Foto: DIEGO VEGA - DIEGO VEGA
Cinco segundos: sube los tres escalones que la separan del piano.
Diez segundos: acomoda su banco para alcanzar la altura perfecta. Se sienta.
Quince segundos: juega con las teclas rápidamente. Se familiariza con el instrumento de turno.
Veinte segundos: sus dedos empiezan a deslizarse por el teclado, los sonidos brotan como los frutos de una cosecha de primavera. Esa amalgama de melodías folclóricas que evocan tierras eslavas parece darles un nuevo color a los muros coloniales de la capilla del Hotel Santa Teresa.
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