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El aporte de las diversas familias indígenas, al igual que los africanos y europeos en el Magdalena Grande con relación al vallenato, es evidente y tiene mucho que ver con sus ritmos, danzas, coreografía e instrumentos, entre ellos, lo vocal. En esa búsqueda para descifrar lo que muchos se han negado a ver, reafirmo que “el chicote es el elemento antecesor del son y que los carrizos en manos de ellos, recibieron todo el influjo creativo anterior a la llegada del acordeón”. Con esa verdad cultural, muchos se atrevieron a decir, que los wayuu, nuestros hermanos mayores, no tenían ningún protagonismo dentro de la música vallenata.
En ese proceso de mi parte, incomprendido en muchas ocasiones, encontré las razones que han de poner a pensar al mundo vallenato frente a lo que hasta hace unos años era un imposible: “La Yonna, esa danza matrilineal es la construcción antecesora, para que hoy tengamos el paseo alegre y la digitación rápida que es propia de los músicos guajiros”, cuyos ejemplos relevantes de esa realidad está fundamentada en valores como Luis Enrique Martínez Argote, Nicolás Mendoza Daza, Emiliano Zuleta Díaz, Israel Romero Ospino, Juan Rois Zúñiga y Héctor Arturo Zuleta Díaz.
No está demás, hablar sobre La Yonna, mal llamada chichamaya, con cuyo viaje espiritual se puede curar enfermedades, anunciar el final del encierro de la mujer y darle paso al inicio de una nueva vida que es la base para conservar la etnia. Este hecho se suma a otro de igual significación en la cultura wayuu como lo es la exposición de la danza la Cabrita o Kaulayawá, en donde esta, es una manera de dar agradecimientos frente a las buenas cosechas y la lluvia, elementos sustanciales en la vida cotidiana de esos hermanos nuestros.
Esto me permite decirles que, siempre que quiero saber de la cosmogonía que hay al interior de la cultura indígena wayuu, tengo en el pintor Guillermo Jariyuu y el sabio Weildler Guerra Curvelo a dos fuentes creíbles y defensoras como los que más de su gente, que son ratificadas por la postura poética de Vito Apshana, al decir: “Por la fuerza de estar vivos siguen los frutos del cactus alimentando la paz de los pájaros. Siguen mis ojos encontrando a Iiwa y Juyou. Siguen los sueños conciliándonos con nuestros muertos. Las mujeres continúan entretejiendo la vida”.
Igual ocurre con Vicente Villafañe cuya sabiduría ancestral se hace evidente cuando hablamos de su etnia. Y si de la influencia afro se trata, Víctor Camarillo Ochoa el siempre recordado mentor de muchos sueños para bien del vallenato, cuyos decires son vitales en la construcción de nuevas miradas que se tejen en ese inmenso arco iris musical, que sumadas a las emitidas por el querido Andrés Gil Torres, ‘El turquete’, quien con su humildad acuesta tiene siempre una frase sencilla que explica el sentir de lo que significa el vallenato como realidad social y no como una moda que se teje al libre albedrío de los comerciantes de la cultura. Ellos en cada uno de sus tiempos me han corregido, orientado y enseñado en ese mundo que no deja de sorprenderme; en donde todas esas corrientes confluyen para bien de nuestra música.
Todo esto me lleva a encontrar elementos vitales que me ayudan a construir unas nuevas visiones con relación a la presencia de los wayuu en el vallenato como música. En la narración que hacen de sus cantos aparece la décima como algo novedoso no por su uso que es milenario sino porque nunca se había dicho como aporte posterior en nuestra música. ¿Cómo apareció la décima en el mestizaje nuestro a través del vallenato? ¿Por qué los arhuacos tienen presencia en la manera como se canta en el Cesar por parte de los valores musicales? ¿Igual ocurre con los wayuu en donde los cantores de La Guajira tienen mucha influencia de sus cantos ancestrales?
El baile de la Yonna, es un baile wayuu que simboliza el cortejo, en donde el hombre representa el viento y las mujeres la fuerza.
Al volver al tema de la Yonna, invito a que observemos la manera dancística como arremete la mujer wayuu a su pareja y traslademos ese accionar, a lo que hacen los acordeoneros nuestros al tener ese instrumento entre sus manos o cuando el compositor hace un paseo alegre y, sin que esto suene a imposición caprichosa, quiero que miremos los elementos similares que nos lleva a entender que, así como la danza del chicote es antecesor del son y la tambora del paseo, la Yonna dejó sus bases para que el paseo alegre y el acordeonero guajiro tengan su razón de ser.
Así como debemos cuidar a la yonna, esa danza que ha puesto a nuestra mujer wayúu en el sitial que merece y que le dice al mundo que el ritmo lo pone ella en defensa de la vida y lo que ello implica, que no es menos, ante el compromiso que debe existir por parte de todos nosotros en la defensa del vallenato y sus ritmos, cuya sabiduría se evidenció en sus creadores, después de recibir de sus antecesores todo un laboratorio que de la mejor manera fue refundado por sabios campesinos quienes nos dejaron cuatro ritmos: el paseo, el merengue, el son y la puya y tres instrumentos como lo son el acordeón, la caja y la guacharaca, quienes lograron imponerse a sus antecesores y mantenerse en la actualidad.
Está demostrado que, quienes tratan de desfigurar el vallenato, tanto en su forma como en el contenido, terminan derrotados en su propósito.
Por eso sería interesante abrir el debate y escuchar los versos que van y vienen frente al decir nuestro que “la yonna le puso ritmo y el verso picante en décima a la música vallenata”. Y como si se tratara de una fuerte disputa en donde los gallos nuestros tienen afiladas sus espuelas y los galleros a pulmón abierto hacen las apuestas, esperemos que lleguen y nutran la discusión, con acciones a favor y en contra de lo que pensamos.
Se ha dicho hasta la saciedad y algo hay de verdad en eso, cuando en nuestra música se plantea que la presencia de la africanía resuena con los sonidos y golpes contundentes, llenos de rebrujes a través de una caja, al igual que el aporte de la síncopa, un fenómeno que puede ser rítmico, melódico o ambos, que no es más que una prolongación de una figura rítmica o una armónica de un tiempo débil a un tiempo fuerte, es decir sin articular en el tiempo fuerte, del que la tambora es una construcción antecesora al paseo, en donde predomina la presencia femenina tanto en el canto como en el palmoteo, cuyas construcciones verseadoras son politemáticas, también está la guacharaca que manifiesta sus repiques como una muestra de lo indígena, hay quienes aseguran que es influencia africana y el acordeón, aporte de la cultura musical asiática y europea, que lograron armonizarse para presentarse en sociedad junto con los cuatro aires que por tradición heredamos.
Cuando de hablar del paseo se trata, “el turquete” tercia y dice: “La métrica musical del paseo es de un compás partido en donde se advierten tres variantes: el paseo lento, medio y alegre cuyo uso comercial nos permite sentenciar que ha sido el de mayor explotación comercial. Tiene una cuadratura de compás de cuatro tiempos cuya marcación de la lira y los bajos es de uno por tres y a veces, de acuerdo con la pieza, es de dos por uno”. Esta explicación me hace vivir momentos agradables cuando me encontraba en la casa de la Cultura en Valledupar con el querido compositor y acordeonero Víctor Camarillo Ochoa, quien de manera sencilla me decía frente al ritmo del merengue: “Hay dos maneras de crear el merengue, el de la provincia que es lento, ‘acompasao’ y ‘el jalao’ que es más rápido y tiene influencia del fandango. Tiene un cifrado de 6/8, un compás derivado, ya que los compases originales son los de cuatro tiempos, el de tres y el de dos”.
El creador de ‘La leyenda vallenata’ y ‘Los tres fallecidos’, abre su memoria y expone su sabiduría en torno al ritmo del son cuando afirma, “este ritmo tiene una cuadratura de compás de dos por cuatro, con una presencia notoria de los bajos, a veces más perceptibles que lo hecho en la lira (pitos), con una marcación del uno por uno, en donde las formas de tocar el acordeón muestra los estilos que hay, cuando es menos estridente en su marcación que es una influencia producida por el estilo bajero, que a diferencia del guajiro su marcación es del uno por dos y del dos por uno”.
En lo relacionado con la puya manifiesta: “Es un ritmo más rápido que el merengue, pero ahora lo hacen tan rápido que termina pareciéndose a un mapalé. Eso se nota cuando se hacen los solos, la mayoría de los instrumentos se atrasan. Tiene una marcación del dos por dos, a veces del dos por uno, en ciertos pasajes de la ejecución de la pieza. Tiene una cuadratura parecida al merengue, pero es el golpe de la caja la que lo diferencia del merengue. En su inicio, el carricero o ejecutante del carrizo, se dedicó a imitar el canto de algunos pájaros, situación que luego con la llegada del acordeón lo hicieron los acordeoneros. Los que más se destacaron en ese remedo a los sonidos de los animales fueron Francisco Moscote Guerra y ‘Chico’ Bolaños”.
Como nada es casual sino causal, los ritmos y sus danzas, la palabra vallenato y demás nombres, los instrumentos y toda esa pasión que encierra nuestra música, es ante todo, un sonoro grito de independencia y soberanía. El epicentro está en la provincia que me permite dejarles como cierre unas reflexiones que no son camisas de fuerza, sino una manera de exorcizar mí espíritu y me gustaría que ustedes lo puedan hacer
“Me encanta ese proceso silencioso de los iniciales creadores nuestros, cuando le dieron forma a las incipientes expresiones rítmicas, dancísticas e instrumentales, de una música que nació sin nombre y que luego, con esa labor de artesanos que desarrollaron, en donde ponían pieza por pieza en el lugar exacto como si fuera un gran juego de ajedrez, para luego hoy, con el aporte valioso de cada una de esas generaciones posteriores que lograron empujar ese movimiento musical y lograr convertirla, en la música de la nación”.
“A ellos, a quienes debemos rendir tributo de respeto y admiración. A esos creadores de lo imposible y sostenedores de todo un proceso cultural que ha costado llantos de alegría y dolor, en donde ha habido excesos y humildad, sobredimensión y olvido, ensimismamiento y persecución, desconocimiento y egos, irresponsabilidades y alabanzas inútiles, que han dejado a valores de dos piernas, dos manos, una cabeza, dos ojos, dos oídos, como si fueran seres del más allá: intocables más por las murallas que les crearon, sin que su calidad humana sirva, para mostrar un parecido con la obra creada”.
“Por eso estoy siempre, con los campesinos en olvido que crearon todo lo que tenemos. Si de algo estoy seguro, es que ellos nos salvaron de todo, al crear una música llena de amor y perdono, las salidas en falso que están visibles en personas que abusan de sus dones artísticos y del poder que genera, salir de los lugares más humildes y encontrarse con nuevas luces”.
“Con todo ese panorama humano, el vallenato de los cuatro ritmos: paseo, merengue, son y puya, el del acordeón con su lira y bajos, llevada siempre al pecho como escudo que vence la muerte, el de la caja y sus rebrujes, sostenida por las piernas y tocada por ambas manos y la guacharaca ejecutada por una mano y sostenida por la otra, para hacer un armonioso repique, se suman al de las canciones sentidas con sus letras y melodías, no importa el tiempo de su creación, si fue en la etapa primitiva, moderna o posmoderna, el de la gente buena que lo sigue siendo, pese a su ascenso, es el que me gusta a mí, es el que estoy seguro le gusta a la mayoría. Por eso no creo ni me gusta cuando los medios confrontan sin conocimiento el valor de un artista con relación al otro como si fuera una mercancía”.
“Nuestra música no es creada por los nuevos ricos, ni es bendecida por los personajes emergentes de la política, economía o cualquier otro fenómeno que surja. Ella fue gestada por muchos hombres sin camisa y a pie descalzo. Parido por mujeres maravillosas, llenas de humildad y signadas, para llevar en sus vientres tanta música, canto e interpretación celestial”.
*Escritor, periodista, Ccmpositor, productor musical y gestor cultural para que el vallenato tenga una categoría en el Premio Grammy Latino.