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Jorge Guillermo: el tango, eterno inmigrante

Hoy hace 85 años, Gardel protagonizó en Medellín su migración definitiva, pero el tango sigue su trashumancia con los nuevos cantores. Jorge Guillermo es digno representante de las voces emigrantes de Argentina que mantienen vivo el género en Colombia.

Por Hernando Guzmán Paniagua, especial para El Espectador
24 de junio de 2020 - 08:53 a. m.
Jorge Guillermo, intérprete de tango radicado en Medellín
Jorge Guillermo, intérprete de tango radicado en Medellín
Foto: Hernando Guzmán Paniagua
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Con cantores como Jorge Guillermo, el tango mantiene su vocación de inmigrante y bohemio. Al compás de dos por cuatro, sigue enhebrando versos y nostalgias en Colombia, Argentina y el mundo. Hace 85 años, en el aeropuerto Las Playas de Medellín, Gardel enrumbó su itinerario hacia la migración definitiva. Hoy, sus sucesores, sobreviviendo a todas las crisis, perpetúan la belleza de la canción ciudadana en festivales, en tanguerías y en el alma popular.

Añorando los patrios lares, la Argentina con 33 por ciento de su población en la pobreza y una inflación anual superior a 50 por ciento, Jorge Guillermo y muchos colegas están entre el “¡Adiós pampa mía! / Me voy, me voy a tierras extrañas” y el “Volver” al pago amado. Es el sino de muchos profesionales en crisis, de quienes dijera el periódico France 24, en crónica de 2019, que no veían más salida a su situación que el aeropuerto de Ezeiza. La mayoría buscaron trabajo en Chile, Brasil y Colombia.

Jorge Guillermo prosiguió la odisea de su abuelo inmigrante: “Nací el 17 de septiembre de 1959, del signo Virgo, en Villa Urquiza y dentro de él, en el barrio Parque Chas, loteado de una manera muy particular, una zona de hornos de ladrillo, mi abuelo italiano tenía uno de ellos. El anecdotario del barrio cuenta que Gardel actuó en el Teatro 25 de Mayo, es cierto, y dicen los vecinos que una vez que cantó allí, al ver tanta gente que no pudo entrar al teatro, se fue a cantar encima de un auto, arriba en la Avenida Triunvirato”, refiere el cantor.

En Medellín, sigue en pos del sueño de su papá: “Mi padre es cierto que tenía veleidades de cantor pero mi mamá le dijo: ‘Bueno, o la familia o el canto’; y quiso el destino que yo a los cuatro o cinco añitos cantara todo lo de onda, así que papá se encontró con un hijo cantor que terminó siendo su proyección como papá y como hombre. Empecé a los 15 años a cantar profesionalmente; iba a todos los lados con mi viejo y mi vieja; después papá seguía a mi lado. Fue una historia de amor muy particular. Más que distinción, fue suerte grabar con la Orquesta de Don Osvaldo Pugliese, ser cantor de Alfredo De Angelis, de Atilio Stampone, de Juan Sánchez Gorio y haber sido acompañado por Raúl Garello, por Carlos Buono, por Fabián Vertero, por Osvaldo Acuña, por todos los que están ahora en el candelero de Argentina, ser de la camada joven, con Alberto Di Paulo en los años 70-80 y cantar en la ópera de Damasco (Siria), 2010 y 2011, antes de esta guerra maldita; en Beirut (Líbano), en China, Japón, España, Francia y en toda América, especialmente en Brasil, Argentina, Chile, Ecuador, Méjico, Puerto Rico, todo Estados Unidos y en especial Colombia que es mi segunda patria”.

Con más de 45 años de labor artística, cinco trabajos discográficos a su haber y todo un mundo recorrido, este cantor, compositor, guitarrista y director no olvida sus orígenes ni a sus mentores: “Las personas que me marcaron no las identifico todas en el tango; la camada mía estaba mucho en el rock and roll, ya había venido la música inglesa. Tuve mucha influencia de Carlos Gardel, él es la síntesis, sin la menor duda, como Roberto El Polaco Goyeneche, Franck Sinatra siempre fue una medida, y alguna reminiscencia tengo de Sandro, de ese saber relacionarse con la interpretación, así apasionada, y reconozco en mí una pizca de Charly García”.

Recuerda la situación del tango en Argentina del año 65 en adelante: “El tango hacía unos años estaba muy mal, había pasado la época de oro en los 40 y 50 y llegaba la renovación. Yo era un niño. Ya en los 60 y pico Piazzola lanzaba toda su obra, los Beatles habían hecho la suya y Vinicius de Moraes en Brasil; el tango pasa la época del 60 y parte del 70 con más pena que gloria. Casi desde el 60 hasta hoy no han surgido más de dos o tres voces importantes en el tango; hace casi 70 años terminó la historia de su ascenso. Luego se hizo más intelectual, más internacional, más de escenario, y hoy más por bailar, por la milonga. Del 60 para acá sólo surgieron Julio Sossa, Rubén Juárez, un poco Adriana Varela y Jorge Falcón, que tuvo la desgracia de morir joven. Luego, los profesionales de escenario que somos muchos, pero de llegada fuerte al público el último fue Jorge Falcón. Así, la realidad tanguística ya lleva 70 años de poca trascendencia masiva, se fue transformando en cosa de gente culta, de dinero, música de alta categoría, sin gran difusión en Argentina, lo que sí tiene en el resto de los países es gran respeto y admiración”. Esto refiere quien reverdece los laureles conquistados, cantando con su padrino Raúl Garcés en la Casa Gardeliana de Medellín, junto a Virginia Luque en el Viejo almacén de Buenos Aires y al lado de Libertad Lamarque en Madrid.

El tango que quedó inconcluso con las cenizas de Gardel esparcidas al viento revive en los compases de un eterno “Volver”, con la nueva generación de cantores, en el Festival Internacional del Tango de Medellín, en su émulo de Pereira, en las noches sin fin del Patio del Tango en la capital antioqueña, de la Casa Gardeliana, de la Casa Pascasia, del centenario Salón Málaga, de la Casa Cultural del Tango Homero Manzi, en tanguerías y en esquinas anónimas de Pereira, Manizales, Cali y Bogotá. Tras los pasos del Zorzal Criollo en el Circo España de Medellín siguen Jorge Guillermo, Marcelo Tomassi, Martín de León, Hernán Genovese, Jesús Hidalgo, el Quinteto Cinco Esquinas y una pléyade de cantores, músicos y bailarines, de los bandoneonistas Pablo Jaurena y Carla Algeri, tutores de la Orquesta de Tango de la Red de Escuelas de Música de Medellín, junto a talentos locales como Marco Blandón en bandoneón, Carolina Granda en piano, Paulo Parra en contrabajo, de los virtuosos de la Orquesta Típica La Reducida y con el padrinazgo del fallecido maestro Raúl Garello.

Jorge Guillermo aludió a la trashumancia del tango: “La migración la empiezan a dar los festivales. Es de alto rédito y la Alcaldía de Medellín paga presupuestos buenos. Luego se da a través de las redes que permiten enterarse en Argentina del trabajo que venimos realizando; yo apadrino a Álex Giraldo en Pereira y he dirigido el Patio del Tango en Medellín. El rédito que me pudo dar es normal: en Argentina se estaba ganando muy poca plata y aquí tampoco es mucho lo que se cobra. En mi caso, fue un desafío conquistar a Medellín en forma independiente, desafiarme de mis 50 a 60 años, rehaciendo mi carrera en otro país, tan cercano al tango y tan hermano. Vivo siempre agradecido por eso”.

En pleno aislamiento social, fue muy bien acogido en Medellín y otras ciudades su reciente concierto virtual “Pase lo que pase”. El cantor planteó los nuevos retos artísticos: “En lo de reinventarnos, hay más incertidumbres que certezas. En principio la experiencia virtual es muy angustiante, no deja el retorno del aplauso, ni del cariño, ni de la palabra. Ya se verán las maneras de interactuar. Tener esto como alternativa antes estaba bien, pero que ahora sea obligatorio trabajar así es una rareza. Emocionalmente es confuso, pero no nos queda otra porque la distancia seguirá si no tiene fin esta pandemia, mientras no haya una vacuna. Entre nosotros, hablamos de gran incertidumbre, los chicos se aferran mucho al pasado, yo les digo que propongan algo nuevo, aún no viene, seguramente vendrá en cinco o diez años”.

Jorge Guillermo, “El Discípulo”, ama su apelativo porque quiere ser precursor de nuevas formas en el tango. Con su voz potente, evoca épocas gloriosas de la canción ciudadana. Guitarra en mano, posee la magia de los viejos payadores. Con su fraseo expresivo, saborea cada verso de Lepera, de Discépolo, de Homero Manzi, de Contursi, de Cadícamo… Fiel a su canto de dichas y dolores, sigue de pie en el escenario, como todos los músicos y cantores que dejaron sus voces en Colombia, Gardel en el Circo España, Magaldi en el viejo Teatro Junín de Medellín, Agustín Irusta en su Rancho de la Calle Colombia, Oscar Larroca, Armando Moreno, Alberto Podestá, Roberto Mancini, Roberto y Alfredo Lamas… En salones y en cantinas, en mansiones y en inquilinatos, en avenidas y en esquinas sin farol, sigue vibrando la voz del cantor y rezongando el fuelle del Ché Bandoneón.

hernandoguzmanpaniagua@gmail.com

Por Por Hernando Guzmán Paniagua, especial para El Espectador

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