Karol G, contra todos
La colombiana tuvo que escuchar cientos de veces que le dijeran que no iba a triunfar en el reguetón por ser mujer. En 2018 fue considerada la artista revelación en los Latin Grammy y 2019 fue el año de su consolidación internacional.
Sara Kapkin
–Cogió el cd y dijo: “¿Tú ves esto?”, es una mujer cantando reguetón, eso no va pasar, contó Karol G (Carolina Giraldo, Medellín, 1991) en una entrevista para Univisión, recordando la primera vez que se reunió con su disquera en Miami para mostrarle su trabajo. Entonces pensaba que lo único que podía facilitar el avance de su carrera era haber nacido hombre.
Pero no tuvieron que pasar muchos años -apenas siete- para que esa misma disquera la buscara con una propuesta formal para incluirla en su catálogo de artistas, y mucho menos para que ella, Karol G, se convirtiera en una de las artistas más prometedoras del panorama reguetonero en el planeta.
Pero cada uno de esos años parecieron dos o más, y eso hizo que el camino se hiciera más largo. De vuelta en Colombia, y con la ayuda de su padre, empezó a forjar su carrera como pudo, haciendo lo que creían, confiando en pleno en el instinto y en el deseo.
Recorrió el país cantando en cuanto colegio, festival o tarima encontró. Se presentó al reality show Factor X, firmó un contrato con una disquera puertorriqueña y luego tuvo que pagar para poder liberarse del acuerdo, subió videos a redes haciendo covers para ver si alguien la descubría como Usher descubrió a Justin Bieber, fue corista de Reykon; en fin, soportó de todo, apodos, insultos y hasta que intentaran bajarla de una tarima a botellazos.
“Si Carolina se hubiera quedado en todo lo que le hicieron, en todo lo que le hicieron a esa familia, nosotros tendríamos, que sé yo… Pero no, supieron esperar, supieron perder. Eso no fue como la gente cree, eso fue con sudor y sacrificio, casi que, con pérdidas del papá, ese señor sí que lo admiro”, dice Mirabay Montoya, maestra y coach de Karol G.
A las manos de Mirabay llegó cuando apenas tenía 16 años. Allí pasó casi 24 meses, levantándose cada día a las 5:00 a.m. para entrenar tres horas. El entrenamiento fue casi tan difícil como llegar a donde está hoy. “Todo lo que enseño es porque soy artista desde los 7 años y sé, en un país como el nuestro, qué nos ha tocado hacer para poder sobrevivir del arte. Es mucho más que ser bonito y pagar. Muchos pagan, pero no se sostienen, el cuento no es pegar un tema, el cuento es sostenerse”, dice Mirabay Montoya, y no es difícil creerle.
Mirabay es hija de Teresita Gómez, una de las pianistas mayores de Colombia, por eso dice que la música le viene desde el líquido amniótico. Por su escuela, además de Karol G, han pasado más de 1.800 alumnos, muchos de ellos también reconocidos, como Pipe Bueno, Reykon, Golpe a Golpe, Daniel Calderón, en fin.
Aquel fue un entrenamiento brutal, pero necesario, al parecer, pues Karol G encontró cerradas casi todas las puertas que tocó y las que se abrían estaban lejos de ser lo que ella soñaba. “Me di cuenta de que las mujeres éramos como mercancía intercambiable. Todas las personas con las que trabajé me hicieron propuestas indecentes o querían algo a cambio”, le dijo a El País.
Un día escuchó a un empresario de conciertos diciéndole a su asistente: “Es una mujer, una mujer, ¿quién va a ir a ver a una mujer en concierto?”. Y Karol G, que estaba al otro lado de la puerta, lo vio entrar y no lo dejó decir una sola palabra, y antes le dijo ella: “Sabes qué, ya escuché lo que dijiste afuera y no, voy a ir a trabajar para ver si algún día doy la talla a todas las cosas que vos dijiste afuera que no tenía como mujer”, recordó Karol G en una entrevista para la televisión internacional.
Como nada salía del todo bien, prefirió irse a Nueva York a aprender inglés. La idea de ser cantante parecía imposible, su carrera estaba estancada, y aunque no se resignaba del todo, prefirió darles prioridad a otras cosas.
“Todos los días me montaba en el subway y veía un cartel que decía: música empresarial, y de tanto ver ese cartel hice el curso de música empresarial, lo que me volvió a dar todo el amor otra vez”. De vuelta en Medellín volvió a escribir canciones y la disquera apareció.
Karol G firmó con Universal en 2016 y desde entonces su carrera no para de crecer ni de sumar, es como si todas esas puertas que habían permanecido cerradas ahora estuvieran abiertas de par en par, y la llevaran por atajos.
“Empecé con todo ese grupo de productores y cantantes de Medellín que ahora la están rompiendo y me tocó ver cómo todos crecían y yo me iba quedando atrás. Creo que mi proceso fue más lento precisamente porque no había un espacio para las mujeres en el negocio de la música urbana”, le dijo Karol G a El País.
Hoy, ganadora de un Latin Grammy como Mejor nuevo artista y próxima a lanzar su tercer álbum, Karol G disfruta cada logro, es consciente de lo largo y empinado que ha sido el camino.
Pero la frustración de ayer es el sosiego de hoy, pues no necesitó mucho más que su talento. Por eso hoy, cuando se hace referencia al reguetón, no se habla solo de artistas masculinos, se habla también de mujeres, y al pensar en el poder femenino del género urbano es imposible que el nombre de Karol G no aparezca.
–Cogió el cd y dijo: “¿Tú ves esto?”, es una mujer cantando reguetón, eso no va pasar, contó Karol G (Carolina Giraldo, Medellín, 1991) en una entrevista para Univisión, recordando la primera vez que se reunió con su disquera en Miami para mostrarle su trabajo. Entonces pensaba que lo único que podía facilitar el avance de su carrera era haber nacido hombre.
Pero no tuvieron que pasar muchos años -apenas siete- para que esa misma disquera la buscara con una propuesta formal para incluirla en su catálogo de artistas, y mucho menos para que ella, Karol G, se convirtiera en una de las artistas más prometedoras del panorama reguetonero en el planeta.
Pero cada uno de esos años parecieron dos o más, y eso hizo que el camino se hiciera más largo. De vuelta en Colombia, y con la ayuda de su padre, empezó a forjar su carrera como pudo, haciendo lo que creían, confiando en pleno en el instinto y en el deseo.
Recorrió el país cantando en cuanto colegio, festival o tarima encontró. Se presentó al reality show Factor X, firmó un contrato con una disquera puertorriqueña y luego tuvo que pagar para poder liberarse del acuerdo, subió videos a redes haciendo covers para ver si alguien la descubría como Usher descubrió a Justin Bieber, fue corista de Reykon; en fin, soportó de todo, apodos, insultos y hasta que intentaran bajarla de una tarima a botellazos.
“Si Carolina se hubiera quedado en todo lo que le hicieron, en todo lo que le hicieron a esa familia, nosotros tendríamos, que sé yo… Pero no, supieron esperar, supieron perder. Eso no fue como la gente cree, eso fue con sudor y sacrificio, casi que, con pérdidas del papá, ese señor sí que lo admiro”, dice Mirabay Montoya, maestra y coach de Karol G.
A las manos de Mirabay llegó cuando apenas tenía 16 años. Allí pasó casi 24 meses, levantándose cada día a las 5:00 a.m. para entrenar tres horas. El entrenamiento fue casi tan difícil como llegar a donde está hoy. “Todo lo que enseño es porque soy artista desde los 7 años y sé, en un país como el nuestro, qué nos ha tocado hacer para poder sobrevivir del arte. Es mucho más que ser bonito y pagar. Muchos pagan, pero no se sostienen, el cuento no es pegar un tema, el cuento es sostenerse”, dice Mirabay Montoya, y no es difícil creerle.
Mirabay es hija de Teresita Gómez, una de las pianistas mayores de Colombia, por eso dice que la música le viene desde el líquido amniótico. Por su escuela, además de Karol G, han pasado más de 1.800 alumnos, muchos de ellos también reconocidos, como Pipe Bueno, Reykon, Golpe a Golpe, Daniel Calderón, en fin.
Aquel fue un entrenamiento brutal, pero necesario, al parecer, pues Karol G encontró cerradas casi todas las puertas que tocó y las que se abrían estaban lejos de ser lo que ella soñaba. “Me di cuenta de que las mujeres éramos como mercancía intercambiable. Todas las personas con las que trabajé me hicieron propuestas indecentes o querían algo a cambio”, le dijo a El País.
Un día escuchó a un empresario de conciertos diciéndole a su asistente: “Es una mujer, una mujer, ¿quién va a ir a ver a una mujer en concierto?”. Y Karol G, que estaba al otro lado de la puerta, lo vio entrar y no lo dejó decir una sola palabra, y antes le dijo ella: “Sabes qué, ya escuché lo que dijiste afuera y no, voy a ir a trabajar para ver si algún día doy la talla a todas las cosas que vos dijiste afuera que no tenía como mujer”, recordó Karol G en una entrevista para la televisión internacional.
Como nada salía del todo bien, prefirió irse a Nueva York a aprender inglés. La idea de ser cantante parecía imposible, su carrera estaba estancada, y aunque no se resignaba del todo, prefirió darles prioridad a otras cosas.
“Todos los días me montaba en el subway y veía un cartel que decía: música empresarial, y de tanto ver ese cartel hice el curso de música empresarial, lo que me volvió a dar todo el amor otra vez”. De vuelta en Medellín volvió a escribir canciones y la disquera apareció.
Karol G firmó con Universal en 2016 y desde entonces su carrera no para de crecer ni de sumar, es como si todas esas puertas que habían permanecido cerradas ahora estuvieran abiertas de par en par, y la llevaran por atajos.
“Empecé con todo ese grupo de productores y cantantes de Medellín que ahora la están rompiendo y me tocó ver cómo todos crecían y yo me iba quedando atrás. Creo que mi proceso fue más lento precisamente porque no había un espacio para las mujeres en el negocio de la música urbana”, le dijo Karol G a El País.
Hoy, ganadora de un Latin Grammy como Mejor nuevo artista y próxima a lanzar su tercer álbum, Karol G disfruta cada logro, es consciente de lo largo y empinado que ha sido el camino.
Pero la frustración de ayer es el sosiego de hoy, pues no necesitó mucho más que su talento. Por eso hoy, cuando se hace referencia al reguetón, no se habla solo de artistas masculinos, se habla también de mujeres, y al pensar en el poder femenino del género urbano es imposible que el nombre de Karol G no aparezca.