Mariana Salazar y el arte de entrenar la voz de los artistas
La vocal coach ha trabajado con Juanes, Sebastián Yatra, Andrea Echeverry y Morat. Para ella, su don de enseñar es a la vez un camino para crear un vínculo con los artistas y entender que, además de ser cantantes, también son personas.
Daniela Suárez Zuluaga
A Mariana Salazar la música la atrapó desde pequeña. Su padre, un músico empírico, le abrió las puertas a ese mundo que se quedaría con ella para siempre. Estudió medicina durante años, pero luego se decidió por la música. Se graduó como artista lírica profesional y comenzó a trabajar en su primer disco. Aunque trabajaba día y noche en su proyecto, a Salazar algo no terminaba de cuadrarle con su voz, le parecía que no sonaba tan bien como quería.
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A Mariana Salazar la música la atrapó desde pequeña. Su padre, un músico empírico, le abrió las puertas a ese mundo que se quedaría con ella para siempre. Estudió medicina durante años, pero luego se decidió por la música. Se graduó como artista lírica profesional y comenzó a trabajar en su primer disco. Aunque trabajaba día y noche en su proyecto, a Salazar algo no terminaba de cuadrarle con su voz, le parecía que no sonaba tan bien como quería.
Por cosas de la vida, conoció al vocal coach Ron Anderson, quien la entrenó durante varios meses y le enseñó a enseñar. Juanes, Yatra, Morat, Bako, Joaquina, Humbe, Ela, Riza, Naiza, Paula Arenas, Maura, Fabián, Nicole Zignago y Abi han sido algunos de los artistas a los que Salazar ha acompañado en su agitada carrera, pero su labor no se limita a lo musical. También aborda temas de salud mental, bienestar emocional, patologías y otros temas cotidianos. No solo es profesora, también es compañía.
Ha trabajado con importantes producciones musicales y televisivas, como ‘Betty La Fea’ para Amazon Prime, ‘El Bolero de Rubén’ para cine, ‘Café con aroma de Mujer’ en televisión y en giras internacionales de artistas como Enrique Iglesias y Ricky Martin. Además, ha acompañado el proceso de actores como Diego Cadavid, Jorge Enrique Abello y Laura Londoño. En conversación con El Espectador, Salazar habló de sus experiencias, sus momentos más retadores y satisfactorios en este mundo de la música.
¿Cómo llegó a ser vocal coach?
Desde muy pequeña cantaba. Mi papá es músico empírico y siempre tuve mucha cercanía con la música. Cuando salí del colegio me fui a estudiar medicina y en ese proceso siempre tuve mucha curiosidad por todo lo que era la voz, el aparato vocal, etc. Luego de estudiar durante varios años, decidí cambiarme para música. Me gradué como cantante profesional y maestra, y quise lanzar un disco. Comencé un proceso fuerte de composición, grabación, y cuando iba a lanzarlo, no podía entender por qué no me sonaba tan bien la voz. Hablé con el maestro vocal Ron Anderson, que hizo un curso en Colombia al que yo fui y le comenté lo que me estaba pasando. Me entrenó durante un mes y en ese tiempo me enamoré de su trabajo. Cuando llegué a Bogotá me enfermé de algo que parecía ser Lupus, me dolía mucho respirar, y en ese momento me di cuenta de que mi camino no era cantar, sino enseñar.
Ha trabajado con grandes artistas como Juanes, Andrea Echeverry, Morat y Sebastián Yatra. ¿Cuál es el reto de entrenar a un artista?
Lo primero que hago siempre es escucharlos, hacer una especie de diagnóstico y escuchar cómo es su voz, encontrar sus virtudes y sus falencias, qué registros vocales utilizan, etc, para hacer un balance inicial. A partir de eso, escucho qué es lo que quieren hacer, cuál es el género en el que se quieren desarrollar, cuáles son sus metas, entre otras cosas. Después entramos a mirar cuáles son las necesidades de estilo musical para su proyecto, y por último trabajamos en el performing y la puesta en escena. El reto más grande es conocerlos como personas, entender cuáles son esas debilidades que se reflejan en el arte de su canto y tratar de darles todas las herramientas que pueda para llenar esos vacíos y que puedan sentirse cómodos con el desarrollo de su trabajo vocal.
¿Cómo ha sido su experiencia trabajando con estos artistas y conociéndolos a nivel personal?
A veces pienso que se me olvida que eso es trabajo. Es fantástico, porque tengo un acercamiento supremamente íntimo con los artistas, ser cantante es estar con el corazón abierto, y, sobre todo, expuesto. Desarrollé una relación muy cercana con ellos, en la que conocí todas sus debilidades y fortalezas. Así algunos artistas sean mayores que yo, los veo como hijos, me convertí en una mamá protectora y comencé a entender sus necesidades, su estilo de vida, su entorno, etc. Siempre estoy pensando en suplirles cosas para que se sientan cómodos en la locura que conlleva ese estilo de vida. Tengo herramientas psicológicas, médicas y biomecánicas, trato de estar en la jugada para poder brindarle al artista una buena experiencia. Hay situaciones muy difíciles detrás de la carrera de un artista, y yo me dedico a entender su vida y la forma de ayudarlos. Ellos por su parte son muy agradecidos con el trabajo que hago, es una entrega completa.
Hablemos un poco más sobre ese acompañamiento a los artistas, ¿qué experiencia recuerda?
Tengo varias, pero una muy bonita fue en los Premios Óscar con Sebastián Yatra, porque estábamos en un lugar completamente nuevo para él. Me acuerdo perfecto que antes de dormir me despedía de él con terapia vocal, para que se despertara desinflamado. Fueron jornadas de mucho estrés, tuvimos cinco días de ensayo antes de la ceremonia y terminábamos muy cansados. Una noche, Yatra estaba rezando y se fue quedando dormido mientras rezaba, trataba de mantenerse despierto pero el cansancio le ganaba. En un momento me cogió la mano y me dijo: “Mari, reza por mí”. Soy católica, pero en ese momento se me olvidaron todas las oraciones. No me acuerdo si recé bien o mal, pero le fui soltando la mano para que se quedara dormido. Cuando iba a salir del cuarto, me dijo: “Mari, espera. Te agradezco mucho porque sabía que en el camino iba a tener angelitos como tú”. Cuando cerré la puerta me ataqué a llorar, fue muy valioso ese momento, porque Yatra validó todo mi esfuerzo, y yo el de él. Pasan cosas muy bonitas en esta carrera.