José García Taborda: norte y centro de la música colombiana
El clarinetista colombiano domina desde los once años un instrumento que llegó por azar a sus manos. Ahora entiende que los ritmos populares que escuchaba de niño en la radio lo motivaron a encontrar su propio sonido.
Irene Littfack
La primera vez que José García Taborda escuchó un clarinete fue en la radio de su casa, en Cúcuta. La segunda, en un elepé que le regalaron con las sonatas de Brahms. Tenía menos de 10 años cuando entró a la banda de su colegio para aprender saxofón y solo 11 cuando se inscribió a la Fundación Nacional Batuta, donde el único cupo que había era para aprender clarinete. Tres décadas más tarde, José García domina aquel instrumento que llegó por azar a sus manos y entiende que los ritmos populares que escuchaba de niño en la radio, la música colombiana que tocaba en la banda y las sonatas románticas que giraban en su tornamesa fueron la hoja de ruta con la que navegaría hasta encontrar su sonido propio.
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La primera vez que José García Taborda escuchó un clarinete fue en la radio de su casa, en Cúcuta. La segunda, en un elepé que le regalaron con las sonatas de Brahms. Tenía menos de 10 años cuando entró a la banda de su colegio para aprender saxofón y solo 11 cuando se inscribió a la Fundación Nacional Batuta, donde el único cupo que había era para aprender clarinete. Tres décadas más tarde, José García domina aquel instrumento que llegó por azar a sus manos y entiende que los ritmos populares que escuchaba de niño en la radio, la música colombiana que tocaba en la banda y las sonatas románticas que giraban en su tornamesa fueron la hoja de ruta con la que navegaría hasta encontrar su sonido propio.
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De padre santandereano, militar, y madre antioqueña, amante del fútbol y liberal, José García creció ente ambos departamentos con influencias variadas. Estudió su pregrado musical en la Royal Schools of Music, en Reino Unido, regresó a Medellín para hacer su maestría en Interpretación en la Universidad EAFIT y luego viajó a Estados Unidos para hacer un Artist Diploma en Música Orquestal en la Duquesne University, en Pittsburgh. En ese ir y venir constante ha tenido dos anclas determinantes en Colombia: su labor pedagógica en varias universidades y su actividad musical con el Dúo Orduz-García, un ensamble que tiene junto a la pianista Ana María Orduz, que está dedicado a interpretar la música de compositores colombianos.
“El dúo es como un laboratorio de crecimiento y desarrollo personal, un espacio de reflexión. Lo que tocamos es producto de nuestra evolución con la música; por eso, no sería el músico que soy hoy sin el dúo, tanto que llevamos 10 años y nos hemos organizado para tocar en diferentes lugares del mundo, incluso mientras yo he vivido afuera”, afirma el artista, y recuerda las giras que han realizado por Singapur, Malasia, Estados Unidos y varios países de Latinoamérica. Ahora, por primera vez, se presentan en el Cartagena Festival de Música para ofrecer un canto a su tierra.
Aquello que escuchaba en la radio de su casa, en la década de 1980, fue la inspiración para el repertorio al que se ha consagrado esta dupla de clarinete y piano. “Cuando era niño, mi tío tenía una rockolita de la RCA en la que sonaba la música de compositores colombianos con influencia romántica: Adolfo Mejía, Luis A. Calvo, Oriol Rangel... Nos gustó la idea de contar esa historia de la música de salón a través del piano y el clarinete; una historia que, para nosotros, comienza con Morales Pino, por ser él quien estableció la estructura del bambuco y el pasillo, porque fue el creador de la bandola colombiana y se convirtió en uno de los símbolos de la música nacional”, comenta el clarinetista.
Así, las piezas de estos compositores y otros tantos del siglo XX hacen parte de la labor del dúo, que ha inmortalizado varias de sus creaciones en un primer álbum titulado Retratos de Colombia, y que actualmente trabaja en el encargo de obras y arreglos para su próximo trabajo discográfico.
En sintonía con el repertorio que interpreta junto a Ana María Orduz, y tras 15 años de trasegar por el mundo, en 2022 José García decidió regresar definitivamente a Colombia y establecer su actividad artística y pedagógica en el país. “Con los años, llegué a la conclusión de que los artistas que más me inspiran en este momento son colombianos y latinoamericanos. La música que más disfruto tocar también es la de este continente”, dice convencido de que viajar al exterior le permitió regresar a su origen. “Cuando vives afuera empiezas a darte cuenta de que no eres inmortal y que el tiempo se acaba, así que empiezas a valorar lo que puedes hacer y priorizas el tiempo para invertirlo en lo que te llena; en mi caso es la educación y tocar la música que me gusta”.
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Por eso regresó a Colombia para formar a una nueva generación de músicos, pues la pedagogía es uno de los oficios que más gratitud, crecimiento y aprendizaje le han significado. Se declara un crítico de la academia por estar desarticulada del presente y cree que la educación debe replantearse para conectar con las necesidades de los artistas en el mundo actual. Desde su labor como pedagogo, procura tres principios: contextualizar a sus estudiantes, motivarlos a ser creativos y a diversificar su profesión.
“Descubrí que la verticalidad no funciona en la educación artística, no creo que nadie tenga la razón o la verdad absoluta. Antes pensaba que uno les enseñaba a tocar clarinete a los estudiantes; ahora pienso lo contrario: uno motiva a las personas y ellas aprenden solas”, afirma el artista.
Para él hay cosas que solo el arte te puede enseñar, como la disciplina que sostienen los artistas durante cuatro, cinco o más décadas, el hecho de enfrentarte diariamente al ego y la capacidad para luchar por los sueños. “Me pregunto todos los días si lo que hago es por amor al arte o es porque quiero alimentar mi ego. Wynton Marsalis decía que la cualidad que demanda el arte musical es la humildad, y cuanto más pasan los años me doy cuenta de que es verdad: los artistas que me inspiran se comprometieron con el arte que querían hacer, no para que los vieran, sino como una expresión genuina de su ser y como resultado de un largo proceso de estudio”, dice José García.
Como si se tratara de una brújula o un faro, la rockolita con música colombiana que escuchaba en su casa guió el camino de ida y vuelta de este artista. Hoy, desde su casa en Medellín, puede decir que su compromiso es con aquello que ha sido su centro y su norte. “Si me dijeran que me quedan 10 años de vida, entonces decido educar en Colombia, tocar la música que amo y darle el lugar que se merece”.
*Clarinetista y periodista cultural.