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Son pocas las veces, que alguien destacado en cualquier actividad, logra sobreponerse a tantos halagos que los buenos momentos producen y sacar desde lo más adentro de su ser, todo ese mundo sencillo que desde niño vio en sus padres, el cual le permitió no ser afectado por motivos de ambiente. Si hay alguien que lo pueda decir a todo pulmón es Lisandro Meza Márquez, un músico que aprendió a tratar de la misma manera a la gente de a pie como al más ilustre político o profesional. Eso le permitió granjearse el cariño y respeto de todos. Eso sin lugar a dudas, le ayudó a recorrer con el triunfo en la mano, todo el territorio de la patria y de tantos lugares del mundo, donde se convirtió en un ídolo de masas.
¿Dónde nació Lisandro Meza Márquez?
“Soy un hombre afortunado. Nací en El Piñal, un corregimiento de Los Palmitos, territorio que era de Bolívar y hoy somos Sucreños a mucho honor, el 26 de septiembre de 1937, en el hogar de Victoria Márquez y Reymundo Meza. Fui el consentido de mi padre y a los seis años me llevaba a los aserríos, que era su trabajo cotidiano. Decía mi madre, que la comadrona que me recibió, que en vez de llorar cuando me nalgueó, pegué un grito lleno de música. Fui el cuarto de nueve hermanos”.
¿Cómo se inició en la música?
“El primer contacto con la música fue natural. Usábamos el tubito de la hoja de la papaya, al que llamábamos ‘Pito de papaya’ con el que ensayábamos. Luego usamos peinillas y papel de celofán, en donde nos reuníamos como cinco primos a tocar hasta el amanecer. Las bacinillas viejas, el estribo de los caballos y latas de galletas eran nuestros instrumentos. En 1950, mi padre tenía una finca en El Difícil, Magdalena, Pedro Socarras, un acordeonero de la región de lo que hoy es Cesar, quien era capataz y aserrador en la finca de mi padre ‘La Armenia’ y guardaba su acordeón de una hilera después de tocar en la noche. Aprovechaba que él se iba a trabajar temprano y lo dejaba bien guardado en una maleta a la que le ponía un candado, para poder sacarlo, construí una ganzúa. Así fue como aprendí a tocar ese instrumento. Lo que primero toqué fue ‘La hija de Amaranto’, ‘La cumbia Cienaguera’ y ‘El alto del Rosario’. Muchos años después, volví a ver a Alejandro Durán a quien conocí en El Difícil, Magdalena, de la mano de mi padre, siendo un niño de ocho años. Seis años más tarde, se mudó a Los Palmitos. Con tan solo 14 años decidí, pese a la prohibición de mi madre, hacer parte del conjunto de Alejandro Duran Díaz, donde toqué la guacharaca, nunca lo había hecho y aprendí a hacerlo de manera imaginaria, al poner mi mano sobre el brazo y tocar hasta el cansancio. La primera gira fue al pueblo Altos del Rosario, al que Alejo le hizo un son, donde duramos como un mes por lo menos. Ese encuentro con ese hombre grande de la música fue para mí, mi consagración, hecho que me hizo aferrarme a la música y hacer de ella, todo para mi”
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¿En qué año hizo su primera grabación?
“Tengo más de sesenta años de vida artística y más de 127 productos musicales grabados, los cuales inicié en 1953, al grabar con los hermanos Carlos y Roberto Román al remplazar al músico Aníbal Velásquez, quienes tenían el grupo ‘Los Vallenatos del Magdalena’, donde obras mías como ‘El aroma de las flores’ y ‘Adiós Dolores’, esta última una guaracha que abrió ese espacio, al convertirse en la primera obra de ese género en acordeón, luego irrumpió Aníbal Velásquez y se quedó haciendo solo ese estilo. Dos años después, conformé la agrupación ‘Lisandro Meza y sus alegres muchachos’. Grabé en el sello Musical Carrizal un súper sencillo con las obras ‘Cocacolo cabellón’ y ‘Muchacho alegre’, que debido al éxito fue sacado en Bogotá por el sello Ondina. ‘El tigre del acordeón’ 1960, ‘Mosaico del Acordeón’ 1960, Alegría Sabanera 1964, ‘El ritmo del acordeón’ 1965, ‘Fiesta Sabanera 1967, ‘Upajé’ 1969. En 1965, ante el retiro de Alfredo Gutiérrez de los Corraleros del Majagual, ingreso a esa extraordinaria agrupación donde maduré y consolidé mi vida musical. A todos los integrantes de esa agrupación y don Antonio Fuentes les debo lo que soy como músico. Luego hice el Combo Gigante de Lisandro Meza. Mi vida artística ha sido exitosa, no me puedo quejar. Todo lo que he emprendido ha sido bien recibido”.
¿Cómo es esa historia de su presencia en el Festival Vallenato?
“Me encontraba en Barranquilla, cuando supe por Emisoras Unidas, que había en Valledupar el segundo Festival vallenato. El que me entusiasmó más fue Alfredo Gutiérrez, quien me dijo, que se iba a presentar. Ese concurso había crecido al ganarlo Alejandro Durán el año anterior, pero tenía mis dudas al saber que circulaba los rumores que eso era para los vallenatos, pero como Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez y yo grabábamos esa música, no le vi inconveniente presentarme. Llevé los cuatro ritmos. Eso me lo indicó el negro Alejo. Llegamos a esa tierra donde me ha querido mucho.
Además: Lisandro Meza, el respaldo y la soledad de un rey sin corona
Tanto Alfredo como yo, estábamos pegados. Tenía ‘Vallenato canta vallenato’, ‘El saludo’, ‘La puya upajá’ y ‘El viejo Miguel’. Cada presentación que hacía el público la respaldaba. Nunca me sentí solo, situación que creció al retirarse Alfredo Gutiérrez. Llegué a la final junto a Nicolás Mendoza que para los entendidos, era quien más se ceñía a lo que querían en ese concurso. Todo lo dejé a la música que traje como regalo y a la pasión del pueblo que nunca me abandonó, ni siquiera cuando ganó “Colacho”, un músico al que respeto mucho, pero que el pueblo no aceptó. Desde ahí surgió el calificativo ‘El rey sin corona’, situación que subsanó el acto de la Universidad Popular del Cesar y la presencia de muchos de los pelaos que me acompañaron en ese momento, que vinieron con sus hijos y nietos a recordar esos gratos momentos. Debo decir, que pese a no ganar en esas oportunidades en que me presenté, jamás he lanzado improperios contra los organizadores de ese gran evento musical. Pese a perder en el Festival, mi grandeza como músico creció no solo en Colombia sino en muchos lugares del mundo”.
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Hoy su cuerpo físico ya no está con nosotros, cuya presencia con lo eterno se dio ayer 25 de diciembre en el cementerio de Los Palmitos, un pueblo de Sucre, después de fallecer el 23 de diciembre del 2023 en Sincelejo, Sucre, tierra de la que nunca quiso salir y pidió que al fallecer, por muy lejos que se encontrara, lo llevaran allí. “De allí soy, nunca me quise ir y ahí es donde tengo que estar”, no se cansó de repetir en la entrevista que le hice, en un homenaje organizado por Jaime Maestre Aponte en la Universidad Popular del Cesar, en el mes de mayo del 2015. Complemente la información: Murió el compositor y cantante colombiano Lisandro Meza a los 86 años
Desde esa decisión, muy personal por cierto, logró reafirmar su lugar de origen, desde donde debe arrancar la orden popular de una ciudadanía defensora de lo que le identifica, para hacer de su obra un legado vivo, que quede en el ámbito artístico local, regional, nacional e internacional, unas creaciones que hablarán por él, desde diversos contextos en que se analice sus creaciones y la de otros autores y compositores, a las que le puso su sello personal.
Si hay un artista vendedor de música en Colombia y fuera de ella, es Lisandro Meza Márquez, quien irrumpió triunfador en los más reconocidos escenarios de varios países del mundo, donde les compitió con su talento a los más consagrados músicos de nuestro país y de las naciones que lo acogieron como el artista de mayor difusión y ventas. Muchas de sus obras fueron ganadoras de discos de oro, platino, congos de oro y muchos reconocimientos, que lo ubican sin tanto alarde, en un excelente embajador de la música colombiana.
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Félix Carrillo Hinojosa es escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural quien consiguió en la Categoría Cumbia-Vallenato/Álbum dentro del Premio Grammy Latino.