Los sonidos de la diáspora africana que se bailan en Bogotá
Entre África, Europa y Norteamérica se gestó un género musical que se instaló en la capital del país. En un principio, a la propuesta sonora se le sumaron letras con conciencia social, sin embargo, hoy en días sus narrativas son muy diversas.
Daniela Suárez Zuluaga
“El afrobeat actualmente no existe, lo que suena ahora se llama afrobeats, con “s” al final”, me dice Pablo Fortaleza, senior A&R de la agencia de distribución digital ONErpm, mientras me explica que en la década de los 70, un activista, revolucionario y músico nigeriano llamado Fella Kuti creó el sonido original. Él, con su lucha por los derechos humanos y su destreza en la música, agregó, sin saberlo, los dos ingredientes claves para que el género conquistara otros lugares del mundo: los sonidos africanos como la música yoruba y el highlife mezclados con funk, blues y jazz. A la propuesta sonora se le sumaron letras con conciencia social.
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“El afrobeat actualmente no existe, lo que suena ahora se llama afrobeats, con “s” al final”, me dice Pablo Fortaleza, senior A&R de la agencia de distribución digital ONErpm, mientras me explica que en la década de los 70, un activista, revolucionario y músico nigeriano llamado Fella Kuti creó el sonido original. Él, con su lucha por los derechos humanos y su destreza en la música, agregó, sin saberlo, los dos ingredientes claves para que el género conquistara otros lugares del mundo: los sonidos africanos como la música yoruba y el highlife mezclados con funk, blues y jazz. A la propuesta sonora se le sumaron letras con conciencia social.
Fortaleza también hace parte de Profetas, grupo musical que trajo a Colombia los sonidos del afrobeat, cuando el género no tenía ese nombre. Cuenta que desde los años 90 hasta principios de los 2000, los festivales dejaron de identificar las músicas del mundo como “tradicionales” y comenzaron a entenderlas como la parte de un todo. Se reinterpretaban los sonidos de cada país y los combinaban con influencias globales como hip hop y el dancehall. “Gracias a esa visión y poniendo un ejemplo local, podemos ver en un mismo festival a Totó la Momposina y también a Bomba Estéreo”.
Influyó la presencia de migrantes nigerianos en países como Inglaterra, Estados Unidos y Francia para que el género se expandiera y lograra un posicionamiento dentro de la industria. Recorrió Europa, Norteamérica y llegó a América del Sur, pero ¿en qué momento dejó de ser afrobeat y se convirtió en “afrobeats” con “s” al final? Fortaleza dice que los diferentes géneros y estilos musicales se han instalado culturalmente dentro de este, convirtiéndolo en una amalgama de beats que se diferencian por su velocidad, por eso no se puede hablar de un afrobeat, sino de varios.
A esta definición se suma Jossman, un productor, compositor y cantante criado en Timbiquí, Cauca, que encontró en este género un estilo de vida. “Para mí el afrobeats es espiritualidad, vibras y sensaciones. La primera vez que escuché esta música sentí mucha conexión con el pacífico, el currulao, el bunde y todas estas melodías”.
Según Jossman, esta música evoluciona a medida que conquista nuevos territorios. Cuando llegó a Colombia en los 90, los artistas comenzaron a explorar esas influencias que llegaban del Caribe y el Pacífico, replicándolas y dándoles nuevos aires urbanos. Fue el caso de la cantante y compositora centroafricana Antombo, que escribió hace 12 años su canción “Bisou” junto a su grupo musical Profetas. “Ese tema cuenta un poco lo que estaba pasando con el afrobeat en ese momento, la fusión de ritmos tropicales mezclados con la esencia del funk y la música urbana era lo que estábamos explorando, igual que el baile”.
Antombo tiene padre gabonés y madre colombiana, creció rodeada de salsa congoleña, zouk y música africana en general, pero también escuchaba vallenato, champeta, reggae y dancehall. “Esos sonidos de la diáspora africana son los que me han influenciado siempre”. Considera que Colombia tiene dos “Áfricas”, que son el Caribe y el Pacífico, porque van detrás de la herencia de músicas tradicionales que tuvieron su origen en África.
La artista señala la conexión que existe entre los sonidos africanos y los urbanos, y le atribuye a esa cercanía la llegada del género al interior del país. “En conclusión, afrobeats son todas las músicas negras que se conectan. Es una diáspora”.
Una prueba de la afirmación de Antombo es que el afrobeat colombiano se puede escuchar en los discos que ha grabado el músico y productor inglés Will Holland, alias Quantic, junto a Ondatrópica, una creación del músico colombiano Mario Galeano, de Frente Cumbiero. En estas grabaciones participa Nidia Góngora, que también colabora con Nelda Piña y La Boa. Juntas basan su repertorio en el legado del músico nigeriano, al que incorpora sonidos latinos como el bullerengue y la chalupa, entre otros.
La música de proyectos como los mencionados anteriormente han logrado llegar hasta la capital para crear un movimiento. Tanto Jossman, como el artista cartagenero Hamilton, coinciden en afirmar en que Bogotá es un escenario importante para el afrobeats, e insinúan que es porque los rolos siempre anhelan estar en la playa. “Nuestra música es mar, sol, palmeras, brisa, tranquilidad, y siento que en la capital a veces añoran ese ambiente, por eso han existido bares como Cacao Blunt, Disco Jaguar, incluso Casa Babylon, donde la temática es esa, no tengo dudas de que el afrobeats es una cultura y llegó para quedarse”.