Fiesta, en clave de Foo Fighters
“Medicine at midnight”, el nuevo álbum de la banda, es a la vez la celebración de 25 años de carrera del grupo, así como un experimento sobre su sonido base, que, para este punto del partido, se ha convertido en una pequeña institución en el panorama del rock.
Santiago La Rotta
Chris Shiflett es un hombre de palabras sencillas y amables, casi incluso de sonrisa fácil. “Bueno, tengo la suerte de que nadie sabe quién carajos soy cuando voy por la calle, así que todos los colaterales de la fama creo que no han afectado tanto mi vida o mi proceso creativo. Cuando me siento a tocar o componer no pienso en eso”.
(Le puede interesar: Foo Fighters, Jay-Z y Tina Turner, entre los nominados al Salón de Fama del Rock)
Y, de cierta forma, vivir sin esos lastres puede ser una labor compleja cuando se está cerca de entrar al Salón de la Fama del Rock and Roll o la banda en la que toca guitarra llena estadios en todo el planeta (agotó boletería para Wembley dos veces) y cuenta ya con 25 años de recorrido.
Esta es una cifra nada despreciable: un cuarto de siglo produciendo música en colectivo cuando la opción de romper todos los lazos de comunidad y camaradería es más una probabilidad que una posibilidad. En un negocio en el que uno de los riesgos profesionales más altos es el olvido, seguir frente a un público (creciente y global) es de por sí toda una labor.
En justicia, el aniversario de Foo Fighters se cumplió el año pasado (25 años de la publicación del primer álbum de la banda).
Pero como el resto de la vida, esta suerte de efemérides (aunque es algo más que eso, claramente) quedó suspendida en el tiempo de la pandemia, una sustancia entre viscosa y aceitosa en la que flota la vida, la muerte y el miedo, entre otros asuntos.
El nuevo disco del grupo suena extrañamente festivo, por decirlo de alguna forma, aunque sin dejar de ser un sonido Foo Fighters. Y aquí vale la pena aclarar un poco más ambos asuntos: la banda no es reconocida por su música sombría, primero. Lo de la festividad tiene que ver, realmente, con las sensaciones que invoca un disco que casi invita a la fiesta, en cierto sentido. Un usuario en Reddit definió Medicine at midnight como “su mejor esfuerzo para no tomarse en serio”. De nuevo, con 25 años de carrera musical, esta podría ser una tarea titánica.
Y sobre lo segundo el propio Shiflett reconoce que, claro, la música suena a Foo Fighters por las razones obvias (el grupo no se ha sometido a una lobotomía colectiva), y esto es tanto una bendición como una maldición, dependiendo de cómo se le mire.
(Lea también: Foo Fighters celebra el cumpleaños de Dave Grohl con “Waiting on a War”)
¿Pesa ser parte de una banda del tamaño de Foo Fighters? Shiflett lo piensa un instante, aunque con seguridad es una pregunta recurrente, incluso una que se puede hacer él mismo. “No siento que nos hayamos institucionalizado. Siento que seguimos encontrando formas de componer y aproximarnos al público que son nuestras”.
¿Cuál es el peso de una institución del rock and roll? Quizá no es una pregunta relevante en un mundo en el que la industria de la música tiene otros motores desde hace un tiempo. Y puede no ser una cuestión que termine por importar mucho desde el lado de la cerca de los Foo Fighters: “No pudimos hacer una gira para los 25 años, incluso cuando el álbum estuvo listo antes de la pandemia. Nuestra vida no fue ajena a todo lo que está pasando y que para tantos ha sido un tiempo de sufrimiento. Visto desde ahí, sabemos que habitamos el privilegio. Pero no por eso nos quedamos quietos, desde el pasado otoño hemos estado empujando este lanzamiento y estamos ansiosos de salir a reencontrar al público tan pronto podamos”, dice Shiflett.
Esta suerte de ética de trabajo no es un asunto común en el mundo del rock y puede ser una de las claves detrás del éxito de Foo Fighters: su consistencia, acaso su terquedad en seguir pedaleando y moviendo las ruedas del mecanismo que implica crear, publicar, tocar en vivo y volver a hacerlo de nuevo. Shiflett, a la par con Dave Grohl, bien puede ser una postal de la producción: casi 200 episodios en un pódcast de entrevistas que realiza, así como dos álbumes en solitario y más de una decena de apariciones en discos de otros artistas, todo sin dejar a los Foo desde 1999.
Éxito es una palabra compleja, un término que suele englobar todo tipo de buenas y malas acciones, con todo el gris entre ambos extremos de una moral fácil. ¿Cómo se ve el éxito desde una de las bandas de rock más grandes del mundo? Para Shiflett se trata de seguir trabajando, “poder ir a Nashville para grabar y seguir produciendo música”, pero también pasar tiempo con su familia en una etapa que ha significado desconexión y aislamiento.
“Al final de todo, me encanta poder seguir haciendo música, especialmente en este tiempo difícil en el que vivimos. La necesitamos más que nunca”, dice Shiflett. Un disco de Foo Fighters que invita a la fiesta. Perfecto.
Chris Shiflett es un hombre de palabras sencillas y amables, casi incluso de sonrisa fácil. “Bueno, tengo la suerte de que nadie sabe quién carajos soy cuando voy por la calle, así que todos los colaterales de la fama creo que no han afectado tanto mi vida o mi proceso creativo. Cuando me siento a tocar o componer no pienso en eso”.
(Le puede interesar: Foo Fighters, Jay-Z y Tina Turner, entre los nominados al Salón de Fama del Rock)
Y, de cierta forma, vivir sin esos lastres puede ser una labor compleja cuando se está cerca de entrar al Salón de la Fama del Rock and Roll o la banda en la que toca guitarra llena estadios en todo el planeta (agotó boletería para Wembley dos veces) y cuenta ya con 25 años de recorrido.
Esta es una cifra nada despreciable: un cuarto de siglo produciendo música en colectivo cuando la opción de romper todos los lazos de comunidad y camaradería es más una probabilidad que una posibilidad. En un negocio en el que uno de los riesgos profesionales más altos es el olvido, seguir frente a un público (creciente y global) es de por sí toda una labor.
En justicia, el aniversario de Foo Fighters se cumplió el año pasado (25 años de la publicación del primer álbum de la banda).
Pero como el resto de la vida, esta suerte de efemérides (aunque es algo más que eso, claramente) quedó suspendida en el tiempo de la pandemia, una sustancia entre viscosa y aceitosa en la que flota la vida, la muerte y el miedo, entre otros asuntos.
El nuevo disco del grupo suena extrañamente festivo, por decirlo de alguna forma, aunque sin dejar de ser un sonido Foo Fighters. Y aquí vale la pena aclarar un poco más ambos asuntos: la banda no es reconocida por su música sombría, primero. Lo de la festividad tiene que ver, realmente, con las sensaciones que invoca un disco que casi invita a la fiesta, en cierto sentido. Un usuario en Reddit definió Medicine at midnight como “su mejor esfuerzo para no tomarse en serio”. De nuevo, con 25 años de carrera musical, esta podría ser una tarea titánica.
Y sobre lo segundo el propio Shiflett reconoce que, claro, la música suena a Foo Fighters por las razones obvias (el grupo no se ha sometido a una lobotomía colectiva), y esto es tanto una bendición como una maldición, dependiendo de cómo se le mire.
(Lea también: Foo Fighters celebra el cumpleaños de Dave Grohl con “Waiting on a War”)
¿Pesa ser parte de una banda del tamaño de Foo Fighters? Shiflett lo piensa un instante, aunque con seguridad es una pregunta recurrente, incluso una que se puede hacer él mismo. “No siento que nos hayamos institucionalizado. Siento que seguimos encontrando formas de componer y aproximarnos al público que son nuestras”.
¿Cuál es el peso de una institución del rock and roll? Quizá no es una pregunta relevante en un mundo en el que la industria de la música tiene otros motores desde hace un tiempo. Y puede no ser una cuestión que termine por importar mucho desde el lado de la cerca de los Foo Fighters: “No pudimos hacer una gira para los 25 años, incluso cuando el álbum estuvo listo antes de la pandemia. Nuestra vida no fue ajena a todo lo que está pasando y que para tantos ha sido un tiempo de sufrimiento. Visto desde ahí, sabemos que habitamos el privilegio. Pero no por eso nos quedamos quietos, desde el pasado otoño hemos estado empujando este lanzamiento y estamos ansiosos de salir a reencontrar al público tan pronto podamos”, dice Shiflett.
Esta suerte de ética de trabajo no es un asunto común en el mundo del rock y puede ser una de las claves detrás del éxito de Foo Fighters: su consistencia, acaso su terquedad en seguir pedaleando y moviendo las ruedas del mecanismo que implica crear, publicar, tocar en vivo y volver a hacerlo de nuevo. Shiflett, a la par con Dave Grohl, bien puede ser una postal de la producción: casi 200 episodios en un pódcast de entrevistas que realiza, así como dos álbumes en solitario y más de una decena de apariciones en discos de otros artistas, todo sin dejar a los Foo desde 1999.
Éxito es una palabra compleja, un término que suele englobar todo tipo de buenas y malas acciones, con todo el gris entre ambos extremos de una moral fácil. ¿Cómo se ve el éxito desde una de las bandas de rock más grandes del mundo? Para Shiflett se trata de seguir trabajando, “poder ir a Nashville para grabar y seguir produciendo música”, pero también pasar tiempo con su familia en una etapa que ha significado desconexión y aislamiento.
“Al final de todo, me encanta poder seguir haciendo música, especialmente en este tiempo difícil en el que vivimos. La necesitamos más que nunca”, dice Shiflett. Un disco de Foo Fighters que invita a la fiesta. Perfecto.