Tirso Duarte: la caída del ángel negro de la música cubana
El cantante cubano, establecido en Cali, falleció el pasado viernes a causa de un ataque mortal. Su consagración como una de las figuras destacadas de la era moderna de la timba fue el resultado de cantar con las mejores agrupaciones del género, hasta brillar como solista. Controversial, irreverente y aclamado por los aficionados a la música cubana hasta sus últimos días de vida.
Hugo Santiago Caro
Como tantos otros artistas y compositores que se atreven a cantarle a la muerte, Tirso Duarte dejó plantado en “Pa’ Cali” (2018) el verso con el que se le recordará por estos días y que sirve para sintetizar su relación con la sultana del Valle, la ciudad que lo acogió en los últimos años de su vida.
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Como tantos otros artistas y compositores que se atreven a cantarle a la muerte, Tirso Duarte dejó plantado en “Pa’ Cali” (2018) el verso con el que se le recordará por estos días y que sirve para sintetizar su relación con la sultana del Valle, la ciudad que lo acogió en los últimos años de su vida.
“Solo diversión, sin pensar en un mañana que esperar. Si no sale el sol o si un día lluvioso llegará, no me importa si mañana muero. No tengo dinero ni nada que dejar. No, no. Sólo sé que yo me voy pa’ Cali, que el día está bueno y hay que aprovechar”, compuso el cubano.
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Lejos de su raíz habanera, donde su talento germinó entre una generación determinante en la música cubana de los años 90 y en el cambio de siglo, Duarte murió el viernes a las 5:11 de la tarde por un paro respiratorio secuela de un ataque criminal que le propinaron en Tumaco, Nariño, al salir de una presentación musical.
Paradójicamente, el cantante había subido una confusa publicación a Instagram cuatro días antes, en la que comienza escribiendo “Me mataron, pero no me morí. No lloren que sigo aquí”. Si bien la publicación es difícil de entender, con una redacción enredada y diferente a todos los otros post encontrados en la red social del cantante, tanta turbulencia es acorde con el estilo de vida que llevó en su estadía en Cali.
Tirso cambió las aguas del océano Atlántico que baña a Cuba por las olas del Pacífico que dan nombre a la región del suroccidente de Colombia. Allí encontró un nicho que adoptó su música como propia, que lo adoptó como uno más y le cambió el apodo de “el ángel negro”, con el que salió de La Habana, por “la perla del Pacífico”. Ya era un colombiano más.
En “Pa’ Cali”, el cantante recuerda a Jamundí, Florida, Guachené, Buenaventura y Tumaco. Valle del Cauca, Nariño y Cauca. Todos territorios que lo vieron hacer de las suyas y muchas veces vivieron los momentos incómodos y bochornosos que protagonizó el artista.
En 2019 hizo ruido la polémica que tuvo con la orquesta de la Universidad del Valle, pues según los músicos de la agrupación, los humilló en vivo y tapó el micrófono a uno de los coristas para que no cantara, aduciendo que ellos debían estar agradecidos por tocar con el “mejor timbero del universo”.
En diciembre de ese mismo año, Duarte agredió físicamente al sobrino del músico Petronio Álvarez en una presentación en Timbiquí, Cauca, con el mismo discurso de que era el mejor timbero del universo, cuando le indicaron que su tiempo en tarima había terminado.
“Hicimos el último tema y se ofuscó. Empezó a decir improperios por el micrófono. Luego, me golpeó con el micrófono en la cara”, dijo Boris Yeiko.
Una fuente aseguró a El Espectador que trabajar con Duarte, para los músicos de Cali y el Valle, se había convertido en un suplicio por la arrogancia del artista. “Hace un tiempo tuvo un problema fuertísimo con músicos de acá que lo acompañaban y de ahí en adelante muy pocos trabajaban con él. La mayoría de conciertos que dio al final, los dio con pista. Dicen que era grosero con la gente con la que trabajó, además estaba metido en los excesos de la rumba. En todos”, afirma.
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Así mismo, cuentan que se comprometía para presentaciones, pero no llegaba, o debían ir a buscarlo en estado de alicoramiento. “Muy poca gente habla bien de él. Desde el punto de vista personal y profesional. Obviamente, todo el mundo ama su música pero no salen a defenderle nada”, continúa. Sin embargo, por más problemas contractuales, con todo y conflictos, Duarte fue aclamado hasta el último de sus días por el público de Colombia. “El problema con los músicos hizo que lo desplazaran de la ‘escena’, pero eso al público nunca le importó. Fuera como fuera, iban a verlo y los empresarios igual lo contrataban”, concluye la fuente.
No sería preciso afirmar que Duarte fue el mayor exponente de la timba (género de música cubana de auge entre la década de los 90 y primera del 2000). Pero lo cierto es que antes de ser ese artista difícil y aclamado, brilló como pianista y cantante de las mejores orquestas cubanas de su época. Su voz estuvo a la par de las de Paulo FG, Mayito Rivera, Manolín “el Médico” de la salsa, Tony Calá y otro tanto de vocalistas timberos que marcaron época en la música hecha en Cuba en los primeros años postsoviéticos.
Duarte, además, fue pianista y su educación musical tuvo un paso por el conservatorio Amadeo Roldán, que junto con la Escuela Nacional de Arte (ENA), es uno de los mejores centros de formación de los artistas de la isla. Luego su nombre aparece referenciado al lado de NG La Banda, el grupo pionero de timba de José Luis Cortés, la Charanga Habanera y la Afrocuban All Stars de Juan de Marcos González, famoso por ser parte del proyecto “Buena Vista Social Club”.
Sin embargo, tal vez el paso en su carrera que lo inmortalizó como una voz de época fue hacer parte de la primera alineación de vocalistas de la orquesta del pianista César Pedroso, “Pupy”. Este último estaba por formar Los que son son, el grupo respuesta a su salida de Los Van Van, uno de los grupos cubanos más importantes de la historia en el cual permaneció cerca de 30 años desde su fundación hasta 1999.
Pedroso contó con Duarte, José “Pepito” Gómez y Armando “Mandy” Cantero en el grupo de vocalistas de “Timba: The New Generation Of Latin Music”, el álbum de 2002 que despegó a Los que son son y la carrera en solitario de Duarte.
Además de un excelso pianista, Pupy fue un compositor prolífico con Van Van y con su propia orquesta. Varios de los éxitos más pegados de ambas agrupaciones están firmados por su pluma. Uno de ellos es “Te molesta que sea feliz”, que cantó Duarte, y sirvió para que este se lanzara al vacío en solitario en 2003.
En ese año Tirso lanzó “Si la vida te dice baila”, que pegó temas en Cuba y por supuesto, Cali y el Pacífico colombiano como “Déjala que corra” y “Charanguero mayor”. De ahí en adelante vinieron por lo menos seis álbumes de estudio en los que incluso se animó a versionar canciones de otros géneros como “Me dediqué a perderte”, popularizada por Alejandro Fernández, y “Te lo agradezco pero no”, que supieron cantar Alejandro Sanz y Shakira.
Muchos músicos puertorriqueños y cubanos han vivido etapas de su vida en Cali. Famosos son los poco más de dos meses que vivió Héctor Lavoe en Cali con el productor Larry Landa, así como el álbum “Salsa En El Paraíso Con Los Lebron”, que grabaron los Hermanos Lebron en el Valle del Cauca y cuya foto de portada es de la agrupación en la hacienda El Paraíso, escenario de la novela “María”, de Jorge Isaacs.
Así como ellos, Duarte se radicó en Cali hace más de diez años, se volvió un caleño adoptivo. Parafraseándole un poco, uno de los timberos más importantes de Cuba ahora vivía en el Valle del Cauca. En La Habana extrañaban al ángel negro y sobre todo, aún lo respetaban.
Prueba de esto son los mensajes que han dejado para despedirle, como el de Alexander Abreu, uno de los timberos de mayor auge en la última década. “Le pido a Dios y a todo lo que existe en el planeta que me lo salve. Te queda mucho por hacer, hermano. Vas a salir de este mal momento. Tirso Duarte, recupérate”, escribió Abreu temprano el viernes. Y complementó al confirmarse el deceso: “Descansa en paz, Ángel negro”.
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Duarte fue un artista complicado, talentoso y con una fanaticada que dejará que corran sus canciones para hacerle duelo a un ángel reconvertido en la perla del Pacífico. Con todo y lo controversial, con las malas compañías y los excesos, nada justifica que lo hayan golpeado como lo golpearon y a la postre, que le hubieran arrebatado su vida.