Kaleth Morales, todo de cabeza
Se cumplieron 17 años del fallecimiento del rcantante vallenato. Esta es su historia musical contada al revés, de fin a principio, atravesando los momentos musicales más importantes de su vida.
Alberto González Martínez*
Un grupo de turistas rodea una figura humana sentada en un parque. Se toman fotos o la contemplan. Es color dorado y le falta tres dedos. Está en el Parque La Provincia en Valledupar. Se trata de Kaleth Morales. Pero no el de carne y hueso, sino una escultura. En el fondo suenan sus canciones, diecisiete años después de su muerte. Sus seguidores aún lo lamentan.
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Kaleth no pudo tener el Grammy Latino con el que tanto había soñado. Tampoco pudo grabar más de un álbum. Otros artistas le quitaron su protagonismo en la ‘nueva ola’. Se alzaron otras figuras, como Silvestre Dangond y Peter Manjarrés. El comentario popular dice que de no haber muerto sería insuperable.
Con él iba su hermano el día del accidente. Kéyner se salvó después de quince días en coma. Kaleth no pudo. Él conducía la camioneta que Silvestre le había regalado. Kéyner dijo en alguna entrevista que hubiese preferido haber muerto él y no su hermano. Era justo el momento de mayor éxito en su carrera artística.
El rey indestronable
Kaleth, en menos de una año de sacar canciones, sonaba en las emisoras nacionales y se presentaba en varias partes del país. El evento más importante para él fue en Bogotá. El estadio El Campín retumbó con la ovación de 40 mil espectadores. Era un concierto organizado por la emisora La Mega, que también llevó a otros artistas pop y rock, como como Carlos Vives y Los de Adentro.
Una de las canciones que sonaron aquella tarde fue Vivo en el limbo, que se ha convertido en el himno nacional de la nueva generación del vallenato. La radio se encargó de nombrarlo el rey de la ‘nueva ola’. Una canción a la que no se le invirtió dinero, que le compuso a uno de sus grandes amores. Y que a él lo hizo grande.
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Su padre, Miguel Morales, cuenta que lo regañó porque esa canción estaba mal producida e iba en contra del legado de la familia Morales. Estaba grabada en un estudio casero. Y esa grabación se la llevaron a Javier Fernández, el director de Olímpica Stereo en Valledupar, que fue el primero en sonarla, según cuenta Kéyner Morales.
Es una canción con ritmos distintos. Influenciados por otras músicas como la salsa y la champeta. Quizá Kaleth no lo sabía, pero aquel experimento se convertiría en la base para las canciones venideras en el vallenato.
Kaleth iba a entregar esa canción a un grupo urbano en Cartagena, pero se arrepintió. Y a pesar de las advertencias de su padre, la grabó a escondidas. Él no le tenía permitido entrar al mundo de la música. Debía graduarse como médico. Primero se coronó como rey.
Lo mejor para los dos
Su vida de estudiante universitario transcurrió en Cartagena. Allí estuvo en el grupo vallenato de la Universidad del Sinú. Mientras vivía con la que llamó su “tía universal”. Ella le alcahueteaba sus travesuras. Como el día en que estaba en su cuarto con una mujer. Llegó otra de sus novias a buscarlo y su tía dijo que no estaba, que se demoraba. Su papá se ríe y dice que esa picardía con las mujeres también se la sacó a él.
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El canto fue otra de las cosas que Kaleth le heredó a su padre. La composición también. En ambos lo superó. Él entregaba sus canciones a los artistas que ya sonaban en ese momento. Silvestre Dangond le grabó varios temas, entre ellos Todo de cabeza, que cambió su título por Lo mejor para los dos.
Lo cambió porque estaba recién separado de Román López para unirse con Juancho de la Espriella. Fue una de las canciones más exitosas de ese álbum. Kaleth le mostró varias canciones a Silvestre que no le gustaron. Esa fue la última que escuchó y con esa se quedó.
A Silvestre lo conoció en el Colegio Parroquial El Carmelo. Ahí también conoció a varios músicos vallenatos. Al acordeonero Manuel Julián y al compositor, productor y su mejor amigo Leo Gómez, responsable de muchos de los cambios en la ‘nueva ola’. Su hermano Kanner Morales asegura que le iba bien con las notas del colegio, pero era desaplicado. Cuenta jocosamente que un día tumbó con un bolso dos ventiladores del techo.
El guante
La primera canción que grabó Kaleth en solitario tenía el nombre de Voy a atraparte. Pero finalmente se sacó como El guante. Esa canción la iba a grabar su hermano Kanner, pero su padre se lo impidió y lo mandó a estudiar a Bogotá. El tema sonó en Valledupar. Y el nombre de Kaleth también empezaba a sonar.
Su padre Miguel Morales lo invitó a grabar en una canción por primera vez. El tema de Fabián Corrales llamada Tu forma de amar. También le grabó dos canciones como compositor. Otro de los fuertes de Kaleth. La primera creación que le grabaron fue Novios cruzados y se convirtió en un éxito nacional.
Él componía desde los trece años, asevera su hermano Kéyner. Y cuenta que los tres hermanos desde pequeños jugaban con los instrumentos y micrófonos que su papá guardaba en su casa. Ellos cantaban y gozaban como si estuvieran en un concierto de verdad. Lo hacían a escondidas de Miguel.
Kaleth era el mayor de los hermanos. No nació en las mejores condiciones económicas. Su papá apenas era un cancionero y su madre, Nevis Troya, ama de casa. Fue un 9 de junio en Valledupar. Un día caluroso del año 1984. Kaleth no sabía que esa mañana iba a ver la luz por primera vez, ni mucho menos que, 25 años después, dejaría de verla.
*De la Fundación Color de Colombia.
Un grupo de turistas rodea una figura humana sentada en un parque. Se toman fotos o la contemplan. Es color dorado y le falta tres dedos. Está en el Parque La Provincia en Valledupar. Se trata de Kaleth Morales. Pero no el de carne y hueso, sino una escultura. En el fondo suenan sus canciones, diecisiete años después de su muerte. Sus seguidores aún lo lamentan.
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Kaleth no pudo tener el Grammy Latino con el que tanto había soñado. Tampoco pudo grabar más de un álbum. Otros artistas le quitaron su protagonismo en la ‘nueva ola’. Se alzaron otras figuras, como Silvestre Dangond y Peter Manjarrés. El comentario popular dice que de no haber muerto sería insuperable.
Con él iba su hermano el día del accidente. Kéyner se salvó después de quince días en coma. Kaleth no pudo. Él conducía la camioneta que Silvestre le había regalado. Kéyner dijo en alguna entrevista que hubiese preferido haber muerto él y no su hermano. Era justo el momento de mayor éxito en su carrera artística.
El rey indestronable
Kaleth, en menos de una año de sacar canciones, sonaba en las emisoras nacionales y se presentaba en varias partes del país. El evento más importante para él fue en Bogotá. El estadio El Campín retumbó con la ovación de 40 mil espectadores. Era un concierto organizado por la emisora La Mega, que también llevó a otros artistas pop y rock, como como Carlos Vives y Los de Adentro.
Una de las canciones que sonaron aquella tarde fue Vivo en el limbo, que se ha convertido en el himno nacional de la nueva generación del vallenato. La radio se encargó de nombrarlo el rey de la ‘nueva ola’. Una canción a la que no se le invirtió dinero, que le compuso a uno de sus grandes amores. Y que a él lo hizo grande.
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Su padre, Miguel Morales, cuenta que lo regañó porque esa canción estaba mal producida e iba en contra del legado de la familia Morales. Estaba grabada en un estudio casero. Y esa grabación se la llevaron a Javier Fernández, el director de Olímpica Stereo en Valledupar, que fue el primero en sonarla, según cuenta Kéyner Morales.
Es una canción con ritmos distintos. Influenciados por otras músicas como la salsa y la champeta. Quizá Kaleth no lo sabía, pero aquel experimento se convertiría en la base para las canciones venideras en el vallenato.
Kaleth iba a entregar esa canción a un grupo urbano en Cartagena, pero se arrepintió. Y a pesar de las advertencias de su padre, la grabó a escondidas. Él no le tenía permitido entrar al mundo de la música. Debía graduarse como médico. Primero se coronó como rey.
Lo mejor para los dos
Su vida de estudiante universitario transcurrió en Cartagena. Allí estuvo en el grupo vallenato de la Universidad del Sinú. Mientras vivía con la que llamó su “tía universal”. Ella le alcahueteaba sus travesuras. Como el día en que estaba en su cuarto con una mujer. Llegó otra de sus novias a buscarlo y su tía dijo que no estaba, que se demoraba. Su papá se ríe y dice que esa picardía con las mujeres también se la sacó a él.
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El canto fue otra de las cosas que Kaleth le heredó a su padre. La composición también. En ambos lo superó. Él entregaba sus canciones a los artistas que ya sonaban en ese momento. Silvestre Dangond le grabó varios temas, entre ellos Todo de cabeza, que cambió su título por Lo mejor para los dos.
Lo cambió porque estaba recién separado de Román López para unirse con Juancho de la Espriella. Fue una de las canciones más exitosas de ese álbum. Kaleth le mostró varias canciones a Silvestre que no le gustaron. Esa fue la última que escuchó y con esa se quedó.
A Silvestre lo conoció en el Colegio Parroquial El Carmelo. Ahí también conoció a varios músicos vallenatos. Al acordeonero Manuel Julián y al compositor, productor y su mejor amigo Leo Gómez, responsable de muchos de los cambios en la ‘nueva ola’. Su hermano Kanner Morales asegura que le iba bien con las notas del colegio, pero era desaplicado. Cuenta jocosamente que un día tumbó con un bolso dos ventiladores del techo.
El guante
La primera canción que grabó Kaleth en solitario tenía el nombre de Voy a atraparte. Pero finalmente se sacó como El guante. Esa canción la iba a grabar su hermano Kanner, pero su padre se lo impidió y lo mandó a estudiar a Bogotá. El tema sonó en Valledupar. Y el nombre de Kaleth también empezaba a sonar.
Su padre Miguel Morales lo invitó a grabar en una canción por primera vez. El tema de Fabián Corrales llamada Tu forma de amar. También le grabó dos canciones como compositor. Otro de los fuertes de Kaleth. La primera creación que le grabaron fue Novios cruzados y se convirtió en un éxito nacional.
Él componía desde los trece años, asevera su hermano Kéyner. Y cuenta que los tres hermanos desde pequeños jugaban con los instrumentos y micrófonos que su papá guardaba en su casa. Ellos cantaban y gozaban como si estuvieran en un concierto de verdad. Lo hacían a escondidas de Miguel.
Kaleth era el mayor de los hermanos. No nació en las mejores condiciones económicas. Su papá apenas era un cancionero y su madre, Nevis Troya, ama de casa. Fue un 9 de junio en Valledupar. Un día caluroso del año 1984. Kaleth no sabía que esa mañana iba a ver la luz por primera vez, ni mucho menos que, 25 años después, dejaría de verla.
*De la Fundación Color de Colombia.