La Vela Puerca y la noche en la que festejó para sobrevivir en Bogotá
El jueves 19 de octubre la banda uruguaya se reencontró con el público bogotano tras la pandemia. Fue un vibrante concierto repleto de intensidad, color y garra.
Loren Sofía Buitrago
Kevin Stiven Ramírez Quintero
“Vamo la vela, vamo la vela de mi corazón”, es el canto que se escucha al unísono en The Bonfire en Bogotá. En la primera fila, un chico agita la camiseta de la Selección Uruguaya de Fútbol. A su lado, en un pliego de cartulina se lee “estamos llenos de vida, llenos de magia”, y detrás, un trapo con la frase “que nunca se apague”; son muestras de amor de sus fans, que no veían a La Vela Puerca desde 2019.
A las 9:01 de la noche del 19 de octubre, muchos miraron la hora en sus celulares. Cuando el concierto empezó, el piso empezó a temblar, 600 personas saltaban, gritaban y cantaban.
La banda también extrañaba al público bogotano. “El público latinoamericano es así, salta, grita. La última vez que vinimos toda la gente estaba cantando todas las canciones de principio a fin. A nosotros nos dejó una sensación muy gratificante, estábamos ansiosos por volver”, afirmó Alejandro Piccone, trompetista, para El Espectador.
La Vela Puerca está acostumbrada a tocar para públicos de más de 30.000 personas, pero también saben tocar para siete personas, como lo hicieron en Europa. No importa la cantidad de personas en el público, sino la energía entre la banda y quienes la escuchan.
Llevan 28 años recorriendo el mundo, conectando con la variedad de culturas y públicos. “Tú lo sientes arriba del escenario, ves que la gente responde y canta tus canciones y eso se contagia. Entonces ahí a uno le dan más ganas de tocar”.
Alejandro tiene razón: el público de Bonfire canta cada uno de los versos, y los que no se pueden cantar, los tararea.
Una bandera de Colombia ondea al ritmo de la batería, y si prestas atención logras ver los círculos de pogos en el público. Atrás, tres amigos saltan y cantan mientras se abrazan, y otro se quita la camiseta para agitarla en el aire.
“¿Quieren otra canción más?”, dice Sebastián, vocalista de la banda.
“¡Varias más!”, responde el público.
Tocaron ‘Va a Escampar’, canción que no tocaban desde la pandemia de la COVID-19. Fue como un regalo para Bogotá, que también cantó de inicio a fin temas como ‘Zafar’, ‘Por la Ciudad’, ‘Llenos de Magia’ y ‘Soldado de Plomo’.
La Vela Puerca logra hacer convivir sus canciones viejas con las nuevas. “Todo lo que hacemos, tocamos y escribimos es porque lo sentimos bien, felices, porque lo sentimos legítimo. Algunas canciones las tocamos más rápido o más lento, pero todo es para que convivan mejor y el público lo disfrute”.
Para cerrar, la banda tocó ‘El Viejo’. Junto a varios desconocidos nos reunimos en un círculo para saltar y cantar, al final nos despedimos con la confianza y cercanía que puede nacer de la música.
“Somos muchas personas, no es fácil ponernos de acuerdo, pero con amor y cariño aquí seguimos haciendo lo que nos gusta. Vivimos de esto, es nuestro trabajo, pero es algo que nos gusta, y aquí seguimos casi 28 años después”. Finaliza el concierto, la banda da una venía y las gracias, vuelven al camerino en medio de los aplausos y el mismo grito que los recibió, los despide. “Vamo la vela, vamo la vela de mi corazón”.
“Vamo la vela, vamo la vela de mi corazón”, es el canto que se escucha al unísono en The Bonfire en Bogotá. En la primera fila, un chico agita la camiseta de la Selección Uruguaya de Fútbol. A su lado, en un pliego de cartulina se lee “estamos llenos de vida, llenos de magia”, y detrás, un trapo con la frase “que nunca se apague”; son muestras de amor de sus fans, que no veían a La Vela Puerca desde 2019.
A las 9:01 de la noche del 19 de octubre, muchos miraron la hora en sus celulares. Cuando el concierto empezó, el piso empezó a temblar, 600 personas saltaban, gritaban y cantaban.
La banda también extrañaba al público bogotano. “El público latinoamericano es así, salta, grita. La última vez que vinimos toda la gente estaba cantando todas las canciones de principio a fin. A nosotros nos dejó una sensación muy gratificante, estábamos ansiosos por volver”, afirmó Alejandro Piccone, trompetista, para El Espectador.
La Vela Puerca está acostumbrada a tocar para públicos de más de 30.000 personas, pero también saben tocar para siete personas, como lo hicieron en Europa. No importa la cantidad de personas en el público, sino la energía entre la banda y quienes la escuchan.
Llevan 28 años recorriendo el mundo, conectando con la variedad de culturas y públicos. “Tú lo sientes arriba del escenario, ves que la gente responde y canta tus canciones y eso se contagia. Entonces ahí a uno le dan más ganas de tocar”.
Alejandro tiene razón: el público de Bonfire canta cada uno de los versos, y los que no se pueden cantar, los tararea.
Una bandera de Colombia ondea al ritmo de la batería, y si prestas atención logras ver los círculos de pogos en el público. Atrás, tres amigos saltan y cantan mientras se abrazan, y otro se quita la camiseta para agitarla en el aire.
“¿Quieren otra canción más?”, dice Sebastián, vocalista de la banda.
“¡Varias más!”, responde el público.
Tocaron ‘Va a Escampar’, canción que no tocaban desde la pandemia de la COVID-19. Fue como un regalo para Bogotá, que también cantó de inicio a fin temas como ‘Zafar’, ‘Por la Ciudad’, ‘Llenos de Magia’ y ‘Soldado de Plomo’.
La Vela Puerca logra hacer convivir sus canciones viejas con las nuevas. “Todo lo que hacemos, tocamos y escribimos es porque lo sentimos bien, felices, porque lo sentimos legítimo. Algunas canciones las tocamos más rápido o más lento, pero todo es para que convivan mejor y el público lo disfrute”.
Para cerrar, la banda tocó ‘El Viejo’. Junto a varios desconocidos nos reunimos en un círculo para saltar y cantar, al final nos despedimos con la confianza y cercanía que puede nacer de la música.
“Somos muchas personas, no es fácil ponernos de acuerdo, pero con amor y cariño aquí seguimos haciendo lo que nos gusta. Vivimos de esto, es nuestro trabajo, pero es algo que nos gusta, y aquí seguimos casi 28 años después”. Finaliza el concierto, la banda da una venía y las gracias, vuelven al camerino en medio de los aplausos y el mismo grito que los recibió, los despide. “Vamo la vela, vamo la vela de mi corazón”.