Shakira, una criatura vibrátil (un peril de Julio César Londoño)
Aunque no sabe leer música, Shakira puede detectar un desfase de una décima de segundo en cualquiera de los instrumentos de la orquesta.
Su inglés es bueno, al fin y al cabo, tiene lo que llaman los músicos un oído perfecto. Ha trabajado duro en fonética. Adora los libros, los compra, los huele y los acaricia, pero tiene muy poco tiempo para leerlos (Whitman y Borges son sus poetas favoritos). Es pelinegra de nacimiento, y tenía una sola ceja que serpenteaba sobre sus ojos y que ella depiló en el centro para darle más fuerza a su expresión.
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Su inglés es bueno, al fin y al cabo, tiene lo que llaman los músicos un oído perfecto. Ha trabajado duro en fonética. Adora los libros, los compra, los huele y los acaricia, pero tiene muy poco tiempo para leerlos (Whitman y Borges son sus poetas favoritos). Es pelinegra de nacimiento, y tenía una sola ceja que serpenteaba sobre sus ojos y que ella depiló en el centro para darle más fuerza a su expresión.
Nació hace 47 años en el hogar de un estadounidense de ascendencia libanesa y una colombiana de abuelos catalanes. Como si tuviera prisa por triunfar, empezó temprano. A los tres años ya sabía leer y escribir. A los cuatro bailó la danza del vientre en una velada de su colegio. La sorpresa fue general, pues nadie la había entrenado. “Fue simplemente una manifestación de la memoria genética. No olviden que mi padre tiene sangre oriental”, explica ella con naturalidad. A los cinco sufrió su primera gran decepción: no fue admitida en el coro del colegio y lloró quince días seguidos.
A los ocho empezó a escribir versos y a componer canciones con letra y música suyas. Las letras de las canciones y los versos de los poemas eran infantiles, claro, pero su voz y su música tenían “duende” —puede ser un asunto de “vena” familiar; recordemos que es sobrina-nieta de la poeta Meira del Mar—. A los diez ya entretenía, por contrato, a los obreros de las minas del Cerrejón, en la Alta Guajira. A los trece firmó un contrato con la Sony, disquera que quería aprovechar la voz de la niña para reencauchar vallenatos. Por fortuna, ella tenía otras ideas. Le gustaban Donna Summers, Miguel Bosé, Cat Stevens, Led Zeppelin, Police, Janis Joplin; es decir, ya era una baladista con corazón roquero, uno de los primeros especímenes de ese género en Colombia. El resultado de esta estimulante mezcla se llamó Magia, álbum que le valió ser seleccionada para representar al país en el Festival de la OTI. Por desdicha, las bases del concurso estipulaban como edad mínima para los participantes los dieciséis años, Shakira no pudo representarnos y las lágrimas volvieron a velar sus hermosos ojos negros.
A los diecisiete obtuvo un título que hoy la encabrona: fue elegida la cola del 94. “No me siento orgullosa de ese título”, dice con furia mal contenida. “Una cosa así no volverá a sucederme. No lo permitiré”.
Para rematar, tuvo un romance con un puertorriqueño, el actor Oswaldo Ríos. Como el tipo era mucho mayor, llovieron las críticas y Colombia entera estuvo en vilo porque todos temíamos que el boricua fuera a abusar de la niña. En realidad, el verdadero defecto de Oswaldo era ser pésimo actor, amén de lerdo, y lo más probable es que Shakira haya abusado de él, pero hay que aceptar que la cola del 94 y el tonto más lindo de la televisión no rimaban muy bien.
Dos años más tarde el destino le brindó un desquite espléndido: su tercer álbum, Pies descalzos, fue un suceso musical en España, Latinoamérica y los mercados hispanos de Estados Unidos. Se vendieron cuatro millones de copias, que le significaron veinticinco discos de oro, 55 de platino, dos años de giras y la portada de la edición internacional de Time. El disco está compuesto por baladas pop con un toque de reggae. “Es un disco honesto y personal. Fue hecho con el corazón y con la más hermosa de las ingenuidades. Fue como un striptease espiritual”, dice su autora.
En 1999 Shakira quemó el compacto ¿Dónde están los ladrones? Las canciones viran hacia el rock sin traicionar el espíritu de la balada ni los preceptos del pop. Las letras incursionan en lo social con muy buen humor. Habían pasado tres largos años desde el éxito de Pies descalzos. Se ve que ella y su equipo lo pensaron mucho antes de editar otro álbum. El éxito pesa.
En el 2000 grabó Unplugged, una obra maestra que le valió el Grammy y puso el mundo a sus pies. El video del plato fuerte del CD, “Ojos así”, una feliz fusión árabe-pop, llegó a tener 4.500 reproducciones diarias en los canales de televisión del mundo, y se calcula que su promedio en radio superó la cifra de las trece mil emisiones diarias. Periódicos como The New York Post, Le Monde; Vaterlan, del principado de Leichtenstein; El Monitor, de Rumania, y Elshaab, de Egipto, le dedicaron grandes reportajes. Otro tanto hicieron las revistas Rolling Stone, Billboard y Vanity Fair. Siguiendo el tonto lugar común gringo, la revista tituló: “Shakira, el mejor producto de exportacion (legal) de Colombia”.
Tras la brecha abierta por el Grammy, Shakira, Sony y Emilio Estefan planearon cuidadosamente el asalto al mercado anglosajón. El resultado se llamó Laundry Service. Conformado por nueve canciones en inglés y cuatro en español, el disco se vendió como el pan en los cinco continentes. Europeos, árabes, americanos, africanos, australianos y japoneses agotaron las boletas de los conciertos y las ediciones del álbum. Shakira trabajó tan duro para mejorar su inglés que lo hablaba hasta dormida.
En la noche de la víspera de la grabación del disco, evento para el cual se había organizado un concierto privado, el estrés le produjo un cuadro febril y solo pudo dormir una hora. El concierto no se podía aplazar porque al día siguiente se reunirían en Miami, venidos de todas partes del mundo, músicos, ingenieros y bailarines convocados exclusivamente para el concierto. Shakira llegó con veinte minutos de retraso, pero bailó, tocó la guitarra y cantó y encantó a un auditorio compuesto por empresarios y periodistas del espectáculo. Como dato curioso hay que anotar que en la grabación no se utilizaron instrumentos electrónicos, solo acústicos.
Llegar a esas alturas no ha sido fácil, claro. Para que tengamos una idea de su ritmo de trabajo, de cómo puede ser “un mes en la vida de Shakira”, reproduzco aquí un fragmento del reportaje que le hizo Gabriel García Márquez para la revista Cambio: “Shakira llegó a Buenos Aires en la tarde del lunes 1.° de febrero de 1999, y trabajó el martes hasta pasada la medianoche, sin tiempo para celebrar aquel día sus veintidós años. El miércoles regresó a Miami, donde hizo una larga sesión de fotos para publicidad y grabó varias horas para la versión en inglés de su último disco. Al día siguiente continuó la grabación desde las dos de la tarde hasta el amanecer del viernes, durmió tres horas y siguió grabando hasta las tres de la tarde. Esa noche durmió unas pocas horas y el sábado temprano voló a Lima.
»(…) El martes 16, ya en Costa Rica, hizo una presentación en vivo. El jueves 18 viajó a Miami y a Caracas, donde participó en el programa Sábado sensacional. Apenas durmió, pues el 21 tuvo que volar de Venezuela a Los Ángeles para asistir a la entrega de los premios Grammy, con la esperanza de ser una de las escogidas, pero la pesada de los Estados Unidos barrió con los premios grandes. No se amilanó: el 25 dio el salto a España, donde la esperaban para trabajar el 27 y el 28 de febrero. El 1.° de marzo, cuando por fin pudo dormir una noche completa en un hotel de Madrid, había volado tanto como una azafata profesional: más de cuarenta mil kilómetros en un mes”.
Los trabajos de Shakira de esa época están signados por el erotismo. El título de su álbum Fijación oral es una expresión ambigua, un juego de palabras que igual puede aludir a la maternidad que a la lujuria. El álbum promocional, grabado con Alejandro Sanz, tiene unas escenas que la misma Shakira temió que pudieran ser “demasiado explícitas”. En realidad, son solo unas tomas donde Alejandro la abraza por detrás luego de unas escenas de corte voyeur.
Los factores
Explicar el fenómeno Shakira no es fácil. Hay que sumar factores: su voz límpida, potente y llena de matices que le permiten cantar con “toda la paleta”; el crisol de razas y naciones que intervienen en su mezcla: el Caribe de su tierra, el Líbano de su padre, la España de su madre; el largo vibratto de su voz, un sello personal; la inteligencia cinética de su cuerpo, capaz de hacernos olvidar que es bajita, deslumbrarnos con su luminosa presencia escénica y turbarnos con su inquietante golpe de cadera (otro vibratto) y su música, claro, la afortunada fusión de ritmos que hacen de sus canciones algo nuevo y familiar a la vez, y el buen manejo que le han dado a su carrera sus managers, ajedrecistas del medio. En resumen, ella es, como todas las personas brillantes, el resultado de la suma de los factores t: talento, trabajo y terquedad.
Los hits
Entre sus canciones más exitosas están «Hips Don’t Lie, cantada con Wyclef Jean en la clausura del mundial de fútbol de Alemania, 2006. She Wolf, 2009, Un sencillo que fusiona elementos de pop y música electrónica. Waka Waka, himno oficial de la Copa Mundial FIFA, Sudáfrica, 2010. La La La, cantada en clausura de la copa del mundo de Brazil, 2014. Chantaje, 2016, producida con Maluma. Me Enamoré, 2017, inspirada en su romance con Gerard Piqué. En el 2020 protagonizó junto con Jennifer López el show del intermedio del Super Bowl 54. Intervinieron también J Balvin, Bad Bunny, Emme Muñiz (hija de JLo y Marc Anthony) y el grupo de salsa caleño Swing Latino. Fue un show con sabor latino y críticas explícitas a la política antiinmigración de Donald Trump.
Bizzarrap Music Session #53 (2023), más conocida por el título Tipos como tú, es la sarcástica respuesta de Shakira a la «cornada» que le pegó Gerard Piqué con Clara Chía.
Bajonazo, revancha y facturación
El momento más difícil en lo personal lo sufrió Shakira en 2022, cuando se enteró de que Gerard Piqué tenía una relación sentimental con Clara Chía, una joven de 23 años y relacionista pública de Kosmos, la productora de medios, deportes y entretenimiento de Piqué.
La noticia significó el fin del matrimonio de Shakira y dio origen a una venganza histórica, la canción “Tipos como tú”, cuyo video, una producción tragicómica de corte kitsh donde Piqué le rompe literalmente el corazón a Shakira con una bazuca, fue un éxito en ventas. Los comentaristas criticaron la producción alegando que el video pudo afectar a los hijos de la pareja: Milan, de nueve años, y Sasha, de siete. Para otros, era una venganza justa porque Piqué tuvo el descaro de llevar su amante a la casa de Shakira aprovechando las ausencias de la cantante y, además, dicen, la maltrataba. En cualquier caso, Shakira aprovechó la coyuntura para reencaucharse porque atravesaba un bajón en ventas. De aquí la famosa frase de la canción “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Lo primero es discutible, lo segundo es verdad. A la fecha, la canción les ha reportado a Shakira y Bizarrap, productor argentino, ingresos por US$700 millones.
Es una canción de despecho a la moderna, lo que incluye rapeos, golpes bajos, humor, dardos tipo freestyle (aunque sin contrapunto porque Piqué no fue invitado) y un beat bizarrapiano adaptado al ritmo de Shakira y a su flow, por supuesto.
Este tropel plantea un dilema ético: ¿es lícito insultar y ridiculizar de manera pública al cónyuge por diferencias de cualquier tipo? La pregunta admite al menos dos respuestas. Mamá Shakira no salió bien parada de este round y le quedará difícil defender su performance cuando sus hijos, dentro de poco adolescentes, la cuestionen. Pero, como casi todo es lícito en arte porque casi nada es censurable, la Shakira artista tenía licencia para contratacar de manera ruda.
El dilema, sin embargo, es insoluble porque las esferas del arte y la moral no son ruedas sueltas, se intersecan de manera constante. Podemos separarlas de momento por una comodidad argumentativa, pero siguen ligadas con fuerza porque el ser humano es fatalmente político y por lo tanto moral.
Hace poco Shakira le dijo a la revista Bocas que ella era una loba que estaba lamiendo sus heridas, recogiendo y reacomodando sus huesos. Estoy seguro de que lo va a lograr, que escribirá un bolero pop tan estupendo como “Hay amores”, mejor que “Tipos como tú”, quizá dedicado a sí misma, a su maravilloso corazón, maravilloso, como en la balada de Raphael. Sus caderas y su voz seguirán vibrando mucho tiempo en los escenarios y en los huesecillos de los oídos de los millones de fans que aplaudimos su trabajo.