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Santiago Cembrano, el escribano del rap de acá

Tras cinco años de su publicación, el antropólogo y periodista Santiago Cembrano presenta una nueva edición de su libro debut, obra que marcó un hito en el archivo histórico del rap colombiano y que funciona como guía para entender este género musical.

Zaira Sofia Ariza
30 de julio de 2024 - 12:00 a. m.
El autor de La Época del Rap de Acá (2019), Normas Rappa (2020) y 6PM en la Latina (2022), ha logrado que sus aficiones hagan parte de su vida.
El autor de La Época del Rap de Acá (2019), Normas Rappa (2020) y 6PM en la Latina (2022), ha logrado que sus aficiones hagan parte de su vida.
Foto: Moreno Blanco

En el otoño de 1971, un grupo de jóvenes del estado de California, en Estados Unidos, se reunió a las 4:20 p.m. para aventurarse a la búsqueda de un tesoro escondido: un cultivo de marihuana. Los Waldos (nombre que acuñaron) no encontraron aquella plantación, pero en el camino fumaron mucho cannabis y desde entonces, empezaron a reunirse a la misma hora para hacer uso de su tiempo libre en compañía de la planta mesoamericana.

Décadas después, la hora de encuentro de aquellos adolescentes mutó a una de las fechas más importantes de los consumidores de marihuana, el 20 de abril, misma fecha en la que nació Santiago Cembrano en 1993 y segundo día de la temporada tauro, según la astrología occidental.

Algunos expertos esotéricos que estudian el posicionamiento de las estrellas dicen que las personas nacidas bajo este signo regido por venus se caracterizan por su exigencia, honestidad y el gozo por los pequeños placeres de la vida como la comida. N. Hardem, rapero y amigo de Cembrano, da fe de ello. “Una cosa que me interesa de explorar con él es viajar y comer en la calle, estuvimos en una La Feria del Libro de Pasto y una de las cosas que principalmente hicimos fue comer. De las cosas que creo que conozco de él es que goza de buen apetito”.

En cuanto a la exigencia, no se queda atrás. El autor de La Época del Rap de Acá (2019), Normas Rappa (2020) y 6PM en la Latina (2022), ha logrado que sus aficiones hagan parte de su vida. Lo evidencian sus textos, pero también quienes lo conocen de cerca. Sus pasiones no son un juego, se las toma en serio. “Cuando yo lo conocí eran esas dos pasiones, el rap y la NBA. Se la pasaba leyendo artículos. Me acuerdo de que en una clase que teníamos, coincidía justamente con los horarios de los partidos y el man se llevaba el iPad y ni corto ni perezoso se ponía a ver el partido en la mitad de la clase, no le importaba, no se iba a perder ningún partido de la NBA por nada”, explica su amigo Julián Mesa en entrevista para el perfil titulado Perfil Santiago Cembrano.

En la misma pieza rememora con exactitud cuál fue el año en el que empezó a interesarse por el básquetbol, el 2003, cuando apenas tenía nueve años. No entiende muy bien la razón por la cual conocía a Kobe Bryant y Shaquille O’Neal, pero al revisar la página web de la NBA y percatarse que habían perdido contra San Antonio, se interesó. Un año después se encontraría viendo los partidos de las finales de Los Ángeles Lakers contra Detroit Pistons. Algo parecido le sucedió con el rap, género que encontró al poco tiempo para ganarse un espacio en su vida.

Sucedió en un viaje a Orlando cuando tenía diez años. Su prima, unos años mayor que él escuchaba rap, el que se escuchaba en la radio, el más popular, pero era más del que conocía viviendo en Colombia. Escuchó Outkast, Chingy y 50Cent, este último convirtiéndose en su primera obsesión. Cuando volvió a la capital, su ciudad natal, regresó más rapero que nunca, el rap reforzaba la pasión por el básquet y el básquet reforzaba la pasión por el rap, creando un círculo vicioso.

Fue gracias a Sebastián, un amigo suyo del colegio, que le llegó el rap en su lengua materna. Él le prestó una memoria USB que estaba llena de rap en español. Artistas como Arma Blanca, Nach y Dlux llamaron su atención. “Me asombró en ese momento por su lenguaje. Mucha de esa escuela hoy tiene un lugar raro en la historia, pero ahí fue cuando compenetré con el rap en mi idioma”.

Creció y su curiosidad se expandió. Se embarcó en la búsqueda del porqué. Por ello, una vez culminó su paso por el colegio, empezó a estudiar Antropología y Ciencia Política en la Universidad de los Andes, allí empezó a escribir sobre rap. “Hay un escritor mexicano, Fabio Morábito, que dice que uno debe escribir para suplir lo que no hay en su biblioteca y eso es lo que yo estaba haciendo desde que empecé a escribir de rap, suplir lo que yo no encontraba en mi biblioteca”.

En 2019, tras la publicación de sus primeros trabajos como periodista en la Escuela de Periodismo Multimedia El Tiempo, llegó la primera edición de La Época del Rap de Acá, un libro que recopila entrevistas y perfiles de raperos relevantes para la década del 2010. Entre ellos Ruzto (Aerophon), Gambeta (Alcolirykoz), Granuja (Moebiuz) y Luis7Lunes (Afterclass). Este último, también amigo de Santiago. “Capturó un buen momento del rap de aquí. El rap colombiano lleva décadas enteras produciendo música, cada generación tiene sus personajes, sus apariciones, y creo que Santiago hizo algo que estuvo bien. Estaban ocurriendo cosas bacanas y él las pudo documentar”.

Y es que, para mediados de decenio, el rap nacional se diversificó y se amplió, generando nuevas propuestas con las que más personas se podían identificar. Ya las canciones no trataban únicamente sobre el consumo de estupefacientes y el maleanteo, también había cabida para la exploración filosófica como lo hizo Noiseferatu o la introspección personal como escribió Granuja.

El sonido también evolucionó, ya no solo se usaba el boom bap, también había drumless y otras variaciones como la implementación de voces más melodiosas como la de Lianna. Para Hardem, tener registro de aquel momento histórico es apreciable. “Hay un lugar sintético al que puedes ir y no necesariamente enterarte desordenadamente. Mi sobrino tiene 20 años, vive en Canadá, empezó a escuchar rap de acá por mí, por el último disco y de repente me dice ‘conocí al Arkeólogo’ o me pregunta ‘¿y este cuál es? Es que todavía los confundo’, entonces si él viene ahora y sigue interesado en el asunto pues es más fácil decirle ‘no, toma el libro, acá está todo el mundo’”.

Para Gambeta, este tipo de productos editoriales son fundamentales, no solo para hacer pedagogía en la actualidad sino para la memoria, un factor determinante en la cultura hip hop. ¿Cómo es posible reconocer, honrar y respetar a los “original gangster” si no se sabe quiénes son? ¿Cómo se identifica su relevancia en la historia?

“Hay que contar por qué Roc Marciano es importante así no sea comercial y no venda ni la mitad de lo que vendería Drake. Hay que resaltar la historia de La Etnnia, contar cómo surgió Alcolirykoz, quiénes influyeron a los nuevos en el rap de Medellín y de Bogotá, cómo ha cambiado la movida en Cali. Hay que contar la historia del rap en Colombia. Por eso este libro es importante, necesitamos a alguien que se salga de los celos y el ego que a veces hay entre raperos cuando quieren contar solo su historia y no la de los demás. Nosotros los raperos no hacemos artículos, necesitamos a alguien que pueda hablar con propiedad, que de verdad está enamorado del rap, que le duela el rap”, escribe en la Introducción del libro.

La curiosidad de Santiago no se quedó ahí, le siguieron Normas Rappa y 6pm en la Latina, un incontable número de entrevistas, reseñas sobre distintos discos y paneles. Su habilidad de preguntar ha perdurado, no deja de cuestionarse. “Es alguien que pregunta mucho, todo el día pregunta cosas en el buen sentido, pregunta demasiado”, confiesa Luis.

Por esa misma razón en mayo del 2024 lanzó una nueva edición de La Época del Rap de acá con introducciones nuevas, un perfil inédito de Anyone Cualkiera, integrante de la agrupación antioqueña No Rules Clan, y fotografías recientes. Volvió al libro con nuevas preguntas, mucho más complejas que confrontaban a la versión de sí mismo que no optó por conseguir siquiera un editor. Ahora es capaz de ver sus errores del pasado, corregirlos y aprender de las nuevas fallas que vendrán en su andar por el mundo editorial, camino que quiere seguir recorriendo. “Siempre me ha preocupado mucho la inercia como de quedarse escribiendo lo mismo una y otra vez con distintas caras. Fue por eso por lo que cuando hice LEDRDA de una salté a hacer Normas Rappa que es un libro totalmente distinto, tanto en tema como en ejecución, y por eso también quise hacer 6PM en la Latina que también es muy distinto. Me interesa no repetirme. Pero sí, yo quiero seguir escribiendo y lo editorial cada vez me apasiona más. Eso es lo curioso, cada vez lo encuentro más difícil, lo editorial, publicar, pero cada vez me emociona más”.

Aunque esa inocencia juvenil que se tomaba el atrevimiento de afirmar escribir con palabras grandilocuentes ya no está presente algunas cosas no cambian. Sigue sonriendo con todo el rostro, con aquellas comisuras que cuando se alzan hacen que sus ojos se achinen, especialmente uno, el más pequeño. Permanecen esas cejas grandes y su barba tupida de color negro que combinan con sus ojos cafés. Su voz inquebrantable, que se acompaña de una elocuencia impecable, continúa con ese tono grave que en conjunto con su estatura crean la imagen de un hombre intimidante pero que sigue enterneciéndose con hablarle de rap o baloncesto.

Mientras tanto la otra cara, el público, seguirá teniendo la posibilidad de encontrar el desglose de ese gran cuerpo que se alza sobre quienes sostienen una curiosidad por el mundo o encuentran una razón para vivir en el rap, porque como dice Hardem “tiene una reputación y un respeto ganado a base de entregarse a lo que hace y de ser las veces de traductor y facilitador entre ese conjunto de cosas que a veces pueden ser oscuras, codificadas y cerradas por el mismo círculo social. Él lo abre y lo comunica a la gente”.

Por Zaira Sofia Ariza

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