Elsa Zambrano y su Klimt esperanzador en el IX Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá
Las obras de Zambrano interpelan al espectador a través de las relaciones que se gestan en sus contenedores que acogen memorias culturales, informaciones codificadas, almacenadas en cajas que narran ficciones o brindan datos adicionales.
María Elvira Ardila
Comenzó el Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá en su novena versión. Este año y como si los organizadores del evento hubiesen presentido que lo que más necesita la humanidad en este instante es esperanza, palabra que nos remite a un estado de fe, de certeza y ánimo que nos asegura que todo va estar bien, convocaron a la artista Elsa Zambrano para que realizara una imagen esperanzadora y que fuese la promotora del Festival.
Elsa Zambrano ha venido trabajando y construyendo mundos por medio de la práctica de coleccionar una serie de objetos que le permiten armar un rompecabezas de asociaciones que operan de forma consciente y son elaborados minuciosamente con cruces conceptuales entre la historia del arte, el espacio, los juguetes, las postales y la lúdica. Zambrano estudio litografía y grabado en la Universidad Nacional de Colombia, Artes Plásticas en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, grabado en el Conservatorio de Artes del Libro en Barcelona y dibujo y pintura en el American Center de París. Y ha realizado múltiples exposiciones individuales y colectivas.
La artista realiza ejercicios con la realidad y la ficción. No se trata de recuperar la historia, sino de construir nuevos pasajes. Un lector desprevenido no se daría cuenta de las fábulas que ella realiza, pues las concibe por los caminos de la lógica logrando auténticos simulacros.
Particularmente, la obra de Zambrano que tendrá el IX Festival de Música Sacra, continúa con su forma de operar su colección. Para el Festival tomó las postales adquiridas en Viena y en Roma de Gustav Klimt, pintor simbolista y modernista austriaco de comienzos del siglo XX, que se reconoce por su aplicación de pan de oro en sus pinturas, por el erotismo de sus modelos, la ornamentación y por la inolvidable obra El beso, que se ha convertido en un fetiche de la cultura popular. Zambrano toma la obra de Klimt ligando el concepto del Festival: la esperanza y el amor del austriaco por la música, como lo podemos observar en su pintura La lira, El friso de Beethoven, que en 1902 creó para una exposición en homenaje al músico, en la que participaron artistas del movimiento de la Secesión y que rompió con los paradigmas de las posturas rígidas del arte vienés. No hay que olvidar que de niño su sueño era cantar ópera. La artista articula estos conceptos y también toma Los rosales bajo los árboles, pintura realizada en unas vacaciones de verano entre 1904 y 1905 en el que se observa la naturaleza prolífica y el verde esperanzador, este lo combina con su icónica pintura Las tres edades de la mujer, una de las obras más simbólicas, en la que el artista pone de manifiesto las etapas de la mujer, desde el nacimiento hasta la vejez y en la que destaca la figura femenina en un fondo abstracto, realizada en 1905. Zambrano toma de esta pintura la mujer de cabellos dorados abrazando a su bebé, símbolo de la maternidad esperanzadora, de la inocencia y ternura que nos hace ver que la vida continúa y como lo afirmó Julio Cortázar en Rayuela: “Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.”
Las obras de Zambrano interpelan al espectador a través de las relaciones que se gestan en sus contenedores que acogen memorias culturales, informaciones codificadas, almacenadas en cajas que narran ficciones o brindan datos adicionales. Memorias que han sido construidas a partir de los hábitos de turistas y visitantes que coleccionan postales y souvenirs de arte, imágenes asociadas con representaciones que se encuentran en un imaginario colectivo.
A través de apropiaciones y recursos que proporciona el arte contemporáneo, la artista propicia una multiplicidad de diálogos que nos llevaran a entrelazar trayectos y narrativas dados a partir de su singular trabajo. Allí se entretejen historias de viaje, suvenires, fotografías sacadas de las redes, recuerdos de cuando ella era estudiante de arte y los acontecimientos que surgen en un contexto específico, realizados a partir de conceptos de erudición, historia, algunas llenas de humor, de imaginación y hoy de ilusión y de música.
Comenzó el Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá en su novena versión. Este año y como si los organizadores del evento hubiesen presentido que lo que más necesita la humanidad en este instante es esperanza, palabra que nos remite a un estado de fe, de certeza y ánimo que nos asegura que todo va estar bien, convocaron a la artista Elsa Zambrano para que realizara una imagen esperanzadora y que fuese la promotora del Festival.
Elsa Zambrano ha venido trabajando y construyendo mundos por medio de la práctica de coleccionar una serie de objetos que le permiten armar un rompecabezas de asociaciones que operan de forma consciente y son elaborados minuciosamente con cruces conceptuales entre la historia del arte, el espacio, los juguetes, las postales y la lúdica. Zambrano estudio litografía y grabado en la Universidad Nacional de Colombia, Artes Plásticas en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, grabado en el Conservatorio de Artes del Libro en Barcelona y dibujo y pintura en el American Center de París. Y ha realizado múltiples exposiciones individuales y colectivas.
La artista realiza ejercicios con la realidad y la ficción. No se trata de recuperar la historia, sino de construir nuevos pasajes. Un lector desprevenido no se daría cuenta de las fábulas que ella realiza, pues las concibe por los caminos de la lógica logrando auténticos simulacros.
Particularmente, la obra de Zambrano que tendrá el IX Festival de Música Sacra, continúa con su forma de operar su colección. Para el Festival tomó las postales adquiridas en Viena y en Roma de Gustav Klimt, pintor simbolista y modernista austriaco de comienzos del siglo XX, que se reconoce por su aplicación de pan de oro en sus pinturas, por el erotismo de sus modelos, la ornamentación y por la inolvidable obra El beso, que se ha convertido en un fetiche de la cultura popular. Zambrano toma la obra de Klimt ligando el concepto del Festival: la esperanza y el amor del austriaco por la música, como lo podemos observar en su pintura La lira, El friso de Beethoven, que en 1902 creó para una exposición en homenaje al músico, en la que participaron artistas del movimiento de la Secesión y que rompió con los paradigmas de las posturas rígidas del arte vienés. No hay que olvidar que de niño su sueño era cantar ópera. La artista articula estos conceptos y también toma Los rosales bajo los árboles, pintura realizada en unas vacaciones de verano entre 1904 y 1905 en el que se observa la naturaleza prolífica y el verde esperanzador, este lo combina con su icónica pintura Las tres edades de la mujer, una de las obras más simbólicas, en la que el artista pone de manifiesto las etapas de la mujer, desde el nacimiento hasta la vejez y en la que destaca la figura femenina en un fondo abstracto, realizada en 1905. Zambrano toma de esta pintura la mujer de cabellos dorados abrazando a su bebé, símbolo de la maternidad esperanzadora, de la inocencia y ternura que nos hace ver que la vida continúa y como lo afirmó Julio Cortázar en Rayuela: “Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.”
Las obras de Zambrano interpelan al espectador a través de las relaciones que se gestan en sus contenedores que acogen memorias culturales, informaciones codificadas, almacenadas en cajas que narran ficciones o brindan datos adicionales. Memorias que han sido construidas a partir de los hábitos de turistas y visitantes que coleccionan postales y souvenirs de arte, imágenes asociadas con representaciones que se encuentran en un imaginario colectivo.
A través de apropiaciones y recursos que proporciona el arte contemporáneo, la artista propicia una multiplicidad de diálogos que nos llevaran a entrelazar trayectos y narrativas dados a partir de su singular trabajo. Allí se entretejen historias de viaje, suvenires, fotografías sacadas de las redes, recuerdos de cuando ella era estudiante de arte y los acontecimientos que surgen en un contexto específico, realizados a partir de conceptos de erudición, historia, algunas llenas de humor, de imaginación y hoy de ilusión y de música.