Masacre: 30 años de un grito por la justicia

La banda Masacre de Medellín celebró en el Festival Rock al Parque 2018 tres décadas de exploración con el death metal. Este sábado, sus integrantes exhibieron la potencia de sus instrumentos y el alcance de sus ideas.

Daniel Grajales T.
19 de agosto de 2018 - 02:54 p. m.
El relato musical de la agrupación Masacre en Rock al Parque fue un grito de esperanza, un pedido de justicia.   / Juan Santacruz - Idartes
El relato musical de la agrupación Masacre en Rock al Parque fue un grito de esperanza, un pedido de justicia. / Juan Santacruz - Idartes
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Esas tradicionales botas negras encordonadas, abajo de la rodilla, apoyadas encima de los parlantes, sobre la tarima, soportaban la seguridad que el cantante Alex Okendo dejaba ver durante su presentación en el Festival Rock al Parque 2018, este sábado 18 de agosto. Parecía la escena de un vencedor, la de un soldado que se burlaba de su enemigo, tras vencerlo solo con el poder de su voz y la potencia de los instrumentos de su grupo.

El sonido parecía emerger del alma, porque lo desgarrado de su rugir, de ese canto gutural, tenía que ver con luchas, con búsquedas que comenzaron a finales de la década de 1980 en Medellín, una urbe compleja en ese entonces al contar, a través de miles de muertos y carros bomba, una historia más oscura que el color negro, el místico tono del rock.

El relato musical de la agrupación Masacre fue un grito de esperanza, un pedido de justicia, de cese el fuego, de no más niños reclutados en las comunas, hace 30 años, cuando la idea de “resistencia” no había sido siquiera problematizada por los intelectuales. Quizás fue valentía porque con baquetas en mano se alzaron en voces, sin miedo, en una ciudad en la que los roqueros parecían raros; en la que los metaleros se veían como incomprendidos, sin sospechar que se trataba del nacimiento de un movimiento contracultural.

Bien dice Víctor Gaviria que en esa ciudad lo que había eran relatos de “niños, unos adolescentes que creían que eran grandes sin entender que eran unos niños, quienes sonaban en sus baquetas imaginarias un mundo diferente”, como los dibujó con su cine en Rodrigo D no futuro.

Otros de esos niños, por fortuna, sí se volvieron músicos, no se apagaron por las balas, y hoy se llevan el aplauso a coro, sin cesar, de un público que grita “Justicia”, con fuerza, ovacionándolos por ser un mito vivo del metal colombiano.

Con ustedes, el vocalista de Masacre, Alex Okendo, tras festejar sus éxitos en uno de los festivales de rock al aire libre gratuito más grandes de Latinoamérica, entonando las notas de su álbum emblemático, Reqviem, que, en palabras de Chuky García, programador de Rock al Parque, “es una joya del rock pesado colombiano”.

Medellín era demasiado oscura y peligrosa a finales de la década del 80, ¿cómo en esa realidad ustedes se motivaron a crear el grupo Masacre?

Nos tocó vivir muchas realidades, crecimos en el foco de violencia que había en los barrios: panfletos, bombas, amenazas, miedo, terror; por eso fue que nació la idea de crear una banda como Masacre, para contar nuestras historias, para contar algo en nuestras líricas, en nuestras carátulas, hacer un metal realmente pesado. Y es precisamente por eso que sonamos así, que a veces la gente dice que sonamos como diabólicos, pero no es así, sonamos como tienen que sonar los instrumentos de ese momento, explosivos, de momentos difíciles, de miedo, de muerte. El artista está en la necesidad de contar un momento del país que habita.

El metal es un género asimilado por el público general como oscuro, a la vez místico, ¿qué querían aportarle a este tipo de sonidos?

Queríamos romper con los esquemas de hablar de fantasmas, de demonios, de lo ficticio, porque teníamos una realidad para contar, esa Medellín caótica que vivimos desde los 80. Éramos unos jovencitos que habíamos acabado de heredar un país muy violento, teníamos mucho por decir, por eso nacieron Sangrienta muerte, Tiempos de guerra, Blasfemia, Brutales masacres, Ola de violencia; son nombres que realmente describen una época de esta nación.

Hoy son un referente para cientos de bandas emergentes, para los niños o adolescentes que tocan sus sueños en unas baquetas imaginarias, ¿cómo esto los inspira?

Nos motiva eso, ver la nueva generación, el respeto que nos tienen, el cariño que nos tienen, poder montarnos en Rock al Parque, después de 30 años, y seguir siendo una banda respetada, aclamada por el público. Escuchar cómo la gente grita “Masacre”, “Masacre”, “Masacre”, mientras estamos en el camerino, sintiendo esa emoción indescriptible. Es una fiesta ver la reacción del público, las banderas, los logos, es muy pasional subirnos al escenario, a este escenario.

¿Qué significa para ustedes celebrar 30 años de carrera en Rock al Parque?

Siempre será de los más importantes de Colombia, sino es el más importante. Cuando se toca aquí se siente demasiada energía, la gente gritando, cantando las canciones. Por eso trajimos un show muy especial, Reqviem que solo lo hemos tocado para Rock al Parque, lo hicimos especialmente para este evento, para celebrar con nuestro público.

¿Cómo se imaginaron “Reqviem” cuando lo crearon hace algunos decenios y cómo lo perciben musicalmente ahora?

Éramos muy jovencitos, muy locos, no pensábamos en qué podía costar, menos en qué podía venir. Hicimos un álbum que creamos que solo iba a hacer para los amigos, pero fue uno de los más vendidos en 1991 en Europa, luego nos empiezan a llegar cartas, los francos que era como nos pagaban las regalías de los discos. Empezamos a entender que esto había crecido, compramos instrumentos, amplificadores; vino el eco de que Masacre había grabado en Europa, todo el mundo comienza a hablar de nosotros, a invitarnos a tocar. Fuimos a Ecuador, a Perú, hicimos una gira por Latinoamérica, fuimos Estados Unidos, a España, a México, volvimos a Estados Unidos tres veces; nos ganamos un premio como La mejor banda del barco en 70.000 Toneladas en 2015, algo increíble de lograr.

Los escuchamos críticos a un mensaje de paz, de posconflicto en este momento de la historia del país, ¿por qué?

Una cosa es decir y proponer la paz, que es la que todos anhelamos, otra es estar en las ciudades, moverse en las calles y ver las realidades de la gente. Hay niños que no van a estudiar porque no tienen cómo asistir a clase, porque la educación es costosa, porque no tienen siquiera cómo alimentarlos para mandarlos a la escuela, o tienen fronteras invisibles, entonces prefieren no mandarlos; esas realidades se viven en los barrios de mi ciudad, de Medellín, entonces de qué paz vamos a hablar. El día que haya educación, que haya lo básico que es alimentar, educar, tener un techo tener oportunidades, ese día habrá paz en Colombia.

¿Van a seguir pidiendo justicia, clamando verdad, en sus letras?

Voy a pedir justicia, voy a pedir con mi música que se acabe la guerra, que tengamos justicia que es igualdad, que seamos justos los colombianos.

Por Daniel Grajales T.

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