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María del Sol Peralta: una voz entre cantos y cuentos

La cantante y escritora cuenta su historia en primera persona: su abuela, Sylvia Moscovitz, también artista, le tenía, en su niñez, un conductor para llevarla a conciertos y galerías. Dice que de esa manera, muy natural, fue introducida a un mundo y ese fue el mundo de las artes-

Giancarlo Calderón
06 de diciembre de 2020 - 08:13 p. m.
María del Sol Peralta combina las letras y el canto para rescatar la tradición oral y transmitirla, de un modo atractivo, a las nuevas generaciones
María del Sol Peralta combina las letras y el canto para rescatar la tradición oral y transmitirla, de un modo atractivo, a las nuevas generaciones
Foto: Cortesía
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Sylvia, la abuela artista

Mi abuela era del Brasil, y cuando llegó a Colombia quedó aterrada de que las tradiciones, las historias, la cultura que se pasa de voz en voz no era muy usual acá; los bailes, los cantos, la poesía, todo lo que conocemos como tradición oral. Ella era cantante lírica y odontóloga, una combinación un poco extraña, y conoció a mi abuelo en París, que estudiaba derecho allá. Los dos se ganaron becas, se conocieron y se enamoraron, y así llegó ella a Colombia.

El mundo artístico: los inicios, la formación

Mi abuela me enseñó a ser una artista disciplinada. Ella le decía a sus alumnos que para ser cantante no bastaba con estudiar música y cantar: había que estudiar música en serio. Ella me tenía un conductor para llevarme a ‘todos los conciertos del mundo’; también iba a todas las galerías, a todas las exposiciones, siempre estaba con mis abuelos yendo a los teatros. De una manera natural fui introducida a un mundo y es el mundo de las artes.

Yo quise ser cantante lirica como mi abuela. Ella de vez en cuando me ponía actuar en sus programas, pero yo no tenía el talento para ser actriz: era muy mala. Además en el canto lirico tampoco tenía, digamos, los atributos para ser una gran cantante lírica, y el pánico escénico era terrible. El mundo clásico, o la danza o la pintura o las artes… el mundo clásico en general es muy duro, y yo no lo soporté: mi alma blandengue no daba para tanto. Me peleé con la música muy duro, con el canto, y no dejaba que nadie me escuchara, y entonces decidí estudiar pedagogía.

Enseñar sin enseñar

Yo solo cantaba con los niños, eso sí, la música, así como yo crecí. Eso es lo que quería entregar a los niños y eso es lo que hago yo como maestra y como promotora de lectura: que no haya ni rastro de que quiero enseñar algo, ni que quiero obligar a nadie hacer algo, ni a que le gusten los libros, ni la música, ni nada, pues creo que solo al experimentarlo, y de distintas maneras, uno se apasiona, y una vez uno se apasiona, ya ‘perdió el año’, y quiere seguir y seguir. Así me gusta ver mi ‘trabajo-no trabajo’. Ser maestra es lo que a mí me llena el alma, la verdad. Esa es mi pasión: los niños. Y nunca he sentido que es un trabajo, nunca he sentido que estoy enseñando, no me interesa enseñar nada; me gusta, sí, compartir, guiar, que me guíen, descubrir mundos de la mano de grandes, chiquitos, medianos. Para mí es parte de la vida, no es un trabajo más.

Los libros, los discos

Irene (Irene Vasco, su madre, escritora) y yo hicimos un proyecto hermoso que se llama “Palabras que acompañan”. Escribimos libros, tres para niños y tres para adultos. Uno para pediatras de cómo la palabra nos puede ayudar en momentos difíciles en los hospitales, en las salas de espera y demás. Yo elegí, para otro de los libros para adultos, “Sana que sana” que, aparentemente, es un libro para niños, pero yo lo escribí para los adultos, para que volvieran a creer en las palabras y se la llevaran a los niños con la tradición oral, y ahí nació nuestro primer disco. Al principio nos dijeron: “No, no, no… no hay presupuesto para disco”, y yo dije: no importa, yo voy a hacer un disco, voy a escribir un libro que al primero que lo coja diga: “Lastima que no tenga un disco”, y eso fue lo que pasó. María Rivas, gran amiga y la que nos contrató, un día me llamó y me dijo: “Su libro fue un éxito pero todos en la oficina me recriminaron porque no tenía un disco, entonces por favor necesito 12.000 discos”. Y yo dije: listo, manos a la obra, y así nació el primero. (Además ha publicado: “Así me lo contaron a mí y así te lo canto a ti”, “Tomatina Curatodo”, “Concierto Animal”, “Arre Borriquita”, entre otros)

CantaClaro: 20 años cantando cuentos

Nadie nunca me enseñó a hacer un guion, ni una escenografía, ni un vestuario, pero yo sabía que todo eso tenía que existir de manera natural, y llegué (a la primera presentación con Canta Claro, su grupo) con percheros, sombreros, libros, cosas mágicas, y armé en un segundo una escenografía que nadie nunca me había pedido, pero yo sabía que tenía que crear un mundo simbólico tal como al que yo estaba expuesta en el diario vivir. Y a partir de ahí, han pasado muchas cosas en estos 20 años con Canta Claro.

Yo creo fielmente en la palabra cantada, hablada, escrita, y nuestra propuesta al principio nació así: como un grupo de música infantil, pero realmente cuando comenzamos a estructurarlo siempre fue una herramienta de promoción de lectura, no un grupo de música infantil. Yo no quiero ser cantante, yo no quiero ser actriz, yo no quiero tener un grupo de música infantil, no. Yo lo que quiero es ser educadora, en el mejor sentido de la palabra, y quiero contagiar a todos de la pasión por la palabra.

Los conciertos: el poder del encuentro con los niños

Los niños son fabulosos, no tienen filtros. Ellos simplemente son, y eso es lo que me gusta, y así es como me gusta ver la educación: no como adultos tratando de dar cátedras o de adoctrinar niños, no, me gusta la libertad que dan las artes porque nos dejan ser, a través de metáforas, de mundos simbólicos, y así podemos convertirnos en cosas, sin necesidad de juzgar. Y así son los niños: son fantásticos. Yo me puedo bajar de un escenario y me pueden decir: “Oye, pero si allá te veías mucho más joven, en cambio acá te ves toda viejita y arrugadita”. Así son: lindos.

En tiempos difíciles, una voz activa desde casa

Creo que en este momento la palabra es esencial. Hay muchos casos de violencia intrafamiliar y estoy segura de que a veces no son los golpes, sino las palabras las que golpean. Es momento de rescatar esa palabra, esa voz amable que cuenta historias, que narra, que recuerda. Poderlos narrar más adelante, la palabra y los mundos simbólicos, la música, las artes, es lo que nos ha mantenido en los momentos menos cuerdos, tratando de buscar salidas para la diversión, para sentirse acompañado, para saber que no se está solo, para pasar estos momentos.

“Enseñar es aburrido, pero no se lo digamos a nadie”

Nosotros los promotores de lecturas vamos diciendo por todo el país que cantar es el primer paso para formar lectores, pues ahí están las estructuras narrativas, ahí está toda la teoría por detrás. Creo que hay contagiar pasiones, que es lo que me parece que debemos transmitir, pero eso no se lo vamos a decir a algunas instituciones muy serias y muy técnicas (risas). Aunque yo lo vivo diciendo a viva voz, y no me importa, porque esa soy yo y ese es el sentido de mi trabajo.

Por Giancarlo Calderón

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