Jungle, la banda que en vivo parece escucharse con audífonos

Esta banda británica, nacida desde 2013, es famosa por evocar el funk de mediados de los setentas. Compuesta por siete integrantes, dirigida por un par de amigos de infancia, tocaron el pasado sábado 11 de mayo por tercera vez en Bogotá.

Camila Taborda @Camilaztabor
14 de mayo de 2019 - 12:02 a. m.
Después de tocar en 2015 y en el Festival Estéreo Picnic de 2016, esta es la tercera vez que la banda británica Jungle se presenta en Colombia.  / Tomado de Facebook @Jungle4eva / Pop Farm
Después de tocar en 2015 y en el Festival Estéreo Picnic de 2016, esta es la tercera vez que la banda británica Jungle se presenta en Colombia. / Tomado de Facebook @Jungle4eva / Pop Farm
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No tengo idea de música electrónica. Acaso las fiestas de garaje que guiaron mi adolescencia musical incluyeron en sus listas de reproducción a David Guetta, Armin Van Buuren y Tiesto. Soy de Medellín; mis gustos, mala mía, o buena quizás, son un lugar común. Primero reguetón, un gusto instintivo por la salsa y una disposición “todo terreno”. Es decir que me gozo lo que me pongan. Por eso no dudé en acompañar a mi novia al concierto de una de sus bandas favoritas, Jungle, Hasta me emocioné tras escucharla hablar al respecto los últimos meses. (Lea: Jungle vuelve a Colombia para romperla en el Estéreo Picnic) 

El asunto es que llegó la noche del sábado y nos acicalamos. Había fiesta. El telonero era Julio Victoria. Tampoco sabía mucho de él salvo que surgió en la escena de Baum, un club cerca al centro de Bogotá al que nunca he ido pero que es famoso en el continente por su curaduría de música electrónica. Apenas me desayuno que él antes era tenista. Fue en uno de sus juegos en Alemania cuando en una tienda de discos se topó con lo que quería hacer, lo que ahora hace.

Hace seis años se hizo famoso “por mezclar cortes crudos, melódicos y en capas”, él mismo lo define así en su página web. Ese cóctel de instrumentos reposa sobre un compás que Victoria marca con su cuerpo. Es una improvisación aeróbica. Me pregunto si mañana este man amanecerá molido. Nosotras, en compañía de más de dos mil personas, lo contemplamos. Bum Bum Bum resuenan estos pechos mientras el perfil de mi chica, mientras baila, me seduce.

El “Live Set” de Julio Victoria está coordinado por sus piernas. Se curvea, vibra como la batuta de una orquesta sinfónica. Al mismo tiempo que ordena la entrada de los instrumentos. Su banda es un flaco afro en la marimba, una bajista con un escote, un batero que es más sombra que cara, un tipo ora tras un arpa, ora teclea la guitarra. Están iluminados por rayos azules y blancos. Despiden un eco que nos toca las carnes, las pupilas dilatadas, en esencia un marcapasos.

En el fondo hay más plástico que gente. Algunos se mueven con expresión, otros solo miran al frente apenas tambaleándose, acaso con los ojos cerrados. Parece un retrato cinematográfico, una narrativa a lo Gaspar Noe. Se termina este show, es la bienvenida de Jungle.

¿Cómo se llama esta música, la que acabamos de escuchar?, pregunto. 

“Es algo entre house y techno, pero instrumental”, me explican. Aunque una chica a mi lado lo llama pop. Ponen una pista de fondo para mitigar la espera. Hay mujeres guapas vendiendo cerveza o energizantes entre la multitud. Se distinguen por lo obvio: una lámpara con forma de lata por encima de sus cabezas, una nevera portátil que cuelga del hombro y un uniforme según la marca. Mi novia se siente invadida por sus luces publicitarias. Coincido con ella. 

Gritos. Sobre el escenario van enfilando teclados y micrófonos. La euforia se desborda. Alguien comentó: ¡Qué ansiedad tan hijueputa!. Se encienden los brillos del montaje.  Empiezan a tocar los británicos que vinimos a ver. JUNGLE, alumbran seis letras sobre el telón, derrotan la espera. Suena Smile, del público nace un murmullo que la tararea. 

A Jungle lo clasifican mundialmente como un grupo de soul fundado por J y T. Dos amigos crecidos en un barrio de Londres que querían “construir un mundo al que todos pudieran evadirse”. Uno de ellos, Josh Lloyd, lo confesó en una entrevista para Red Bull hace tres años, le dijo también que desde los 9 conoce a Tom McFarland, que de pequeños fueron vecinos. Luego se juntaron a hacer música y en 2013 parieron Platoon y The Heat, los primeros sencillos de la banda. 

Un año después, con cinco integrantes más que sonaran en vivo, aliviaron de raíz toda expectativa. Busy Earnin, una canción de tres minutos que bautizó el estilo musical de Jungle como funk de mediados de la década del 70. Desde aquel entonces, el grupo se ha caracterizado por su fiel sonido en vivo. Tanto como ponerse unos audífonos y reproducir una de sus canciones en Youtube, así tal cual suenan sobre una tarima. Una voz entre el público lo llamó “alucinante”. 

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Es la tercera vez que Jungle pisa Bogotá. La primera fue hace cuatro años para el Festival Carnívora, en la tocó seguido por Bomba Estéreo y Pedrina & Rio. Un año después, su nombre apareció en la lista de bandas internacionales del Festival Estéreo Picnic. En esta ocasión, en el teatro Royal Center, el protagonismo fue solo para ellos. Patrocinado por Mercado Libre y Cat, el concierto se realizó el pasado 11 de mayo. Tienen un público capitalino que los sigue con fe, es lógico, la banda compromete desde la tarima. Con toda naturalidad despliega sus sonidos selváticos y melódicos, obligan a bailar, se nota que ellos igual que la gente (incluyéndome), la gozamos. 

 

Por Camila Taborda @Camilaztabor

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