Salsa al Parque 2023, el riesgo de ir a la fija
La segunda edición pospandemia del festival hace una apuesta por sonidos clásicos de lo que han llamado “fiesta bogotana”. La presencia de sonidos, diferentes a la salsa, hacen parte de esta edición del festival. Esa decisión genera conversación en un gremio que anhela y exige los ritmos más puros.
Hugo Santiago Caro
La Plaza, en el centro de Bogotá, le quedó pequeña al festival en 2022. Por eso parece que la apuesta desde la gerencia de música del Instituto Distrital de las Artes (Idartes), en cabeza de Mike Navarro, gerente y también curador de Salsa al Parque, es atinarle a un Parque Simón Bolívar lleno. “Si bien nosotros tenemos una responsabilidad desde las prácticas artísticas, no solo al fomento, sino también en relacionamiento con la ciudadanía, también es importante lo que pasa con las iniciativas que tenemos, si es un festival de música masivo, pues en términos de asistencia, tenemos que medirlo”, dice.
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La Plaza, en el centro de Bogotá, le quedó pequeña al festival en 2022. Por eso parece que la apuesta desde la gerencia de música del Instituto Distrital de las Artes (Idartes), en cabeza de Mike Navarro, gerente y también curador de Salsa al Parque, es atinarle a un Parque Simón Bolívar lleno. “Si bien nosotros tenemos una responsabilidad desde las prácticas artísticas, no solo al fomento, sino también en relacionamiento con la ciudadanía, también es importante lo que pasa con las iniciativas que tenemos, si es un festival de música masivo, pues en términos de asistencia, tenemos que medirlo”, dice.
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Y es precisamente con esta necesidad que encaja la presencia de Wilfrido Vargas, un estandarte del merengue, dentro de los artistas principales del festival. En redes sociales la apuesta por Vargas ha sido cuestionada con gran dureza por los salseros de cepa. Los que piden un festival que apele a la contracultura y los sonidos antillanos poco difundidos dentro de la polifonía salsera de Bogotá.
Sin embargo, para Idartes traer un artista con sonoridades poco salseras es un patrón que se repite. Bajo esta misma lógica, en 2022, Rock al Parque trajo a Miranda, y Jazz al Parque le apostó por traer a iLe, quien, a propósito, regresa este año como una de las artistas del Festival Cordillera.
Desde Idartes insisten que es una estrategia general para abrir conversaciones con otros géneros. A esto le han llamado traer los sonidos de la fiesta bogotana, y lo explica el gerente de Idartes, Mauricio Galeano: “En la fiesta bogotana la salsa nunca viene sola y hay una cosa muy particular en esa fiesta en Bogotá, y es que el merengue ha sido importante, un ritmo también afroantillano, que tiene un componente importante muy parecido en su historia de generación a lo que tuvo la salsa, tiene todo que ver”.
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Sin embargo, hay quienes se preguntan qué tanto vale la pena sacrificar la oportunidad de presentarle a los salseros de Bogotá propuestas nuevas a cambio de un escenario lleno. Mientras que en años anteriores el diálogo estuvo entre sonidos nuevos como Akokán y los Boogaloo Assassins, con propuestas clásicas como Henry Fiol y la Orquesta Aragón (2019); o en 2020 la salsa romántica, o rosa, de Tony Vega y Maelo Ruiz dialogó con la timba cubana de los Van Van, apostar por un diálogo con el merengue, que quizá llenará la plaza, también es dejar sin representación a fanáticos de otros sonidos que entran en la salsa y no se ven representados en propuestas tan uniformes como las del cartel 2023.
El Gran Combo de Puerto Rico, la Dimensión Latina y hasta el mismo Jimmy Bosch representan sonidos clásicos. Claro, con artistas como Rafael Ithier, director del Gran Combo, y César Monges “Albóndiga”, fundador de la Dimensión Latina, caben absolutamente todos los homenajes en vida, son pioneros en el género. Pero en el gremio consideran que un festival distrital gratuito puede servir de plataforma para artistas o propuestas que no puedan correr el riesgo de una taquilla. Esa es una función del diálogo entre sonidos que probablemente solo se dé con la Sra. Tomasa, agrupación española con un sonido mucho más experimental, pero frente a años anteriores es una proporción que se queda corta.
Lo mismo pasa con las propuestas nacionales. Fruko es otro artista que merece todos los homenajes posibles, es uno de los primeros que le apostó a una orquesta netamente de salsa en Colombia, su nombre está escrito en la historia del género en el país, pero no es una novedad y presentarlo como un invitado nacional, desde Medellín, le quita ventana a propuestas paisas novedosas como La Pregonera o Adjazzentes.
Felipe Valero, mejor conocido como DJ Chino, selector caleño que ha sido invitado a programar en Salsa al Parque en ediciones anteriores, y cuya especialidad es promover nuevos sonidos en la salsa es crítico con la inclusión de otro invitado nacional del festival, Andy Caicedo: “No tiene ninguna tradición en la salsa. Tal vez por su papá (Nino Caicedo, compositor de la mayoría de éxitos de Guayacán Orquesta), pero de resto él como solista. Para invitar a Andy hay otras 20 orquestas buenas con procesos buenos también”.
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La poca presencia de artistas femeninas en esta edición del festival también ha generado conversación. Aunque la orquesta La Pambelé, ganadora de la convocatoria distrital, presenta a Lorena Contento como su flautista y cantante; y la misma curaduría presenta a dos selectoras transversalmente en cada día de espectáculo (Cheetah Latina y Loa Malbec), los críticos consideran insuficiente la presencia femenina.
“Nosotros no estamos metiendo a la fuerza la participación femenina en los festivales. Las artistas que hemos tenido son grandes artistas, son artistas absolutamente fantásticas y esta no es la excepción. Habrá presencia femenina, todas las selectoras de música son femeninas, son tremendas y el papel del selector en la salsa es fundamental. Bailamos más por selectores o por DJs que lo que bailamos con orquestas en vivo”, dice Galeano sobre ese cuestionamiento.
Esa apuesta, como la de no traer ningún artista cubano y darle prioridad a artistas venezolanos (Proyecto A y la Dimensión Latina) obedece al trabajo del curador. Un rol netamente subjetivo, son personas contratadas para programar para la ciudad, la intención que le pongan a cada festival es la impronta de la persona que ocupe este rol.
Sea cual sea el resultado en cuanto a asistencia y sin importar cuál sea la visión de la administración entrante, que se mantenga la conversación sobre el festival de salsa de Bogotá siempre será fundamental, entendiéndolo como un evento para la ciudad, no para un nicho de salseros. Allí, el mensaje que deja la curaduría de 2023, es que también caben los merengueros, los fanáticos de “la fiesta bogotana” o simplemente los bogotanos con la cultura de asistir a los Festivales al Parque.