Kiss y su último acto sonoro en Colombia
Por más de cuarenta años han encarnado el rock n’ roll: vestuario estrafalario, inconfundible maquillaje, toneladas de amplificadores, grandes explosiones escénicas y canciones para enloquecer a sus miles de seguidores. Este 7 de mayo la banda se despide de Colombia en el Movistar Arena (Bogotá).
Alejandro Bonilla C. @alejandrosis
Kiss no es una banda de media tinta. La amas o la odias. En los años 90 —cuando empecé a escuchar música rock— no era apreciada mayoritariamente. La radio colombiana no programaba su música, quizá porque la encontraba vetusta, y entre aquellos que mostraban a ese entonces adolescente las maravillas del rock clásico por medio de casetes y vinilos había un consenso de que Pink Floyd, Led Zeppelin o The Beatles eran la esencia. Cuando yo preguntaba por aquel cuarteto de pinturas en el rostro y botas de enorme tacón las respuestas eran: “No tienen talento; no es un grupo auténtico; son afeminados y su gracia está en sacar la lengua y tocar melosas baladas”.
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Kiss no es una banda de media tinta. La amas o la odias. En los años 90 —cuando empecé a escuchar música rock— no era apreciada mayoritariamente. La radio colombiana no programaba su música, quizá porque la encontraba vetusta, y entre aquellos que mostraban a ese entonces adolescente las maravillas del rock clásico por medio de casetes y vinilos había un consenso de que Pink Floyd, Led Zeppelin o The Beatles eran la esencia. Cuando yo preguntaba por aquel cuarteto de pinturas en el rostro y botas de enorme tacón las respuestas eran: “No tienen talento; no es un grupo auténtico; son afeminados y su gracia está en sacar la lengua y tocar melosas baladas”.
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Cuanto más escuchaba opiniones desafortunadas y más esquiva me era oír su música, más me atraía entender de qué iba una banda con el eslogan de “la más caliente de la tierra”. La oportunidad de conocerla me llegó hacía 1996, cuando aprecié su desenchufado (unplugged) para la cadena de televisión MTV. Sí, ese canal alguna vez transmitió música. En dicho concierto los músicos aparecen desprovistos de maquillaje y no visten sus vistosos atuendos, tampoco hay pirotécnica ni trucos escénicos, son simplemente unos tipos interpretando extraordinarias canciones.
No era una situación extraña. Kiss ha luchado con validar sus composiciones por encima de su caricaturesca imagen desde el comienzo de su carrera. Cuando el cuarteto originario de Nueva York editó sus tres primeros álbumes de estudio —Kiss, Hotter Than Hell y Dressed to Kill— en los años 70, no eran tomados con seriedad. En su país varios creyeron que se trataba de un acto circense apelando al rock pesado que por entonces estaba en boga por cuenta de Alice Cooper o The New York Dolls.
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Fue con la publicación de su álbum en vivo Alive!, en 1975, que el público pudo escuchar piezas como “Black Diamond” o “Rock and Roll All Nite” y así comprender que los cañones de humo y las serpentinas estaban en un segundo plano. Kiss era tan bueno como Aerosmith o The Eagles, y venía empacado en un estuche de cuero y espejos.
Hoy la banda liderada por el cantante y guitarrista Paul Stanley en compañía del vocalista y bajista Gene Simmons está dando cierre a una carrera meteórica. Además de vender millones de discos y cuanto objeto de mercadería se pueda uno imaginar, también han sido una enorme influencia en agrupaciones que van desde el pop hasta el metal pesado. Su música contiene un perfecto balance de melodía, sensualidad, agresividad y diversión, haciéndola única en su especie.
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Los años no pasan en vano y cada noche sus integrantes deben someterse a un extenso proceso de maquillaje, además de meterse en sus pesadas ropas para brindar un espectáculo recargado de llamaradas, y donde entre temas deben volar suspendidos en arneses o elevarse en plataformas mecánicas para otorgar al espectador una experiencia casi cinematográfica. Ese desafío de entretener al máximo está llegando al final de su ciclo con la gira mundial “End of the Road”, que tiene una parada en la capital colombiana este sábado 7 de mayo con un show en el Movistar Arena.
La visita se había programado desde hace dos años; pero, a causa de la pandemia, los planes debieron ser postergados. Eso, sin embargo, hace que las expectativas sean aún mayores y desde hace mucho la boletería para el último cara a cara de los fanáticos colombianos con los cuatro enmascarados está agotada.
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El pasado 19 de abril arrancó el periplo sudamericano de los conocidos entre sus fans como el Chico Estrella, el Demonio, el Hombre del Espacio y el Hombre Gato. Sellaron dos fechas abarrotadas en Santiago de Chile, posteriormente el Campo Argentino de Polo aglomeró a cincuenta mil almas para corear a todo pulmón temas como “Shout it Out Loud” y “Lick it Up”. La aventura prosiguió llenando estadios en las ciudades brasileñas de Porto Alegre, Curitiba, São Paulo y Riberão Preto en las que Gene Simmons sacó su kilométrica lengua y la fiesta vibró con “Love Gun” y “I Was Made for Loving You”.
En cada actuación se evidenció lo transversal de la familia Kiss. Desde sus seguidores que caminan cerca de los sesenta años, los que les conocimos en la década de los 90 y ya somos cuarentones, los adolescentes o incluso aquellos niños maquillados, en los hombros de sus padres. Kiss se retira, mas su legado permanecerá por mucho tiempo.
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La noche de este sábado no vemos la hora para que el telón se venga al suelo y una vez más se escuche esa voz en off que promulga: “Ustedes quieren lo mejor, ustedes obtendrán lo mejor, la banda más caliente del planeta: ¡Kiss!”. Entonces los cuatro personajes nos llevarán en una cápsula del tiempo al frenesí de los 70, la extravagancia de los 80, el coraje que mostraron en los 90 y reafirmarán el ícono que son en el siglo XXI.
Luego de dos visitas a Colombia, la primera en el Parque Simón Bolívar en 2009 y la segunda en el Estadio El Campín en 2015, llegó el momento del doloroso adiós. Uno bien resonante para grabar en la memoria de quienes, a pesar de los detractores y las modas, mantenemos una pasión por rocanrolear toda la noche y vivir de fiesta cada día.