Óscar Agudelo: “Tengo la edad del hilo negro, pero todavía lleno escenarios”
Revivimos una entrevista con el cantante Óscar Agudelo, quien falleció el pasado sábado 16 de diciembre a los 91 años.
Gustavo Castaño
Madres de todas las edades y estratos fueron convocadas para el concierto de su vida en el teatro de la Universidad de Medellín en el mes de mayo de hace un par de años.
Al día siguiente del concierto en el teatro de la Universidad de Medellín, el maestro nos atendió con su presencia fuerte y vigorosa, nos daba a entender de su vigencia permanente. Más de 60 dedicados a la música hacen de este un artista insigne de nuestra geografía musical. Echando mano a nuestra memoria llegan temas como China hereje, Rosas de otoño y la inmortal Cama vacía. Sus ojos saltones se iluminan de alegría recordando a sus amigos, y tiene una cara de formalidad infinita para atender al que pregunta, este es un resumen de aquella charla.
¿Cómo era su vida cuando joven?
Mi infancia son recuerdos de un campo del viejo Tolima, nací en Herveo hace ya muchas décadas. Las inclinaciones políticas de mi padre, liberal de raca mandaca, nos hacía huirle a la violencia que contra los liberales ejercían los conservadores en esa época; esto hizo que no fuera de un pueblo sino de una región comprendida entre los municipios tolimenses de Fresno, Ambalema y Armero. En Padua conocí a Luis Ospina, padre del escritor William Ospina. Él se ganaba la vida cantando igual que yo, el maestro William heredó de su padre una bonita voz. Cuando Luis murió, yo lo acompañé a su funeral y junto con William lo despedimos con algunas canciones a dúo. Volviendo al inicio, te digo que comencé en Radio Girardot cantando como aficionado, allí me gané el primer premio de ese concurso y recuerdo que me dieron 60 centavos. Recuerdo ese hecho porque me sentí figura, no artista, porque artista todavía no soy. Viene a mi memoria de ese momento la gente humilde de mi región, tengo los años del hilo negro y aun así todavía lleno de auditorios y eso se lo debo a la gente humilde que me aplaude cada vez que llego.
Le invitamos a leer: Óscar Agudelo y los muchos encuentros con la muerte
Usted menciona la edad del hilo negro; háblenos de su adolescencia y de su profesión como sastre y músico. ¿Qué relación hay entre ser sastre y cantor?
La sastrería fue el accidente más agradable de la vida, esto me ayudó a salir de la región, era un oficio bien pago y si no fuera por ella, estaría todavía en el Tolima encomendándome a la virgen para que me atajara feligreses. Fui un pantalonero muy bueno y en este oficio duré entre 10 y 15 años. Mi madre nos infundía el respeto y la delicadeza por el otro. Eso influye mucho en uno y uno no se da cuenta, yo trato de la misma forma delicada a todo el público, al del medio, al de abajo…
¿Cuándo tuvo el sueño de ser un artista tan completo?
Gracias por eso. Hay una frase que dice: ¿quién me quita lo baila’o?, eso no me lo quita nadie, y así me siento orgulloso, si volviera a nacer sería cantor. Yo no soñaba con ser artista, era un ave que volaba libre en los caminos de mi tierra, el destino me fue marcando los pasos, no tuve más alternativa que seguirlos, yo soñaba solo con cantar, no con la fama, cantaba y cantaba, era por lo que vivía en el comienzo, después las cosas se fueron dando y para ello tenía que ser medido, recatado y respetuoso con la gente porque las hay de todos los pelambres. Volviendo a mi juventud, la sastrería me marcó mi inclinación musical en ese momento trabajando en el taller de Don Miguel Salazar, recuerdo que tenía 16 o 17 años y les cantaba Hojas de calendario a mis compañeros de trabajo, mi canción bandera sin ser la primera que grabé. La primera con la que prensé un acetato fue China hereje sin saber que era de Gardel, de haber sabido no la grabo, porque Gardel para mí en ese momento era un dios y su repertorio es para respetarlo. Después llegó La cama vacía, compuesta por el argentino Carlos Spaventa, que estaba en el hospital y allí se dio cuenta de que la vida es una ilusión, que si se tiene con qué, vale y si no te friegas, que no hay amigo fiel y si el destino a un abismo nos tira se vuelve peor la cosa. Carlos salió del hospital, se fue derecho a una grabadora y la grabó en un acetato, un agente viajero me la trajo a Colombia, yo hacía poco había firmado con Codiscos y la grabé con mi estilo sin pensar en nadie, creo que por eso se volvió un éxito. Estaba con Ibarra y Medina y ellos me acompañaron en esa primera versión, ese tema se convirtió para mi vida en un farolito, me sostiene económicamente, La cama vacía, es para mí, la vida.
Además: Lo que William Ospina escribió sobre Óscar Agudelo en “Guayacanal”
Háblenos de la primera vez que llegó a Medellín
Esta era mi base, aquí estaban las disqueras y fueron muchas las giras que hice con Montecristo y otros músicos, éramos patrocinados por Mejoral, vivíamos en una pensión muy humilde y sencilla llamada “La pensión latina” en Carabobo con De Greiff, allí eran compañeros de cuarto José Barros, Noel Petro, Julio Erazo y Sandro Mesa, y otros que se me olvidan. Doña Encarnación era la dueña del hotel y se manejaba muy bien con nosotros. Allí se comía el mejor mondongo de Medellín y de Antioquia, la gente llegaba con sus carros y vasijas y se llevaban sus mondongos para sus casas. Recuerdo que nos sentábamos a la mesa después del almuerzo, sacábamos las tonalidades llenando las botellas de agua y las golpeábamos y así encontrábamos la nota. Si bien no éramos famosos estaban nuestros temas sonando mucho como Casas viejas, Vamos jugando iguales, El redentor, Tus manos, etcétera, y de esos también recuerdo el tema Rosas de otoño, si bien la grabó Gardel, yo la sentí más, la lloré más, no la cantaba por cantarla sino que me metí en ella.
¿Dónde conoció a los maestros Ibarra y Medina?
En un sesteadero que había en las salidas de Pereira, a la salida para Manizales, un sitio muy bonito de Miguel Saldarriaga. Una noche necesitaba cantar una canción, me llevaron un par de guitarristas, eran ellos y tenían de moda El aguacate, que de aguacate no tiene nada, la canté con ellos, al público le gustó, me invitaron a trabajar y la relación duró bastante, ellos tenían en auge el pasillo Esperanza a pesar de que en ese momento yo era bohemio, al poquito tiempo dejé de beber porque el médico me dijo: Yo te trato si dejas el trago, sino, busque otro médico. Llegué a ser un muerto andante y cómo ve le seguí el consejo al doctor y aquí estoy.
Entra en esta historia su amigo Julio Jaramillo, háblenos de él
Hice una buena relación con él y con Olimpo Cárdenas, el escenario nos juntaba siempre. Recuerdo un concierto memorable con ellos, Alci Acosta y Lucho Bowen en el hotel Piedras Blancas, en un almuerzo había unos invitados, un matrimonio de médicos, el mesero nos sirvió una botella de whisky, Julio se tomó uno y otro y con el tercero se fundió. Cuando después volvió en sí, el médico le dijo: Julio, ¿ya estás mejorcito?, Sí, contestó, ¿por qué pregunta?, acabamos de ver que te mueres muy fácil, contestaron los médicos, ojo con el trago que tres whiskys te pegaron muy mal, advirtieron ellos a lo que Julio replica: Lo mismo me dijeron en Nueva York hace un año y aquí estoy vivo, y los médicos dicen: Usted se muere en una rasca si no se controla, dicho y hecho… Continuó el maestro Óscar hablando: Julio era feliz en mi carro bebiendo, yo era feliz al escuchar a semejante figura, sobre todo cuando en nuestros viajes nos acompañaba Olimpo Cárdenas. Ellos atrás bebiendo y cantando, y yo adelante, controlándolos, imagínese la foto. Me dio la idea entonces de grabar dos discos con Julio Jaramillo, ensayamos el repertorio y los dejamos listicos para comenzar el proyecto. Julio arrancó para Bucaramanga, nosotros para Bogotá. Al mes me llamó julio diciéndome: Ñaño, vamos a grabar, yo le digo que sí, véngase al hotel Dann, yo le separo un cuarto y empezamos cuando llegues acá a Medellín. A la hora me vuelve a llamar y me informa: Ñañito, se me está muriendo mi vieja, me voy para Guayaquil a visitarla, yo le contesto: Solo ahora te da por ser buen hijo, véngase que después de grabar nuestro disco vamos, aprovechamos y le damos un besito a su mamá, le cantamos unas canciones y listo. No fue posible, los discos se quedaron ensayados, Julio se fue para el Ecuador, se emborrachó esa noche y al otro día murió tal como se lo dijo el médico.
Con Olimpo Cárdenas la cosa era muy distinta, él sí le paraba más bolas a mis consejos, yo le sacaba más partido a esa amistad cuando compartíamos escenarios, yo me bajaba al público a verlo cantar, me parecía una voz muy comercial, muy guapa, cantaba con toda el alma, hasta que se murió cantando en pleno escenario. Con ese tema cerrábamos los conciertos cantando a dúo él y yo.
También recuerdo a Julio Erazo porque compartíamos la misma casa de pensión de la que hablamos antes, hizo el tango inmortal Lejos de ti grabado por Raúl Garcés, después viajé a Centroamérica, allí viví cinco años, allá no gustan los tangos, solo las chicas con mini falda.
¿En el ejercicio de su vida, cuándo se dio cuenta de que era famoso?
Nunca me he dado cuenta de eso, sé que tengo nombre y prestigio y que el pueblo noble y hermoso de Colombia me reconoce, yo solo quiero terminar mi carrera artística con mucho aprecio y cariño, aunque todavía me queda mucho tiempo.
¿Cuándo empezaba a cantar, a quién quería parecerse?
Empecé imitando a Agustín Magaldi. En ese momento el maestro se lleva su mano derecha al oído, como tratando que no entren ruidos extraños a su oreja y después de ese ritual entonó Mis delirios.
¿A qué artista se le quitó el sombrero por compartir con usted el escenario?
Esa es otra historia, fue un cantante latinoamericano muy famoso en la época del 60, llegando a Nueva York me dijo mi empresario Jorge Alarcón: Vas para Chicago a encontrarte con una figura, allá te das cuenta, y preciso, era Sandro de América, un monstruo en el escenario, canté ligero y salí a escucharlo al teatro. Después con él tuve esta otra anécdota: imagine que se nos acabaron los casetes que llevábamos para vender al público, salimos y en un almacén compramos una copiadora de casetes, después la sorteamos y yo se la gané y todavía la tengo. De otros amigos también recuerdo a Noel Petro, a él lo acompañé a un concierto histórico en Puerto Berrio.
¿Cuál fue su relación con el poder?
Hay muchas anécdotas en torno a mi vida con los que han ocupado la casa de Nariño, recuerdo ahora exactamente a un presidente paisa, mi amigo Belisario Betancourt. La historia ocurrió así, mi amigo Jairo Agudelo Zapata tenía un programa de radio en Medellín, me llamó a mi casa diciéndome que tenía al doctor Belisario Betancourt en la línea; hacía ocho días había asumido la presidencia de la república y él pidió en la emisora a manera de complacencia musical Desde que te marchaste, Jairo le preguntó al presidente que si era la versión de Guillermo Vanegas o la de Óscar Agudelo y el doctor Belisario dice que la de Óscar Agudelo, el motivo de la llamada era para que le dedicara la canción al presidente, en medio del susto no sé qué le dije, no sé qué le hablé. Después, él me invitó a la casa de Nariño a que le cantara y así fue.
¿Dónde lo reciben mejor?
Yo hacía mucho tiempo no venía a hacer un concierto en Medellín y ayer hice un concierto memorable en el teatro de la Universidad, en ese momento me di cuenta de que puedo cantar hasta los 110 años.
Maestro, usted se ha caracterizado por ser un rebelde liberal, ¿todavía lo es?
Puede que sí. Lo que no puedo ser es comunista porque yo no puedo trabajar para mantener vagabundos, el comunismo le quita a uno y le da a otros, no hablemos de eso, detesto la política y el juego, nunca he tenido en mis manos un par de dados porque mi papá jugó hasta el hoyito.
A veces trata de cantar muchos temas, pero en público insiste en lo viejo, ¿cómo hace para complacerse a usted y a su público?
Con mucha tolerancia, siempre he dicho que en mis conciertos manda el público, entonces procedo a complacerlos con mis temas viejos, así tenga que repetirlos.
¿Qué piensa de la gente joven que canta, como por ejemplo Juanes?
Juanes es un guapo, a los demás muchachitos que cantan en inglés los admiro mucho, pero yo no sería capaz de darle una serenata a una mujer cantándole en inglés, eso sí, a Juanes le tengo envidia de la buena.
¿Qué opina de los cantantes de su generación que han caído en el olvido?
Muchos de ellos labraron su destino con el vicio, el vicioso nunca llega a ninguna parte y nunca es figura.
¿Qué es más fácil, ser artista antes o ahora?
A nosotros nos tocó una época bonita, todo era más fácil, había más ética. Si uno llegaba a una grabadora con un buen material y convencía a los dueños, uno estaba hecho.
Madres de todas las edades y estratos fueron convocadas para el concierto de su vida en el teatro de la Universidad de Medellín en el mes de mayo de hace un par de años.
Al día siguiente del concierto en el teatro de la Universidad de Medellín, el maestro nos atendió con su presencia fuerte y vigorosa, nos daba a entender de su vigencia permanente. Más de 60 dedicados a la música hacen de este un artista insigne de nuestra geografía musical. Echando mano a nuestra memoria llegan temas como China hereje, Rosas de otoño y la inmortal Cama vacía. Sus ojos saltones se iluminan de alegría recordando a sus amigos, y tiene una cara de formalidad infinita para atender al que pregunta, este es un resumen de aquella charla.
¿Cómo era su vida cuando joven?
Mi infancia son recuerdos de un campo del viejo Tolima, nací en Herveo hace ya muchas décadas. Las inclinaciones políticas de mi padre, liberal de raca mandaca, nos hacía huirle a la violencia que contra los liberales ejercían los conservadores en esa época; esto hizo que no fuera de un pueblo sino de una región comprendida entre los municipios tolimenses de Fresno, Ambalema y Armero. En Padua conocí a Luis Ospina, padre del escritor William Ospina. Él se ganaba la vida cantando igual que yo, el maestro William heredó de su padre una bonita voz. Cuando Luis murió, yo lo acompañé a su funeral y junto con William lo despedimos con algunas canciones a dúo. Volviendo al inicio, te digo que comencé en Radio Girardot cantando como aficionado, allí me gané el primer premio de ese concurso y recuerdo que me dieron 60 centavos. Recuerdo ese hecho porque me sentí figura, no artista, porque artista todavía no soy. Viene a mi memoria de ese momento la gente humilde de mi región, tengo los años del hilo negro y aun así todavía lleno de auditorios y eso se lo debo a la gente humilde que me aplaude cada vez que llego.
Le invitamos a leer: Óscar Agudelo y los muchos encuentros con la muerte
Usted menciona la edad del hilo negro; háblenos de su adolescencia y de su profesión como sastre y músico. ¿Qué relación hay entre ser sastre y cantor?
La sastrería fue el accidente más agradable de la vida, esto me ayudó a salir de la región, era un oficio bien pago y si no fuera por ella, estaría todavía en el Tolima encomendándome a la virgen para que me atajara feligreses. Fui un pantalonero muy bueno y en este oficio duré entre 10 y 15 años. Mi madre nos infundía el respeto y la delicadeza por el otro. Eso influye mucho en uno y uno no se da cuenta, yo trato de la misma forma delicada a todo el público, al del medio, al de abajo…
¿Cuándo tuvo el sueño de ser un artista tan completo?
Gracias por eso. Hay una frase que dice: ¿quién me quita lo baila’o?, eso no me lo quita nadie, y así me siento orgulloso, si volviera a nacer sería cantor. Yo no soñaba con ser artista, era un ave que volaba libre en los caminos de mi tierra, el destino me fue marcando los pasos, no tuve más alternativa que seguirlos, yo soñaba solo con cantar, no con la fama, cantaba y cantaba, era por lo que vivía en el comienzo, después las cosas se fueron dando y para ello tenía que ser medido, recatado y respetuoso con la gente porque las hay de todos los pelambres. Volviendo a mi juventud, la sastrería me marcó mi inclinación musical en ese momento trabajando en el taller de Don Miguel Salazar, recuerdo que tenía 16 o 17 años y les cantaba Hojas de calendario a mis compañeros de trabajo, mi canción bandera sin ser la primera que grabé. La primera con la que prensé un acetato fue China hereje sin saber que era de Gardel, de haber sabido no la grabo, porque Gardel para mí en ese momento era un dios y su repertorio es para respetarlo. Después llegó La cama vacía, compuesta por el argentino Carlos Spaventa, que estaba en el hospital y allí se dio cuenta de que la vida es una ilusión, que si se tiene con qué, vale y si no te friegas, que no hay amigo fiel y si el destino a un abismo nos tira se vuelve peor la cosa. Carlos salió del hospital, se fue derecho a una grabadora y la grabó en un acetato, un agente viajero me la trajo a Colombia, yo hacía poco había firmado con Codiscos y la grabé con mi estilo sin pensar en nadie, creo que por eso se volvió un éxito. Estaba con Ibarra y Medina y ellos me acompañaron en esa primera versión, ese tema se convirtió para mi vida en un farolito, me sostiene económicamente, La cama vacía, es para mí, la vida.
Además: Lo que William Ospina escribió sobre Óscar Agudelo en “Guayacanal”
Háblenos de la primera vez que llegó a Medellín
Esta era mi base, aquí estaban las disqueras y fueron muchas las giras que hice con Montecristo y otros músicos, éramos patrocinados por Mejoral, vivíamos en una pensión muy humilde y sencilla llamada “La pensión latina” en Carabobo con De Greiff, allí eran compañeros de cuarto José Barros, Noel Petro, Julio Erazo y Sandro Mesa, y otros que se me olvidan. Doña Encarnación era la dueña del hotel y se manejaba muy bien con nosotros. Allí se comía el mejor mondongo de Medellín y de Antioquia, la gente llegaba con sus carros y vasijas y se llevaban sus mondongos para sus casas. Recuerdo que nos sentábamos a la mesa después del almuerzo, sacábamos las tonalidades llenando las botellas de agua y las golpeábamos y así encontrábamos la nota. Si bien no éramos famosos estaban nuestros temas sonando mucho como Casas viejas, Vamos jugando iguales, El redentor, Tus manos, etcétera, y de esos también recuerdo el tema Rosas de otoño, si bien la grabó Gardel, yo la sentí más, la lloré más, no la cantaba por cantarla sino que me metí en ella.
¿Dónde conoció a los maestros Ibarra y Medina?
En un sesteadero que había en las salidas de Pereira, a la salida para Manizales, un sitio muy bonito de Miguel Saldarriaga. Una noche necesitaba cantar una canción, me llevaron un par de guitarristas, eran ellos y tenían de moda El aguacate, que de aguacate no tiene nada, la canté con ellos, al público le gustó, me invitaron a trabajar y la relación duró bastante, ellos tenían en auge el pasillo Esperanza a pesar de que en ese momento yo era bohemio, al poquito tiempo dejé de beber porque el médico me dijo: Yo te trato si dejas el trago, sino, busque otro médico. Llegué a ser un muerto andante y cómo ve le seguí el consejo al doctor y aquí estoy.
Entra en esta historia su amigo Julio Jaramillo, háblenos de él
Hice una buena relación con él y con Olimpo Cárdenas, el escenario nos juntaba siempre. Recuerdo un concierto memorable con ellos, Alci Acosta y Lucho Bowen en el hotel Piedras Blancas, en un almuerzo había unos invitados, un matrimonio de médicos, el mesero nos sirvió una botella de whisky, Julio se tomó uno y otro y con el tercero se fundió. Cuando después volvió en sí, el médico le dijo: Julio, ¿ya estás mejorcito?, Sí, contestó, ¿por qué pregunta?, acabamos de ver que te mueres muy fácil, contestaron los médicos, ojo con el trago que tres whiskys te pegaron muy mal, advirtieron ellos a lo que Julio replica: Lo mismo me dijeron en Nueva York hace un año y aquí estoy vivo, y los médicos dicen: Usted se muere en una rasca si no se controla, dicho y hecho… Continuó el maestro Óscar hablando: Julio era feliz en mi carro bebiendo, yo era feliz al escuchar a semejante figura, sobre todo cuando en nuestros viajes nos acompañaba Olimpo Cárdenas. Ellos atrás bebiendo y cantando, y yo adelante, controlándolos, imagínese la foto. Me dio la idea entonces de grabar dos discos con Julio Jaramillo, ensayamos el repertorio y los dejamos listicos para comenzar el proyecto. Julio arrancó para Bucaramanga, nosotros para Bogotá. Al mes me llamó julio diciéndome: Ñaño, vamos a grabar, yo le digo que sí, véngase al hotel Dann, yo le separo un cuarto y empezamos cuando llegues acá a Medellín. A la hora me vuelve a llamar y me informa: Ñañito, se me está muriendo mi vieja, me voy para Guayaquil a visitarla, yo le contesto: Solo ahora te da por ser buen hijo, véngase que después de grabar nuestro disco vamos, aprovechamos y le damos un besito a su mamá, le cantamos unas canciones y listo. No fue posible, los discos se quedaron ensayados, Julio se fue para el Ecuador, se emborrachó esa noche y al otro día murió tal como se lo dijo el médico.
Con Olimpo Cárdenas la cosa era muy distinta, él sí le paraba más bolas a mis consejos, yo le sacaba más partido a esa amistad cuando compartíamos escenarios, yo me bajaba al público a verlo cantar, me parecía una voz muy comercial, muy guapa, cantaba con toda el alma, hasta que se murió cantando en pleno escenario. Con ese tema cerrábamos los conciertos cantando a dúo él y yo.
También recuerdo a Julio Erazo porque compartíamos la misma casa de pensión de la que hablamos antes, hizo el tango inmortal Lejos de ti grabado por Raúl Garcés, después viajé a Centroamérica, allí viví cinco años, allá no gustan los tangos, solo las chicas con mini falda.
¿En el ejercicio de su vida, cuándo se dio cuenta de que era famoso?
Nunca me he dado cuenta de eso, sé que tengo nombre y prestigio y que el pueblo noble y hermoso de Colombia me reconoce, yo solo quiero terminar mi carrera artística con mucho aprecio y cariño, aunque todavía me queda mucho tiempo.
¿Cuándo empezaba a cantar, a quién quería parecerse?
Empecé imitando a Agustín Magaldi. En ese momento el maestro se lleva su mano derecha al oído, como tratando que no entren ruidos extraños a su oreja y después de ese ritual entonó Mis delirios.
¿A qué artista se le quitó el sombrero por compartir con usted el escenario?
Esa es otra historia, fue un cantante latinoamericano muy famoso en la época del 60, llegando a Nueva York me dijo mi empresario Jorge Alarcón: Vas para Chicago a encontrarte con una figura, allá te das cuenta, y preciso, era Sandro de América, un monstruo en el escenario, canté ligero y salí a escucharlo al teatro. Después con él tuve esta otra anécdota: imagine que se nos acabaron los casetes que llevábamos para vender al público, salimos y en un almacén compramos una copiadora de casetes, después la sorteamos y yo se la gané y todavía la tengo. De otros amigos también recuerdo a Noel Petro, a él lo acompañé a un concierto histórico en Puerto Berrio.
¿Cuál fue su relación con el poder?
Hay muchas anécdotas en torno a mi vida con los que han ocupado la casa de Nariño, recuerdo ahora exactamente a un presidente paisa, mi amigo Belisario Betancourt. La historia ocurrió así, mi amigo Jairo Agudelo Zapata tenía un programa de radio en Medellín, me llamó a mi casa diciéndome que tenía al doctor Belisario Betancourt en la línea; hacía ocho días había asumido la presidencia de la república y él pidió en la emisora a manera de complacencia musical Desde que te marchaste, Jairo le preguntó al presidente que si era la versión de Guillermo Vanegas o la de Óscar Agudelo y el doctor Belisario dice que la de Óscar Agudelo, el motivo de la llamada era para que le dedicara la canción al presidente, en medio del susto no sé qué le dije, no sé qué le hablé. Después, él me invitó a la casa de Nariño a que le cantara y así fue.
¿Dónde lo reciben mejor?
Yo hacía mucho tiempo no venía a hacer un concierto en Medellín y ayer hice un concierto memorable en el teatro de la Universidad, en ese momento me di cuenta de que puedo cantar hasta los 110 años.
Maestro, usted se ha caracterizado por ser un rebelde liberal, ¿todavía lo es?
Puede que sí. Lo que no puedo ser es comunista porque yo no puedo trabajar para mantener vagabundos, el comunismo le quita a uno y le da a otros, no hablemos de eso, detesto la política y el juego, nunca he tenido en mis manos un par de dados porque mi papá jugó hasta el hoyito.
A veces trata de cantar muchos temas, pero en público insiste en lo viejo, ¿cómo hace para complacerse a usted y a su público?
Con mucha tolerancia, siempre he dicho que en mis conciertos manda el público, entonces procedo a complacerlos con mis temas viejos, así tenga que repetirlos.
¿Qué piensa de la gente joven que canta, como por ejemplo Juanes?
Juanes es un guapo, a los demás muchachitos que cantan en inglés los admiro mucho, pero yo no sería capaz de darle una serenata a una mujer cantándole en inglés, eso sí, a Juanes le tengo envidia de la buena.
¿Qué opina de los cantantes de su generación que han caído en el olvido?
Muchos de ellos labraron su destino con el vicio, el vicioso nunca llega a ninguna parte y nunca es figura.
¿Qué es más fácil, ser artista antes o ahora?
A nosotros nos tocó una época bonita, todo era más fácil, había más ética. Si uno llegaba a una grabadora con un buen material y convencía a los dueños, uno estaba hecho.