Micro TDH, a toda potencia
El cantante venezolano está por presentar un disco en el que trabaja desde 2018, el cual espera terminar de la mano del productor Ovy On The Drums.
Sara Kapkin
El médico que lo vio no lo podía creer. “¿Cómo has podido cantar todo este tiempo? Tú tienes esa fosa izquierda obstruida, tú no respiras”, le dijo a Micro TDH, que llevaba más o menos siete años cantando así, con el tabique desviado, respirando a medias. Siete años que son casi toda su carrera artística. Los mismos años desde que murió su abuela Esther, el pilar emocional y económico para él, su hermano y su mamá.
“Prácticamente toda mi carrera he respirando de forma incorrecta porque tengo el tabique torcido y no me llegaba suficiente aire al diafragma… imagino que acostumbré al músculo como pude todos esos años”, dice Micro. Tuvo que hacerlo. Tuvo que acostumbrarse porque la muerte de su abuela Esther aceleró su carrera, su afán de crecer y eso fue determinante en el camino que decidió seguir. “Cuando se fue prácticamente tuvimos que empezar de cero (…) Eran tiempos de locura en Venezuela (para variar), pero yo ya venía cosechando un sueño que no estaba dispuesto a perder”, escribió hace tiempo en su cuenta de Instagram.
Micro TDH recorrió Venezuela en buses. Estuvo en todos los eventos de rap y freestyle que pudo. Puso su nombre en todas partes. Y entre carreteras, plazas y tarimas, a punta de rimas improvisadas, fue encontrando el camino para llegar hasta donde quería. Ahora, más de siete años después, tiene varias canciones con millones de reproducciones en plataformas digitales, conciertos sold out fuera de su país y un acuerdo exclusivo con Warner Music Latina. “Micro TDH es la nueva cara del movimiento urbano latino en la música y estoy seguro de que algún día será reconocido como uno de los mejores compositores latinos de todos los tiempos,” dijo Íñigo Zabala, presidente de Warner Music Latin America & Iberia.
(Le recomendamos: “Imagine”: 50 años después)
Tantas cosas que la abuela Esther no pudo ver, pero que sabía que sucederían. Ella lo había vaticinado desde que Fernando Daniel Morillo Rivas era un niño, cuando todavía estaba lejos de convertirse en Micro TDH. Que tenía algo raro, le decía, que iba a ser artista, que las cosas se le iban a dar. Y todos en la familia creyeron en las predicciones de la abuela y apoyaron a Micro desde el principio. “Ese fue como su mayor aporte: darme la libertad de elegir lo que quería ser (y hacer)” recuerda el cantante.
Desde los cuatro años, Micro TDH empezó a participar en eventos musicales. Cantaba en la iglesia, en festivales colegiales, parrandones navideños, cuñas, en fin. Aprendió a tocar guitarra a los nueve y empezó a componer a los once. Tiempo después empezó a rapear. Formó un grupo que se llamó TDH (The Dog House) y con ellos hizo su primera producción musical: The Dog House Mixtape Vol. 1. Cuando sus compañeros tuvieron que migrar por la situación del país, Micro se dejó el TDH como apellido y siguió su carrera de solista. A los quince publicó su primer trabajo: Sin coro (2015).
“El rap llega en un momento determinante de mi vida, de experiencias y situaciones más difíciles, y me iluminó, se volvió un escape, y cuando me di cuenta de que yo también podía hacerlo, que ahí podía desahogar mis propias experiencias, me enamoré. Eso moldea mi personalidad, mi flow, mi forma de ser y mi visión de lo que quiero hacer. Después empecé a probar a hacer cosas con diferentes ritmos, más urbanos y como que en un momento logré hacer esa transición gracias a que la gente notaba esos dos estilos, como que cantaba y podía rapear”.
Empezó por estudiar las canciones de Canserbero, cada tema, con tanto juicio y dedicación, como si fueran tareas del colegio. Micro TDH no oculta su admiración por el rapero, fallecido en extrañas circunstancias hace ya seis años. Como él, Micro también quería escribir, quería decir, quería rapear, y quería hacerlo a su manera. Y eso que Micro apenas se imaginaba, Canserbero lo estaba haciendo realidad, porque, más que canciones, Canserbero hizo con su rap un mundo posible, donde podía vivir de lo que quería, pensaba y decía.
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Para Micro, ese mundo ha sido posible por ese transitar que lo ha llevado de Mérida a Miami, de rimas en ritmos improvisados a los cuarteles de Big Ligas y las célebres producciones de O – O – Ovy On The Drums. Al universo del género urbano, donde se difuminan los límites de la música, los ritmos se funden y se moldean para hablar una y mil veces del amor. Ahí está Micro TDH, haciéndose su lugar, atrayendo todas las miradas hacia él y sumando escuchas y seguidores que encuentran en sus canciones absoluta sinceridad, y en él un ser genuino, cercano, conocido.
Porque el camino que ha transitado para llegar a ese lugar que tanto anheló desde que era un niño quedó todo registrado, está ahí, a la vista de todos, en las redes. Ahí está Micro improvisando en plazas cuando era un niño, ahí están todavía las primeras canciones que escribió, la que le compuso a su abuela Esther, la que escribió para denunciar lo que vivía y veía en Venezuela, y las que con el tiempo han ido sumando millones de reproducciones. Cualquiera que lo sigue puede sentir que lo conoce de verdad a Micro y a Fernando. Y esa cercanía con la gente y esa confianza es invaluable.
“Siempre trato de que la gente se sienta identificada, no solo con la evolución de Micro, sino que sientan que Fernando también está evolucionando, y que está evolucionando con ellos. Y que sientan que al igual que ellos soy un ser humano que va atravesando cambios y situaciones, tormentas, caídas y levantadas como cualquier otro. Y más que mostrar el problema, cada vez que encuentro una respuesta en mi vida que me ayuda a avanzar, trato de transmitirla. Creo que de eso se trata al final, transmitir un buen mensaje y consolidarlo a través de la música”, dice Micro.
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Pero todavía le queda todo por hacer, aunque es evidente todo lo que ha hecho para llegar a donde quería. Micro TDH tiene todo por decir y un disco que está por estrenar, que dará cuenta de lo que puede hacer ahora que va a toda potencia.
El médico que lo vio no lo podía creer. “¿Cómo has podido cantar todo este tiempo? Tú tienes esa fosa izquierda obstruida, tú no respiras”, le dijo a Micro TDH, que llevaba más o menos siete años cantando así, con el tabique desviado, respirando a medias. Siete años que son casi toda su carrera artística. Los mismos años desde que murió su abuela Esther, el pilar emocional y económico para él, su hermano y su mamá.
“Prácticamente toda mi carrera he respirando de forma incorrecta porque tengo el tabique torcido y no me llegaba suficiente aire al diafragma… imagino que acostumbré al músculo como pude todos esos años”, dice Micro. Tuvo que hacerlo. Tuvo que acostumbrarse porque la muerte de su abuela Esther aceleró su carrera, su afán de crecer y eso fue determinante en el camino que decidió seguir. “Cuando se fue prácticamente tuvimos que empezar de cero (…) Eran tiempos de locura en Venezuela (para variar), pero yo ya venía cosechando un sueño que no estaba dispuesto a perder”, escribió hace tiempo en su cuenta de Instagram.
Micro TDH recorrió Venezuela en buses. Estuvo en todos los eventos de rap y freestyle que pudo. Puso su nombre en todas partes. Y entre carreteras, plazas y tarimas, a punta de rimas improvisadas, fue encontrando el camino para llegar hasta donde quería. Ahora, más de siete años después, tiene varias canciones con millones de reproducciones en plataformas digitales, conciertos sold out fuera de su país y un acuerdo exclusivo con Warner Music Latina. “Micro TDH es la nueva cara del movimiento urbano latino en la música y estoy seguro de que algún día será reconocido como uno de los mejores compositores latinos de todos los tiempos,” dijo Íñigo Zabala, presidente de Warner Music Latin America & Iberia.
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Tantas cosas que la abuela Esther no pudo ver, pero que sabía que sucederían. Ella lo había vaticinado desde que Fernando Daniel Morillo Rivas era un niño, cuando todavía estaba lejos de convertirse en Micro TDH. Que tenía algo raro, le decía, que iba a ser artista, que las cosas se le iban a dar. Y todos en la familia creyeron en las predicciones de la abuela y apoyaron a Micro desde el principio. “Ese fue como su mayor aporte: darme la libertad de elegir lo que quería ser (y hacer)” recuerda el cantante.
Desde los cuatro años, Micro TDH empezó a participar en eventos musicales. Cantaba en la iglesia, en festivales colegiales, parrandones navideños, cuñas, en fin. Aprendió a tocar guitarra a los nueve y empezó a componer a los once. Tiempo después empezó a rapear. Formó un grupo que se llamó TDH (The Dog House) y con ellos hizo su primera producción musical: The Dog House Mixtape Vol. 1. Cuando sus compañeros tuvieron que migrar por la situación del país, Micro se dejó el TDH como apellido y siguió su carrera de solista. A los quince publicó su primer trabajo: Sin coro (2015).
“El rap llega en un momento determinante de mi vida, de experiencias y situaciones más difíciles, y me iluminó, se volvió un escape, y cuando me di cuenta de que yo también podía hacerlo, que ahí podía desahogar mis propias experiencias, me enamoré. Eso moldea mi personalidad, mi flow, mi forma de ser y mi visión de lo que quiero hacer. Después empecé a probar a hacer cosas con diferentes ritmos, más urbanos y como que en un momento logré hacer esa transición gracias a que la gente notaba esos dos estilos, como que cantaba y podía rapear”.
Empezó por estudiar las canciones de Canserbero, cada tema, con tanto juicio y dedicación, como si fueran tareas del colegio. Micro TDH no oculta su admiración por el rapero, fallecido en extrañas circunstancias hace ya seis años. Como él, Micro también quería escribir, quería decir, quería rapear, y quería hacerlo a su manera. Y eso que Micro apenas se imaginaba, Canserbero lo estaba haciendo realidad, porque, más que canciones, Canserbero hizo con su rap un mundo posible, donde podía vivir de lo que quería, pensaba y decía.
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Para Micro, ese mundo ha sido posible por ese transitar que lo ha llevado de Mérida a Miami, de rimas en ritmos improvisados a los cuarteles de Big Ligas y las célebres producciones de O – O – Ovy On The Drums. Al universo del género urbano, donde se difuminan los límites de la música, los ritmos se funden y se moldean para hablar una y mil veces del amor. Ahí está Micro TDH, haciéndose su lugar, atrayendo todas las miradas hacia él y sumando escuchas y seguidores que encuentran en sus canciones absoluta sinceridad, y en él un ser genuino, cercano, conocido.
Porque el camino que ha transitado para llegar a ese lugar que tanto anheló desde que era un niño quedó todo registrado, está ahí, a la vista de todos, en las redes. Ahí está Micro improvisando en plazas cuando era un niño, ahí están todavía las primeras canciones que escribió, la que le compuso a su abuela Esther, la que escribió para denunciar lo que vivía y veía en Venezuela, y las que con el tiempo han ido sumando millones de reproducciones. Cualquiera que lo sigue puede sentir que lo conoce de verdad a Micro y a Fernando. Y esa cercanía con la gente y esa confianza es invaluable.
“Siempre trato de que la gente se sienta identificada, no solo con la evolución de Micro, sino que sientan que Fernando también está evolucionando, y que está evolucionando con ellos. Y que sientan que al igual que ellos soy un ser humano que va atravesando cambios y situaciones, tormentas, caídas y levantadas como cualquier otro. Y más que mostrar el problema, cada vez que encuentro una respuesta en mi vida que me ayuda a avanzar, trato de transmitirla. Creo que de eso se trata al final, transmitir un buen mensaje y consolidarlo a través de la música”, dice Micro.
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Pero todavía le queda todo por hacer, aunque es evidente todo lo que ha hecho para llegar a donde quería. Micro TDH tiene todo por decir y un disco que está por estrenar, que dará cuenta de lo que puede hacer ahora que va a toda potencia.