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La foto inédita
Hace un año, en mi residencia en Cartagena, nos encontrábamos reunidos con el investigador y escritor de la cultura del Caribe Enrique Muñoz Vélez, Quique, y mi señora Luz Helena Pumarejo, reunión en la que ultimábamos detalles sobre un conversatorio en el que participarían Juan Gossaín, quien no necesita presentación; el biógrafo de Guillermo de Jesús Buitrago Enríquez, Édgar Caballero Elías, Chichi, mi persona como biógrafo de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, don Toba y Quique como presentador y organizador. Pero en medio de la planeación de este coloquio, que no se pudo llevar a cabo por lo de la pandemia y en el que celebraríamos los 100 años del nacimiento del Ruiseñor de la Sierra Nevada de Santa Marta y los 25 años del fallecimiento de Pumarejo, Enrique Muñoz me habló de una foto inédita de Buitrago.
¿Cómo así?, le dije a Enrique. Y sin más ni más Quique buscó en su celular la foto referida y me la mostró. No podía creer lo que estaba viendo. Y, efectivamente, aunque la foto no contaba con la nitidez que a bien se merecía, ya que como el mismo Muñoz suele referirlo, lo atropella la tecnología, se trataba de una verdadera joya, toda vez que las fotografías que le tomaron a Buitrago después que comenzó a grabar en la casa disquera Fuentes, estas se cuentan con los dedos de las manos y terminan sobrando un buen número de ellos.
Y tal como pude constatarlo en la toma original, esta foto que debió ser tomada a comienzos de 1948 por una buena cámara y por un buen fotógrafo, en ella Guillermo Buitrago, el personaje principal de la toma, se encontraba de visita en el taller de prensaje de los discos de 78 RPM. Taller que por ese entonces se encontraba ubicado en la calle de la universidad, dentro del centro amurallado de Cartagena, y cuando aún la casa disquera Fuentes no había incursionado con los elepés o discos de larga duración.
En la foto referenciada acompañando al “Jilguero de la Sierra Nevada de Santa Marta”, a su derecha se encuentra Toño Fuentes y a la derecha de Toño el guitarrista estrella, segunda guitarra, de Guillermo Buitrago, Ángel Fontanilla. Y al frente de los anteriores mencionados, con la guitarra de su líder en su mano derecha, aparece el guacharaquero, Carlos el Mocho Rubio, en la que, por primera vez en una fotografía de la que se tenga noticia, todo un suceso, deja ver la parte de su antebrazo cercenado en un accidente del que no se tiene noticias. Y en medio del grupo, explicándoles cómo es que se desarrolla el proceso de prensaje de los discos, se encuentra Miguel Ángel Araque Bolaños, quien en su álbum familiar conservó para la posteridad esta invaluable e histórica foto, que muy amablemente nos permitió escanear con una mejor resolución su hijo Miguel Araque Polo.
Esta foto que gentilmente nos facilitó Miguel y que con tanto celo guardó su padre y él en la actualidad, sin lugar a duda será de mucho interés para los amantes de la evolución de la música vallenata y del Caribe, que tuvo su punto de quiebre y un auge sin precedente con la aparición de Guillermo Buitrago y su trío. Una agrupación de élite que se encontraba conformada por una guitarra puntera a cargo del mismo Buitrago, una guitarra acompañante que tocaron ya sea Efraín Torres, Julio Bobea o Ángel Fontanilla y una guacharaca que estuvo a cargo de José Cheque Rodríguez, Carlos el Mocho Rubio y en algunos pasajes por parte de Alberto Fernández. Este inigualable trío, con el pasar del tiempo, fallecido Buitrago y cuando sus sucesores Bovea y sus Vallenatos ausentes de nuestro país por más de diez años, partiendo de Buitrago, se convirtieron en un puente de transición para que de manera definitiva el acordeón, que venía abriéndose camino con no pocas dificultades, terminara ocupando, hasta el día de hoy, ese lugar de privilegio del que en su momento gozaron estas dos agrupaciones.
Y lo más importante, de acuerdo con mi entender, de esta inigualable fotografía es que en ella podemos ver a un Guillermo Buitrago lleno de vida, rozagante, seguro y admirado por los que le rodean, incluido el mismo Toño Fuentes, cuando aún la enfermedad que lo llevó a la tumba, la tuberculosis, no le había mostrado sus garras. Pero no menos importante es el escenario en donde el “Jilguero de la Sierra Nevada” se encuentra de visita, el antiguo taller de prensaje de discos de 78 RPM, del que poco o nada contamos en los registros fotográficos de la época. Sin lugar a duda es una foto sin igual para los amantes no solo de nuestro folclor vallenato, sino de la música del Caribe.
El deterioro de su salud
A mediados de marzo de 1948, cuando Guillermo Buitrago llevó a cabo su última gira por la provincia, de acuerdo con las personas con las que compartió algunos días y noches de parranda, las cuales pude entrevistar, su estado de salud, en apariencias, no mostraba ninguna tipo de grietas. Y digo en apariencias, ya que podría portar el virus de la tuberculosis de manera latente, no infecciosa, en razón a que su hermano Gregorio, por causa de esta enfermedad, tuberculosis pulmonar, había fallecido en Ciénaga, Magdalena, un año antes de la correría antes referida.
En esta última gira a Buitrago lo acompañaron Efraín Torres como segunda guitarra y Carlos el Mocho Rubio en la guacharaca. Y entre los juglares de la composición vallenata con los que compartió, cabe mencionar a Tobías Pumarejo, con quien a la salida de su presentación en el Teatro Cesar en Valledupar y hasta la medianoche parrandearon en El Rey de los Bares, para seguir la parranda hasta el amanecer en El Club de La Paz, en la que Pumarejo le cantó a Buitrago buena parte de su repertorio, que terminada la correría le grabó en Cartagena en la casa disquera Fuentes.
Alberto Fernández, quien fuera por muchos años el cantante y guacharaquero de Bovea y sus Vallenatos, y quien fue el que le entregó a Buitrago las primeras canciones que le grabó a Rafael Escalona, me contó, debió ser a mediados de 1948 o un poco después, cuando con bastante asiduidad acompañó al Jilguero de la Sierra Nevada en sus presentaciones, grabaciones y fiestas en las que los contrataban, un médico amigo le comentó que tuviera cuidado con el Mocho Rubio, ya que se decía que se encontraba enfermo de los pulmones, o en otras palabras, que padecía de tuberculosis. Por lo que le aconsejó que el micrófono que era utilizado por la agrupación, micrófono compartido, lo mantuviera retirado de su boca. Según este relato, podría intuirse que lo de la tuberculosis que padeció Buitrago y que en poco tiempo lo llevó a la tumba pudo desarrollarse en pleno, despertando de una posible latencia, el caso referido de su hermano, por el lado de el Mocho Rubio.
Fernández también me refirió que cuando Guillermo Buitrago empezó a ponerse mal de la garganta, después que cantaba dos o tres canciones, a lo sumo, le pedía que siguiera cantando.
Por su parte, Efraín Torres, quien fue su primer guitarrista y amigo de infancia, me contó en una entrevista que en 1995 le hice en Barranquilla, que Guillermo Buitrago, debió ser en la etapa final de su enfermedad, que cuando ellos se iban a tomar Buitrago se la pasaba en el baño vomitando. Casi no le paraba nada en el estómago, lo que lo fue debilitando. Y como casi no comía, cuando lo obligaban a comer de una se iba a vomitar.
Esta, por supuesto, debió ser la etapa más crítica y lamentable en la vida de Guillermo Buitrago, en la que el alcoholismo y la tuberculosis conjugadas lo llevaron a desaparecer del escenario musical de la costa Caribe. En ese estado de deterioro, desesperado y buscando una solución extrema para su caso, solución que nunca llegó a materializarse, lo llevó a refugirse en su casa en Ciénaga, donde a las dos de la mañana del 19 de abril de 1949, tal como lo recoge en su libro Caballero Elías, falleció balanceándose en su mecedor, mientras que su esposa Lilia Esther Gallardo Polo lo refrescaba con un abanico de mano.
Lo que aconteció la noche del fallecimiento de Guillermo Buitrago
Entre Luis Enrique Martínez y Guillermo Buitrago, tiempo atrás, se había originado una controversia a raíz de que Buitrago interpretó como suyo, el paseo “La viruela” que era un tema del “Pollo vallenato”. Luis Enrique molesto le respondió al “Jilguero de la Sierra” con un nuevo paseo que tituló “Rana blanca”, en el que en uno de sus apartes le dice: “Díganle a Buitrago …/ si quiere tener fama …/ que se sacrifique y no grabe música ajena”.
Buitrago no se quedó con esta espina adentro y en compañía de Abel Antonio Villa, a quien Luis Enrique le debía una buena suma de dinero producto de la venta de un acordeón, le responden con otro paseo que titularon “Vallenato alabancioso”, en la que tratándolo de tramposo le dicen: “Que me pague primero/ si quiere regatear/ soy Abel Antonio “El Negro”/ el que tiene facultad/”.
Esta controversia en la que intervinieron a favor de Luis Enrique, José María Peñaranda y Julio Bovea, y con Pacho Rada en un plan inicial de reconciliación, pero que por una respuesta dura por parte de Abel Antonio terminó arremetiendo contra él y contra Buitrago, relato que con un buen cumulo de detalles lo recoge Julio Oñate Martínez en su libro “El ABC del Vallenato”, llegó a su clímax cuando Abel Antonio amenazó con darle un tiro a Luis Enrique. Pero, para fortuna de este par de examigos, al coincidir en unos toques en Nervití, Bolívar, Rafael Gutiérrez, amigo y seguidor de Luis Enrique, con la ayuda de otras personas prestantes de esta población y seguidores de Abel Antonio, lograron que reconciliaran sus discrepancias. Reconciliación que sellaron con un fuerte abrazo y con la posterior grabación, en la casa discos de Lucho Barrios en Barranquilla, de un par de acetatos, discos no comerciales, de desagravios, que Abel Antonio tituló “Se acabaron los rumores” y Luis Enrique, “Se acabaron las intrigas”.
Por supuesto que esta reconciliación debió extenderse a los demás integrantes de esta controversia, Buitrago, Peñaranda, Bovea y Pacho Rada. Lo que se deriva del capítulo, “Muere el jilguero…nace una leyenda”, que recoge el libro de Edgar Caballero Elías, “Guillermo Buitrago, cantor del pueblo para todos los tiempos”. En la parte inicial del capítulo aludido, Caballero Elías refiere que cierta noche del mes de enero de 1949, mientras Buitrago con unos amigos esperaban una lancha que de Barranquilla los llevaría a Ciénaga, imprevistamente se presentó ante ellos Luis Enrique Martínez, y que en plan de reforzar su reconciliación con el “Jilguero de la Sierra”, sacó de su mochila una botella de ron y le brindó un trago a Buitrago.
Este episodio un tiempo después del fallecimiento de Guillermo Buitrago empezó a generar suspicacias, ya que algunos de los presentes de esa noche en Barranquilla, empezaron a decir que Luis Enrique Martínez no acompaño a Buitrago en el brindis. A partir de ese comentario se regó la bola de que “El pollo vallenato” había envenado a Buitrago, lo que sería un envenenamiento retardado, digo yo, y que por igual se lo creyó su viuda Lilia Esther.
Afortunadamente para Luis Enrique Martínez el certificado de defunción firmado en Ciénaga por el Doctor Augusto Hidalgo Acosta certifica, una cortesía de “Chichí” Caballero, que Guillermo Buitrago falleció de tuberculosis bilateral y dilatación aórtica.
Referidas las discrepancias entre estos juglares y su posterior reconciliación, introducción indispensable para entender lo que aconteció en la noche del fallecimiento Guillermo Buitrago en la cantina “La Nave” de Miguel Peña ubicada en el sector del Boliche de Barranquilla, entremos en materia.
Hace un par de años el coleccionista de música vallenata Lucas Santoyo Álvarez, radicado en Bogotá, gentilmente me facilitó una entrevista que el 1 de enero de 2002, en las Margaritas, Magdalena, le había hecho a José Rafael Cárdenas Palomino, un acordeonero, cajero y guacharaquero que desde niño, además de conocer a Juancho Polo Valencia y de acompañarlo en muchas de su correrías y presentaciones, en esa oportunidad se encontraba acompañándole en la “Nave”.
Esa noche, de acuerdo con el relato de José Cárdenas, se encontraban en la cantina de Miguel Peña, Abel Antonio Villa, Luis Enrique Martínez, Juancho Polo Valencia, Pacho Rada y Alejandro Duran. Sobre estos juglares, que llevaban consigo sus acordeones, Cárdenas no especificó las razones por las que se encontraban allí reunidos. Se me ocurre pensar, por los temas que Abel Antonio y Luis Enrique interpretaron esa noche, de acuerdo con lo comentado por Julio Oñate en su libro “El ABC del Vallenato”, que ese debió ser el día en el que refrendaron su conciliación grabando sendos discos donde Lucho Barrios. Así las cosas, los allí presentes, incluido el señor Peña, cuenta Cárdenas, instaron a estos juglares a un desafío.
Abel Antonio quien salió en primer lugar, interpretó un paseo-son, en el que incluyó algunos de los versos del tema de reconciliación que había grabado donde Lucho Barrios, “Se acabaron los rumores”. Las siguientes son las estrofas que Abel Antonio cantó esa noche:
“Oiga Abel Antonio/ no lo dice solo (bis)/ se acabaron las intrigas/ ya se acabaron los odios/ (bis)// Que digan lo que digan/ eso digo yo/ se acabaron las intrigas/ ya esto se acabó (bis)// Será de bueno o de malas/ Luis Enrique yo te digo (bis)/ ya después de tanta rabia/ y nos tenemos cariño (bis)// Como le vengo a decir/ yo te digo mis palabras (bis)/ no podemos discutir/ porque la discusión es mala (bis)// Que digan lo que digan/ eso digo yo/ se acabaron las intrigas/ eso digo yo/ se acabaron las intrigas/ esto se acabó (bis)//”.
A continuación, entró en escena Luis Enrique Martínez y solo cantó una de las estrofas que al igual que Abel Antonio, había incluido en el tema de reconciliación que grabó donde el señor Barrios, “Se acabaron las intrigas”. Estrofa que remató con una andanada de bajos que de acuerdo con los aplausos y a la buya que suscitó entre los allí presentes, superó con creces la ejecución de Abel Antonio. Esta estrofa dice así:
“Abel Antonio te saludo sin intrigas/ sin intrigas te saluda Luis Enrique (bis)/ se acabaron los piques/ que teníamos en Barranquilla (bis)”.
Terminada la intervención de Luis Enrique, los asistentes empezaron a corear el nombre de Juancho Polo Valencia quien ni corto ni perezoso tomó su acordeón y pasó a interpretar un merengue, que desató la locura entre los que lo escucharon. Estas son las estrofas que en esa oportunidad cantó Juancho Polo:
“Si el gallo que más cantare/ que no me cante con tanta buya (bis)/ no sabiendo que en la calle/ anda el gallo de punta aguda (bis)// Toca, toca, toca, toca Juancho/ Juancho/ si vas a tocar/ toca, toca que van a escuchar (bis)// Soy el gallo de punta aguda/ y el de las espuelas afiladas (bis)/ Pacho Rada, Pacho Rada/ aquí está el gallo que tumba (bis)”.
La intervención de Juancho Polo fue la locura, y Pacho Rada, aludido en una de las estrofas, no fue capaz de tomar su acordeón para ripostarle a su contrincante, y Alejandro Durán sí que menos. Así las cosas, a Juancho Polo lo dieron como ganador de este desafío, y como premio le obsequiaron un cadenita o soguillita, tal como lo afirmó José Cárdenas, quien no refirió si la cadenita la habían acompañado de una medalla.
Cuando a Juancho Polo le estaban entregando el premio ganado en franca lid, en la radio, debió ser Emisora Atlántico, que era donde “El Jilguero de la Sierra” se presentaba dos veces por semana, dieron la infausta noticia de que Guillermo Buitrago había fallecido. Todos los que se encontraban reunidos en “La Nave” entraron en shock. No se lo podían creer.
Después de un largo silencio donde todos empezaron a lamentarse de la inesperada muerte del “Jilguero de la Sierra Nevada de Santa Marta”, Juancho Polo Valencia con su acordeón en el pecho le pidió a Miguel Peña que lo grabara, ya que en su local contaba con una cortadora de acetatos que era empleada por estos acordeoneros para grabar sus temas. Y en medio de la conmoción del momento Juancho Polo le dedicó este sentido paseo a Buitrago, del que Cárdenas se quedó con una copia de esta grabación que guardó por muchos años:
“El 19 de abril/ yo estaba tomando trago ((bis)/ este “son” es para Buitrago/ porque acaba de morir (bis)// Cuando Martínez este ausente/ lo mismo está Abel Villa (bis)/ lo saben en Barranquilla/ Buitrago está en su gran muerte (bis)// Vamos a sentir muchachos/ vamos a sentirlo todos (bis)/ esa muerte de Buitrago/ la recuerda Juancho Polo (bis)//”.
Y aunque esa noche no hubo más intervenciones, en el ambiente de “La Nave” quedó retumbando parte de las estrofas que con anterioridad habían cantado Abel Antonio, Luis Enrique y Juancho Polo, y que en ese fatídico momento, por igual, cobijaba a Guillermo Buitrago, ya que a su alrededor fue donde se tejieron esos odios y esas intrigas: “/…Abel Antonio/ no lo dice solo /se acabaron las intrigas/ ya se acabaron los odios…// Que digan lo que digan/ eso digo yo/ se acabaron las intrigas/ ya esto se acabó/”…”/…te saludo sin intrigas/ sin intrigas te saluda Luis Enrique/ se acabaron los piques/ que teníamos en Barranquilla/”… /lo saben en Barranquilla/ Buitrago está en su gran muerte/ lo saben en Barranquilla/ )// Vamos a sentir muchachos/ vamos a sentirlo todos/ esa muerte de Buitrago/ la recuerda Juancho Polo//”.