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Siempre que se va de viaje y está lejos, Ruzto entra a Google Maps y busca su barrio: La Estrada, Bogotá, Colombia. Es una manera de ver lo lejos que ha llegado, pero también lo lejos que está, porque Ruzto siempre quiere volver. No quisiera tener que irse nunca para siempre. No quiere buscarse la vida en otro lugar, no quiere volver a construirla. Quiere estar aquí, ganarse la vida aquí, gastarse la vida aquí, y quiere hacerlo por todos los que ha conocido estando allá, lejos, que ya no pueden devolverse. Quiere estar lo más cerca que puede del barrio que lo vio llegar.
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“Así comienza el álbum, esa es la primera frase: el barrio me vio llegar, porque a partir de ahí comienza la historia. De ahí vienen los recuerdos de mi infancia, al barrio lo tengo como un lugar donde me sentía a salvo. Yo no viví historias de barrio como las que vivieron muchos de mis parceros, y cuando las viví lo primero que hice fue huir. Yo estaba enamorado de la música, no de la calle. Eso me rescató, pero también me llenó de dolor, de desamores, de tristeza, de desaliento, de cosas que quizá no debí haber vivido, pero que de alguna manera me educaron. Esos recuerdos están tan adentro como la misma familia”, dice Ruzto.
A partir de esos recuerdos es que construyó El sonero menor, su más reciente álbum, que incluye todo lo que puede caber entre el bolero y el rap. Un disco donde Ruzto se muestra de cerquita, por eso cuando se escucha se le ve desde pequeño, de cuatro o cinco años, con la inquietud que le producía ver a su tío ensayar con el dueto Nostalgia, cantando boleros y canciones de Los Visconti y Los Panchos y popurrís.
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Y se le ve también unos años después, con la guitarra que su papá le regaló en Navidad, aprendiendo a tocar canciones de rock en español, y luego se puede ver esa misma guitarra llena de tags de grafiti, cuando la dejó a un lado y empezó con el rap, y todo lo que ha rapeado, pero también las veces que ha tenido que dejar el rap un poco de lado y trabajar en tantas otras cosas: mesero, vendedor, electricista... un todero, incluso albañil, como Ismael Rivera, el Sonero Mayor, quien decía que el canto le salía natural porque se lo había mandado Dios, pero que si no hubiera sido cantante hubiera sido albañil.
“Soy muy buen albañil, modestia aparte”, decía Ismael, y este disco de Ruzto también es un guiño a él y a su música. A la música latina.
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Ruzto ha tenido esa inquietud por la música latina y el canto desde siempre. Es una vieja inquietud que poco a poco ha ido ganando notoriedad en sus trabajos. Se puede ver desde las primeras grabaciones que hizo con Aerophon, aunque es en su proyecto solista donde ha tenido más protagonismo.
Desde El ego y yo (2014), su primer trabajo en solitario, luego con el experimento que supuso versionar el clásico “Bésame mucho” dentro de su canción “Bésame (Trueque de paz)”; un poco más en su trabajo anterior, “Bombo y sal” (2019), de donde surge, entre rimas el pseudónimo del sonero menor, que termina siendo el nombre de este disco, pero que sobre todo nombra esa faceta de Ruzto, donde se encuentran el rap y la música latina, y Ruzto se tira de cabeza a buscar allí los elementos con los que va construyendo su aporte al rap latino.
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“En este álbum tuve la oportunidad de volver a la guitarra. Toda la construcción de los boleros y de las cosas que están cantadas nacieron desde la guitarra. Yo no soy un cantante profesional, entonces hice todo de forma muy intuitiva, buscando el tono, el sentimiento y el carácter de la voz que debería tener la canción antes que la perfección. Hoy en día la gente está acostumbrada a que todo suene perfecto, porque el computador te hace sonar perfecto, es sencillísimo. Pero uno no puede quitarle el alma a la música así sepa cómo. El alma de la música digital es el algoritmo, llamémoslo así… es que imagínate , si criticaban a Héctor Lavoe, pero bueno… luego, toda la gente que participó, productores, arreglistas, todos los que me ayudaron lo que hicieron fue maximizar la idea”, dice Ruzto.
Y es ahí, entre el sentimiento, el carácter y la intención de la escritura donde Ruzto ha encontrado lo que define como rap latino. “Lo que más representa al rap latino son las líricas, la manera como abordan toda una problemática social, porque eso lo vivimos no solo aquí sino en todo lado, en Venezuela, en Argentina. Entonces tiene que ver con cómo, por medio de la música, encontramos una salida y un desahogo”.
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La Estrada, ese barrio de esa ciudad tan fría, que es Bogotá, donde las noches pueden ser más calientes que los días, es lo que le ha dado a Ruzto su perspectiva del mundo. Desde ahí ha mirado e intentado entender este continente latino, donde la mezcla es la norma, la diferencia hace la ley y el futuro es para muchos en otra parte. De eso es que escribe, rapea y canta. Y por eso es que no quiere tener que irse nunca para siempre, porque quiere hacer historia desde ahí, desde donde empezó su historia, en el barrio que lo vio llegar.