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Una de las pocas cosas que pueden afirmarse con certeza sobre el rock hecho en Colombia es que, desde sus orígenes a finales de los años cincuenta del siglo XX, la representación de la violencia y la muerte ha sido un elemento central y definitivo, ya sea en el plano lírico o en la identidad visual de las bandas y artistas: masacres, fosas comunes, desapariciones y otros eventos que han definido la parte más oscura de la vida en este país, han sido asimilados por el rock y otros géneros cercanos. Desde la época psicodélica de Los Speakers, pasando por la prolífica escena del metal de los ochentas, hasta llegar a la diversidad que caracteriza los proyectos contemporáneos, en cada eslabón de esta historia discontinua y casi heroica se ha vuelto la mirada hacia esa dimensión macabra y persistente de la vida en Colombia.
La historia, según algunos, es circular. Lo que una vez fue, se repetirá hasta la saciedad. Como se lee en el Eclesiastés: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol”. El recrudecimiento de la violencia en Colombia durante los últimos dos años parece ponernos de frente ante la inevitable repetición de escenarios ya conocidos que, evidentemente, no hemos sabido trascender. Parte de esta historia ha sido contada a través de canciones que nos han acercado a estas realidades, algunas veces de forma cruda y visceral, otras de forma cínica, irónica o humorística. Sin ánimo exhaustivo, proponemos una playlist que traza un panorama sobre las distintas formas en que la muerte, la guerra y la violencia han sido representadas en la música de nuestro país. Esta lista, arbitraria como todas, se centra especialmente en el rock y el rap, pero no pretende desconocer que desde otros géneros como la salsa, la cumbia o el vallenato se han escrito obras de incomparable valor musical y documental en este asunto de la representación de la violencia.
Brutales masacres / Masacre (Reqviem, 1991/Osmose Productions)
En el caso particular de Masacre, escoger una canción que muestre de forma cruda la violencia y la barbarie es hablar al tiempo de toda la propuesta estética de esta banda antioqueña que hoy es un referente mundial del Death Metal. Su obra entera se ha basado en una exploración honesta y sin censura de la muerte violenta como destino de muchos en este país. Mezclando esas imágenes del terror e imaginería religiosa con energía instrumental arrolladora y una voz gutural portadora de siniestras profecías, Masacre ha dejado un enorme legado musical que resulta definitivo para comprender por qué las vertientes más extremas del metal han calado tan hondo en este país. El tema Brutales masacres, incluido en su disco del 91 Reqviem, es una descarga de guitarras afiladas, saturadas, y baterías apocalípticas. En un momento de gran intensidad, Alex Oquendo canta: “Brutal masacre cobra al vacío/ cuando son asesinados seres vivos/ ahora los campos están solos/ y sus bosques ensangrentados/ mientras cientos de féretros/ desfilan por Colombia”. Resulta delirante que estas palabras, casi treinta años después de haberse escrito, sigan estando tan vigentes.
Si la guerra es buen negocio, invierte a tus hijos / Los Speakers (El Maravilloso Mundo de Ingeson, 1968/Producciones Kris)
A pesar de que en su obra temprana estuvieron más inclinados a la imitación de agrupaciones anglosajonas, en su quinto y último disco esta banda bogotana se aventuró con la experimentación psicodélica y la creación de canciones propias que abrieron todo un horizonte de posibilidades para otros artistas colombianos. El resultado de este experimento fue El Maravilloso Mundo de Ingeson, clásico indiscutible de la psicodelia bogotana de los sesentas. Además de pavimentar el camino de grandes músicos como Humberto Monroy o Roberto Fiorilli, que serían claves en el desarrollo del género en nuestro país, este disco contiene una canción que podría ser pionera en cuanto a la problematización del tema de la guerra y la violencia en el rock hecho en Colombia: Si la guerra es buen negocio, invierte a tus hijos, una composición de Humberto Monroy a medio camino entre la extravagancia psicodélica, la ronda infantil y el relato crudo de la guerra.
Soldado mutilado / La Pestilencia (Las Nuevas Aventuras de…, 1993/Mórbida Productions)
Cuatro años después de su debut y con la salida de Héctor Buitrago de sus filas, la agrupación de Dilson Díaz editó su segundo disco en el que ratificó el sonido crudo, pesado y directo que ya habían propuesto en La Muerte… Un compromiso de todos (1989). La primera canción del disco, Soldado Mutilado, se convirtió en un infaltable en las presentaciones de la banda y en uno de los clásicos de su catálogo. Un tema de hardcore punk sin concesiones, político en el sentido más radical del término. De su letra queda una frase que resume de forma muy certera la realidad de muchos que deciden cuestionar el orden: “Retroceder es vivir, enfrentarse es morir”.
El platanal / 1280 Almas (La 22, 1996/BMG Culebra)
Puesta de nuevo en vigencia por la reciente aparición de su tema Soledad Criminal en la serie de Netflix El Robo del Siglo, la agrupación bogotana 1280 Almas estuvo en el centro de la escena noventera del rock colombiano. Su explosiva mezcla de punk, ska, reggae y ritmos tradicionales colombianos, sumada a las letras que contaban historias de la calle, de la vida cotidiana en un país siempre al borde del colapso, les valió un lugar en el panteón de las grandes bandas de la época. En su tercer disco, La 22, las Almas se embarcaron en un proyecto más ambicioso y experimental que sus trabajos anteriores. Alejándose un poco del sonido crudo y punkero, en este álbum se acercan más al reggae e incluso a sonoridades de la música tropical a través de la percusión de Leonardo López. Explorando temas diversos, sus ejes conductores son la soledad, la muerte y la violencia, tal y como se aprecia en El platanal, una composición sobre las fosas comunes y la muerte en el anonimato.
Que me devuelvan la tierra / La Muchacha (Canciones Crudas, 2020/In-Correcto)
Probablemente uno de los discos más relevantes de este 2020 en Colombia, Canciones Crudas es el segundo trabajo de la cantante y compositora manizalita La Muchacha (Isabel Ramírez Ocampo). Sincero, sencillo y pertinente, este álbum muestra influencias de la canción latinoamericana al estilo de la Violeta Parra y de la vanguardia de Edson Velandia, pero con un estilo muy distintivo que le permite dibujar, entre otras realidades, escenas nada bucólicas sobre la vida en el campo y las dinámicas entre despojo y reivindicación que han marcado la vida en las zonas rurales de Colombia. Que me devuelvan la tierra es una de las canciones más emotivas del disco, un canto sobre el arraigo enfrentado a la imparable máquina de despojo que ha definido la desigual repartición de la tierra en este país.
Siervo sin tierra / Aterciopelados (El Dorado, 1995/BMG Culebra)
En retrospectiva, la década del noventa se revela como la madurez del rock hecho en idioma español, sea lo que sea que signifique esta categoría elusiva y a veces perversa. Luego de una larga etapa formativa que sirvió para que grandes como Spinetta o Charly García sentaran las bases, las bandas y artistas asociados al género en países como México, Colombia, Chile o Argentina trascendieron su ámbito de influencia y lograron consolidar una propuesta de diálogo efectivo entre el formato del rock anglo y las sonoridades y temas más significativos del contexto local. Dentro de este periodo épico, El Dorado de Aterciopelados fue una especie de punto culminante de una larga historia de luchas, aciertos y derrotas. Un disco local y cosmopolita a un tiempo, diverso pero cohesionado, político sin ser panfleto, arriesgado pero comercial. Aunque la violencia, la guerra y la muerte transitan por varias de sus canciones, Siervo sin tierra es un ejemplo de cómo la música de Aterciopelados incorporó la tradición musical de los Andes colombianos, exaltando de paso la imagen del campesino desplazado en este título que remite a la novela homónima de Caballero Calderón. De este disco se destaca también la breve pieza punk Pilas, una instantánea sobre los escuadrones de “limpieza social”, una forma eufemística de referirse a las brigadas de muerte que cada tanto reaparecen para tratar de imponer su estrecha visión de la moral y el orden.
Paracolombia / Biselad (Siempre se me olvida lo que quiero decir y decir esto también se me olvida, 2020)
Biselad es uno de los proyectos más singulares de la escena del rock contemporáneo en Colombia. Compuesta por músicos muy virtuosos y polifacéticos, esta banda propone una experiencia sonora muy novedosa que se mueve entre el jazz, el punk, la música andina y el rock progresivo. Sus letras, políticas y sofisticadas a un tiempo, muestran una visión reflexiva y elaborada de la vida cotidiana en un país marcado por la violencia, la corrupción y las desigualdades, pero que al mismo tiempo puede permitir una experiencia gratificante y compleja. En este tema, Paracolombia, cierta agresividad punk se entreteje con el jazz y el rock progresivo en una composición que no deja dudas – usando incluso algunos nombres propios - sobre la lectura que hace de nuestra realidad política.
Polombia / El Kalvo (Galguerías, 2020)
Galguerías explora la faceta más política de este artista, una voz fuerte que viene abriéndose paso en el rap hecho en Colombia, una escena que ha visto un desarrollo muy sólido. Galguerías es rap fuerte, urbano, agresivo. Según cuenta Santiago Cembrano, es un EP concebido como la contraparte de Bitute, que explora un costado más introspectivo de este músico bogotano. En esta canción, Polombia, El Kalvo traza un panorama irónico y humorístico sobre el presente político de Colombia, que visto desde esta canción resulta como un sainete que causaría risa de no ser tan macabro. Los instrumentales y scratches de Mismo Perro, uno de los más relevantes productores de la escena actual, le imprimen ese sonido urbano, casi futurista, a este tema. A pesar de que se ha construido un estereotipo sobre el rap como tribuna de denuncia social y política, este género en Colombia se ha movido más bien en el ámbito de lo personal, evitando caer en clichés. En esta ocasión, sin embargo, esta aproximación a la dimensión política es sofisticada e inteligente y cargada de humor negro.
La muerte de Jaime Garzón / Edson Velandia (Karateka, 2016/Cinechichera)
Edson Velandia es un trovador, un juglar, un poeta popular, un vanguardista. Desde su trabajo con Velandia y La Tigra, su trayectoria musical ha mostrado un fuerte compromiso político, sin caer en el panfleto. Su aproximación a la música popular andina (la carranga, la guasca, el bambuco) y su incansable trabajo como gestor cultural ratifican la forma en que este artista ha sabido ser experimental sin ser incomprensible. Su composición en homenaje a Jaime Garzón es una muestra de la complejidad de su trabajo: la letra, estructurada a la manera de los poemas de Pombo en ese lenguaje falsamente elaborado, se suma a su estructura bizarra que mezcla la trova con una especie de punk destartalado y jazzero. Velandia se ha ido siempre de frente contra los poderosos y en esta canción da una perspectiva muy concreta y convincente sobre este fatídico hecho.
Pasaporte sello morgue / La Etnnia (El ataque del metano, 1995/5-27 Records)
El ataque del metano es la pieza fundacional del rap colombiano. Un disco crudo, agresivo, la banda sonora de una ciudad sitiada por el crimen. Desde la periferia de la ciudad y de la escena musical, La Etnnia cantó de frente sobre la podredumbre de una sociedad que solo expelía un hedor de muerte. En Pasaporte sello morgue no hacen ninguna concesión: la muerte y la injusticia están doblando la esquina; llegar vivo a casa después de un día cualquiera se convierte en una gesta heroica. Aunque resulta difícil seleccionar un tema de este disco, el corte Nieve de Colombia también marca uno de los puntos más altos de El Ataque del Metano: el narcotráfico y la hipocresía de la prohibición se describen sobre un sample que remite a Totó la Momposina. Muy pocos discuten el carácter precursor de este álbum y de esta agrupación. Si hoy en día el rap colombiano goza de tan buena salud, esto se debe en buena parte a que su historia se ha construido sobre las bases sólidas y contundentes que La Etnnia supo crear.
Odebrecht / Aguas Ardientes (Sencillo, 2019)
Con este sencillo, lanzado en 2019, la agrupación Aguas Ardientes logra una síntesis perfecta entre líricas sofisticadas, irónicas, llenas de humor negro y un sonido en clave bossanova que crea toda la atmosfera para relatar el monumental desfalco liderado por la empresa brasileña Odebretch. Sobornos a campañas presidenciales y periodistas, muertes de testigos por envenenamiento, amenazas y otros siniestros emprendimientos protagonizados por lo más selecto de las élites latinoamericanas son parte de esta canción. Además de su pertinencia, es una buena forma de adentrarse en el sonido de esta banda inclasificable, exponente de un género que ellos mismos denominan chirrifolk y que en el fondo es un viaje entre mundos en apariencia tan distantes como el punk, el joropo, los aires andinos, el blues, el country, el bluegrass, el jazz o la cumbia.