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Ildefonso Ramírez Bula: “Los colores de una rosa jardinera”

Al compositor villanuevero le grabaron artistas como Los Hermanos Zuleta y Jorge Oñate, a quien le dio su mayor éxito, “Rosa Jardinera”.

Félix Carrillo Hinojosa*
17 de julio de 2024 - 10:30 p. m.
Ildefonso Ramírez Bula nació el 5 de septiembre de 1951 en Villanueva, La Guajira.
Ildefonso Ramírez Bula nació el 5 de septiembre de 1951 en Villanueva, La Guajira.
Foto: Cortesía Félix Carrillo

Los centros literarios

Al iniciar sus estudios primarios en el Colegio Liceo Colombia del inolvidable Rafael Peñaloza López, ya traía prendida la chispa musical que se volvió una realidad en los centros literarios del Colegio Roque de Alba, que terminó convertido en el sitio indicado para mostrar el potencial que tenían sus alumnos en las diversas manifestaciones artísticas que se daban en la tierra Guajira de Villanueva.

Sobre ese momento determinante en todo ser, Ildefonso reproduce lo que le contaron sus mayores: “Nací un cinco de septiembre de 1951. Fue un miércoles a las cinco de la tarde, cuando le entró a mi madre los dolores mientras estaba pilando el maíz para hacer las arepas del día siguiente. En esa época nos recibía las comadronas que tenía el pueblo. Mi infancia la viví en el barrio el cafetal con mis compañeritos donde tuve una infancia feliz donde los juegos infantiles de la época eran la pelota de trapo, el chuseleco, carritos de javillas. En la adolescencia, hice el oficio que las algodoneras propiciaban, entre ellas, la de recolectador con lo que ayudaba en la casa, la compra de útiles escolares y la muda de ropa para estrenar en septiembre la fiesta del patrono Santo Tomas”.

Su inquietud por la música se hizo más visible al escuchar a los músicos Alfredo Gutiérrez, los Playoneros del Cesar, Aníbal Velásquez, Calixto Ochoa, Alejo Durán y Luis Enrique Martínez, los que más tenían divulgación en emisoras de la provincia, pero lo que empujó a soltar toda la música que tenía represada en su alma musical, el hijo de Eusebia Bula Díaz una hacedora de tabacos conocida en toda esa población como ‘la tabaquera’, quien le entregaba a su muchacho todo lo que ella hacía con tanta dedicación y que este repartía en las tiendas de Manuelita Baquero y ‘Chebo’ Palacios, mientras su padre Rafael José Ramírez Vallejo desmontaba los potreros de las fincas de sus paisanos. Todas estas labores la hacían con el único propósito de sacar adelante a su familia, que sumada a las constantes cantadas que hacia su compañero de estudios Enrique Ramos Churio, a quien primero le escuchó hacer unos versos que les hacía creer eran de su autoría que al escucharlos tenían melodías ajenas y ya estaban grabadas.

Todos, incluido Ildefonso, le hacían saber que la melodías usadas no eran de su autoría y que eso no tenía gracia usar lo ajeno. Cada vez que eso pasaba, él pensaba, ‘Yo puedo ponerle música y letra a lo que me pasa, a lo que acontece en mi pueblo’, mientras hablaba en voz alta esa idea, cubría el trayecto que había entre su colegio y la casa donde vivía. Se volvió tan repetida ese accionar de su compañero de estudio, que un día sin pensarlo dos veces, los sorprendió a todos, incluido él que no salía de la dicha que sentía al cantar unas obras, muchas de ellas, aún inéditas como ‘No me olvides’, Vilma’ y ‘Ranchito viejo’, con las que rompió el hielo y entendió que su rumbo estaba por los caminos de la música.

La despedida musical

Al cierre de 1972 año en que terminó el bachillerato, todo lo que había compuesto se maduró de tal manera, que se llenó de valor y le cantó a todos la obra ‘Paso a paso’, un paseo que llamó la atención de Antonio Serrano Zuñiga, el rector del colegio que sirvió de escenario determinante para estrenar esa canción convertida en un regalo para cada uno de sus compañeros y de todos los padres que lucharon para que sus hijos se pudieran graduar.

Ese relato lo testimonia su creador, ‘Este canto nació cuando estudiaba la secundaria en el Colegio Nacional Roque de Alba. Ya venía haciendo ciertas composiciones para culminar el sexto grado, que hoy se conoce como once grado, las cuales cantaba en el centro literario, donde muchos compañeros me acompañaban en el coro. A final de año nos cae el desespero por terminar los estudios de bachillerato y nos dividimos unos cuantos alumnos en grupos de 8 en total. Estuvimos en una semana de estudio, que en la época era como una forma de calentamiento y preparación para posteriormente presentar los exámenes. Pensando en que nos íbamos a separar, decidí hacer un canto que nos hiciera unir y recordar por siempre ese cierre escolar. Una tarde en el palacio municipal de mi tierra, empecé a silbar una melodía, que entre más lo hacía más me gustaba. Era costumbre entre nosotros, estudiar en grupo hasta las ocho de la noche, después irnos a parrandear y poner serenata con un acordeoncito de dos hileras conocido como guacamayo que le compramos a José Granados, porque antes lo hacía con una violina, dulzaina o armónica, el cual aprendió a tocar en menos de una semana. Siempre hacíamos la serenata con trozos de las canciones que estaban sonando y eran de nuestro gusto. Cada quien cantaba su verso hasta completar la canción y luego salíamos a cumplir nuestro cometido serenatero. En una de esas salidas que se hacían los sábados, estaba con nosotros Carlos Nuñez de San Juan del Cesar, quien tenía una voz potente y voluminosa al estilo de Jorge Oñate, quien al conocer la obra inédita ‘Paso a paso’, brincaba emocionado y más cuando supo que el autor era yo. Eso afianzó mi interés y para el cierre de nuestra graduación la presenté con la aceptación de todos, en especial del rector Antonio Serrano Zúñiga, quien me dijo que podía ayudarme con los músicos Norman Blanco, Adolfo Echeverría, Egidio Cuadrado. Ante ese ofrecimiento le dije, que quería que esa obra llegara a oídos de los Hermanos Zuleta Díaz’.

Ese segundo año de la década del 70′ lo marcó todo en la vida de Ildefonso Ramírez Bula. Vio despedir a sus compañeros que tomaron rumbos distintos, al rector que le prometió salir del anonimato como creador de música, pero también, enfrentar su propia realidad, enmarcadas en la imposibilidad de seguir una carrera como quería porque la falta de dinero le dio un portazo en toda el alma de luchador que tenía. Se paró en uno de los altos sardineles de su pueblo y decidió hablar con él. Tenía veintiún años, quería ser alguien de orgullo para sus padres y hermanos. Tomó la mejor determinación que con dignidad ha llevado. Decidió ingresar al magisterio colombiano y formarse en la enseñanza de primaria, sin dejar de lado la composición que nutría su espíritu.

Su rumbo musical

El año de 1973 sirvió para que el inédito creador se estrenara como una de las buenas esperanzas musicales, que se podían mostrar a través de su obra cantada por Tomás Alfonso y Emiliano Alcides Zuleta Díaz quienes le pusieron ese sello que los ha acompañado, para que esa canción se levantara como una muestra costumbrista evidente, que cantaba su sentir, pudiera contara su sentir cuya vigencia se renueva cada vez que un grupo de alumnos quiere homenajear a sus padres y por qué no, auto homenajearse por lo duro que implica ganarle a las dificultades.

‘Gustavo Bula un primo mío se aprendió la canción y en una parranda donde se encontraban esos paisanos la cantó, lo cual llamó la atención de Poncho Zuleta, quien preguntó de quien era ese canto. Al saber que era mía le dijo a Gustavo, ‘dígale al primo Ildefonso que vaya a Valledupar’. Allá me presenté y después de escucharla toda, me sugirió cambiar donde nombraba a mis compañeros para hacerle más comercial. Así se hizo y logré estar en ese tercer producto que ellos hicieron con una obra que cayó bien en los medios y ante todo en mi tierra. Sus versos cuentan una realidad que vivimos en ese momento’, ‘Oigan amigos cuando escuchen acordeón / y de sus notas salgan aires vallenatos /vendrá el recuerdo con un poco emoción /de aquellos días que para todos fueron gratos/después vendrá un dolor /recordando, recordando/nos dividimos y cada cual cogió un sendero /y que la suerte sea muy buena compañera/pa’ que más tarde nos vuelvan a unir de nuevo/y recordemos nuestras noches parranderas/si somos algo bueno/se le debe a viejo y vieja’, creación que consolidó a los intérpretes, pero que además, le dio la bienvenida a la fertilidad de un creador que no tiene muchas obras creadas y grabadas pero las que ha compuesto sirven de buen ejemplo, porque hablan de un narrador sincero, del alumno que dejó de serlo para convertirse en un portento el cual no se dejaría tentar por los engaños que brinda la fama, el mismo que terminó por creer que la cantidad no es proporcional a la calidad y que el creador no debe dejarse cambiar por los logros que lo lleva a dejar de parecerse a su tierra. Su obra estaba llena de dolor evocante, de esperanza aleccionadora y de una fuerza humana que bien vale la pena analizar, que habla de una tierra fructífera y de un creador sencillo, sin aires de grandeza en donde el ego perdió el año para darle paso a la humildad de corazón.

Un festejo lleno de tristeza

Para el 9 de julio de 1973 lo que era alegría para la vida de Ildefonso por ese primer peldaño construido que empezaba a moldear el edificio musical que anhelaba hacer, se llenó de dolor ante la partida de su señora madre. Su vida estaba cubierta de un luto profundo, lo que generó diversos comentarios entre sus amigos de infancia, convertidos en unos parranderos que junto a él alegraban los barrios de su pueblo. Más de uno le recriminaba su silencio, que un ‘Paso a Paso’ no se repetiría y su fuente de inspiración se había quedado atrás. Muchos aseguraban que lo de él era pura lluvia de verano. Todos esos comentarios le daban duro y más que tocarle su yo, él decidió hacerle un homenaje a la partida de su madre y al amor que ya no estaba en su vida. Aprovechó la llegada de diciembre para cambiar su vestidura llena de tristeza y darle rienda suelta a su inspiración y construir el paseo ‘Rosa Jardinera’, una de las páginas musicales que se consolidó en el gusto popular, de los críticos y melómanos de ese género musical que pone a su creador contarnos lo que encierra esa obra: ‘Esa obra contiene una primera parte que toca el dolor que sentía por la muerte de mi madre y la segunda, recoge lo que significó Arelis Cuadrado una novia que tenía, una morena muy elegante, simpática, a quien no cuidé como debía, ante ese hecho, amenazaba con marcharse porque yo andaba enredao con otros amoríos. Muchas veces terminamos y luego volvíamos. Me metí en la Sierra como docente durante dos años. Esa obra la quise presentar en el Festival de la Leyenda Vallenata, por eso se la di a mi primo Gustavo Bula para que la inscribiera, situación que no hizo y me hizo echar el viaje a Valledupar en vano. Ante ese detalle, le dije que fuéramos donde ‘Poncho’ para entregársela. Fuimos hasta el hotel Sicarare donde se la cantó primero Gustavo y luego lo hice yo, con el comentario de ‘Poncho’, quien dijo que la grabaría con el sentido en que la expresaba. Me fui para Villanueva y subí a la Sierra a cumplir con mi deber de profesor. Para las fiestas patronales de Santo Tomás el 25 de septiembre. Estando con mis amigos tomando cerveza se presentó Jorge Oñate en un carro que por poco nos atropella. Nos invitó a unos tragos y que quería hablar conmigo sobre la canción ‘Rosa Jardinera´. Nos trasladamos a donde ‘Cristinita’ Hinojosa la madre de Egidio, lugar a donde llegaban los músicos. Allí Jorge me dijo, ‘Sé que los Zuleta te grabaron esa canción. Ya grabé mi LP que se va a llamar ‘Patillalero de Cepa’, pero si me firmas el contrato que envía CBS puedo ponerle el título de tu canción, además, ahí te envía esa compañía un anticipo. A mí lo que me motivó fue que dos grupos, los más queridos en nuestra música se estuvieran disputando esa obra y la grabaran. Nos trasladamos a Telecom y desde allí Jorge se comunicó con los directivos de esa disquera, donde les dijo, que estaba con el autor de la obra ‘Rosa Jardinera’ y el título de su disco no sería el que habían acordado sino el de esa canción. Al salir Jorge, primero que ‘Poncho’ y ver el título de mi obra en ese producto, los hermanos Zuleta decidieron sacarla’.

Persiguiendo Musas

Al abordar la vida creativa de Ildefonso Ramírez Bula, la misma nos lleva de la mano a mostrar el retrato de sus musas perfilada en cada una de sus creaciones. La que más sobresalió en su mundo creativo es Arelys Leonor Cuadrado Toncel, tan Villanuevera como él y recién fallecida, a la que el joven compositor le hizo tres cantos que representan iguales tiempos de lo vivido por ellos. Cuando se evoca ese hecho, la nostalgia se dibuja en el rostro del creador, de la que se sobrepone para decirnos, ‘Lo nuestro fue un amor sano que comenzó en 1972. Fuimos dos jóvenes sin experiencia. Tenía veintiún años no cumplidos y ella quince, que nos llevó a vivir los avatares de la vida, donde al final, lo quedó fueron los tres cantos que sobre nuestras vidas compuse. Hubo mucha alegría que terminó derrotada por la tristeza de nuestra separación, que se sumó a la partida de mi madre a quien le guardé luto por mucho tiempo y en donde ese amor me ayudó a salir de ese inmenso dolor. De todo eso surgió el canto ‘Rosa Jardinera’, un paseo que inmortalizó Jorge Oñate con los Hermanos López’.

Esa obra recoge en esencia, un tiempo fundamental en la vida de la música vallenata, del creador, la musa y los seguidores de ese movimiento cultural que tanto arraigo tiene en Colombia. Es un canto que tiene cincuenta años de haber sido grabada, que simboliza una crónica del dolor de un hijo por la partida de un ser querido y la de un amor contrariado que se perdió por tantas razones, en donde es a diario contada su historia por quienes la conocen, y aquellos que la escuchan y bailan, sin saber la realidad se quedan con sus versos, los cuales dicen muchas verdades, ‘Hay grandes penas que hacen llorar a los hombres/a mí en la vida me ha tocado que pasarlas/fue cuando se enlutaron mis canciones/hasta llegué a pensar que ya mi fuente se secaba/pero llegó el compositor que no cantaba/regando con sus canciones florecitas/hoy ya de nuevo se escucha en la madrugada/ese bullicio de un parrandero que grita/Jue y jue/¡Ay! ombe uepaje/es el grito de mi tierra alegre/¡Ay! ombe uepaje/un grito que hace llenar el alma/de tanto sentimiento que uno tiene/y mi tierra querida lo reclama/miles razones tenías rosa jardinera/te marchitarte si ya yo no te regaba/al verte sola convertida en veranera/siendo que en primavera de tu aroma yo gozaba/pero volvió el compositor que no cantaba/regando con sus canciones florecitas/hoy ya de nuevo se escucha en la madrugada/este bullicio de un parrandero que grita/¡Ay! ombe uepaje/es el grito de mi tierra alegre/¡Ay ombe uepaje!/un grito que hace llenar el alma/de tanto sentimiento que uno tiene/y mi tierra querida lo reclama’.

Para el 2008, en el álbum “Sólo clásicos” grabado por el cantante Peter Manjarrés con los acordeones de Emilianito Zuleta Díaz y Sergio Luis Rodríguez, aparece su obra ‘Rosa Jardinera’ revestida con un nuevo aire musical, cuyos arreglos refirman su clasicismo y se convierten en la décima versión.

Cantos de dolor

El mundo de esa relación se oscureció de tal manera, que a los dos les cubrió la desbandada de un sentimiento que era una sola persona. Todo se volvió resentimiento y eso sirvió para hacer de esa relación una expresión distante para ambos. Ella viajó lejos, en donde el recuerdo no la aprisionara y él volvió canción todo su dolor.

A las canciones ‘Ruiseñor herido’ se sumó el paseo ‘Triste y solo’, grabada esta por primera vez, por Andrés ‘El Turco’ Gil y Plinio Rico y después en Venezuela por Enrique ‘Kike’ Ovalle y Rafael Romero Ospino, obra que no tuvo la trascendencia de los cuatro cantos cumbres, que le dieron el pasaporte necesario al creador Ildefonso Ramírez Bula para consolidar su nombre entre los destacados creadores de ese vallenato natural como su hacedor, pero que ‘Si ella se fue que le vaya bien/que yo me quedo aquí solito/a mí me ha dado un guayabito/y si me quiere a ella también/me refugié en la soledad/porque a veces la siento amiga/y hasta el silencio me lastima/porque te escucho y tú no estás/llora corazón/llora más y más/y tienes amor/debes de esperar’.

Para pensar un poco

Para el año de 1975 el canto de Jorge Oñate con el acordeón de Emiliano Zuleta Díaz, le dicen al mundo de la música vallenata que el hombre de ‘Paso a Paso’ y ‘Rosa Jardinera’ seguía vivo con la musa activa para regalarnos el paseo “Terco Corazón’ que es canto reflexivo, sanador y aleccionante que recoge las voces de los mayores para indicar mejores rutas en el comportamiento, es una autocrítica llena de sabiduría que impulsa a un repensar la vida que debe llevarnos la construcción de un mejor ser humano, porque en el pensar de muchos de sus paisanos, que conocen como los que más su vida, se atrevieron a decir que la educación ganó a un dedicado profesor que hizo todos los recorridos de la enseñanza al tiempo que se perdió un autor y compositor que pudo crear muchas cientos de canciones más. Solo quien lo vive es quien está llamado a contarlo, lo demás son historias remendadas que se destiñen apenas las lavan y las ponen a secar al sol. Lo cierto es que él, nunca quiso dejar su tierra. No se dejó llevar por lo que decían sus coterráneos y los medios sobre sus canciones que caminaban por variados lugares del mundo. Lo cierto es, que en medio del amor y desamor, la alegría y tristeza, del amanecer y la noche que hacen de la vida un arrebol incomprendido en muchos casos. Lo real de todo eso que se quiera decir sobre el apego de Ildefonso Ramírez Bula para con su tierra, es un claro ejemplo que existen personas que lo tienen todo para irse a recorrer el mundo pero que el llamado de la tierra los jala de tal manera, que se entregan a ser como ella y a vivir muy adentro sus llantos y alegrías, “¡Ay!, terco corazón ya te volviste a enamorar/te hacen sufrir bastante y después estás arrepentido/ya no te acuerdas cuando estabas en olvido/y decías que lo mismo no te volvería a pasar/en ese caso ya estás prevenido/por si el intento te vuelve a fallar/amar es un calvario y muchas veces recibir/reveses de la vida en compañía de desengaños/tantos golpes de tristeza y de sufrir / y vienes a salirme con que ahora estás amando/claro que razones no te han faltado/porque ahora creo que supiste elegir/pueda ser que mañana no te vaya a suceder/lo mismo que hace tiempo te ha podido lastimar/y si te vieras en ocasión de caer/sería de más valor que te volvieras a parar/y nuevamente volver a empezar/como hace el sol en nuevo amanecer”.

Amores a montón

Entre sus tantos amores regados por los barrios de su tierra, Nancy Lagos fue una adolescente de 17 años, quien se prendó del creador para vivir un romance a escondidas con el compositor del momento, pero que después de enterarse de la vida que llevaba su novio, decidió alejarse al ver que tenía dos damas que le competían el amor del hombre que quería. En ese rol había muchas jovencitas a quienes no solo les gustaba el creador sino la obra que escuchaban. Él como cualquier chupaflor libre, libaba las más bonitas flores del inmenso jardín de ese lugar.

Con el canto ‘Ruiseñor Herido’, el creador Ramírez Bula decidió sellar su historia de amor con Arelis Cuadrado, que dejó en ambos unos golpetazos afectivos que en ella la instó a viajar lejos y a él, componer un lamento que contaba lo que estaba aconteciendo en todo su ser. Si por los lados de ella llovía a cantaros por el territorio de él no escampaba.

De todo lo que dejó esa despedida, están los versos de pájaro cantor que lo desalojaron del nido romántico que tenía, versos que bien supieron recoger los hermanos Zuleta Díaz al reproducir el canto de un enamorado mal herido, “Cuando supe que muy solo me dejabas/quise volverme loco en mi tormento/yo que siempre fui feliz en mis parrandas/muy alegre y bullanguero todo el tiempo/y mis sones te cantaba con el alma/ahora me encuentro solo y ya muriendo/y estoy ni el ruiseñor herido/con honda tristeza en el pecho/que voy a hacer si todo está perdido/ te di mi amor y recibo desprecios/como cosa pasajera fui dejando/a ver si con el tiempo olvidarías/y en mis noches de reposo te sentía/como si siempre estuvieras a mi lado/pero al verme abandonado me reía/al ver que sólo te había imaginado/y así me verán afligido/si ya se fue mi compañera/en otros tiempos ella me daba alivio/ahora no tengo quien de mí se duela/la agonía termina el resto de mi vida/y ya se aleja el ruiseñor herido/y en el alma una melodía sentida/ que aunque sabes que se pierde en el olvido/pero si tú lo escuchas negra querida/ sabrás que siempre te llevo conmigo/”Pa’ Dios digo a mis alegrías/ si al fin el dolor no ha cedido/ miren que triste realidad la mía / quise vencer y resulté vencido”

La vida sentimental de este creador se repartió en muchos amores, en donde al final, cada uno de ellos, cogieron rumbos distintos que pesaron en el comportamiento bohemio que había mantenido su protagonista. De ‘La rosa jardinera’, el ‘Ruiseñor Herido’, ‘Confesión’ y ‘Culpable’ de cuyas musas protagonistas ya no existe nada hacía él, solo quedan las obras que inmortalizaron esos amores y la narrativa del autor transitando por diversos escenarios.

De todos esos golpes amorosos que machacaban el sentimiento de Ildefonso, en donde fueron ejes centrales su esposa Flor María López Torres con quien tiene a Tomás Rafael, Ildefonso, Eusedes y José Roberto y luego, o lo que tuvo con Olga Pava Torres, del que nacieron Ricardo e Ilderafael, sin que en ninguno de ellos se asomara un vestigio musical que le diera continuidad a lo hecho por su padre. Siente que los años dedicados a su pasión por la docencia en la Institución Educativa ‘El Gol’ que se nutrió con otros estudios profesionales que lo llevaron a mejorar su escalafón y pensionarse.

Su presencia en el Festival

Se presentó cuatro veces en el Festival Cuna de Acordeones de su tierra natal, sin lograr puesto alguno, hecho que lo llevó a no presentarme más en ese concurso y en los de otros pueblos, al igual que ser jurado, porque le ha dejado un sin sabor que no se compadece con lo que significa como creador y ante todo como ser humano.

Este hecho y cada uno de esos momentos amorosos y después de vivir serios quebrantos de salud, para por un momento interesante al lado de su compañera Noralba Ramírez Martínez, donde llevan una vida sentimental reposada, con la que considera cerrar muchos ciclos de su vida. ‘Los momentos que estoy viviendo al lado de ella, renuevan mi espíritu musical y afectivo, en donde considero que estoy enamorado como si fuera el muchacho que inició su mundo musical haciendo versos con la experiencia de los años que tengo’.

Mientras la vida continua para Ildefonso y Noralba, el mundo de sus creaciones sigue esperando la oportuna aparición de las buenas voces del canto vallenato esencial, ese que sabe a tierra mojada, a sierra, a campo natural, a mano amiga y a amaneceres llenos de música para que muchas de ellas salgan del anonimato.

*Escritor, Periodista, Compositor, Productor Musical y Gestor Cultural para que el Vallenato tenga una Categoría dentro del Premio Grammy Latino.

Por Félix Carrillo Hinojosa*

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