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Ismael Rudas Mieles y su mundo acordeonero

Hacemos un recorrido por la vida y obra del acordeonero Ismael Rudas Mieles, activo en la industria de la música vallenata desde la década de 1970.

Félix Carrillo Hinojosa*
20 de julio de 2024 - 08:32 p. m.
Ismael Rudas Mieles es originario de Caracolicito, Magdalena.
Ismael Rudas Mieles es originario de Caracolicito, Magdalena.
Foto: Festival de Acordeones

El niño de los mandaos

Sus padres, Ismael Rudas Jaramillo un trabajador de la madera por muchos años, natural de Remolino, Magdalena e Isabel Mieles Arrieta, de Barranquilla, Atlántico, dedicada a las labores del hogar, decidieron marcharse a Caracolicito, Cesar un caserío que tuvo en Martín Guerrero a su primer habitante en 1928.

Por ese llamado de la música, en donde los Rudas han tenido una supremacía por tocar todos los acordeones, decidió dejar su labor de aserrador y dedicarse a escudriñar los secretos que encerraba al dañarse ese instrumento. El tiempo lo convirtió en el mejor de toda esa región, por lo que acudían muchos de los intérpretes que luego harían su historia musical.

En medio de esa cita constante, en que se convirtió llevar los acordeones para sus respectivas operaciones, la nueva aldea creció como el punto ideal de encuentro para una música que poco o nada significaba. Allí en medio de esa entrega y luego retirar esos instrumento, había un infante de tan solo cuatro años de edad, quien había nacido en esa tierra llena de migrantes llegados de distintos lugares, el 3 de enero de 1948, quien con el tiempo se convirtió en un referente especial en la música vallenata.

Su padre había notado, que cada vez que se abría y cerraba un acordeón el niño movía su cuerpo y abría los ojos con entusiasmo. Ante este hecho decidió construir un pequeño acordeón negro de una hilera con siete notas. El pequeño encontró el regalo perfecto para estar a toda hora, en busca de los secretos que siempre tendrán esos aparatos llenos de sonidos musicales.

‘El Cachaco’ de la tienda

En ese nuevo asomo de pueblo se crearon unos puntos estratégicos, con el que se buscaba tener cerca todo lo que se necesitaba. De Chaparral, Tolima, llegó Luis Granobles, quien en menos de lo que canta un gallo fue bautizado como ‘el cachaco’, quien creó la primera tienda. Allí el niño que disfrutaba de las parrandas y al que mandaban a buscar la botella de ron caña, terminó convertido con el pasar del tiempo en un adivinador de los estilos que tenían los músicos que llegaban donde su padre; hecho que aprovechaba Grannoble para hacer sus apuestas con aquellos que se embriagaban en su tienda. Cada mandado que hacía era una apuesta que se ganaba con la sabia decisión del infante, porque cada botella que se acababa la reemplazaban por otra y el conocimiento crecía para diferenciar el estilo entre unos y otros.

La estrategia del ‘cachaco’ Grannoble, era dejar que sonara el acordeón y preguntarles a sus visitantes, quién estaba tocando, hacía sus apuestas y al no saber los alicorados visitantes, aparecía la figura menudita del niño para decir quién era el acordeonero de turno. Ese aprendizaje lo convirtió en el único que podía distinguir los variados estilos de los músicos que llegaban para que su padre les arreglara el instrumento que se convirtió en su más fiel aliado.

Así como sabía los estilos, también reconocía sus nombres y apellidos, los cuales decía con tanto respeto, cada vez que llegaba un Juan Polo Valencia, Luis Enrique Martínez, Nafer y Alejo Durán, Dionisio Martínez, Julio de la Ossa, ‘Pacho’ Rada, Abel Antonio Villa, Calixto Ochoa o Juan López, éste último manejaba un camión rojo, corría a abrazarlos y a escucharlos con atención.

Para el año de 1943, los acordeones de una hilera estaban en desuso y fueron reemplazados por los acordeones honner de dos hileras, los cuales venían con el sonido de la escala completa y no tenían disonantes. Cuando empezaron a salir con disonantes, en el argot popular de los ejecutantes del acordeón, solían decir: ‘que el acordeón tenía en la parte última superior un botoncito al que llamaron ‘marica’.

Los acordeoneros decían, ‘este acordeón quedó marica’, se iban para donde el padre de Ismael, para que le quitara ese pito raro. Todos sin excepción lo hicieron, menos Nafer. Ante ese hecho, Ismael Rudas Mieles lleno de inquietud le preguntó: Naferito ‘¿Por qué no le quita a su acordeón el botón marica y se lo cambia?

Nafer se lo llevó al amplio patio, lo sentó en un taburete debajo de un palo de calabazo y le dijo: ‘No ismaelito, con ese botón que cayó en desgracia es que puedo completar toda la música para desarrollar la tonalidad menor. Ese día le enseñó un canto de Calixto Ochoa Campo llamado ‘Amor de madre’, cuyo verso dice: ‘Dichoso están en el mundo el que tiene su madre viva/después que ella se muere no hay otro cariño igual/porque el amor de madre es lo más grande en esta vida/por eso todo el tiempo lo debemos de apreciar/si la madre está viva los hijos están tranquilo/después que ella se muere no más queda el martirio’.

En medio de los recuerdos de muchacho, Ismael nos cuenta como aprendió a conocer la tristeza en contravía de la alegría que esos músicos brindaban. ‘En una ocasión, Luis Enrique Martínez, le dijo a mi papá, cuando le entregaba el acordeón ya arreglado, que por favor se lo probara porque no estaba de ánimos para tocar en ese momento, debido a que había tenido un disgusto con Rosita, su esposa, y eso lo tenía muy preocupado. Esa petición no fue aceptada porque mi padre no quería perderse la oportunidad de escuchar la magistral ejecución de uno de los más grandes del momento; y fue así como se prendió la parranda, situación que me sirvió para aprender a distinguir la gran diferencia entre las notas de un acordeonero triste y uno alegre, porque esa vez escuché a un Luis Enrique, que aunque su interpretación fue impecable en su digitación, no lo fue en su alegría picaresca y divertida, como en la que ya nos tenía acostumbrados’

Eran los albores del año 1958. Su infancia y adolescencia que comenzaba a florecer estaba llena de música. Tenía diez años cuando llegó a su casa Ovidio Granados Melo, con tan solo 18 años, quien con un acordeón Honner corona II color negro transportado metido en un saco, llegó por primera vez en busca de una atención urgente porque ‘su machete estaba en malas condiciones’, mientras en las casas vecinas y la tienda de Grannoble ponían a todo volumen ‘Amorcito consentido’ cantada y tocada por Calixto Ochoa Campo, el músico que estaba de moda.

De cada músico aprendió pero el que más influenció su vida fue Nafer, quien lo enrutó por el mundo desconocido de la tonalidad menor, que era de poco uso entre los músicos de esa época. Ese nuevo conocimiento lo llevó a hacer lo difícil y no lo que era común entre ellos. Era evidente que pese a tener cada uno su estilo, la limitación entre ellos era visible.

Tenía doce años y Alfredo Gutiérrez diecisiete, cuando salió con el pasaje ‘La paloma guarumera, hecho que llevó a Ismael Rudas Mieles a escudriñar lo que estaba pasando con la música que hacían Los Corraleros del Majagual, donde percibió que el muchacho de paloquemao era un adelantado, por lo que decidió seguir sus pasos y con esa influencia se dedicó a conocer más sobre ese instrumento que lo arropó con sus sonidos.

A los quince años se le dio por ponerle melodías a los versos sueltos que hacía cuando iba para el colegio. Ahí en ese tiempo pude componer varias canciones cuyo contenido estaba dedicado a su pueblo. Para él era primordial recoger el ambiente natural de su tierra.

La mano generosa

Su padre ganaba dinero con su oficio pero su don del servició lo llevó a brindarle a los vecinos una mano amiga que se replicó en todos los habitantes de ese lugar. Esa labor del buen vecino le enseñó al joven Rudas Mieles a compartir como lo hacían sus padres, y llevarles un alimento y convertir sus logros en una vida desprendida. Aquello que componía para su tierra lo transformó para darle paso a una vida musical adolescente que tuvo la fortuna de ser matizada por sus nacientes obras.

Con diecisiete años cumplidos se fue para Ocaña donde conformó un combo compuesto por un saxo, guitarra, bajo, caja, guacharaca, timbal y con su acordeón al pecho y su canto, se dejó llevar por el estilo impuesto por la agrupación que transformó la música del Caribe colombiano, con las que recorrió muchos pueblos del Norte de Santander. Durante más de tres años estuvo allí, donde dejó una importante semilla musical. Al regresar a su pueblo, dejó a su primo Abel Fuentes, al frente de la agrupación que había creado.

Migrante musical

En 1970, la grabación del producto musical ‘Carrito viejo’ realizada por Rafael Mendoza y Norberto Romero en discos fuentes se convirtió en todo un éxito. Una tarde de ese año, Caracolicito se sintió sorprendido con la presencia de ellos, quienes llegaron en busca de quien se había convertido en el mejor médico de esos instrumentos. Mientras el padre de Ismael, reparaba los acordeones que había llevado Norberto, Rafael se extasiaba con la forma de tocar el joven músico, quien dictó una catedra con los ritmos que había aprendido de tantos visitantes. Después de ese recorrido musical Rafael tomó una decisión que era buena para Ismael pero no para una agrupación que estaba pasando por un buen momento musical.

La decisión estaba tomada. A raíz de todo eso, Rafael Mendoza se lo llevó a vivir a Barranquilla y le dieron inicio a la grabación propuesta por Rafael, quien se convierte en el primer cantante que grabó en Wayuunaiki un canto vallenato, a través del paseo ‘Amor indígena’ y ‘Acordeones de luto’ una elegía, cantos que tuvieron mucha aceptación.

Sus primeras grabaciones

Al llegar al estudio de grabación, Ismael propuso grabar una obra de él conocida como ‘Imelda’, cuyos versos son una súplica de amor ‘El ruido de una quebrada que cruje allá en la montaña/ muy cerca del pueblo mío/ya me tiene entristecío/suplicándome que vaya/a ver el viejo bohío/ muy cerca de su cascada’ cuya grabación se hizo en el sello Epic de la CBS, en los estudios Sonofiesta del Capitán Molina.

Por tener exclusividad el cantante y compositor guajiro con discos Fuentes le suspendieron la grabación. Ante ese hecho, el sello norteamericano le propuso a Ismael Rudas Mieles que fuera el artista central. Al imprimir el sencillo le pusieron ‘Roda’ en vez de Rudas, situación que molestó al joven artista quien terminó aceptando ese error en los créditos. Lo importante fue que salió como el protagonista central en el canto, ejecución del acordeón y creador de la obra musical.

En emisora Atlántico había un programa de vallenato de una hora, realizado por el guajiro Lenin Alfonso Bueno Suarez cuya audiencia era reconocida. Esto le permitió a Ismael llegar a donde él, quien le brindó la oportunidad de promocionar su primer sueño musical, el cual logró tanto éxito, que hoy cuenta con más de veintiocho grabaciones.

Este primer éxito musical hizo que Isaac Villanueva, director de promoción de discos Fuentes le ofreciera un contrato de exclusividad en 1970 y cuyo producto salió en 1971, donde se ganaba quinientos pesos mensuales.

‘El viejo baúl’, un pasebol al igual que ‘Imelda’, se convirtió en una obra exitosa cuyos versos de desamor expresan toda la búsqueda amorosa del músico: ‘Alcé la tapa de un viejo baúl/gotas de lágrimas allí dejé/cerré mi mano y en ella empuñé/un papel blanco manchado de azul/aquellas manchas que allí yo encontré/tenían nostalgia y un poco de amor/por eso mi alma lloró con dolor/cuando aquel blanco me puse a leer/allí decía el ruido de una quebrada/que cruje en la montaña/cerca del pueblo mío/me suplican que vaya/a ver el viejo bohío/cerca de su cascada/hablaba de la selva/ del viejo bohío/ del camino sombrío/ donde se encuentra Imelda’.

Después grabó dos producciones, ‘El bohemio’ y ‘Manantial de éxitos’, además, acompañó a Rafael Mendoza en la grabación de la obra ‘Carrito contento’ con la que no pudo reafirmar su éxito anterior. De discos Fuentes pasó a Sonolux donde grabó el producto ‘Sangre parrandera’.

Con todo ese recorrido musical en donde había logrado consolidar éxitos cantando y ejecutando sus propias obras, Ismael Rudas Mieles se une con el cantautor guajiro Daniel Celedón Osini y grabaron en Codiscos el producto musical ‘Amigo mío’, del que surge una de las mejores versiones que hayan hecho del paseo ‘La gota fría’ en tonalidad mayor/menor del creador Emiliano Zuleta Baquero.

Fue una responsabilidad que le sirvió mucho, porque cantar con una voz tan educada, de un noble y excelente creador como Daniel, terminó consolidando su profesión. Es lo más grande que le pudo pasar en su carrera artística. Pese al éxito logrado se separan, hecho que lo llevó a grabar con Adanies Díaz por insinuación del cantautor Romualdo Brito López, quien le dijo: ‘Tengo un tío que canta bien. Vive cerca de mi casa’. Esa misma tarde lo escucha cantar el paseo de Carlos Huertas Gómez ‘La casa’ cuya versión original la hizo Cesar Castro, donde Ismael hizo la segunda voz.

En esa unión desarrolló un liderazgo que no había tenido con otros artistas, que lo llevó a madurar en esos proyectos musicales para Codiscos donde grabó y dirigió las tres producciones, ‘De competencia’, ‘Violento’ y ‘Como siempre’, que le permitieron hacer una agrupación con mayor solidez.

Cada unión musical es diferente porque son personas distintas. Siempre hubo entre los distintos cantantes que lo acompañaron un respeto por el talento de cada uno. Cada encuentro tiene su historia musical la cual vale la pena contar. En la que vivió con Armando Mendoza, no se pudo disfrutar ese producto porque la unión fue efímera, pero quedaron obras como ‘Mucha dama’, ‘Una canción eterna’ y ‘Una rosa en mi jardín’ para la historia de la música vallenata, pese a no haber disfrutado lo que la producción musical contiene.

Con relación a la unión con Manuel de Jesús Estrada, es el locutor deportivo Jorge Eliecer Torres quien tiene el protagonismo de la misma, al llevarle a la casa de Ismael Rudas Mieles en Santa Marta, quien se presentó en una moto azul con el LP ‘Arco Iris’ grabado por Estrada y Víctor Reyes. Lo que llamó la atención del músico fue la manera como el acordeonero Reyes manejaba el acordeón como si fuera un ducho conocedor de ese instrumento. Fue tanta la exaltación al acordeonero que se olvidó del cantante. Ante este hecho, su compadre y hermano Jorge Eliecer le replicó: ‘¿usted está buscando un acordeonero o un cantante? ese es el cantante que necesitamos’.

Al final de esa noche, la decisión condujo a ‘Jesús Manuel’, cuya unión fue una odisea. Le tocó esperar una semana hasta que al fin se dio el encuentro. Jesús Manuel lo invitó a una taberna en Bogotá donde tocaba. Uno de los coristas era Alex Manga. Se hizo la grabación en el estudio de Ricardo Acosta y la ingeniería de José Sánchez. La primera dificultad se presentó porque Jesús Manuel quería en los coros a Jairo Serrano o Juan Piña, pero Ismael le había puesto el ojo era a quien había escuchado en la taberna. ‘Ismael es que no se puede perder tanta canción bonita poniendo a un corista nuevo y menos si es de taberna’, fue el decir de Jesús Manuel Estrada, quien molesto se salió del estudio, no sin antes recibir de Ismael una lección de vida, ‘recuerda Jesús que vienes de una taberna’. Ni siquiera lo escuchó. Salió rápido lleno de rabia.

Ismael no demoró en llamar a Alex, quien llegó al estudio para hacer los coros. Fueron pocas las veces que tuvo que parar y repetir las voces. Una hora después llegó Jesús Manuel diciéndole que había decidido. No le contestó nada, solo le impartió la orden a José Sánchez que le pusiera los coros de la canción ‘Directo al corazón’. Al escuchar el sobre canto que hizo Alex, se le salieron las lágrimas a Jesús Manuel y corrió a abrazarlo. Le pidió perdón. Fueron tres producciones ‘Directo al corazón’, ‘Mil frases’ y ‘La verdad del cuento’, todas de buen recibo.

Su aparición en el Festival Vallenato

En 1988 acompañó a Jorge Celedón en el concurso de la canción inédita con la obra ‘Mi vida es así’, de Daniel Celedón, con la que estuvo en la contienda final del Festival Vallenato. Frente al tema de participar en ese evento, Ismael Rudas Mieles tiene su visión: ‘Nunca pensé presentarme en el Festival. Lo hice porque en 1989 me llegó una carta de Consuelo Araujo invitándome al Festival como jurado. Al llegar al sótano donde estaban las oficinas del festival me recibió. Ella al verme me dijo: ‘¿usted sabe por qué está aquí, porque lo hemos invitado?’. No me dejó responderle, al decir, ‘porque sabemos de su conocimiento y la seriedad con que hace su aporte a la música’.

Siempre ha considerado que ese evento es una gran vitrina para nuestra música vallenata y por el hecho de estar en la defensa de ella, tenía que estar presente. El 29 de abril de ese año, estaba tomándose un guarapo de caña cuando una persona que iba en un carro lo alcanzó a ver. Frenó y le dijo, ‘que lo necesitaban urgente en Radio Guatapurí’.

Se preocupó con la información. Al llegar le comunicaron que su padre había fallecido en Santa Marta. Se dirigió a las oficinas del festival para comunicarle a quien lo había invitado, que no podía ser jurado. Consuelo al conocer la noticia, mandó a buscar un taxi y le dijo que buscara una persona de su confianza para que lo acompañara. Como estaba con el Turco Gil, decidió viajar con él.

Al año siguiente como testimonio de gratitud se presentó con Jesús Manuel Estrada en el canto y la guacharaca, con quien ocupó el tercer lugar en la categoría profesional de acordeoneros, respaldado por un público que no se cansó de vitorear su nombre.

El doble poder

El momento más determinante en la carrera artística de Ismael Rudas Mieles se da a través del reencuentro con Daniel Celedón Orsini en la compañía discográfica Philips, en donde se unen dos estilos para construir ‘El doble poder’, una agrupación que dejó en el ambiente de la música vallenata un grato aporte, en donde le compitió a los consagrados grupos nuestros, con una construcción de diversos productos llenos muchos de ellos con el triunfo a que nos acostumbró esta agrupación.

La madurez de estos dos artistas se hizo presente a través de la venta importante del LP que los llevó a obtener varios Discos de Oro, Congo de Oro del Carnaval de Barranquilla y a estar en los más importantes eventos compitiéndoles a las agrupaciones líderes del vallenato.

Sus preferidos

Ismael Rudas Mieles es un hombre franco, sincero y abierto cuando debe afrontar un concepto. Sin titubear tiene sus elegidos, son valores que han brillado en la música vallenata y por eso considera que, ‘la labor realizada por Alfredo Gutiérrez Vital es insuperable por su versatilidad y el conocimiento que tiene hacia ese instrumento que domina a la perfección. Él es un maestro. Si nos remitimos a la música vallenata está Luis Enrique Martínez como un abanderado, sin dejar de lado a Alejandro Durán, ‘Colacho’, Emilianito, Israel Romero, este último al que más admiro. Lo considero un fuera de serie. Es un creativo y viste bien la obra que interpreta. Es un músico rápido y a la vez armonioso si se trata de tocar una obra romántica. Si hay que exaltar a un estudioso del acordeón no hay nada que hacer con ‘el Turco’ Gil. Ese es el maestro. Hay que darle el reconocimiento que cada uno tiene’.

Cierre de un ciclo exitoso

Con mucha seriedad ha desarrollado su actividad musical. Cuando inició sus primeras grabaciones que iban creciendo en audiencia, ese hecho lo llevó a la siguiente reflexión: ‘todo tiene un ciclo el cual genera un ascenso y luego se detendrá. Cuando haya llegado a la cúspide y vea que no sigue más, me retiro’.

Cuando el director artístico del sello MTM-Música, Talento y Mercadeo-, Humberto Moreno lo llamó para hacer ‘Cien años de Vallenato’, proyecto realizado en conjunto con Daniel Samper Pizano y Pilar Tafur, en la que duró siete meses en la preproducción y producción en Bogotá, donde dirigió a grandes músicos, entre ellos, ‘Colacho’, Miguel López y Beto Rada. La transmisión de ese proyecto cultural duró dos horas en el Teatro La Castellana. Luego viajó a Europa a su divulgación. Estuvo en Paris donde se presentaron en la discoteca New Mording, lugar por donde han pasado los más grandes artistas del mundo. Allí se presentó al lado de la banda 19 de marzo de laguneta. Se tomaron la foto que ilustró la producción de ese trabajo antológico en la estación del primer metro que hubo en el mundo.

En el Festival de Cine de Biarritz, Francia, estuvo presente en la entrega de premios con una fanfarria de música vallenata, igual participaron con toda la agrupación en la clausura del evento.

El recorrido por el viejo mundo continuó con su presencia en el Festival del Skfim en Amberes, Bélgica, que tuvo la participación de varios artistas de América. Estando Daniel e Ismael en un puente sobre el río Sena, el segundo miró un jardín y dijo: ‘Este es el momento más grande que hemos vivido. Desde aquí te digo, que ‘me retiro’. Ante el asombro de Daniel, la decisión fue tomada con la madurez del artista que le ha dado muchos logros a la música vallenata y que sabe cerrar ciclos a tiempo.

De regreso a Barranquilla la decisión se reafirmó, advirtiendo que no se ha retirado de la música, en donde no es raro verlo amenizando una reunión familiar de amigos, cuyos dedos recorren la música que logró construir, en donde su voz transmite los sentimientos de varios tiempos que ha logrado aportar par bien del vallenato.

El hoy de su tierra

La extensa obra que tiene Ismael Rudas Mieles como intérprete se acerca a más de cincuenta trabajos discográficos, a los que se suman una serie de canciones de su autoría, que lo ubican como el acordeonero que más ha interpretado obras en tonalidad menor, que siempre tiene en un lugar especial a su tierra con un clima muy variado, propicio para la siembra y ganadería. Reconoce que ya no es el caserío, donde se alumbraba con mechón, ahora tiene servicio eléctrico, agua potable y un centro de salud, aún falta construir escenarios para desarrollar la cultura, recreación y deporte.

Antes, los animales de cuatro patas abundaban, hoy los vehículos los reemplazaron y transitan por la carretera troncal de oriente que los comunica con otras localidades y municipios. Es una población devota de ‘La Virgen del Carmen’, a la que le celebran del 14 al 16 de julio su fiesta.

La tierra del artista Ismael Rudas Mieles ya no es la tierra solitaria que llenaron de alegría los músicos que llegaban donde su padre para que le atendiera de urgencia sus instrumentos averiados por el uso. Hoy hay una tierra dispersa en varias parcelas para la siembra del pan coger, que va desde Santa Elena, Bella María, San Jorge, El Reposo, Bella Esperanza, Mano de Dios o Las Vegas y Las Brisas.

Muchos de los protagonistas del crecimiento de esa tierra ya no están. Unos, porque se fueron a otros lugares, otros, porque entregaron sus cuentas al supremo. Siempre que haya reuniones en Caracolicito, no falta quien hable de las gestas musicales de Ismael Rudas Jaramillo, arreglando esos aparatos raros que con el pasar del tiempo inmortalizan a Colombia. O quien cuente las pilatunas del muchachito, que se inventó la forma de diferenciar entre las distintas maneras de ejecutar el acordeón, hecho que terminó por influenciarlo de tal manera, que si existe alguien con todos los méritos y a quien se le debe exaltar por su aporte a la música vallenata, es nada menos que a Ismael Rudas Mieles, el hombre que con su acordeón se convirtió en un adalid defensor de nuestra música.

*Escritor, Periodista, Compositor, Productor Musical y Gestor Cultural para que el vallenato tenga una Categoría dentro del Premio Grammy Latino.

Por Félix Carrillo Hinojosa*

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