“The Dark Side of the Moon”, 50 años del álbum de Pink Floyd
Esta banda, y en particular este álbum, logró ir más allá de las barreras de la industria para ejercer de forma muy original una profunda e imborrable influencia en los ámbitos personal, político, social y económico de su época.
Eduardo Díaz*
Cuando The Dark Side of the Moon fue lanzado al mercado, en marzo de 1973, inmediatamente generó una revolución alrededor del globo y un punto de quiebre en la historia de la música reciente. Fue un LP que logró un nivel de eclecticismo musical único, apelando a diversos elementos del rock progresivo, el jazz, la música electrónica y la psicodelia creando un resultado sonoro que muchos lo consideran toda una experiencia para los oídos, la mente y el alma. Por ello esta banda es considerada por la crítica como los precursores o referentes más lejanos del rock progresivo y/o sinfónico. Pink Floyd y su forma de entender y producir música abrió nuevos caminos para generaciones de músicos y productores, debido a la precisión de sus ejecuciones, sus arreglos emblemáticos y una variada aproximación a la instrumentación.
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Cuando The Dark Side of the Moon fue lanzado al mercado, en marzo de 1973, inmediatamente generó una revolución alrededor del globo y un punto de quiebre en la historia de la música reciente. Fue un LP que logró un nivel de eclecticismo musical único, apelando a diversos elementos del rock progresivo, el jazz, la música electrónica y la psicodelia creando un resultado sonoro que muchos lo consideran toda una experiencia para los oídos, la mente y el alma. Por ello esta banda es considerada por la crítica como los precursores o referentes más lejanos del rock progresivo y/o sinfónico. Pink Floyd y su forma de entender y producir música abrió nuevos caminos para generaciones de músicos y productores, debido a la precisión de sus ejecuciones, sus arreglos emblemáticos y una variada aproximación a la instrumentación.
No obstante, y apelando a las palabras de Alan Parsons, ingeniero de sonido, productor musical, cantante y compositor inglés, en una entrevista para Guitar World, para destacar el sonido de la banda, “Pink Floyd siempre estuvo experimentando y empujando a los ingenieros y al estudio, en este caso nada más ni nada menos que el legendario estudio de grabación Abbey Road, al límite. Sabíamos que era su mejor trabajo hasta la fecha (refiriéndose a Dark Side), pero no creo que nadie supiera que seguiríamos hablando de eso todos estos años después”.
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Un detalle muy interesante de este álbum es que fue precedido de una gira. Todas las presentaciones en vivo de la banda en 1972 terminaron siendo consignadas en la grabación de estudio en el 73, lo cual confirma y revela un proceso creativo que, pudiéramos decir, fue sistematizado como fonograma en Abbey Road, pero que realmente empezó como una serie de iteraciones creativas impredecibles “‘en vivo”, que se iban perfeccionando o decantando en lógica colaborativa o de cocreación junto con el público, sugiriendo si se quiere, con 50 años de antelación, el concepto del prosumer (productor-consumidor), muy utilizado hoy en día en el abecé del diseño de producto contemporáneo. Esto pudiera considerarse algo similar a la práctica con la que plataformas como TikTok o Instagram hacen posible que artistas contemporáneos con una creación de pocos segundos consigan una seguidilla de likes y comentarios por parte de sus seguidores, casi en tiempo real.
Complementando la idea anterior, tal y como lo trae a colación Bermeo Gamboa en el artículo “Secretos y curiosidades del álbum The dark side of the moon’ de Pink Floyd”: “Pink Floyd va compartiendo los avances de un álbum conceptual en el que trabajan, en cada interpretación toman los comentarios y perciben las emociones del público para mejorar su propuesta musical, este es un extraordinario recurso que los distinguió como banda. Mientras que otros trabajaban desde el aislamiento, en este caso, se trataba casi de una colaboración permanente con el público, un ensayo permanente.”
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Ahora bien, continuando con esta visión holística de este proyecto musical, que por lo anterior no puede definirse solamente como “discográfico”. Esta página musical de la agrupación británica es y seguirá siendo una obra maestra en donde identificamos la consolidación del “álbum conceptual”, el cual también logra abordar muchas de las aristas y los matices propios de la condición humana como introspección, locura, límites, envejecimiento, muerte, vida, acumulación y la relatividad e intangibilidad del tiempo. El analizar sus letras, sonidos, texturas y su apuesta visual en la carátula con un prisma sobre fondo negro, The Dark Side of the Moon logró registrar una fotografía sonora del trasegar humano de aquella generación inquieta de los años setenta: poesía y complejidad composicional expresada en melodías de frontera fueron la huella indeleble e imborrable de este colectivo inglés como un valioso narrador de historias.
Es interesante resaltar que ese aspecto narrativo, muy particular del álbum, al parecer fue en gran parte impulsado por el talento emergente e inesperado del bajista de la banda: Roger Waters. Dentro de los anales interminables del detrás de cámaras del álbum, y específicamente en el artículo “Before It Was an Album, The Dark Side of the Moon Was a Tour. Here, We Trace the Origin of Pink Floyd’s Masterpiece”, escrito por Glenn Povey, quedaron para la posteridad unas palabras de David Gilmour, el legendario guitarrista y vocalista de la banda, en donde se infiere el aporte definitivo de Waters: “Mi problema con Dark Side -y lo he dicho antes y sin duda lo volveré a decir- fue que pensé que el surgimiento de Roger en ese álbum como un gran escritor de letras fue tal que llegó a eclipsar la música en algunos lugares, y hubo momentos en los que no nos concentramos tanto en el lado musical como deberíamos haber hecho -que es lo que le expresé a toda la banda después de la creación de Dark Side-. Eso se absorbió en un esfuerzo por tratar de lograr un mejor equilibrio entre la música y las palabras en Wish You Were Here.
La capacidad de impactar de esta banda no estuvo circunscrita únicamente a la música, la producción o las letras. También se convirtió en la voz y el estandarte de muchos movimientos sociales y políticos de su época. Un ejemplo claro e inequívoco fue la canción Money, que se volvió un clásico instantáneo y relevante aun en nuestros días, al colocar desde la letra un reflector en la avaricia, la acumulación y en la continua compulsión consumista del hombre posmoderno capitalista. Asimismo, canciones como Brain Damage y Eclipse abordando las emociones y la pérdida de la razón, o Us and Them, como un discurso en contra de la guerra, con una canción que curiosamente fue compuesta para la película Zabriskie Point, pero fue rechazada por el director al considerarla “demasiado triste”.
Esta facultad de influenciar su entorno fue más allá de la música, y la letra, desde lo performativo, generó manifestaciones públicas de sus miembros en conciertos, entrevistas y demás campañas de promoción, en donde dejaban en claro sus reflexiones y posturas de carácter social y político, involucrándose incluso en iniciativas activistas contra la desigualdad, la discriminación y la indiferencia con respecto al Apartheid en Sudáfrica. Algunos años después, esta forma de controvertir el statu quo desde la música se consolidó con otra obra maestra: The Wall. Su influencia en el ámbito global, más allá de la música misma, sigue siendo evidente en la actualidad, y su legado quedará como un ejemplo del potencial de las industrias culturales y creativas para transformar y generar valor social y cultural, mucho más allá del valor puramente económico.
Pero hablando del aspecto económico, el éxito como producto comercial no fue ajeno a esta joya de la producción musical. The Dark Side of the Moon fue uno de los álbumes más vendidos de toda la historia de la industria musical; se vendieron 45 millones de copias, logrando colocarse como ningún otro hasta nuestros días en la lista Billboard, desde 1973 hasta 1988, con un récord de 15 años, 733 semanas.
Continuando en esta inercia de apropiación extendida por parte del público, The Glasgow Science Centre, ubicado en Escocia (Reino Unido), acaba de desarrollar una experiencia interdisciplinaria audiovisual titulada Pink Floyd’s Dark Side of the Moon de la mano de un astrónomo, dos ingenieros de masterización (James Guthrie y Joel Plante) y un equipo de producción, dentro del cual está presente el director creativo de la banda, Aubrey Powell. En esta experiencia multimedia e inmersiva, los 10 cortes del álbum son acompañados por una serie de videos proyectados en el gran domo (de 360 grados) del planetario local. Esta experiencia no fue reservada solamente para Reino Unido, sino que está siendo replicada por más de 100 planetarios alrededor del mundo en homenaje a este hito del rock mundial.
Es sorprendente cómo aún en 2023 Dark Side of the Moon sigue siendo un punto de referencia para muchos. Al escuchar de nuevo los 10 temas que conforman esta maravilla musical, siempre se puede descubrir algún elemento, alguna textura, alguna sonoridad o alguna frase poética que no solo sigue siendo relevante, sino que sigue inspirando a jóvenes artistas, productores musicales, creativos de otras artes e industrias, y aun astrónomos que buscan musicalizar una mirada del universo parándose en hombros de gigantes.
*Profesor de la Facultad de Formación Musical de la Universidad El Bosque.