Franz Ferdinand: su legado, la necesidad del ego y el fin de las amistades
La banda escocesa Franz Ferdinand celebra dos décadas de éxito, pero para Alex Kapranos, su vocalista, el legado es solo polvo y un concepto en el que nadie debería fijarse.
Camilo Gómez Forero
Un par de días atrás, el campeón de peso pesado, Mike Tyson, habló de lo poco que le importaba su historial de éxitos en este punto de su vida, luego de que le cuestionaron haber aceptado una pelea con el youtuber Jake Paul. “Pronto estaré muerto, ¿qué me importa lo que piensen de mi legado?”, dijo el boxeador.
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Un par de días atrás, el campeón de peso pesado, Mike Tyson, habló de lo poco que le importaba su historial de éxitos en este punto de su vida, luego de que le cuestionaron haber aceptado una pelea con el youtuber Jake Paul. “Pronto estaré muerto, ¿qué me importa lo que piensen de mi legado?”, dijo el boxeador.
En medio de la celebración por las dos décadas del éxito de la banda escocesa Franz Ferdinand, Alex Kapranos, su vocalista, expone su pensamiento más nihilista, coincidiendo con Tyson y citando sus palabras: “¿A quién le debería importar tener un legado?”, dice en entrevista. “Él tiene razón: todos seremos polvo”, remata.
Ninguno de ellos —al menos del lado de Kapranos— lo dice con arrogancia. De hecho, el compositor está muy agradecido con tener siete canciones que han estado en el Top Ten del ranking británico. “Es una fortuna”, destaca. Pero su reflexión sobre el legado es solo su manera más optimista de ver la vida, una que muchos deberían de seguir.
El nihilismo nos ha enfrentado con la idea de que, si nada tiene sentido por sí mismo, somos libres, y también responsables, de darle sentido a nuestras propias vidas. Esto ha sido visto tanto como una carga, pero también como una oportunidad, como para Kapranos, quien siempre ha hecho lo que ha querido y como ha querido y sigue tallando éxitos gracias a esa autenticidad.
Aunque vestido con camisas de seda y pantalones chinos que lo hacen ver más como un ejecutivo de una firma exitosa del sector bancario que uno de los íconos de la música indie, Kapranos sigue teniendo dentro de sí toda la esencia punk que hizo que el sonido de su banda fuera tan electrizante a comienzos de este milenio.
Por eso mismo, al mantenerse fiel a sus creencias postpunk, Kapranos se incomoda frente a una escena actual obsesionada con agradar a los demás para cuidar un legado que, según él, no tiene sentido. Y le sorprende que cada vez se tenga esa mentalidad de agradar a la crítica. En el mundo que conocía cuando Franz Ferdinand salió de la escena alternativa en Escocia, eso no era relevante. No oculta su frustración de cómo las plataformas de streaming, las redes como TikTok y la industria han influido de manera negativa a la música en la actualidad.
“La industria de la música ahora se parece más a la de los años 50: unos pocos oportunistas sanguinarios en la cima que se llevan todo, mientras los artistas son prácticamente impotentes y están siendo explotados. Para los artistas nuevos, tratar de entrar a ese mundo es muy, muy difícil. Es casi imposible entrar. Es un sistema diseñado para exprimirte cada centavo”, dijo. “Nosotros ya tenemos una base de fans y podemos llegar a ellos, pero para los artistas nuevos, el sistema es brutal”, agrega.
A pesar de la crítica a la industria, Kapranos dice que la escena alternativa puede resistir y que siempre se puede abrir de nuevo un espacio a las voces auténticas. Los artistas solo tienen que volver a ser auténticos. Y para eso necesitan volver a tener un gran ego. “Se necesita de un gran ego para ser un gran artista”, dice Kapranos, aunque con equilibrio
“Creo que tenemos algo bueno dentro de nosotros que podemos darle al mundo. Para sacarlo, necesitas algo de ego. Pero el ego es muy peligroso y fácilmente puede salirse de control. Es horrible cuando sucede. Sin embargo, necesitas ego para poner algo bueno allá afuera. El ego es lo que te impulsa como artista, pero también tienes que preguntarte: ¿qué te hace pensar que mereces un legado? Esa es la parte peligrosa del ego”, reflexiona al preguntarle cómo no volverse arrogante en medio de ese proceso.
Kapranos destaca por su pragmatismo. No anda con rodeos y sabe quién es y qué quiere. Aunque como buen equilibrista de circo, también les da espacio a otras cosas en su vida, como a lo místico. “Tengo dos lados conflictivos: uno muy pragmático y detallista, y otro supersticioso. Aunque mi cerebro lógico no cree en Dios, aún tengo supersticiones profundas. Pero creo que la verdad del universo es mucho más emocionante que todo eso”.
Uno de esos momentos en los que se entregó a la superstición llegó cuando estaba en Hong Kong y le leyeron la mano. Le dijeron que iba a tener un gran accidente a los 34, probablemente con una motocicleta, por lo que decidió regalarla. “No sé si fue realmente místico o si solo era alguien disparando en la oscuridad, diciéndome algo que yo ya sabía. Como cuando alguien me dijo que si iba rápido en la motocicleta, probablemente iba a estrellarme”, contó volviendo a mostrar su pragmatismo.
Lo único que no le entrega al misticismo es la manera de hacer música. En eso sigue siendo muy pragmático. Sabe que debe continuar practicando para hacer que lo suyo sea mágico para alguien más: “Creo que eso tiene más que ver con conocimiento y entrenamiento. Me encanta ver eso en cualquier artista: alguien que se ha entrenado tanto en lo que hace que parece magia. Amo la magia. Como cuando alguien hace un buen truco, parece magia pura. Eso es grandioso.”
Y así como cree que todavía hay espacio para nuevos artistas en la escena, reconoce que a Franz Ferdinand le quedan muchos temas por explorar y componer. Eso fue precisamente lo que hizo con Billy Goodbye, una canción que incluyó la banda en el álbum recopilatorio que publicó por sus 20 años de éxitos. En esta, Kapranos aborda el fin de una relación, pero no una amorosa, sino una amistad.
“Creo que es más fácil escribir sobre relaciones románticas porque la gente las comprende más fácilmente. Pero las amistades platónicas son igual de fascinantes y menos exploradas”, destaca.
Hablando de su propia experiencia, hace una última reflexión sobre su proceso creativo y lo que ha experimentado en estas dos décadas: “Muchas veces, las amistades solo se desvanecen. Es raro que alguien diga: ‘Ya no somos amigos’, eso es muy de escuela primaria. Pero tengo muchos amigos con los que puedo pasar dos años sin hablar, pero cuando retomamos la conversación, continúa justo donde la dejamos. A veces, es saludable pausar una amistad en lugar de terminarla definitivamente”, concluyó.