María Compás: “La industria musical manosea discursos como los feminismos”
La poeta y música chilena, en entrevista para El Espectador, defendió la funa, definió la música que hacen artistas como Karol G y Shakira, habló del neoperreo y de su vínculo personal entre el rap y la poesía. Es una de las panelistas del Festival Internacional de Poesía que se adelanta en Medellín.
Alberto González Martínez
Su abuela le leía poemas de noche y de día escuchaba rap con sus amigos. Disfrutaba a los raperos chilenos de moda; Saico Sur, Calambre y Cuarto Universo. Luego, como a una adolescente consentida, le recitaban poemas surrealistas de Humberto Díaz Casanueva, que era hermano de su abuela.
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Su abuela le leía poemas de noche y de día escuchaba rap con sus amigos. Disfrutaba a los raperos chilenos de moda; Saico Sur, Calambre y Cuarto Universo. Luego, como a una adolescente consentida, le recitaban poemas surrealistas de Humberto Díaz Casanueva, que era hermano de su abuela.
Al rap lo entendía a la perfección porque hablaba el mismo lenguaje de su generación. De los poemas, oía el resonar de letras y palabras bonitas, del que su significado parecía perdido en las páginas antiquísimas. A los veinte años empezó a hallarle sentido a lo que escuchaba recitar. Entonces supo que sería escritora.
Comenzó a sumirse en las lecturas de Octavio Paz, Gabriela Mistral, Rosamel del Valle, Blanca Varela y otros poetas de su país. Noté que no mencionó a Pablo Neruda, el principal referente de la poesía en Chile, quizá. El motivo era obvio: hace años un movimiento de feministas chilenas pidió revocar su nombre del aeropuerto de Santiago de Chile por las acusaciones en su contra como “maltratador de mujeres”. Compás es feminista y defiende la funa.
—Leí mucho a Neruda hace unos años. Me llamaba la atención de su obra, esa capacidad de poder hablarle y cantarle a todo. Cuando empezaron a llegar estas informaciones sentí que se desmontó algo en mí —dijo la poeta sin entrar en detalles.
—Neruda sería un personaje funable en esta época —le complemento concluyendo el tema del poeta con su afirmación.
María Paz Valdebenito o, mejor, María Compás, como se hace llamar artísticamente, nació en la segunda mitad de los años 80 e inició su carrera de poeta en la segunda mitad de los 2000. Aún no se hablaba de la funa, pero, años después, así titularía una de sus canciones, luego de funar a algunos intelectuales cercanos. Dice que aún le falta por denunciar, aunque lo volvería a hacer protegida legalmente, para que no quede como simple anécdota.
¿Cuál de los dos escenarios es más funable: la música o la poesía?
Completa y certeramente, en la poesía. Siento que la música llegó en un momento muy simbólico, porque estaba apenas comenzado y en ese momento pasó lo de la funa; entonces, llegó como un halo de protección. Pese a todas las malas prácticas que hay en la música, en la intelectualidad hay más nivel de desprotección y abuso, por ser un espacio masculinizado. Hay una canción llamada “Bla, bla”, en la que también me inspiré en este contexto, donde digo “entre más me alejo de los poetas, más me acerco a la poesía”. Siento que alejarme de la esfera intelectual me ha permitido entrar a la palabra con muchas más libertades. Si no fuera por la música, mi trabajo literario no existiría.
Antes mencionaba a Octavio Paz, quien hace un tratado intentando definir qué es la poesía, aunque no lo logra, ¿se atreve a dar una definición?
Me gusta una reflexión del escritor argentino Luis Felipe Noé, en su libro Antiestética, donde compara la poética como si fuera un tren. Ese tren tiene distintas estaciones y cuando se va acercando a la estación final es cuando logras definir tu poética. Entonces siento que la indefinición también es parte de la definición de poesía y ahí lo traduzco como una búsqueda continua que te permite mirar atento y estar todo el tiempo reconectando con tu raíz y con lo circundante.
¿Y en qué estación se encuentra?
Qué bonita pregunta (sonríe)… Estoy en una estación de autodeterminación, tomando muchas decisiones para enraizar ciertas cosas de mi búsqueda artística como, por ejemplo, esta relación entre la música y la poesía. Quiero poder profundizar cada vez en dónde la poesía no esté al servicio de la música ni la música al servicio de la poesía, sino un lenguaje que pueda construir una sola forma.
¿Cree que artistas como Shakira o Karol G representan verdaderamente el empoderamiento femenino o lo usan como una estrategia de “marketing”?
Qué compleja pregunta (se ríe)... Para mí, es más un gesto de empoderamiento. Digo “gesto” porque están sumidas en la industria, sujetas a contratos, restricciones y son tratadas como un producto, porque la industria se apropia y manosea ciertos discursos como los feminismos. Entonces, hay muchas cosas que me hacen ruido, pero, al mismo tiempo, al ser voces que llegan a muchas personas, es un gesto importante porque remueve cosas y también abre reflexiones y diálogos en esferas donde años atrás ni siquiera existían.
¿Y cree que el llamado neoperreo, subgénero del reguetón, que tiene fuerza en Chile, es más trasparente con lo del empoderamiento?
Hay un discurso de empoderamiento, pero hay símbolos que lo contradicen. Aunque siento que se abre una fisura. Rescato cómo se va cosiendo el discurso desde esa contradicción, desde lo grotesco, desde la incomodidad. Siento muy injusto decir que esto es más honesto que esto. No es que no quiera tomar una postura, sino que a veces siento que una se va construyendo.
(Lea sobre neoperreo y perreo alternativo en Bogotá aquí).
***
Compás acepta estar permeada por la música de estas nuevas generaciones. Sus opiniones son menos contundentes que con la intelectualidad y prefiere no tomar postura, aunque no tomarla también es tomarla. Se califica de alternativa, aunque le hubiese gustado ser más undergraund. Siempre ha estado permeada por la dialéctica.
—Era la amiga rara porque era como la intelectual. Se me caía un libro y era bullying —recuerda —. Me decían: “Ay, la mamona, leyendo a Gabriela Mistral”.
Otro término despectivo que usaban, en contra de ella y sus grupos de amigas, era “camiona”. Para sus tiempos vestirse con un pantalón ancho traía como consecuencias que no la dejaran entrar a supermercados, que la miraran feo o la tildaran de lesbiana (“camiona”). Ya no tolera esos tratos, ahora los denuncia.
Después de la funa, ha perdido espacios, amigos y personas que se han alejado. Ella también se ha alejado. Ha encontrado en su rap alternativo, que tiene unas características sonoras y literarias muy difíciles de comparar con otras, un refugio.
Se siente como en su adolescencia, cuando llegaba a su casa, después de ser prejuzgada por algunas personas en la calle, y su abuela le recitaba aquellas palabras que parecían inteligibles, pero acompasadas. Era, literalmente, música para sus oídos.