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El nombre de Totó La Momposina llegó a mis oídos cuando estudiaba en Bellas Artes de la Universidad del Atlántico a finales de los 90. Yo todo el tiempo estaba cantando a viva voz con guitarra o a capella en el patio de la escuela con algunos compañeros. En una oportunidad, iba pasando el director del Grupo de Danza Kalimba, que hacía sus prácticas de bailes y cantos en la Universidad. Él se me acercó y me dijo: “Ven p’acá, que tienes voz de negra y necesito una cantante para el grupo”.
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En ese momento me presentó a los músicos y al director Amet Torres, el actual millero de Carlos Vives, quien también tocó con Totó en sus últimos años de actividad artística. En ese entonces me dijeron que interpretara cualquier canción que conociera del folclor, que no era mi fuerte en aquellos años, y yo solo me había aprendido “Yo me llamo cumbia”. La canté y la conexión con los tambores fue inmediata.
Terminé mi interpretación y Amet me dijo: “Esa canción la canta Totó La Momposina” y me empezó a pasar audios de ella. Recuerdo que la primera que me aprendí de su repertorio fue “El pescador”, luego llegaron “Mohana”, “Aguacero ‘e mayo”, “Dos de febrero”, y “Soledad”, inspirada en Gabriel García Márquez.
Pasaron los años y me la encontré en una gira mientras yo viajaba con Sidestepper, coincidimos en fechas en festival de Womad en Londres y Richard Blair, que es muy amigo de ella, me la presentó. Para mí fue muy emocionante verla en persona por todo lo que significa para el folclor de Colombia, de ahí en adelante me la encontré en casa de Richard y un par de veces en la misma situación, con mi proyecto solista en Pirineos sur en 2009.
A Totó le debemos que el mundo conozca los bailes cantados en su expresión tradicional, pues fue la primera que se atrevió a mostrarlos a escala nacional e internacional y a hablar de ellos cuando nadie lo hacía. A partir de ella empezaron investigadores y productores musicales a buscar a las cantadoras de Colombia, porque ella ha sido una guerrera en la batalla del amor por la tierra y la identidad.
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Yo crecí escuchando vallenatos y baladas, eso era lo que estaba disponible en las emisoras populares, no tuve ninguna orientación idónea en el gusto musical, todo se inició en Bellas Artes cuando empecé a estudiar Música e ingresé al grupo folclórico, y ahí despertó mi amor por el folclor y mi admiración inmensa por una cantadora que empezó con la lucha de mostrar nuestras músicas al mundo, ella fue una de mis grandes inspiraciones.
Más adelante entré a un reality show musical de Caracol Televisión (“Popstar”) y llegué a las finales del concurso por mostrar mi identidad y enamorando a los jurados Iván Benavides, Yolanda Rayo y Julio Correal cantando “El pescador”, en honor a Totó La Momposina.
Luego entré a Sidestepper, agrupación pionera en la fusión de las músicas folclóricas con la electrónica, claramente influenciada por el trabajo de Richard Blair como ingeniero de Totó La Momposina, así que mi vida artística siempre ha girado en torno a ella.
Y es que Totó siempre ha sido una mujer sencilla y de la cual se aprende simplemente con el hecho de estar a su lado. Siempre directa y alegre, transparente en el escenario y por fuera de él; íntegra e inocente; sabia y firme. Sonia Bazanta es solo su nombre de pila porque el mundo la conoce como Totó La Momposina.
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Totó ha sido de los pocos artistas colombianos importantes que ha podido llevarse ese recuerdo tan lindo de despedirse del público y ser homenajeada en vida, y lo ha asumido con la altura que siempre la ha caracterizado, sabiendo que ha cumplido su propósito de vida. Ella quiso que el mundo conociera las músicas colombianas, abrió caminos y marcó el principio para que tantas generaciones venideras buscaran en sus raíces la identidad, lo permanente, aunque cambien los tiempos.
Para Totó La Momposina esta serie de homenajes han representado una gran alegría por volver a pisar el escenario, una nostalgia de saber que es la última etapa y una terapia espiritual que la carga de energía y le da la posibilidad de tener momentos inolvidables, como los que guarda en su memoria desde que pisó por primera vez una tarima.
Para mí, acompañarla en este momento ha sido una real bendición, un gran honor y un sueño cumplido el poder cantar al lado de la más grande de nuestro país. Totó es Colombia, y estoy muy agradecida por esa gran oportunidad que tuve de respaldarla y apoyarla en esta última estación y temporada.
Hoy puedo decir que la canción que enciende el corazón de Totó y que dibuja una gran sonrisa en su rostro es “Aronde me meto yo”, una chalupa incluida en su más reciente álbum. Para mí, verla interpretar esa canción es ser testigo de la diversión que le produce estar sobre el escenario, allí vuelve a ser una niña.
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En este tiempo al lado de Totó La Momposina he aprendido que la música es vida, que Colombia es el país más privilegiado por la riqueza cultural y musical que tiene, que cada segundo de vida hay que disfrutarlo y sacarle el jugo hasta el final y que los seres amados están en este plano para enseñarnos algo importante.
De Totó aprendí que la música es la protagonista y por eso su nombre seguirá sonando con pasión, incluso después de su retiro.
* Cantante colombiana.