el reguetón de Medellín.