Festival de Tambores de Palenque: nuevos bríos de son de negro desde La Haya
El evento cultural cerró su programación este lunes 14 de octubre, luego de cuatro días de fiesta.
David Lara Ramos*
“Y en contados minutos, Son de negro desde La Haya”, anunció Josefa Hernández, presentadora del XXXIX Festival de Tambores y Expresiones Culturales de Palenque. “¿Cómo así que desde La Haya?”, preguntó un turista que disfrutaba de una cerveza fría a un costado de la tarima. “¿De los Países Bajos, hasta acá, o escuché mal? ¿Qué clase de danza es esa? Dijo con un marcado acento argentino y asombro de foráneo. Tomó un trago de su cerveza, la temperatura del ambiente alcanzaba los 35 grados Celsius, y se ubicó presuroso frente a la tarima, eran las siete y quince de noche.
Sonó con cadencia el llamado de un tambor alegre bien afincado; las tablitas, envés de palmas, dieron brillo a una tonada que fluyó fuerte y que contagió al instante a la audiencia: “Ae, ae, ae rama del tamarindo, Ae, ae, ae, rama del tamarindo, Yo salí desde La Haya/ sin un peso en el bosillo/ Ae, ae, ae, rama del tamarindo,/ porque iba p’al festival/ del tambor de San Basilio// El público, ubicado en la plaza Benkos Biojó, reaccionó con las palmas que alentaba la cadencia del tambor.
Vanessa Cassiani, una líder afro, ubicada muy cerca del turista argentino, se desbordó en elogios para los danzantes de La Haya: “Qué brío, qué potencia, qué cadencia, unos pasos renovados, qué forma tan original de bailar, eso es lo que me gusta de mi festival, encontrar la tradición viva de nuestros pueblos”.
Esa tradición la cuenta hoy Yasiris Manjarrés, una de las organizadoras del Son de negro de La Haya: “Esto viene de nuestros abuelos, porque los abuelos de nuestros abuelos también la bailaron”. Los Manjarrés en La Haya, asegura Yasiris son muchos, y a pesar de que existen otros apellidos como Palacín, Vergara o Acevedo, todos ellos “Tienen trazas de Manjarrés, porque en el pueblo, todos somos como hermano, primos, amigos”.
Los habitantes que hoy viven en La Haya, para resolver las inquietudes del turista argentino, son descendientes de familias que vivía en los municipios de San Juan de Nepomuceno y María Labaja, dos territorios que en el pasado tenían mucha conexión laboral y cultural. En la mitad del camino entre ambos pueblos, quedaba un frondoso árbol de yaya, una historia que repite Yasiris tal como le contaron sus abuelos. Ese punto intermedio entre María Labaja y San Juan Nepomuceno, con el tiempo comenzó a poblarse hasta conformar un caserío, y del punto conocido por la yaya, pasó a ser La Haya, quizá por una prisa fonética o por un orgullo de sus nuevos habitantes.
La Haya es corregimiento de San Juan de Nepomuceno, un territorio que en los tiempos de la presencia de actores armados ilegales sufrió un fuerte desplazamiento forzado. Hoy, cuenta Yasiris mucha gente ha retornado. “Pero lo que no se ha ido, es la cultura que heredamos, por eso bailamos y danzamos son de negro, por eso vivimos esta tradición, que hoy está a cargo de mi papá, Humberto Manjarrés, que tiene 80 años, y sigue danzando.”
Las palabras de Yasiris se confirmaron en la alborada del domingo 13 de octubre. Allí, con sus tablitas en la mano, el maestro Humberto Manjarrés bailó y gozó al son de cantos de bullerengue, cumbias y fandangos, pero lo que él pedía era su rama del tamarindo: “Aee, ae, aeeee, rama del tamarindo, Aee, ae, aeeee rama del tamarindo, Yo salí desde La Haya/ sin un peso en el bosillo/ Ae, ae, ae, rama del tamarindo,/ porque iba p’el festival/ del tambor de San Basilio.
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*Escritor y periodista. Director del programa de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena.
“Y en contados minutos, Son de negro desde La Haya”, anunció Josefa Hernández, presentadora del XXXIX Festival de Tambores y Expresiones Culturales de Palenque. “¿Cómo así que desde La Haya?”, preguntó un turista que disfrutaba de una cerveza fría a un costado de la tarima. “¿De los Países Bajos, hasta acá, o escuché mal? ¿Qué clase de danza es esa? Dijo con un marcado acento argentino y asombro de foráneo. Tomó un trago de su cerveza, la temperatura del ambiente alcanzaba los 35 grados Celsius, y se ubicó presuroso frente a la tarima, eran las siete y quince de noche.
Sonó con cadencia el llamado de un tambor alegre bien afincado; las tablitas, envés de palmas, dieron brillo a una tonada que fluyó fuerte y que contagió al instante a la audiencia: “Ae, ae, ae rama del tamarindo, Ae, ae, ae, rama del tamarindo, Yo salí desde La Haya/ sin un peso en el bosillo/ Ae, ae, ae, rama del tamarindo,/ porque iba p’al festival/ del tambor de San Basilio// El público, ubicado en la plaza Benkos Biojó, reaccionó con las palmas que alentaba la cadencia del tambor.
Vanessa Cassiani, una líder afro, ubicada muy cerca del turista argentino, se desbordó en elogios para los danzantes de La Haya: “Qué brío, qué potencia, qué cadencia, unos pasos renovados, qué forma tan original de bailar, eso es lo que me gusta de mi festival, encontrar la tradición viva de nuestros pueblos”.
Esa tradición la cuenta hoy Yasiris Manjarrés, una de las organizadoras del Son de negro de La Haya: “Esto viene de nuestros abuelos, porque los abuelos de nuestros abuelos también la bailaron”. Los Manjarrés en La Haya, asegura Yasiris son muchos, y a pesar de que existen otros apellidos como Palacín, Vergara o Acevedo, todos ellos “Tienen trazas de Manjarrés, porque en el pueblo, todos somos como hermano, primos, amigos”.
Los habitantes que hoy viven en La Haya, para resolver las inquietudes del turista argentino, son descendientes de familias que vivía en los municipios de San Juan de Nepomuceno y María Labaja, dos territorios que en el pasado tenían mucha conexión laboral y cultural. En la mitad del camino entre ambos pueblos, quedaba un frondoso árbol de yaya, una historia que repite Yasiris tal como le contaron sus abuelos. Ese punto intermedio entre María Labaja y San Juan Nepomuceno, con el tiempo comenzó a poblarse hasta conformar un caserío, y del punto conocido por la yaya, pasó a ser La Haya, quizá por una prisa fonética o por un orgullo de sus nuevos habitantes.
La Haya es corregimiento de San Juan de Nepomuceno, un territorio que en los tiempos de la presencia de actores armados ilegales sufrió un fuerte desplazamiento forzado. Hoy, cuenta Yasiris mucha gente ha retornado. “Pero lo que no se ha ido, es la cultura que heredamos, por eso bailamos y danzamos son de negro, por eso vivimos esta tradición, que hoy está a cargo de mi papá, Humberto Manjarrés, que tiene 80 años, y sigue danzando.”
Las palabras de Yasiris se confirmaron en la alborada del domingo 13 de octubre. Allí, con sus tablitas en la mano, el maestro Humberto Manjarrés bailó y gozó al son de cantos de bullerengue, cumbias y fandangos, pero lo que él pedía era su rama del tamarindo: “Aee, ae, aeeee, rama del tamarindo, Aee, ae, aeeee rama del tamarindo, Yo salí desde La Haya/ sin un peso en el bosillo/ Ae, ae, ae, rama del tamarindo,/ porque iba p’el festival/ del tambor de San Basilio.
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*Escritor y periodista. Director del programa de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena.