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A 150 kilómetros a la derecha de Macondo, el pueblo mágico de Gabriel García Márquez, está el mítico y extraño lugar de Puerto Candelaria. Un sitio donde la música es lo más importante, porque hace que sus habitantes olviden las desgracias.
Casi todo lo que sucede en el pueblo se canta y los visitantes foráneos no son turistas, sino músicos de diferentes lugares.
El 13 de marzo de 2000, hace casi 20 años, Juancho Valencia, nombrado también como El Sargento Remolacha, llegó al puerto en busca de nuevas aventuras. En su maleta solo cargaba dos cosas: sus clases de música clásica -que tomó en Medellín- y el ideal de resaltar los ritmos tradicionales colombianos.
Junto con otros amigos formó Puerto Candelaria, una banda que propone un audaz viaje sonoro por la cumbia, rock, ska, chucu chucu, world music y sus géneros propios: jazz a lo colombiano y cumbia underground.
“La agrupación es un homenaje a lo que somos, a nuestras tradiciones y a la música que habla de tropicalismos, pero no necesariamente desde el mar o el río, queremos mostrar que también se puede narrar por medio de la montaña y los campesinos”, dice Juancho Valencia.
Los jóvenes salieron del puerto y emprendieron un viaje por todo el mundo que ha terminado en más de seis álbumes de estudio entre los que resaltan: Yo me llamo cumbia, un disco que ganó el Latin Grammy a Mejor Álbum Cumbia en 2019, y, Cantina La Foule, que son canciones de siempre, pero cantadas como nunca.
“El álbum con el que ganamos el Latin Grammy es un homenaje a varias cumbias orquestadas de Colombia, es como una mezcla del futuro con el pasado. Por otro lado, Cantina La Foule son covers de las canciones de siempre. Vamos desde Julio Jaramillo a Frank Sinatra y Celia Cruz a Edit Piaf”, comenta Valencia.
Con el premio también ganaron independencia, esa por la que han luchado desde el principio. Asimismo, demostraron que ser “raros” -como se autodenomian- es bueno.
“Nosotros surgimos en 2000 con el fenómeno de Carlos Vives. Éramos chicos universitarios que estudiábamos música clásica. Puede que ahora sea normal, pero en ese entonces escuchar urbano con acordeón o vallenato con batería o guitarra eléctrica era lo más raro de este mundo. Éramos un salpicón musical. Ese es el valor más grande del colombiano, podemos bailar un merengue, después un tango, un vallenato y terminar con un rock o pop. Solo nosotros tenemos esa capacidad de disfrutar infinitos ritmos”, comenta Valencia.
El 2019 fue uno de los mejores años para Puerto Candelaria. Tuvieron una gira por 15 países, que recorrió los continentes de Europa y Asia. “El mayor orgullo ha sido llegar con nuestra música a todos los países, ser uno de los principales exponentes de la música colombiana, hacer grandes colaboraciones y, lo más importante, es que seguimos teniendo un puesto en la cultura colombiana, cosa que no todos logran”.
En 20 años lo que ha cambiado Puerto Candelaria es lo mismo que un ser humano. La agrupación ha sido una esponja musical que nunca ha tenido miedo de absorber lo que suena, se dejan permear de sonoridades lejanas y siempre buscan sorprender al público con las nuevas combinaciones.
Por esta razón es que han logrado que todos los ojos del mundo estén puestos en Colombia. Y eso, según Valencia, se debe al trabajo ininterrumpido de una cantidad de artistas que han tratado y han luchado por llevar la música a otras partes del mundo para mostrar lo mejor del país.
“El 2020 es importante porque realizaremos una gira mundial en homenaje a los 20 años. Estaremos una temporada en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, donde invitaremos a artistas que han pasado por Puerto Candelaria. También tendremos un disco con las 20 canciones que nos han marcado durante este tiempo”, agrega el músico paisa.