Gregorio Uribe: el sonido imponente de una big band con sabor Caribe
El músico, formado en Berklee College of Music en Boston (EE. UU.), cuenta cómo fue su encuentro con el acordeón y por qué abandonó la batería. Además, revela que está cumpliendo su sueño de explorar la música del Caribe en un gran formato.
Giancarlo Calderón
Gregorio Uribe tenía 13 años cuando un amigo, con tono desenfadado, le hizo una propuesta musical un poco inusual, por lo menos a nivel instrumental, pues hasta ese momento de su vida la batería y la guitarra eran los instrumentos que acaparaban su tiempo e interés.
-“Oiga, le dijo su amigo, a usted que le gusta explorar con diferentes instrumentos, tengo un acordeón guardado que nadie está usando, es de un tío, si quiere se lo presto y lo ensaya a ver si le gusta”.
-“Listo, respondió Gregorio Uribe, también de modo relajado, tráigalo pa acá. Toqué tres notas y quedé enamorado”. De esta anécdota, tan simple como encantadora, nació la relación, de idas y vueltas y altos y bajos, que este cantante, acordeonero y compositor bogotano ha tenido desde entonces con este instrumento.
El músico contó, en entrevista con El Espectador, lo que pasó después de aquel evento: “Lo curioso es que tomé unas dos o tres clases, y como a los dos meses me fui a vivir a Australia, entonces curiosamente aprendí a tocar el acordeón colombiano en Australia. Solo, allá en mi cuarto. Mis amigos me enviaban discos, no había Youtube en esa época, me mandaban discos y yo iba sacando las canciones, era mi manera de conectar con el país y con la música”.
A pesar de esta especie de enamoramiento inmediato de Gregorio Uribe con el acordeón, la relación artística del músico con este instrumento no ha sido fácil. Su amor por la batería, instrumento al que le ha dedicado muchos años de estudio y práctica, lo mantuvo algún tiempo en una disyuntiva con respecto a su carrera musical: el estilo que quería imprimirle y por dónde quería encaminarla a nivel escénico y sonoro.
“Lo que me pasó después es que empecé una vida paralela en la que mantuve mi batería como instrumento principal, el que más estudié, con el que luego fui a la universidad; y el acordeón era un poco más para la parranda, para las serenatas, para disfrutar con amigos”, comentó el músico.
Gregorio Uribe estudió en la reconocida Universidad Berklee College of Music, en Boston, Estados Unidos. Allí, en medio de esa “vida doble” de ejecución instrumental, hubo una experiencia particular que lo marcó y que le dio la lucidez para tomar las decisiones necesarias y establecer prioridades pensando en el proyecto que ya le había comenzado a interesar desde el inicio de aquellos años universitarios: convertirse en el director de una gran agrupación, rica en sonoridades y géneros del Caribe (cumbia, chandé, porro, vallenato, entre otros), una big band tropical.
Sobre este particular Uribe apuntó: “Estaba estudiando en la universidad, en Boston, e hicimos un concierto que se llamaba Festival del Mundo -todo hecho por estudiantes- y con un grupo de colombianos presentamos dos canciones, una cumbia y un vallenato. Ahí toqué acordeón. Fue increíble porque todo el mundo me felicitaba, hubo esa conexión, quedó esa semillita y algo que me decía: de pronto debería pararle más bolas al acordeón”.
Después de esa revelación en forma de autorreflexión, Gregorio Uribe contó: “Tuve un momento difícil, pues después de dedicarme cuatro años en la universidad a la batería, cuatro horas por día practicando, con sangre, sudor y lágrimas, y de repente tomar la decisión de dejarla y hacer el cambio porque quería estar al frente de la orquesta, tocando mi acordeón, fue un momento que me costó y me dolió. Sin embargo, creo que le tengo mucho agradecimiento a la batería porque, al final del día, cualquier instrumento que coja lo toco más como baterista, de una manera más rítmica y eso me dio, tal vez, una ventaja o un estilo, o una manera de afrontar los otros instrumentos de una forma diferente”.
De cualquier modo, Uribe reconoce que a pesar de las claras diferencias que existen entre estos instrumentos, tanto el acordeón como la batería han enriquecido su carrera musical y su rol de director al frente de un colectivo en formato de big band.
“Nada mejor que tener una base rítmica para poder aplicarla a cualquier instrumento. Lo que quise hacer en el disco de big band, cuando formé la orquesta, fue combinar esas dos cosas: sentir esa tensión entre esos dos mundos y querer unirlos. Eso fue lo que me llevó a crear esa orquesta. La pasión de los ritmos colombianos y querer juntarlos con los arreglos de jazz y de big band que había aprendido en la universidad. Estaba con ese furor recién salido de allí, porque uno está con esas ganas de mostrar todo lo aprendido, de mostrarse en el mundo y de gritar: miren esto es lo que encontré, lo que descubrí, lo que me inventé”.
No es fácil dirigir una big band, ni musicalmente ni en términos prácticos o de logística. Es necesario reunir a 16 músicos y sus instrumentos, y todo lo que esto implica para cada presentación. Aun así, Gregorio Uribe ha trabajado duro para que este, su sueño desde muy joven, sea hoy una realidad.
“Era ir como en subida en el río, sobre todo en una época en la que cada vez es más posible, con la tecnología, hacer música con menos músicos. Entonces sentía que era mi manera de hacer algo único y especial. Logramos con los demás integrantes del colectivo conectar de manera musical y humana, y conseguí que así se enamoraran del proyecto. Lo más lindo de todo es que se volvió como una familia. Sabía que la cosa tenía que ser por ahí: desde la relación, preocuparse porque todo el mundo se sintiera escuchado y tuviera una importancia dentro de la banda, y eso también reflejarlo en las partituras que debíamos interpretar. Lo importante era que todo el mundo se fuera sintiendo que hacía parte del proyecto. Para mí fue una inversión emocional y musical más que de dinero”, dijo emocionado el artista.
Gregorio Uribe lanzó su primer álbum en 2011 y lo tituló Pluma y vino. Dentro de este material discográfico incluyó canciones como Mi superhéroe, De repente (con Juancho Herrera), Prefiero, entre otras creaciones en las que explora diversos aires sonoros.
Cuatro años más tarde (2015) lanzó Cumbia universal, con el concepto de big band y del que consiguió posicionar los temas Caribe contigo, Cumbia universal (con Rubén Blades) y El avispado. Asimismo, Uribe ha hecho colaboraciones con destacados intérpretes, como fue el caso de Media naranja, al lado del cantautor Jorge Villamizar.
Un Lucho Bermúdez moderno
“Es uno de mis íconos. No hubiera hecho ese proyecto (el de la big band ) si no es por la inspiración de Lucho Bermúdez. Lo que quería ser era un ‘Lucho Bermúdez moderno’, pero buscando mi propio sonido y no ser una mala imitación de él”, así se refirió Gregorio Uribe a una de las figuras fundamentales de la música tropical del Caribe.
Acerca de sus influencias y sobre las perspectivas hacia dónde quisiera encaminar su carrera, apuntó: “Para mí la manera de transformarlo es en diferentes elementos estéticos, en arreglos, pero sobre todo en un repertorio nuevo, moderno, con mis canciones, pues en el fondo lo que he sido siempre es un cantautor, más allá de si he cambiado de instrumentos. Quería escribir mis canciones y adaptarlas con el concepto de big band”.
Gregorio Uribe tenía 13 años cuando un amigo, con tono desenfadado, le hizo una propuesta musical un poco inusual, por lo menos a nivel instrumental, pues hasta ese momento de su vida la batería y la guitarra eran los instrumentos que acaparaban su tiempo e interés.
-“Oiga, le dijo su amigo, a usted que le gusta explorar con diferentes instrumentos, tengo un acordeón guardado que nadie está usando, es de un tío, si quiere se lo presto y lo ensaya a ver si le gusta”.
-“Listo, respondió Gregorio Uribe, también de modo relajado, tráigalo pa acá. Toqué tres notas y quedé enamorado”. De esta anécdota, tan simple como encantadora, nació la relación, de idas y vueltas y altos y bajos, que este cantante, acordeonero y compositor bogotano ha tenido desde entonces con este instrumento.
El músico contó, en entrevista con El Espectador, lo que pasó después de aquel evento: “Lo curioso es que tomé unas dos o tres clases, y como a los dos meses me fui a vivir a Australia, entonces curiosamente aprendí a tocar el acordeón colombiano en Australia. Solo, allá en mi cuarto. Mis amigos me enviaban discos, no había Youtube en esa época, me mandaban discos y yo iba sacando las canciones, era mi manera de conectar con el país y con la música”.
A pesar de esta especie de enamoramiento inmediato de Gregorio Uribe con el acordeón, la relación artística del músico con este instrumento no ha sido fácil. Su amor por la batería, instrumento al que le ha dedicado muchos años de estudio y práctica, lo mantuvo algún tiempo en una disyuntiva con respecto a su carrera musical: el estilo que quería imprimirle y por dónde quería encaminarla a nivel escénico y sonoro.
“Lo que me pasó después es que empecé una vida paralela en la que mantuve mi batería como instrumento principal, el que más estudié, con el que luego fui a la universidad; y el acordeón era un poco más para la parranda, para las serenatas, para disfrutar con amigos”, comentó el músico.
Gregorio Uribe estudió en la reconocida Universidad Berklee College of Music, en Boston, Estados Unidos. Allí, en medio de esa “vida doble” de ejecución instrumental, hubo una experiencia particular que lo marcó y que le dio la lucidez para tomar las decisiones necesarias y establecer prioridades pensando en el proyecto que ya le había comenzado a interesar desde el inicio de aquellos años universitarios: convertirse en el director de una gran agrupación, rica en sonoridades y géneros del Caribe (cumbia, chandé, porro, vallenato, entre otros), una big band tropical.
Sobre este particular Uribe apuntó: “Estaba estudiando en la universidad, en Boston, e hicimos un concierto que se llamaba Festival del Mundo -todo hecho por estudiantes- y con un grupo de colombianos presentamos dos canciones, una cumbia y un vallenato. Ahí toqué acordeón. Fue increíble porque todo el mundo me felicitaba, hubo esa conexión, quedó esa semillita y algo que me decía: de pronto debería pararle más bolas al acordeón”.
Después de esa revelación en forma de autorreflexión, Gregorio Uribe contó: “Tuve un momento difícil, pues después de dedicarme cuatro años en la universidad a la batería, cuatro horas por día practicando, con sangre, sudor y lágrimas, y de repente tomar la decisión de dejarla y hacer el cambio porque quería estar al frente de la orquesta, tocando mi acordeón, fue un momento que me costó y me dolió. Sin embargo, creo que le tengo mucho agradecimiento a la batería porque, al final del día, cualquier instrumento que coja lo toco más como baterista, de una manera más rítmica y eso me dio, tal vez, una ventaja o un estilo, o una manera de afrontar los otros instrumentos de una forma diferente”.
De cualquier modo, Uribe reconoce que a pesar de las claras diferencias que existen entre estos instrumentos, tanto el acordeón como la batería han enriquecido su carrera musical y su rol de director al frente de un colectivo en formato de big band.
“Nada mejor que tener una base rítmica para poder aplicarla a cualquier instrumento. Lo que quise hacer en el disco de big band, cuando formé la orquesta, fue combinar esas dos cosas: sentir esa tensión entre esos dos mundos y querer unirlos. Eso fue lo que me llevó a crear esa orquesta. La pasión de los ritmos colombianos y querer juntarlos con los arreglos de jazz y de big band que había aprendido en la universidad. Estaba con ese furor recién salido de allí, porque uno está con esas ganas de mostrar todo lo aprendido, de mostrarse en el mundo y de gritar: miren esto es lo que encontré, lo que descubrí, lo que me inventé”.
No es fácil dirigir una big band, ni musicalmente ni en términos prácticos o de logística. Es necesario reunir a 16 músicos y sus instrumentos, y todo lo que esto implica para cada presentación. Aun así, Gregorio Uribe ha trabajado duro para que este, su sueño desde muy joven, sea hoy una realidad.
“Era ir como en subida en el río, sobre todo en una época en la que cada vez es más posible, con la tecnología, hacer música con menos músicos. Entonces sentía que era mi manera de hacer algo único y especial. Logramos con los demás integrantes del colectivo conectar de manera musical y humana, y conseguí que así se enamoraran del proyecto. Lo más lindo de todo es que se volvió como una familia. Sabía que la cosa tenía que ser por ahí: desde la relación, preocuparse porque todo el mundo se sintiera escuchado y tuviera una importancia dentro de la banda, y eso también reflejarlo en las partituras que debíamos interpretar. Lo importante era que todo el mundo se fuera sintiendo que hacía parte del proyecto. Para mí fue una inversión emocional y musical más que de dinero”, dijo emocionado el artista.
Gregorio Uribe lanzó su primer álbum en 2011 y lo tituló Pluma y vino. Dentro de este material discográfico incluyó canciones como Mi superhéroe, De repente (con Juancho Herrera), Prefiero, entre otras creaciones en las que explora diversos aires sonoros.
Cuatro años más tarde (2015) lanzó Cumbia universal, con el concepto de big band y del que consiguió posicionar los temas Caribe contigo, Cumbia universal (con Rubén Blades) y El avispado. Asimismo, Uribe ha hecho colaboraciones con destacados intérpretes, como fue el caso de Media naranja, al lado del cantautor Jorge Villamizar.
Un Lucho Bermúdez moderno
“Es uno de mis íconos. No hubiera hecho ese proyecto (el de la big band ) si no es por la inspiración de Lucho Bermúdez. Lo que quería ser era un ‘Lucho Bermúdez moderno’, pero buscando mi propio sonido y no ser una mala imitación de él”, así se refirió Gregorio Uribe a una de las figuras fundamentales de la música tropical del Caribe.
Acerca de sus influencias y sobre las perspectivas hacia dónde quisiera encaminar su carrera, apuntó: “Para mí la manera de transformarlo es en diferentes elementos estéticos, en arreglos, pero sobre todo en un repertorio nuevo, moderno, con mis canciones, pues en el fondo lo que he sido siempre es un cantautor, más allá de si he cambiado de instrumentos. Quería escribir mis canciones y adaptarlas con el concepto de big band”.