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Acordes, espacio y letras: una trinidad con la que Charles Michael Kittridge definió los procesos creativos, las composiciones, de su banda, Pixies, en 1989, mientras promocionaba Doolittle, su segundo álbum de estudio, para la cadena canadiense MuchMusic y su programa City Limits.
Y es su, en propiedad, posesivo y en tercera persona, porque pertenece a Kittridge, o mejor, a Francis Black, como es conocido desde hace más de treinta años. Pixies es su proyecto. Él, la guitarra rítmica, la voz, el compositor y, claro, el líder de una obra a la que se suman también guitarrista Joey Santiago, el baterista David Lovering y la bajista Paz Lenchantin.
Como grupo nació en 1986 por estudiantes universitarios. Fue en Boston, al norte de Estados Unidos y al otro extremo del país, en Seattle, su sonido inspiraría, un par de años más tarde, a aquella época del rock a la que conocemos como grunge. Su impacto, sobre todo, fue evidente en referentes de ese género de la talla de Nirvana.
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De hecho, Surfer Rosa (1988), su debut en el estudio, inspiró a Kurt Cobain durante el desarrollo de Nevermind, un pieza a la que pertenecen treinta de los más de cincuenta millones de álbumes que Nirvana ha vendido en todo el mundo.
Y de nuevo, Francis Black. A finales de 1992, Black anunció su separación y por faxes y correos se lo comunicó a sus ahora excompañeros. A principios del 1993 se hizo público. Conflictos internos, basados, tal vez, en egos y la vida misma de un rockstar, motivaron a Kittridge, líder, a hacer una pausa, detener su proyecto, terminar a Pixies.
Pocos imaginarían que aquel anuncio de ruptura impulsaría al grupo, su nombre, como material de culto para las nuevas generaciones. En 1999, Fight Club, con Brad Pitt y Edward Norton, llevarían del cine a las tiendas de discos a una nueva generación, a nuevos seguidores, inspirados por la inquietante y desalentadora atmosfera del hoy himno “Where Is My Mind?”.
Once años después, Pixies ya era un hito. Tal vez, una banda de culto. En 2004, Black, Santiago, Lovering y Kim Deal -su bajista original-, se reunieron y dieron una gira en Norteamérica. Eran conciertos, o, más bien, presentaciones. Por casi diez años, la banda tuvo shows en vivo y clásicos como “Gouge Away”, “Hey”, “Monkey Gone to Heaven” y “Gigantic” revivieron ante el público.
En 2013 Deal abandonó la banda. No fue sorpresa, pues, entre otras cosas, su interés por experimentar nunca entró en armonía con el liderazgo de Francis Black. Así, después de un fugaz paso de Kim Shattuck en el grupo; la argentina Paz Lenchantin tomó las cuatro cuerdas para consolidar a lo que hoy se conoce como Pixies.
Un sonido y un sinfín de significados
Acordes, espacio y letras es música para Francis Black, conforman su proyecto e hizo que Pixies se hiciera un espacio en la historia del rock de finales del siglo XX. Su música marcó un hito, es objeto de culto y, por supuesto, es arte y está expuesta a la subjetividad.
Y con lo subjetivo como estandarte, bien vale encontrar una alegría y entusiasmo superpuesto, de una forma insuficientemente convincente, a un desánimo -tan relativo a la pubertad-, una atmosfera que antecedió e inspiró a ese grunge que dio la bienvenida a los noventa, en canciones como “Here comes your man”, “Where is my mind”, entre otras.
Rock. Punto. Pixies encarna un sonido que dio vida al género y su sinfín de significados tan cercanos a lo rebelde, lo contracultural… lo libre. Es grunge, es alternativo, es indie, sí. Es independiente…y, sobre todo, desde su formación en 1986, es experimental.
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Son cuatro universitarios, o más bien jóvenes -hoy de espíritu- ansiosos por componer, experimentar y ser trasparentes. Un sonido fiel a su recorrido, capaz de inspirar hasta al artista más sonado, con una estética que difiere de lo convencional, común, alejada de los flashes y poco popular. Allí se forja una experiencia auditiva y visual, que genera diferentes interpretaciones y es simple. Única. Así, su sentencia resaltó, resalta y resaltará en una escena diversa y siempre controvertida.
El viernes siete de octubre de 2022, Pixies regresa a Colombia en un show donde compartirán escenario con la agrupación local 1280 Almas. Chamorro City Hall será el escenario donde los acordes, espacios y letras, de la mente de Francis Black, se materializarán en un sonido que aún hoy, más de treinta años después del lanzamiento de su primer álbum, inspira, transmite y codifica tantas emociones como su oyente imagina.