Si bemol la do si = Bach

El índice Johann Sebastian Bach registra 1.128 obras de todas clases: cantatas, motetes, misas, pasiones, lieder, arias, corales, oratorios, conciertos, suites, preludios, fugas, sonatas, variaciones... En fin, todo el abanico, excepto óperas, pues no compuso ninguna.

Ricardo Bada
05 de enero de 2019 - 02:00 a. m.
Johann Sebastian Bach. / El Espectador
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¿Quién fue Bach, ese portentoso creador cuyo apellido, en la notación musical alemana, lo integran las notas si bemol la do si, combinación con la que jugó en algunas de sus fugas?

En su libro El Valle de Josafat, el pensador español Eugenio d’Ors arguye sobre Bach: “No solamente sabe representarse las cosas en el espacio (al fin y cabo esto se llama inteligencia), sino que proporciona a los auditores magníficas asociaciones espaciales. (...) Arquitecturales, para precisar más. Cuando se dice de la música que es una arquitectura en movimiento, yo evoco siempre a Bach. (...) Y siempre se me aparece ‘la imagen de una augusta catedral’, según canté un día ya lejano. (...) Decía entonces: catedral. A veces, sobre todo en los conciertos, he estado a punto de corregirme y de sustituir catedral por palacio. Pero no. Decididamente, era catedral el término justo”.

D’Ors refuerza su argumento con una cita del Tratado de lógica, de Edmond Goblot, en la que puede leerse: “El valor estético de Notre Dame de París o Saint-Ouen de Ruán, de una Meditación de Lamartine o de un sermón de Bossuet, de una Cantata de Bach o de la Misa Solemne de Beethoven, no puede ser plenamente gustado por el hombre al cual le sea totalmente extraño el sentimiento religioso”. A mí me parece una petición de principio, sería tanto como argüir que el valor estético de la escultura helénica no puede ser plenamente gustado por el hombre al cual le sea totalmente extraño el sentimiento pagano. Pero de todos modos, la cita pone en evidencia el alto valor espiritual que se le otorga a la obra de Bach: sin lugar a dudas, es la cumbre de la música sacra evangélica. Tanto, que el obispo luterano sueco Nathan Södermann llegó a calificarla en 1929 como “el quinto Evangelio”.

Johann Sebastian Bach nació en Eisenach (1685) y murió en Leipzig (1750). Fue el menor de los ocho hijos de sus padres y recibió su nombre doble a causa de sus dos padrinos, pero en la familia se le llamaba Sebastian a secas. Huérfano de madre y padre desde los nueve años. se fue a vivir a Ohrduf con su hermano mayor, Johann Gabriel, de quien aprendió incluso la mecánica de los órganos y cómo repararlos; y de Ohrduf datan al menos 25 de las primeras composiciones del joven Bach, antes de iniciar una precoz, fulgurante y remunerativa carrera como compositor e intérprete.

A los 18 años firmó en Arnstadt su primer contrato (50 florines, además de otros 30 para manutención y alojamiento) como organista y por su colaboración con el coro. Tres años más tarde se trasladó a Lübeck, para oír al más famoso organista de su tiempo, Dieter Buxtehude, ya anciano y de quien podía heredar su puesto... a condición de desposar a su hija, pero con ella, diez años mayor que Bach, no se quiso casar.

A los 22 años se instaló en Mühlhausen, donde le asignaron unos emolumentos de casi el doble que en Arnstadt, lo que le permitió casarse ese mismo año con su prima Maria Barbara, con quien tuvo siete hijos, dos de los cuales murieron a poco de nacer y uno apenas vivió un año.

A los 23 años dio un concierto en Weimar, donde el duque Wilhelm Ernst le ofreció un contrato por 150 florines más viáticos, que seis años después se convirtieron en 250 florines, al acceder al puesto de Konzertmeister.

A los 32 años firmó contrato como director musical en Köthen sin haber rescindido el que lo ligaba a Weimar, lo cual le acarreó unos días de arresto y un despido deshonroso. En Köthen recibió un anticipo de 50 táleros al firmar el contrato y 400 de sueldo más 12 como ayuda al pago del alquiler .

En 1720, al regreso de un viaje, se encontró con que su esposa había muerto y ya estaba enterrada. Al año siguiente se casó con la soprano Anna Magdalena Wicke, de quien tendría 13 hijos, la mayoría de ellos muertos a poco de nacer. Dicho sea de paso, dos de sus hijos de su primer matrimonio y dos del segundo fueron asimismo excelentes compositores. En 1735, Bach documentó la existencia de 53 músicos de su clan en la crónica “Orígenes de la familia musical Bach”.

A los 38 años, en 1723, ganó el concurso para el puesto de maestro cantor de la iglesia de Santo Tomás, en Leipzig, aunque solo debido a que los dos que ganaron por delante suyo renunciaron al puesto (Telemann, cuando le subieron el salario en Hamburgo, y Graupner porque el duque de Hesse, su patrón, se negó a rescindirle su contrato). Y hasta su muerte, en 1750, Bach se mantuvo en ese puesto, haciendo alguna que otra escapada como la de 1747, invitado por Federico el Grande, de Prusia, a dar conciertos en Berlín.

Sus últimos trabajos fueron El arte de la fuga y La misa en mi menor (que por cierto fue compuesta para una corte católica, la de Dresde), muy afectado ya por problemas de salud con la vista y motrices: casi no podía mover el brazo derecho, hasta el punto de que su esposa y su hijo Johan Christian firmaban los documentos en su nombre.

Sus restos reposan en la iglesia de Santo Tomás, a un tiro de piedra de la iglesia de San Nicolás, epicentro de la revolución pacífica que acabó con la dictadura de la RDA.

El índice Johann Sebastian Bach registra 1.128 obras de todas clases: cantatas, motetes, misas, pasiones, lieder, arias, corales, oratorios, obras para órgano, clavicémbalo y laúd, contrapuntos, conciertos, suites, preludios, fugas, sonatas, variaciones... En fin, todo el abanico, excepto óperas, pues no compuso ninguna. Y ahora viene la guinda del pastel: ¡Johann Sebastian Bach jamás estudió composición, ya que era un autodidacta en toda la extensión de la palabra! Aprendió a componer oyendo música, y leyendo y transcribiendo partituras. Y era un virtuoso como organista y cembalista, y amén de ello un gran improvisador, elogiado como tal por el rey de Prusia.

Pero a su muerte casi cayó en el olvido. Fue recién en 1829 cuando, gracias al empeño de Felix Mendelssohn-Bartholdy, se volvió a interpretar La pasión según san Mateo, su creación más depurada. Y a partir de entonces, la obra de Bach conoció un renacimiento, fue objeto de interpretaciones inolvidables por artistas tan distintos como la violonchelista polaca Wanda Landowska, el pianista canadiense Glenn Gould, el francés Jacques Loussier, el estadounidense Keith Jarrett, la mascarón de proa de la Black Classical Music, Nina Simone... e inspiró las Bachianas brasileiras de Heitor Villa-Lobos y el film El silencio antes de Bach, de Pere Portabella, estrenado en el Festival de Venecia del 2007. Añádase a ello que hay siete asteroides y planetoides circulando en el espacio con su nombre.

El autor neerlandés Maarten ‘t Hart le dedicó todo un libro, Bach y yo, como una forma de pagarle lo mucho que le debe: “Aún recuerdo muy bien cómo escuché por primera vez La pasión según san Mateo. Fue un domingo de Ramos, en mi cuarto abohardillado en Maassluis, en una transmisión radiofónica desde el Concertgebouw de Ámsterdam bajo la dirección de Eugen Jochum. Tenía que pegar la oreja al radio, porque no me estaba permitido subir el volumen. Cuando lo hacía, enseguida corría mi madre escaleras arriba para llamarme ásperamente la atención: “Por amor del cielo, baja inmediatamente el volumen, nos atruenan los oídos ahí abajo”. Entonces, la primera vez, lo primero que tuve que hacer fue tratar de ubicarme en aquel mundo maravilloso, porque había muchas cosas que aún no me decían nada. Un aria me conmovió mucho: ‘Sehet, Jesus hat die Hand, / uns zu fassen, ausgespannt, kommt [Mirad, Jesús ha tendido la mano para asirnos, venid]’. Me pareció tan excepcionalmente bello, los dos oboes en un sereno dueto, los trinos, los pasajes corales: ‘Wohin? Wohin? Wohin?’ [¿Adónde? ¿Adónde? ¿Adónde?]”

https://www.youtube.com/watch?v=OwhJ2LYSHZI

Y ahora déjenme terminar citando al filósofo británico Isaiah Berlin, quien escribió que dizque los ángeles, estando entre ellos, tocan Mozart, pero si tocan para Dios, entonces interpretan Bach.

Por Ricardo Bada

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