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La segunda conferencia del musicólogo Sergio Ospina titulada Porque en el dolor también se canta: Luis A. Calvo y la música nacional colombiana, presentada en el marco del ciclo de conferencias Doscientos años de identidades musicales en Colombia que hace parte del proyecto Bicentenario de una nación en el mundo del Banco de la República, tuvo lugar en la tarde del miércoles 24 de julio de 2019. (Le puede interesar: Fonógrafo: el inicio del siglo XX y las primeras grabaciones musicales en Colombia)
Quienes escuchamos a Ospina en el Centro de eventos de la Biblioteca Luis Ángel Arango conocimos un poco más acerca de uno de los músicos colombianos más emblemáticos de la primera mitad del siglo XX, Luis A. Calvo. Mediante un breve recuento biográfico, Ospina nos introdujo en el contexto socio-cultural y político de la Colombia de la primera mitad del siglo pasado. Posteriormente, nos habló sobre la obra de Calvo para finalmente abordar la cuestión de la ‘música nacional’ y la relación de esta con dicho compositor. (Lea también: Sonidos para sorprenderse en la Sala de Conciertos)
El santandereano Luis A. Calvo, originario de Gámbita, fue un hijo natural ilegítimo. Creció en medio de la pobreza en una sociedad colombiana prejuiciosa. Estos aspectos marcaron los primeros veinte años de la vida de este compositor, quien, a pesar estas adversidades, logró un gran reconocimiento que ha perdurado en el tiempo. (Además: James Johnstone y un concierto inolvidable)
Su formación musical fue accidentada por diversos motivos, entre estos la lepra, enfermedad que lo confinó al lazareto de Agua de Dios en 1916. Sin embargo, la enfermedad no le restó a la popularidad con la que ya contaba en la escena musical del país y a nivel internacional. Calvo fue un músico bastante excepcional en la medida en que, a pesar de sus circunstancias, logró mantenerse vigente en el medio y tener una productividad considerable hasta su muerte en 1945.
La complejidad de la personalidad de Calvo se revela en el hecho de que, aunque en su música se lamentaba por su condición explotando la narrativa del dolor, solía ser una persona muy optimista y agradecida. Ospina enfatizó que, aunque la crítica de la época trasladó la figura europea del músico trágico a Calvo —lo cual contribuyó a consolidarlo como mito—, su personalidad y trayectoria musical no deben ser reducidas a ésta.
Por medio de diversos ejemplos musicales Ospina ilustró lo polifacética que fue la propuesta musical de Calvo y su particular talento para trabajar la melodía. Este compositor escribió ante todo obras para piano, incluyendo canciones, música vocal, música religiosa, valses, marchas, danzas, pasillos, himnos y bambucos.
Junto con Pedro Morales Pino, Emilio Murillo, Fulgencio García, Jerónimo Velasco y Alejo Wills, Luis A. Calvo participó en la construcción del canon de la ‘música nacional’ de principios de siglo, enfocado en la exaltación de las músicas de la llamada región Andina.
Ospina señaló que mucha de la música que se componía en ese entonces era arreglada por músicos estadounidenses para ser interpretada por sus orquestas, y que en parte fue también a partir de estas interpretaciones y adaptaciones que se construyó dicho canon de lo colombiano. Del mismo modo, la convergencia de diversas corrientes artísticas y la confluencia en nuestro medio de partituras, emisiones radiales y grabaciones locales e internacionales configuraron el escenario de la naciente ‘música nacional’.
El discurso de la identidad musical del país, que se ha ido gestando y transformando desde entonces, en las primeras décadas del siglo pasado oscilaba entre una visión universalista cuyo representante principal fue Guillermo Uribe Holguín, y otra centrada en el localismo, liderada por Emilio Murillo.
Ospina explicó que para el primero las músicas nacionales eran aquellas hechas por colombianos —sin importar el origen de los géneros—, y eran buenas en la medida que los músicos fuesen buenos. Murillo por su parte se guiaba por un esencialismo anclado en la veneración de lo local, haciendo afirmaciones como «la música nacional está en las entrañas de las personas». En efecto, durante las décadas de 1920 y 1930 la postura generalizada consistía en que la música nacional debía exaltar los aires populares del país.
Aunque Calvo se interesaba por la llamada música académica, desarrolló un estilo compositivo mucho más cercano al localismo. Si bien su posición frente a las disputas entre los universalistas y localistas inicialmente fue conciliadora, al final de sus años se volvió mucho más militante y cercano a Murillo.
Calvo fue partícipe de un momento de revaluación del canon europeo y experimentación con las músicas regionales. En ese sentido, Ospina propone analizar a los músicos colombianos desde sus propias realidades y contextos y no como lo ha hecho la ‘musicología de antaño’ que ha validado a los músicos locales a partir de los cánones europeos.
Fue interesante que Ospina resaltara la importancia de renovar la musicología, la cual desde hace unos años afortunadamente propone ver la historia de las músicas colombianas de manera contextual y relacional, sin caer en el discurso folclorista.
* Etnomusicóloga de Saint-Denis Université (Paris 8) y del EHESS de París. Desde el 2012 es docente e investigadora del Programa de formación musical y la Maestría en músicas colombianas de la Universidad El Bosque.