Rita Fernández Padilla: una luz en la composición vallenata
Muchos logros definen la vida de esta creadora de historias musicales. Fue la primera mujer en fundar una agrupación netamente femenina en el vallenato y tiene en su haber composiciones emblemáticas como “Sombra perdida” y “El son del tren”.
Giancarlo Calderón
“Rita fue mi luz en el camino. Ella me motivó a entregarle mi vida a la música. La conocí en un tiempo muy frustrante para mí: tenía 16 años, llevaba cuatro junto a mi acordeón, y fue un momento donde fui consciente de lo fuerte y grave que era el machismo en la música vallenata, pero ella me hizo entender que yo era más grande que ese machismo o esas ideas cerradas, y que al final mi música hablaría por sí sola, sin tener que decir mucho, mis acciones darían de qué hablar y, afortunadamente, así ha sido”.
Son las palabras de Diana Burco, joven y destacada música colombiana que interpreta el acordeón. Un testimonio de agradecimiento personal y admiración artística hacia Rita Fernández Padilla, compositora y multiinstrumentista nacida el 21 de junio de 1948, en Santa Marta, Magdalena.
Más aún: es la llama encendida de la música pasándose de generación en generación; Rita Fernández Padilla es un faro potente para muchas mujeres que han querido forjar una ruta propia en la música vallenata.
Fernández Padilla fue la primera mujer en fundar una agrupación vallenata netamente femenina: Las Universitarias. Entre sus principales composiciones se encuentran temas como Sombra perdida y Las dudas del amor, grabadas por El Binomio de Oro; Las sabanas del rodeo (Juan Piña); Romance de San Andrés (Héctor Zuleta y Adanies Díaz); Reflejo de amor (Alfredo Gutiérrez); No digas que no te quiero (Otto Serge y Rafael Ricardo) y El son del tren (Fruko y sus Tesos), entre muchas otras. Para conocer más sobre su historia, su trabajo musical y su aporte al folclor vallenato, conversamos con ella.
¿Cómo comenzó todo? ¿Cómo recuerda sus primeros acercamientos con la música?
Todo comenzó cuando mis padres se conocieron justo por medio de la música. Mi padre, gran aficionado de la guitarra y el tiple, y mi madre, una brillante estudiante de piano, alumna de un famoso profesor alemán que llegó a Santa Marta. Vengo de familia de artistas: los abuelos, los bisabuelos y los tíos de mi padre organizaron una agrupación musical de instrumentos de viento, que en ese tiempo llamaron La Fernandina. Por parte de mi madre, sus tíos y primos hermanos, en esos tiempos, componían obras bastante selectas: valses y polcas, entre otras. Aún tenemos algunas obras inéditas, obras bellísimas.
¿Y más adelante siguió estudiando música o su formación, como la mayoría de artistas del folclor vallenato, es empírica?
Sí, estudié música. Tuve varias profesoras, recuerdo dos muy interesantes: doña María Luisa Flores, gran profesora de piano, samaria, tía del reconocido pianista Andrés Linero; también otra profesora, muy reconocida en Santa Marta, Julia Bermúdez, ellas iban hasta la casa a enseñarme las lecciones de piano. Ya más tarde ingresé a la Escuela de Bellas Artes, en Santa Marta, y también ahí obtuve una buena enseñanza musical. Sin embargo, yo siempre anhelé mucha libertad en la música, me lo pedía mi espíritu, mi alma.
Más allá de una definición ortodoxa o académica, ¿qué es para usted la música y en especial la música vallenata?
Desde que llegué a Valledupar sentí una sensación muy particular con la energía de esta ciudad: gente afectuosa, llena de calor humano. Me impresionaron los campos de algodón, el soberbio río Guatapurí, los valles, las montañas, ese aroma dulce de las flores de casi todas las terrazas y los jardines del Valle se posaron en mi canto y colmaron mi inspiración. Había un sentimiento que yo traía en mi alma como pasaporte para ingresar a ese mundo musical vallenato. Todo eso es la música vallenata para mí. Todo eso es un paraíso al que yo he llamado Valledupar, paraíso de mi alma.
¿En la composición vallenata podríamos ubicarla en la llamada escuela romántica o no le gustan este tipo de clasificaciones?
No me molesta que me puedan clasificar dentro de ese orden porque efectivamente mi composición es romántica, por la naturaleza de sus melodías y también por la poesía con la que complemento mis canciones. Es importante resaltar que mi formación está dentro del instrumento cromático, como es el piano y el acordeón piano, esto me abrió puertas para poder ser una compositora romántica. Me parece hermosa la construcción de la escala, la formación, la sucesión de los sonidos de la escala cromática, que es una sucesión de sonidos muy ordenada, muy agradable al oído.
¿Cómo podría describir la ejecución de estos instrumentos?
Me gusta mucho la interpretación de los vallenatos en el piano. Para mí la parte mágica está en la forma cómo el intérprete se conecta estrechamente, por medio de un sentimiento muy profundo, con el instrumento. Le doy gracias a Dios por la manera como mi mano izquierda ha respondido para generar e imprimir en el piano el sabor del vallenato; hablo de mi mano izquierda porque es la que aporta el acompañamiento, la armonía, la esencia. Mucha gente me ha manifestado su gusto por escuchar el vallenato en piano. También me gusta mucho el acordeón piano, que es un instrumento muy noble, se presta mucho para los vallenatos románticos, para los no románticos también. Me gusta interpretar todo tipo canciones con este instrumento.
Es la autora del himno de la ciudad de Valledupar. ¿Cómo fue el proceso de composición de esta pieza?
Yo siento que eso fue un regalo de Dios. En una región tan machista, donde toda la tradición musical de varones es muy fuerte, que la autora del himno oficial de esta comarca vallenata sea una mujer, además no siendo de esta tierra sino de corazón, pues de verdad que es un honor muy grande, un triunfo grande que me llena de alegría, de satisfacción. Fue un proceso hermoso: un regalo de amor que yo le hice a esta gente, a este municipio, donde pude esbozar todo el sentimiento que traigo.
En 2018 recibió una invitación de Carlos Vives, a quien estaban homenajeando en el Festival de la Leyenda Vallenata. ¿Cómo recuerda usted ese momento?.
Fue bellísimo. Un episodio de mucha creatividad donde Carlos se ingenió la Ilíada vallenata para registrar escenas de tiempos pasados. A mí me tocó hacer parte de ese gran trabajo que ha recorrido el mundo, donde se muestran las imágenes de esos hermosos tiempos. Realmente fue emocionante para mí estar interpretando con mi piano una de mis canciones más reconocidas (Sombra perdida) al lado de Carlos Vives. Fue una experiencia muy linda y yo le he llamado a ese momento una “noche eterna”.
Actualmente es la presidenta de SAYCO (Sociedad de autores y compositores). ¿Cómo es su rol rol por los derechos de este gremio?
Para mí ha sido de gran complacencia representar a cerca de diez mil autores y compositores de Colombia. Agradezco todos los días a Dios por ese voto de confianza que depositaron en mí mis compañeros. Al mismo tiempo me demandan un sentido de responsabilidad y de compromiso la buena administración de sus obras que es sagrada. El reto de llevar la bandera de la defensa de los derechos de autor en Colombia ha sido grande y el respaldo de los mismos asociados en respuesta al respeto, a la valoración y al bienestar del que gozan me ha mantenido y me da la fortaleza cada día para seguir en esta tarea.
“Rita fue mi luz en el camino. Ella me motivó a entregarle mi vida a la música. La conocí en un tiempo muy frustrante para mí: tenía 16 años, llevaba cuatro junto a mi acordeón, y fue un momento donde fui consciente de lo fuerte y grave que era el machismo en la música vallenata, pero ella me hizo entender que yo era más grande que ese machismo o esas ideas cerradas, y que al final mi música hablaría por sí sola, sin tener que decir mucho, mis acciones darían de qué hablar y, afortunadamente, así ha sido”.
Son las palabras de Diana Burco, joven y destacada música colombiana que interpreta el acordeón. Un testimonio de agradecimiento personal y admiración artística hacia Rita Fernández Padilla, compositora y multiinstrumentista nacida el 21 de junio de 1948, en Santa Marta, Magdalena.
Más aún: es la llama encendida de la música pasándose de generación en generación; Rita Fernández Padilla es un faro potente para muchas mujeres que han querido forjar una ruta propia en la música vallenata.
Fernández Padilla fue la primera mujer en fundar una agrupación vallenata netamente femenina: Las Universitarias. Entre sus principales composiciones se encuentran temas como Sombra perdida y Las dudas del amor, grabadas por El Binomio de Oro; Las sabanas del rodeo (Juan Piña); Romance de San Andrés (Héctor Zuleta y Adanies Díaz); Reflejo de amor (Alfredo Gutiérrez); No digas que no te quiero (Otto Serge y Rafael Ricardo) y El son del tren (Fruko y sus Tesos), entre muchas otras. Para conocer más sobre su historia, su trabajo musical y su aporte al folclor vallenato, conversamos con ella.
¿Cómo comenzó todo? ¿Cómo recuerda sus primeros acercamientos con la música?
Todo comenzó cuando mis padres se conocieron justo por medio de la música. Mi padre, gran aficionado de la guitarra y el tiple, y mi madre, una brillante estudiante de piano, alumna de un famoso profesor alemán que llegó a Santa Marta. Vengo de familia de artistas: los abuelos, los bisabuelos y los tíos de mi padre organizaron una agrupación musical de instrumentos de viento, que en ese tiempo llamaron La Fernandina. Por parte de mi madre, sus tíos y primos hermanos, en esos tiempos, componían obras bastante selectas: valses y polcas, entre otras. Aún tenemos algunas obras inéditas, obras bellísimas.
¿Y más adelante siguió estudiando música o su formación, como la mayoría de artistas del folclor vallenato, es empírica?
Sí, estudié música. Tuve varias profesoras, recuerdo dos muy interesantes: doña María Luisa Flores, gran profesora de piano, samaria, tía del reconocido pianista Andrés Linero; también otra profesora, muy reconocida en Santa Marta, Julia Bermúdez, ellas iban hasta la casa a enseñarme las lecciones de piano. Ya más tarde ingresé a la Escuela de Bellas Artes, en Santa Marta, y también ahí obtuve una buena enseñanza musical. Sin embargo, yo siempre anhelé mucha libertad en la música, me lo pedía mi espíritu, mi alma.
Más allá de una definición ortodoxa o académica, ¿qué es para usted la música y en especial la música vallenata?
Desde que llegué a Valledupar sentí una sensación muy particular con la energía de esta ciudad: gente afectuosa, llena de calor humano. Me impresionaron los campos de algodón, el soberbio río Guatapurí, los valles, las montañas, ese aroma dulce de las flores de casi todas las terrazas y los jardines del Valle se posaron en mi canto y colmaron mi inspiración. Había un sentimiento que yo traía en mi alma como pasaporte para ingresar a ese mundo musical vallenato. Todo eso es la música vallenata para mí. Todo eso es un paraíso al que yo he llamado Valledupar, paraíso de mi alma.
¿En la composición vallenata podríamos ubicarla en la llamada escuela romántica o no le gustan este tipo de clasificaciones?
No me molesta que me puedan clasificar dentro de ese orden porque efectivamente mi composición es romántica, por la naturaleza de sus melodías y también por la poesía con la que complemento mis canciones. Es importante resaltar que mi formación está dentro del instrumento cromático, como es el piano y el acordeón piano, esto me abrió puertas para poder ser una compositora romántica. Me parece hermosa la construcción de la escala, la formación, la sucesión de los sonidos de la escala cromática, que es una sucesión de sonidos muy ordenada, muy agradable al oído.
¿Cómo podría describir la ejecución de estos instrumentos?
Me gusta mucho la interpretación de los vallenatos en el piano. Para mí la parte mágica está en la forma cómo el intérprete se conecta estrechamente, por medio de un sentimiento muy profundo, con el instrumento. Le doy gracias a Dios por la manera como mi mano izquierda ha respondido para generar e imprimir en el piano el sabor del vallenato; hablo de mi mano izquierda porque es la que aporta el acompañamiento, la armonía, la esencia. Mucha gente me ha manifestado su gusto por escuchar el vallenato en piano. También me gusta mucho el acordeón piano, que es un instrumento muy noble, se presta mucho para los vallenatos románticos, para los no románticos también. Me gusta interpretar todo tipo canciones con este instrumento.
Es la autora del himno de la ciudad de Valledupar. ¿Cómo fue el proceso de composición de esta pieza?
Yo siento que eso fue un regalo de Dios. En una región tan machista, donde toda la tradición musical de varones es muy fuerte, que la autora del himno oficial de esta comarca vallenata sea una mujer, además no siendo de esta tierra sino de corazón, pues de verdad que es un honor muy grande, un triunfo grande que me llena de alegría, de satisfacción. Fue un proceso hermoso: un regalo de amor que yo le hice a esta gente, a este municipio, donde pude esbozar todo el sentimiento que traigo.
En 2018 recibió una invitación de Carlos Vives, a quien estaban homenajeando en el Festival de la Leyenda Vallenata. ¿Cómo recuerda usted ese momento?.
Fue bellísimo. Un episodio de mucha creatividad donde Carlos se ingenió la Ilíada vallenata para registrar escenas de tiempos pasados. A mí me tocó hacer parte de ese gran trabajo que ha recorrido el mundo, donde se muestran las imágenes de esos hermosos tiempos. Realmente fue emocionante para mí estar interpretando con mi piano una de mis canciones más reconocidas (Sombra perdida) al lado de Carlos Vives. Fue una experiencia muy linda y yo le he llamado a ese momento una “noche eterna”.
Actualmente es la presidenta de SAYCO (Sociedad de autores y compositores). ¿Cómo es su rol rol por los derechos de este gremio?
Para mí ha sido de gran complacencia representar a cerca de diez mil autores y compositores de Colombia. Agradezco todos los días a Dios por ese voto de confianza que depositaron en mí mis compañeros. Al mismo tiempo me demandan un sentido de responsabilidad y de compromiso la buena administración de sus obras que es sagrada. El reto de llevar la bandera de la defensa de los derechos de autor en Colombia ha sido grande y el respaldo de los mismos asociados en respuesta al respeto, a la valoración y al bienestar del que gozan me ha mantenido y me da la fortaleza cada día para seguir en esta tarea.