El vallenato del Carlos Vives que conocí
El artista samario y la agrupación La Provincia tienen el sello de este folclor, aunque muchos en el Festival de la Leyenda Vallenata, en su edición número 51 no se lo quieren reconocer. El tributo no mermará las voces de inconformidad, sino que avivará el debate.
Félix Carrillo Hinojosa*
El Vives que conocí y aún perdura con su corazón vallenato. Es el mismo soldado parecido a mí, que está vivo y defiende la causa de nuestra música. Un día cualquiera llegó al World Trade Center en mi búsqueda. Me sorprendí, porque él acababa de ser elegido como el actor central del documental sobre Escalona. Llegó afable como siempre, mostrando la humildad como arma para hacerles frente a rivalidades y envidias.
Duramos más de una hora en un diálogo abierto y franco. El tema central fue mi visión sobre ese personaje mítico que tanta gloria le brindó al vallenato. A Escalona pude conocerlo en toda su dimensión, a través de más de tres décadas de relación directa, en la que me trató como a su ahijado predilecto, y yo a él, como el padrino maravilloso que todos quieren tener.
Carlos Alberto Vives salió de ahí con un criterio más claro sobre el personaje que iba a interpretar. Él me nutrió a mí; y yo logré aportarle lo esencial para que participara en una de las mejores series que se han hecho en torno a un personaje del vallenato.
Tiempo después, Egidio Cuadrado Hinojosa, el acordeonero eterno, que sabe los secretos artísticos que rodean a Vives, me llamó para contarme sobre lo que estaban ideando para transformar al vallenato. Recuerdo lo que me dijo el rey vallenato: “Primo, ya hablé con Carlos, usted es el hombre que puede nutrir ese proceso de canciones para lo que queremos. Mañana tenemos una charla sobre esas ideas”.
Nos despedimos y me dediqué a grabar todo ese arsenal de obras clásicas que a lo largo del tiempo he podido atesorar. Con más de ochenta canciones seleccionadas, puse los casetes dentro de la mochila arhuaca, la misma que me había regalado Consuelo Araújo Noguera.
A las seis de la tarde llegué. Ya estaban en la reunión Carlos, El Papa Pastor y Egidio Cuadrado, entre otros. Le entregué el extenso material. Se alegró y me dio un fuerte abrazo de agradecimiento. El centro de ese laboratorio musical era Carlos Alberto. Él no soltó la palabra y nos dijo lo que quería hacer, cómo lo quería y hacia donde quería llegar. Fueron varias reuniones y de todas las canciones grabadas que le llevé, ocho lograron pasar el juicioso examen, liderado por el muchacho samario.
En ese proceso, recuerdo la discusión candente que se presentó, en torno al paseo La gota fría, del legendario Emiliano Zuleta Baquero, obra que acababa de salir por el Binomio de Oro y que le bajó el ánimo a Vives Restrepo. Después de varias horas, logramos convencer al cantautor. Mi argumento siempre fue la diferencia que debía darse entre esa versión y la que iba a hacer él con La Provincia.
Dos meses después de esa reunión, recibí una razón de Egidio Cuadrado Hinojosa, en la que me decía que Carlos Vives me necesitaba urgentemente. Fui al estudio de Sonolux, en donde se estaba gestando este exitoso proyecto. El mismo artista me atendió. Necesitaba unas fotografías de los compositores seleccionados en ese producto. Con esa misión me regresé y pude cumplirle, un tiempo después, con el material pedido.
Una tarde de un mes que no recuerdo, recibí por correo una tarjeta de invitación a un lanzamiento, era el de Carlos Vives y La Provincia, quienes con sus clásicos vallenatos me hacían cómplice de todo un suceso. Esa noche tuve muchas sorpresas, una de ellas fue una nota especial en donde resaltaba mi labor, junto a valores de nuestra cultura musical, entre ellas, Consuelo Araújo Noguera. Además, me pagó en dólares el aporte que hice en ese producto cumbre para creadores de la música tradicional.
Si esa noche tocamos la gloria, en la que a todos sin excepción nos volvieron héroes, sin pedirlo, también es cierto, que nunca presupuestamos cuál sería la reacción, ante todo en Valledupar, frente al sueño que se acababa de construir.
Todos sin excepción, autores, compositores, intérpretes, gurús de esa música, comunicadores y periodistas, se armaron de los argumentos más disímiles y construyeron el bombardeo más despiadado que he visto contra artista alguno. La frase más decente era: “Vives acabó con el vallenato”. Como hecho, que no es raro en nuestra provincia, pasamos de la gloria al infierno.
Casi cerca de las tres décadas de haber salido Carlos Vives y La Provincia, los tiempos han cambiado. Ahora es el centro de un homenaje por parte de la Fundación que organiza el Festival de la Leyenda Vallenata, cuyo tira y afloje no ha faltado con aquellos que lo rechazaron por atreverse a ser distinto. Eso lo sabe él. Es más, conociendo su corazón, es una situación del pasado, que bien vale la pena poner en evidencia, porque la historia debe enseñar a esa cultura, que es mejor abrir el corazón, que negarlo.
Los discursos de exaltación no han de faltar. Son el resultado evidente de la construcción de una obra que, sin lugar a dudas, Carlos Vives con su Provincia ha abanderado y que pocos imaginamos se podía dar de esta manera. Es posible que la mayoría de los que vociferamos a pulmón abierto las bondades de ese sueño musical, no estemos ahí, pero de lo que sí podemos estar seguros es que valió la pena pensar en grande en torno a una música campesina.
Carlos Vives y La Provincia tienen el sello vallenato que muchos no le reconocen y que este homenaje no logrará sellar como se pretende, ya que esas posturas mezquinas siempre van a existir.
*Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural.
El Vives que conocí y aún perdura con su corazón vallenato. Es el mismo soldado parecido a mí, que está vivo y defiende la causa de nuestra música. Un día cualquiera llegó al World Trade Center en mi búsqueda. Me sorprendí, porque él acababa de ser elegido como el actor central del documental sobre Escalona. Llegó afable como siempre, mostrando la humildad como arma para hacerles frente a rivalidades y envidias.
Duramos más de una hora en un diálogo abierto y franco. El tema central fue mi visión sobre ese personaje mítico que tanta gloria le brindó al vallenato. A Escalona pude conocerlo en toda su dimensión, a través de más de tres décadas de relación directa, en la que me trató como a su ahijado predilecto, y yo a él, como el padrino maravilloso que todos quieren tener.
Carlos Alberto Vives salió de ahí con un criterio más claro sobre el personaje que iba a interpretar. Él me nutrió a mí; y yo logré aportarle lo esencial para que participara en una de las mejores series que se han hecho en torno a un personaje del vallenato.
Tiempo después, Egidio Cuadrado Hinojosa, el acordeonero eterno, que sabe los secretos artísticos que rodean a Vives, me llamó para contarme sobre lo que estaban ideando para transformar al vallenato. Recuerdo lo que me dijo el rey vallenato: “Primo, ya hablé con Carlos, usted es el hombre que puede nutrir ese proceso de canciones para lo que queremos. Mañana tenemos una charla sobre esas ideas”.
Nos despedimos y me dediqué a grabar todo ese arsenal de obras clásicas que a lo largo del tiempo he podido atesorar. Con más de ochenta canciones seleccionadas, puse los casetes dentro de la mochila arhuaca, la misma que me había regalado Consuelo Araújo Noguera.
A las seis de la tarde llegué. Ya estaban en la reunión Carlos, El Papa Pastor y Egidio Cuadrado, entre otros. Le entregué el extenso material. Se alegró y me dio un fuerte abrazo de agradecimiento. El centro de ese laboratorio musical era Carlos Alberto. Él no soltó la palabra y nos dijo lo que quería hacer, cómo lo quería y hacia donde quería llegar. Fueron varias reuniones y de todas las canciones grabadas que le llevé, ocho lograron pasar el juicioso examen, liderado por el muchacho samario.
En ese proceso, recuerdo la discusión candente que se presentó, en torno al paseo La gota fría, del legendario Emiliano Zuleta Baquero, obra que acababa de salir por el Binomio de Oro y que le bajó el ánimo a Vives Restrepo. Después de varias horas, logramos convencer al cantautor. Mi argumento siempre fue la diferencia que debía darse entre esa versión y la que iba a hacer él con La Provincia.
Dos meses después de esa reunión, recibí una razón de Egidio Cuadrado Hinojosa, en la que me decía que Carlos Vives me necesitaba urgentemente. Fui al estudio de Sonolux, en donde se estaba gestando este exitoso proyecto. El mismo artista me atendió. Necesitaba unas fotografías de los compositores seleccionados en ese producto. Con esa misión me regresé y pude cumplirle, un tiempo después, con el material pedido.
Una tarde de un mes que no recuerdo, recibí por correo una tarjeta de invitación a un lanzamiento, era el de Carlos Vives y La Provincia, quienes con sus clásicos vallenatos me hacían cómplice de todo un suceso. Esa noche tuve muchas sorpresas, una de ellas fue una nota especial en donde resaltaba mi labor, junto a valores de nuestra cultura musical, entre ellas, Consuelo Araújo Noguera. Además, me pagó en dólares el aporte que hice en ese producto cumbre para creadores de la música tradicional.
Si esa noche tocamos la gloria, en la que a todos sin excepción nos volvieron héroes, sin pedirlo, también es cierto, que nunca presupuestamos cuál sería la reacción, ante todo en Valledupar, frente al sueño que se acababa de construir.
Todos sin excepción, autores, compositores, intérpretes, gurús de esa música, comunicadores y periodistas, se armaron de los argumentos más disímiles y construyeron el bombardeo más despiadado que he visto contra artista alguno. La frase más decente era: “Vives acabó con el vallenato”. Como hecho, que no es raro en nuestra provincia, pasamos de la gloria al infierno.
Casi cerca de las tres décadas de haber salido Carlos Vives y La Provincia, los tiempos han cambiado. Ahora es el centro de un homenaje por parte de la Fundación que organiza el Festival de la Leyenda Vallenata, cuyo tira y afloje no ha faltado con aquellos que lo rechazaron por atreverse a ser distinto. Eso lo sabe él. Es más, conociendo su corazón, es una situación del pasado, que bien vale la pena poner en evidencia, porque la historia debe enseñar a esa cultura, que es mejor abrir el corazón, que negarlo.
Los discursos de exaltación no han de faltar. Son el resultado evidente de la construcción de una obra que, sin lugar a dudas, Carlos Vives con su Provincia ha abanderado y que pocos imaginamos se podía dar de esta manera. Es posible que la mayoría de los que vociferamos a pulmón abierto las bondades de ese sueño musical, no estemos ahí, pero de lo que sí podemos estar seguros es que valió la pena pensar en grande en torno a una música campesina.
Carlos Vives y La Provincia tienen el sello vallenato que muchos no le reconocen y que este homenaje no logrará sellar como se pretende, ya que esas posturas mezquinas siempre van a existir.
*Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural.