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—En esa carrera de cinco años me sentí desconectada de lo que quería sentir y decir.
Estudiaba a Beethoven y Mozart en la Universidad del Bosque. Antes se hacía llamar Cata Castel y fusionaba música latina con francesa. Estuvo un año de gira en París, apareció en medios especializados y tenía seguidores de la “alta cultura”. La principal de ellas era su mamá, quien todavía le pregunta cuándo va a sacar una canción con su anterior álterego.
—En la noche era Oh Margó y en el día era Cata Castel en el Museo Nacional —revela la bogotana.
De ella queda un perfil en Spotify, el deseo de su mamá y algunas fotos de estudio con un estilo más parco. Antes de la transición trabajaba en un proyecto personal llamado “Los 7 pecados capitales”. Su productor enfermó de los oídos y no pudieron seguir. Era una mala noticia o una muy buena para ella. Luego llegaría Oh Margó. Nació de una mezcla del nombre de su actual productor, Mateo Camargo. Nació como nacen las mejores cosas. Entre una buena vista, tragos, parche de amigos, escuchar canciones y hablar de cualquier cosa. Así nació también su etiqueta de “dark perreo”.
—Me gusta que cuando la gente lo escuche diga “¡no, qué es esto!” —agregó la artista que lleva como nombre de pila Catalina Martínez.
—Eso mismo dije yo —respondí entre risas con ella.
La conocí por TikTok. Escuché el término y luego, cuando hablamos, lo confundí con “hard perreo”. No estaba muy lejos. Sus sonidos se bailan como un reguetón y se inspiran de películas de terror, de sonidos industriales, metálicos y de ciudad. De una como Bogotá. De dónde solo podría venir una estética como esta.
Hace cuatro años apreció en la escena musical como Oh Margó, en medio de la efervescencia de “Despacito”, el reguetón más latino y con más reproducciones en Youtube. Al mismo tiempo aparecía una escena más oscura y alterna de mujeres en Chile y España, llamada “neoperreo”. Ahí se montó Oh Margó. Su último lanzamiento es “Fuck it! A todas las canciones de amor”. Su mejor muestra de rock, techno y perreo. Su dark “perreo”.
¿Cómo ha cambiado el sonido de Oh Margó en sus cuatro años?
Empezamos muy enfocados perreo y sonidos industriales, de películas de terror y sonidos que chillan. Toda esa onda muy industrial de sonidos metalizados y demás. Ahora estamos experimentando con sonidos un poco más rock y pop en las melodías, por ejemplo. También hay elementos colombianos dentro de la música. Nos gusta mucho experimentar. Si vemos unas guitarras, baterías, cumbia, tiples chéveres nos damos la oportunidad de experimentar. Sigue siendo “dark perreo”. Nos gusta la agresividad y la oscuridad.
¿Qué tanto se podría acercar al pop?
Siento que no es para todo el mundo. Las personas que están abiertas a probar y escuchar nuevas cosas, sé que les puede entrar. Eso también es un reto, que la gente lo escuche, fuera de decir que soy muy alternativa. Lo que a mí me interesa es más poder llegar a las personas que les pueda gustar esta propuesta. Es un sonido diferente y sé que es extraño para muchas personas, que puede ser muy estridente y está muy bien, pero también siento que hace parte de innovar en la música. Al que le guste le “dark perreo”, bienvenido, si no nos encontramos más adelante, todo bien.
¿Qué piensas de artistas como Karol G, Maluma, J Balvin que son referentes mundiales del reguetón colombiano?
A mí me encanta, me parece que es muy importante. Nos da la oportunidad a muchos que estamos acá en Colombia de ver que sí se puede. Genera una industria muy grande que en muchos países de Latinoamérica no se ve. A mí me encanta toda la música. Si está bien hecha, si me gusta la melodía, si me conecta la letra, no me importa el género.
El productor Juancho Valencia dice que ellos no son artistas, sino emprendedores. ¿Qué piensas sobre eso?
Siento que la música urbana y el reguetón es lenguaje de otros tipos de personas. La música folklore hace parte del lenguaje que tienen diferentes comunidades y está superbién. El pop es más para llegar a las masas y está superbién. Siento que la música urbana ha visibilizado comunidades que antes no tenían voz. Ahora, si tú haces reguetón, boleros o techno, el proyecto de vivir de la música tiene que ser un emprendimiento, sí o sí. Es un reto gigante.
¿Quizá hay algunos reguetoneros que son más emprendedores que artistas?
Siento que de pronto el perreo en Medellín no tiene tantos elementos folclóricos como sí pasa en el Caribe o el Pacífico. Pero me parece muy chévere porque también crean un mismo lenguaje. Es impresionante cómo todo el mundo ya sabe qué es “mor” o “chimba”. Que tu música lleve a que la conciencia social entienda un lenguaje. Eso es wow. Fuera de que si es buena música o no. De pronto sí hay monotonía y eso, pero siento que es más el artista y no el género. Es una mezcla de ambas cosas: del artista y el emprendedor, que están ahí bien puestas.
¿Se puede hablar de una escena urbana alternativa en Bogotá?
Hay mucha riqueza cultural en el Pacífico y en el Caribe que se puede usar en la música urbana. Acá en la parte andina es más como las cuerdas, el tiple, las bandolas, como con otra onda diferente que todavía no he escuchado y que para los artistas urbanos es más difícil coger esos elementos. En Bogotá hay artistas de toda Colombia y siento que encontrar esa esencia propia de la capital es un reto muchísimo más grande. Hay un poquito de todo y un poquito de nada. Sin embargo, somos muchos artistas en Bogotá que estamos creando la escena urbana al ser una ciudad tan grande.
¿Qué rescatas de la Academia y qué definitivamente no?
Rescato de la Academia que, bien o mal, puedes entender las escalas, la parte teórica que enriquecen mucho el lenguaje musical. Tienes la oportunidad de conocer muchos universos musicales diferentes. Te enseña un mundo de posibilidades en la música. También los contactos que encuentras. Conocer productores de géneros diferentes, arreglistas, compositores, intérpretes, ejecutantes. El contra es que te encierra en un universo muy pequeño donde uno cree que solamente hay una forma de hacer las cosas. Que esto dijo este compositor y que Mozart lo hizo así y que Beethoven así. Uno deja como ese lado sensible, ese lado propio es el lado de ser humano, es el lado de lo que tú puedes expresar en sentimientos y todo y demás lo dejas a un lado y desconectas.
O sea, hay que conocer las reglas para romperlas.
Literal. Aprendí todo eso y aprendí música para hacer lo que se me dé la gana.
¿Y qué piensan tus papás?
Mi mamá me dice “oye cuando vas a volver a hacer una canción como Cata Castel” (risas).
Puede conocer más sobre “neoperreo” y reguetón alternativo en Bogotá aquí: Perreo “sad”, “dark” y “darketo”: el perreo alternativo que se gesta en Bogotá