Por obra y gracia del jazz

Este domingo se escenifica, por primera vez en Colombia y a 40 años de su lanzamiento, “Cumbia & Jazz Fusion”, del norteamericano Charles Mingus. El autor de esta nota cuenta cómo se materializó un homenaje del que participará el saxofonista Justo Almario.

Jaime Andrés Monsalve B.*
21 de septiembre de 2018 - 02:00 a. m.
Ilustración: TODOMONO
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F104116. Un número, con todo lo poco que puede decir una cifra vista al desgaire. A la luz de la vida en sociedad, eres la cifra que hay en un documento y, para efectos de todo, tú eres ese número. F104116 era el número de pasaporte de Charles Mingus. Con el documento que ostentaba esa cifra pudo entrar y salir de su país cuantas veces quiso.

En algún momento de la década del 90 me enteraba yo de ese dato no menor. En mis manos tenía el documento original que la oficina del contrabajista y director de banda había enviado al empresario colombo-argentino Ismael Arensburg, con el fin de incluir a Colombia en la gira que lo llevó en 1977 por Perú, Argentina, Brasil y México.

Traerlo fue imposible. Los costos no daban y Mingus se quedó sin pasar por Colombia. Quiso la ironía que los demás destinos latinoamericanos, mientras tanto, tuvieran la oportunidad de disfrutar de una pieza inédita suya, con todo el sabor colombiano, publicada en disco unos meses después y celebrada en vivo por periodistas como Alberto Mallofre, del diario español La Vanguardia, “tanto por la originalidad de su planteamiento como por la brillantez de su resolución”.

Se trataba de Cumbia & Jazz Fusion (Atlantic, SD8801). La historia cuenta que un productor italiano comisionó a Mingus para hacer la música de una cinta basada en el tráfico de drogas desde Colombia, filme que aparentemente y por fortuna nunca vio la luz. Como registro del emprendimiento quedó una suite de media hora que los fanáticos del contrabajista no consideran una obra mayor pero que el propio Mingus, según dijo su viuda Sue y tal como nos confirmó su trompetista, Jack Walrath, no paró de oír una y otra vez, orgulloso, hasta su muerte en Cuernavaca (México), el 5 de enero de 1979.

En 2017, en consonancia con los 40 años de la grabación de un disco del cual lo único que se sabía a ciencia cierta era la participación informal del saxofonista sincelejano Justo Almario, emprendí la investigación que desembocó en la crónica Los años cumbieros de Mingus, publicada en la revista El Malpensante de abril del año pasado. De todo lo allí contado, que incluyó la descripción del ambiente en el estudio de grabación, el cambiante y a veces hasta peligroso temperamento de Mingus y la recepción crítica de los conciertos de presentación y del disco mismo. Acaso el aporte principal haya sido reivindicar el nombre del músico magdalenense Hiram Remón, quien a pesar de haber participado de las sesiones no aparece en créditos del disco, porque no estaba sindicalizado como músico en los Estados Unidos. Hasta el sol de hoy, dicho error no ha sido subsanado.

Después de publicada la nota, Daniella Cura, inquieta y amorosa gestora cultural, se propuso, al lado de su socio César Gómez, que era el momento de escenificar la pieza por primera vez en el país que dio origen a la inspiración del músico, con un añadido: la posibilidad de incluir, al fin, gaitas, millos, tambor alegre, llamador... aquellos instrumentos que seguramente le hubieran dado un mayor sabor colombiano a la grabación original.

Gracias a la cercanía lograda con la fundación que vela por los intereses de la obra de Mingus, The Jazz Workshop, y luego de interesar en el proyecto a las directivas de Idartes, Daniella emprendió conmigo un viaje por Nueva York, en junio, en el que la presencia del inefable espíritu de Mingus fue determinante. Lo que pudo haberse limitado al requerimiento y entrega de las partituras para poner en marcha el proyecto, en realidad fue un periplo asombroso que nos condujo por las oficinas del Jazz Workshop, emplazadas nada más y nada menos que en la residencia de Mingus, donde se empezó a gestar Cumbia & Jazz Fusion. Para mayor sorpresa, chocamos de frente con la partitura original, manuscrita por el propio músico y debidamente enmarcada en esa suerte de templo cerrado al público.

Nueva York nos permitió saludar en persona a Hiram Remón, disfrutar de las anécdotas y el buen humor del octogenario Sy Johnson, arreglista histórico de Mingus; y conocer a Jack Walrath, fuente que no alcanzó a entrar en la crónica de 2017. Walrath me ratificó la imposibilidad de que Mingus hubiera venido a Colombia, como suele decirse al hablar de Cumbia & Jazz Fusion, con una frase lapidaria: “Imposible”, dijo Walrath: “¡Me hubiera llevado!”.

Y como si fuera poco, la Mingus Big Band bendijo el proyecto una noche de lunes, cuando la banda hace lo suyo en el club The Jazz Standard, en el corazón de Manhattan.

El resultado de ese entusiasmo llega por fin a escena, con un montaje de diez músicos barranquilleros dirigidos por el baterista Einar Escaf. El domingo próximo a las 3:00 p.m., Justo Almario podrá por fin tocar la pieza como invitado especial, cosa que no pudo hacer hace 40 años por temas de agenda. Más de un presente en el parque El Country podrá entender de primera mano la importancia capital de la suite de Charles Mingus en el desarrollo de nuestro jazz. Todos, estoy seguro, vivirán algo de la emoción que ha significado para sus gestores todo este camino que lleva por fin a la concreción del sueño de Mingus.

* Jefe musical de Radio Nacional de Colombia.

 

Por Jaime Andrés Monsalve B.*

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