Nicolai Fella: un disco de rap y fútbol para papá
El rapero bogotano habló para El Espectador sobre su Estado Popular del Alma, su más reciente álbum, en el que explora su relación con el fútbol, su padre y su niño interior.
Kevin Stiven Ramírez Quintero
A bordo del Renault 4 de su papá, rumbo al primer día de primaria, Nicolai, antes de ser Fella, recibió una enseñanza trascendental. Tenía cinco años. “Le propongo un trato. Si usted aprende a leer, yo lo llevo a una escuela de fútbol”, le dijo su viejo mientras conducía por el barrio Soacha Compartir.
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A bordo del Renault 4 de su papá, rumbo al primer día de primaria, Nicolai, antes de ser Fella, recibió una enseñanza trascendental. Tenía cinco años. “Le propongo un trato. Si usted aprende a leer, yo lo llevo a una escuela de fútbol”, le dijo su viejo mientras conducía por el barrio Soacha Compartir.
Con lo que no contaba don Nicolás Barragán, ni doña Graciela Vargas, era que su hijo, dos semanas después, ya leía los carteles de las tiendas en la calle y madrugaba los sábados a ponerse sus guayos embolados para ir a entrenar; la herramienta de todo pibe que quiere llegar a la profesional.
Su padre pensó que le ofrecía el cariño por el fútbol, pero en realidad lo que le entregó fue el amor por la palabra. Aquella materia prima con la que hoy en día hace con las manos lo que no fue con los pies: inventa como Juan Román Riquelme, gana la liga como Boca Juniors y es una gloria de Bogotá, como la legendaria banda fundada por don Alfonso Senior.
Estado Popular del Alma
Nació en el último diciembre de los ochenta, y al ser el menor de cinco primos heredó los guantes, el arco y los taponazos en la terraza de la casa de su abuela en Bosa Piamonte. También compitió por el roscón y la gaseosa en torneos de microfútbol en Soacha, Salitre o Fontibón. Su papá, incluso, lo llevo a Kennedy para que le atajara un par de tiros a John Pinilla, una de las grandes leyendas del fútbol de salón en el mundo.
A sus ocho años su papá, como un original gánster, tomó la decisión de salir del gueto al ver tantas pandillas en las esquinas. La familia Barragán Vargas se mudó de Compartir en Soacha al barrio Carlos Lleras Restrepo, en Ciudad Salitre.
“Llegamos a vivir al apartamento de un primo de mi madre. Estaba en obra gris, sin puertas y sin nada. Pero me asomé por la ventana y vi una cancha de micro ahí al frente. Era un mago en ese barrio, porque venía de jugar en Soacha. Ya no tapaba. Decía: ‘Qué tape cualquiera y que me den la pelota a mí’. Ahí se agrandó la emoción por el fútbol”, mencionó Nicolai Fella para El Espectador.
Fueron años de libertad, inocencia y de ver el mundo con forma de pelota, pues no había Atari ni Playstation. Solo había una pelota que enseñaba sobre respeto, ambición y lealtad, pero también de aguante y sufrimiento.
Nicolás Andrés, nombre de pila de Nicolai, empezó a estudiar en el colegio Nicolás Esguerra, donde sufrió una lesión que lo bajó de la nube. “A los 13 años mis compañeras me entraron al salón y yo estaba llorando. Ya no me dolía el ‘traqueadón’ de la rodilla. Me dolía saber que ya no iba a ser futbolista”, recordó.
Hizo terapia y hasta regresó a las canchas con una rodillera, pero para llegar a la profesional no alcanzó. Eso no le impidió seguir jugando fútbol con sus panas ni salir campeón dos veces del torneo interroscas en la universidad. Lo más importante fue que Nicolai transformó el deporte en una conexión sagrada con su papá.
Cosas de D.T.
Don Nico es un hombre polifacético que, además de vendedor de máquinas de coser Singer y luego de seguridad electrónica, dedicó 15 años al arbitraje, dominó el arte de tirar caños y ha sido un apasionado por la salsa. Para él, llamar “cancha” a un campo de juego era una ofensa.
Además, ha sido un coleccionista de camisetas y eso se lo heredó a Nicolai, quien recuerda las madrugadas en las que amanecía con una casaca nueva que le traía su papá tras un par de cervezas. También atesora el recuerdo de cuando, siendo un niño, su padre le compró unos guayos Puma King que, por su talla, no pudo usar hasta 15 años después.
Su papá le dejó de herencia a Millonarios, como dice la canción. “Le agradezco a mi vida que haya trazado ese hilo entre nosotros dos. Si algún día soy papá, que nadie le venga a decir a mi hijo de quién va a ser hincha, porque eso es sagrado. Mi padre me inculcó a Millos, pero toda su familia es santafereña”.
La primera vez que Nicolai Fella fue al estadio fue un clásico en el que el rojo le ganó al azul, pero su papá le dijo: “A veces se gana, a veces se pierde. Así es la vida, no pasa nada. Sécate, el otro partido ganamos nosotros”. Tuvo que vivir la época del “arroz con huevo” a principios de 2000, en la que Millonarios no tenía para pagarles a los jugadores y el equipo estuvo a punto de irse a segunda división. Según Nicolai, eso le formó carácter.
Volante de creación
Luego de casi 15 años de carrera musical, el también vocalista de LosPetitFellas y el creador de Querido Frankie en 2011, se reencontró con su lado más rapero y más familiar. “Quería hacer este disco que se iba a llamar Volante de creación, pero al final me di cuenta de que esto no se trataba sobre mí, sino de una vuelta más grande: no es solo el fútbol, sino el vínculo con mi papá”.
Este disco fue darle un espacio al estilo musical que conoció por su primo y del que quedó flechado al escuchar Tengo un trato, de la Mala Rodríguez. “Recuerdo muchas noches con el rap. En el barrio, de jueves a domingo, bajábamos una conexión desde el apartamento de un parcero que vivía en un quinto piso con parlantes, computador, pistas y le dábamos al rap. Mal hecho, pero le dábamos y le dábamos”, dijo.
Estado popular del alma (E.P.A.) fue también un proceso que duró varios años, incluso tuvo barras que ha guardado desde “chamaco”. Fue un momento de entendimiento con su yo interior y el rap. Escribió las letras, diseñó las instrumentales, encontró los samples, se documentó con fotografías viejas y se reconectó con su niño interior.
Convocó, además, a un equipazo entre los que se destacan Ruzto, Realidad Mental, Delfina Dib, Junior Zamora, Karin B, Franky Fresko, Pedro Rovetto, Luku, Jay M Vee y Ali A.K.A. Mind, como su dupla “riquelmista”. Cada uno enriqueció el disco desde su universo creativo para hacer una obra musical icónica.
Nicolai Fella no fue ni René Higuita, ni Óscar Córdoba, ni Héctor Búrguez. Tampoco John MarIo Ramírez, Juan Román Riquelme o el Pibe Valderrama, pero se convirtió en el “10″ de su proyecto musical, que se parece mucho a lo que soñó de niño. Solo que hace con las manos, lo que no pudo con los pies.
“A la mayor conclusión que llegue es que futbolistas y músicos perseguimos tres minutos de euforia. Con una canción o con una pelota que se mete al fondo de la red somos eternos”.