José Alfredo Jiménez, tan mexicano como universal
El productor Camilo Lara estuvo a la cabeza de la realización del trabajo discográfico “Un mundo raro. Las canciones de José Alfredo Jiménez”, en el que participan artistas como Carla Morrison, Beto Cuevas, Andrés Calamaro y Julieta Venegas.
Juan Carlos Piedrahita B.
En la intensa búsqueda del mexicano contemporáneo, el productor Camilo Lara encontró que ese diagnóstico lo había elaborado, y con toda la fortuna del caso, José Alfredo Jiménez. El compositor, tal vez, lo había realizado sin pretensiones y sin tener la total convicción de que lo que estaba haciendo era una especie de tratado sociológico sobre el hombre promedio de una nación.
La sorpresa para Lara fue multiplicándose a medida que iba topándose con elementos reveladores de la historia de Jiménez y su relación con el amor, con el desamor, con la vida misma. El análisis desprevenido, que comenzó por supuesto con la simple escucha de las canciones más populares dentro del repertorio del autor mexicano, dibujaba con el paso de los días y de las sílabas aristas insospechadas.
La conclusión a la que llegó Camilo Lara, quien es la cabeza visible de proyectos como el Instituto Mexicano del Sonido, es que José Alfredo Jiménez bien fue y bien puede ser el mexicano contemporáneo. Sus vivencias, la inspiración que le dio para convertirse en referente de historias escritas en lengua castellana, y su facilidad para plasmar sentimientos a través de sus versos, logran ubicarlo en ese rango memorable.
Lo que vino después de esa premisa fue un período de exploración exhaustivo. En ese lapso, Lara se estableció durante varias jornadas en Dolores Hidalgo, en el estado de Guanajuato, población que vio nacer a José Alfredo Jiménez en 1926. Al identificar las calles que recorría con frecuencia el autor, al escuchar los dichos populares en las esquinas y hasta respirar ese aire todavía rural, entendió de dónde se había nutrido para gestar lo que creó, al parecer sin mayores esfuerzos.
La cabeza de hábil productor no tardó mucho en identificar que las canciones de José Alfredo Jiménez son capaces de sobrepasar, por ellas mismas, cualquier requisito técnico, y que superan las líneas de un pentagrama tradicional. Sus letras han acompañado durante décadas las vidas de los mexicanos y también se han encargado de vulnerar cualquier frontera geográfica establecida. Por eso, Camilo Lara entendió que el proyecto de realizarle un homenaje al autor había tomado dimensiones que él mismo no podía manejar.
En el proceso de elaboración del disco Un mundo raro. Las canciones de José Alfredo Jiménez, Lara supo que el compositor creaba sus célebres armonías a través de silbidos, porque carecía de cualquier formación académica en música. Él copió el procedimiento de Jiménez y lo que hizo fue chiflar duro y convocar a un grupo de artistas para que lo respaldaran en la ejecución.
Con quienes primero compartió la idea fueron los integrantes de Calexico, un grupo estadounidense de folk indie y de aires de corte norteamericano de la región de Tucson (Arizona), quienes de inmediato comenzaron a trabajar para establecer las bases de la interpretación de todas las canciones.
La complicidad de Calexico fue determinante porque, según Camilo Lara, esta agrupación tiene el registro perfecto del sonido característico del mexicano contemporáneo. El paso siguiente fue más bien sencillo, porque todos los invitados sucumbieron fácilmente ante la tentación de cantar a su estilo, y varias décadas después, los temas más famosos de José Alfredo Jiménez.
Carla Morrison, Lila Downs, Andrés Calamaro, Beto Cuevas, Celso Piña, Enrique Bunbury, Julieta Venegas y Ximena Sariñana, entre otros personajes de la música, secundaron a Lara en la producción de Un mundo raro. Las canciones de José Alfredo Jiménez, y lo hicieron con el convencimiento de que este autor fue un mexicano de corte muy universal.
En la intensa búsqueda del mexicano contemporáneo, el productor Camilo Lara encontró que ese diagnóstico lo había elaborado, y con toda la fortuna del caso, José Alfredo Jiménez. El compositor, tal vez, lo había realizado sin pretensiones y sin tener la total convicción de que lo que estaba haciendo era una especie de tratado sociológico sobre el hombre promedio de una nación.
La sorpresa para Lara fue multiplicándose a medida que iba topándose con elementos reveladores de la historia de Jiménez y su relación con el amor, con el desamor, con la vida misma. El análisis desprevenido, que comenzó por supuesto con la simple escucha de las canciones más populares dentro del repertorio del autor mexicano, dibujaba con el paso de los días y de las sílabas aristas insospechadas.
La conclusión a la que llegó Camilo Lara, quien es la cabeza visible de proyectos como el Instituto Mexicano del Sonido, es que José Alfredo Jiménez bien fue y bien puede ser el mexicano contemporáneo. Sus vivencias, la inspiración que le dio para convertirse en referente de historias escritas en lengua castellana, y su facilidad para plasmar sentimientos a través de sus versos, logran ubicarlo en ese rango memorable.
Lo que vino después de esa premisa fue un período de exploración exhaustivo. En ese lapso, Lara se estableció durante varias jornadas en Dolores Hidalgo, en el estado de Guanajuato, población que vio nacer a José Alfredo Jiménez en 1926. Al identificar las calles que recorría con frecuencia el autor, al escuchar los dichos populares en las esquinas y hasta respirar ese aire todavía rural, entendió de dónde se había nutrido para gestar lo que creó, al parecer sin mayores esfuerzos.
La cabeza de hábil productor no tardó mucho en identificar que las canciones de José Alfredo Jiménez son capaces de sobrepasar, por ellas mismas, cualquier requisito técnico, y que superan las líneas de un pentagrama tradicional. Sus letras han acompañado durante décadas las vidas de los mexicanos y también se han encargado de vulnerar cualquier frontera geográfica establecida. Por eso, Camilo Lara entendió que el proyecto de realizarle un homenaje al autor había tomado dimensiones que él mismo no podía manejar.
En el proceso de elaboración del disco Un mundo raro. Las canciones de José Alfredo Jiménez, Lara supo que el compositor creaba sus célebres armonías a través de silbidos, porque carecía de cualquier formación académica en música. Él copió el procedimiento de Jiménez y lo que hizo fue chiflar duro y convocar a un grupo de artistas para que lo respaldaran en la ejecución.
Con quienes primero compartió la idea fueron los integrantes de Calexico, un grupo estadounidense de folk indie y de aires de corte norteamericano de la región de Tucson (Arizona), quienes de inmediato comenzaron a trabajar para establecer las bases de la interpretación de todas las canciones.
La complicidad de Calexico fue determinante porque, según Camilo Lara, esta agrupación tiene el registro perfecto del sonido característico del mexicano contemporáneo. El paso siguiente fue más bien sencillo, porque todos los invitados sucumbieron fácilmente ante la tentación de cantar a su estilo, y varias décadas después, los temas más famosos de José Alfredo Jiménez.
Carla Morrison, Lila Downs, Andrés Calamaro, Beto Cuevas, Celso Piña, Enrique Bunbury, Julieta Venegas y Ximena Sariñana, entre otros personajes de la música, secundaron a Lara en la producción de Un mundo raro. Las canciones de José Alfredo Jiménez, y lo hicieron con el convencimiento de que este autor fue un mexicano de corte muy universal.