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A los 15 años, Kenys Alberto Santiago Terán sentía que no tenía futuro. No sabía qué hacer con su vida, pero sí sabía que estudiar no era lo que quería. Cursaba noveno grado cuando decidió no volver al colegio. Con el pasar de los días no solo encontró una actividad apropiada, sino que entendió que el futuro se construye cada día. Así lo ha hecho. Cada día es una posibilidad mientras la vida tenga siempre otro día más.
“Nunca serví para la educación y llegué a un punto en el que dije: no voy a estudiar más, no puedo, me siento miserable dentro de un aula. Por esa misma época me empecé a obsesionar con la música y no estar en el liceo me dio tiempo, entonces ahí fue que empecé a hacer beats. Me encerraba en el cuarto con un amigo y empezamos a aprender de la nada. Nadie nos decía esto es un kick, esto es un sample, esto se toca, esto no, esto es un bajo. No. O sea, nosotros poníamos ahí FrutyLoops a ver qué pasaba”, recuerda Kenys.
Con la música empezó a ganarse la vida y un nombre: Rial Guawankó, que daba cuenta de su obsesión por la música, por el jazz, pero sobre todo por la salsa. Una obsesión que sería definitiva en su identidad y que estaba atada a su pasado. A su abuelo puertorriqueño, el papá de su papá, y a esas fiestas que hacían en el barrio 23 de Enero, en Caracas. A las visitas al mercado de discos cerca de la Universidad Central con su papá, y a ese disco de Fania, edición especial, que él le prestó y que lo marcó para siempre.
“La salsa tiene una vaina particular, y es que se siente feliz, muchas letras te ponen a vacilar, pero te están hablando de injusticias, represión, delincuencia. Hay muchas letras clásicas de la Fania que transmiten eso, esa mezcla rara entre disfrutarte la vida mientras sufres al mismo tiempo”, dice Kenys Alberto Santiago Terán.
Y la identidad, que ha sido otra obsesión para el artista, se construye a partir de ahí, de la influencia, principalmente de la salsa, del latin jazz y el rap, y de esa relación compleja entre el goce, la alegría y el sufrimiento. Así se ha evidenciado en los trabajos que ha publicado en solitario, La lengua de los beats y lo oculto de los versos (2011), Latin Jazz Rap (2014) y Otro día más (2021). En especial en el más reciente, que fue conceptualizado, producido y escrito en los diferentes países por los que ha transitado Kenys desde que inició su experiencia migratoria, desde que salió de Venezuela a buscarse la vida.
Aunque decidió migrar más por deseo que por obligación, su travesía no ha sido puramente un pasatiempo. “No me sentía para nada cómodo, o sea, tenía comodidades, pero internamente me faltaba mucho, me sentía muy vacío. Entonces dije bueno, voy a empezar a buscar eso que me hace falta, esa independencia, esa experiencia de tener una carrera digna en lo que estoy buscando hacer. Tenía dentro de mí eso… soy de aquí de Los Teques, pero no me veo aquí nada más, quiero ver otras cosas, y la verdad es muy fuerte”, asegura el rapero.
Fuera de Venezuela no tenía prácticamente nada, por momentos ni siquiera tenía ganas de nada. “Ser migrante es muy, muy difícil. A mí me pasó, pero no solo a mí me ha pasado, que llegas a un país y no quieres hacer más nada que no sea dormir. Todo el día, de la nada, cuando tú de repente estabas acostumbrado a entrenar, a montarte en una tarima, a hacer un video, no sé qué… no quieres hacer nada literal”.
Entonces ese viaje, que empezó en México y partió con la idea de buscarse la vida, se fue convirtiendo en el descubrimiento de otra realidad, en el encuentro con otros que también están por ahí, buscándose la vida, errantes, haciendo lo que les toca, lo que pueden más que lo que quieren, intentando gozarse el instante a pesar del sufrimiento, de la adversidad. Y todo eso que ha vivido y entendido es la base sobre la que construyó su nuevo disco, Otro día más.
“Pasa que… a nivel psicológico y emocional los latinos… me voy a atrever a ser un poco general en esto… nosotros no tenemos claro de las tristezas que tenemos adentro, no las estamos comunicando en el momento correcto, no estamos tomando las acciones correctas, estamos distrayéndonos pensando que de repente esas distracciones son una salida, cuando realmente es todo lo contrario, es perjudicial… Esa era una de las cosas que más me interesaban lograr en el disco, ser muy honesto sobre este tipo de vainas que, de pana, la gente no le está parando bolas a hablar de esas cosas. La búsqueda de ese disco es esa: ¿Qué podemos hacer para solucionar estos problemas que tenemos? ¿Qué podemos hacer para salir de esto? ¿Qué nos depara el futuro si no le paramos bolas?, dice Kenys.
Otro día más es un disco atravesado por la melancolía, en el que Rial Guawankó se mueve entre la adversidad y la ilusión transformando lo más hostil de su entorno y su experiencia en la fuente de su fortaleza. Es un álbum que parece empezar por el final de su propia travesía, por el amanecer, con la certeza de que siempre hay otro día y mientras haya días, hay vida, hay posibilidades infinitas. Es también un punto de encuentro para aquellos errantes, un espacio para tomar impulso y seguir el camino.